domingo, 8 de enero de 2012

Obtiene Álvaro Pombo el Premio Nadal de novela con El temblor del héroe, donde cuenta sobre la parálisis del intelectual frente a la sociedad actual

Todavía no he leído la novela El temblor del héroe, donde el afamado escritor santanderino Álvaro Pombo, que acaba de ganar el Premio Nadal con esta obra, dice que trata sobre la paralización del intelectual ante la sociedad actual. Quisiera pensar que el temblor de su héroe no sea privativo de un intelectual, sino que posea la capacidad de extenderse a todos los ciudadanos ya que, como él sabe, aún cuando a los intelectuales les toque jugar determinada relevancia en la activación de las luchas sociales, éstas pertenecen al conjunto de la sociedad, que parece también estar paralizado ante los acontecimientos que lo envuelven. Todos, en considerable medida, somos presas del Mercado paralizante que nos atrapa.

¿Los hombres y mujeres que han hecho del fútbol su principal preocupación leen novelas o textos que los animen a otras preocupaciones? La pregunta nos lanza a una respuesta demasiado preocupante: todos queremos, o necesitamos, ocuparnos del pan y del circo. El enfrentamiento a la realidad parece estar recluido en pequeños círculos condenados por sí mismos.

De nuevo la Historia nos coloca, a los que escriben y a los lectores, en la encrucijada del sabor. ¿Qué nos gusta más? Indudablemente habrá muchos que elijan o que crean que deben elegir el olvido hacia las incertidumbres sociales y ocupar el sitio que les corresponda individualmente en la lucha por la vida. De alguna manera, -está muy bien diseñado el programa por los poderosos- hemos empezado a considerar a la solidaridad como un pecado infantil que sólo atañe a los afectados, y a veces ni a éstos.

¿Cómo es posible que hayamos aceptado, entre otras cosas, los miles de desahucios realizados a familias que no podían seguir pagando las hipotecas de sus casas? Un por ciento demasiado elevado de intelectuales no ha dicho ni escrito ni una sola palabra. Un por ciento mayor de la ciudadanía ha aceptado que la gente vivía por encima de sus posibilidades y que la indignación proclamada por aquellos que decidieron proteger a los afectados era una mera cuestión juvenil. Ahora se anuncia “el inicio del inicio” de los recortes. ¿Seguiremos callando y aceptando las penurias que pueden alcanzarnos a todos y seguiremos disfrutando con los goles de los equipos de fútbol pertenecientes, en la mayor parte de los casos, a aquellos que tienen bastante responsabilidad en la realidad creada? Los Grandes Medios de la Información, en manos casi siempre de esos mismos dueños del fútbol, se encargarán de ofrecernos la mejor elección para ellos: que disfrutemos de lo que aún nos queda. ¿Es que muy pronto ni siquiera podremos pagar la cuenta de la electricidad en nuestros hogares o la copa en el bar para admirar a las estrellas goleadoras que por su disfrute con el balón van acercando sus ganancias a las que tienen sus jefes? ¿Se parecerán a ellos? Que nadie lo dude: se parecerán. Igual pasa con los intelectuales que no se arremanguen el pensamiento y lo pongan al servicio de los que sufren el mal de las desigualdades.

Es que la mayor riqueza está en la gente más sencilla. Si esa gente, apoyados por los intelectuales, los deportistas y todos los que vivimos del sudor de nuestros esfuerzos, no le decimos a los Grandes Medios, a los políticos y a los poderosos, ALTO Y BIEN FUERTE, que ya no callaremos ni aceptaremos más la vida que nos ofrecen, que creemos en la solidaridad, que sí hay soluciones para la realidad, si no le decimos ALTO Y BIEN FUERTE que vivir es compartir, entonces sí todo habrá acabado para nosotros y para ellos.

Ojalá que la lectura de El temblor del héroe pueda producir aquellos estremecimientos que principalmente procuran que nadie nos quite la voz y la fuerza. Sólo con el acompañamiento a los que, en este mismo instante, todavía creen en la imperturbable esperanza de que juntos podemos vencer las adversidades, tendrá sentido escribir una novela, que la premien y que los más sencillos se la lean. Cualquiera otra cosa será una riqueza que puede ser aplazada, suspendida o resultar innecesaria en los tiempos que corren como anzuelos para satisfacer la voracidad de los Mercados.

Los trabajadores del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona celebran la Navidad bailando para los niños

Me parece muy bien que los trabajadores del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, todos en magnífica coordinación, bailen y canten para los niños. E igualmente resulta fantástico que hayan escogido una canción en idioma inglés para saludar la Navidad. La alegría y la felicidad son sentimientos que trascienden a cualquier opinión. Y si con ellos están denunciando los recortes que en Sanidad realizan los gobiernos catalán y español, todo parece perfecto. Nada escapará al espectáculo con que los políticos quieren que los trabajadores se manifiesten. Sonriendo a la fortuna entrará en las luchas sociales el resto de la clase obrera. Porque no son los hospitales públicos ni otros Centros de esta envergadura creados para servir al pueblo los que deben paralizar sus servicios, sino aquellos otros Sitios de Trabajo donde los ricos se envanecen con el aumento de sus riquezas. Ahí es donde debe calentarse el clima, más allá del espectáculo que les devolvemos.

Si esta crisis económica, como ya todo el mundo sabe, la provocaron los especuladores, los banqueros, las clases más pudientes y los políticos corrompidos por su fidelidad a los Mercados, son ellos los que la deben pagar a partir de una reducción tajante de sus arcas y de sus vanidades. Diversos medios comentan que, en medio de la crisis, el mercado de lujo ha crecido y que cada día aumentan sus ganancias. Sería muy fácil solucionar la crisis derribando ese mercado y que los ricos se pudrieran con sus capitales. Al fin y al cabo se trata de baratijas de unos equivocados Reyes Magos y de unos papeles de dibujantes dudosos que ningún Museo de Arte querría exponer.

¿Cuántos se decidirán a emprender esta lucha? Posiblemente muy pocos. Esta Vida, como cualquiera representación teatral, debe continuar. El telón ha de abrirse y cerrarse sin demora. Pero también existe el sentimiento de que esta vida tan espectacular no es una obligación de por vida. A esa convicción le temen los poderosos. Sencillamente porque, poco a poco, entre una y otra sonrisa, una canción y un baile, puede irse sintiendo otra vida que lucha por nacer. Nacerá, crecerá, y finalmente se impondrá a través de los tesoros ocultos de aquellos que trabajan felizmente con el único propósito de compartir el bienestar y la paz.

Pareciera algo idílico, insoportable e imposible después del desmoronamiento del llamado Socialismo Real que lucía, como un espejismo indescifrable, la única posibilidad del mejoramiento humano. Cuando sobrepasemos los fantasmas de la realidad el Mundo volverá a ser distinto. Entonces se habrá acabado el pesimismo y comenzará la última posibilidad para la verdadera e irrenunciable convivencia donde cada ser humano no será un actor de los Mercados, sino una fe de su brillante existencia. Tal vez algunos digan que han vuelto los soñadores. Sí, han vuelto y han vuelto definitivamente para quedarse. Y serán muchos más que antes, por una razón muy sencilla, están aprendiendo la lección de la Historia: solamente son humanos aquellos que trabajan por el bien de todos, pues los demás, aquellos que, saltando todas las barreras de su especie, sólo viven para el bien propio y se vanaglorian con las penurias de los otros, no han pasado la evolución dramática de la Humanidad. Será necesario que retornen a las Escuelas de Primaria. Allí deben aprender que la Civilización no es un asunto de soledades donde todo depende del azar donde nacimos. Aprenderán, simplemente porque se les habrá acabado el espectáculo.