lunes, 9 de abril de 2012

Manifiesto por la Solidaridad Internacional

Cuando la Cooperación al Desarrollo de los países del Sur se reduce a cifras casi simbólicas, carentes de efectividad, es cuando más deberíamos entender el sentido de la Solidaridad. Es conocido que el Norte saca del Sur, a través de los recursos naturales y otros renglones, una riqueza muchísimo mayor que el desarrollo que le proporciona a estos países. Esta relación de desigualdad extrema ha concienciado a la Sociedad Civil para implicarse en la cooperación. Por todas partes se habla de un cambio profundo en el modelo de Producción, Consumo, Desarrollo y Bienestar. Tal vez la crisis económica producida por la avaricia de unos pocos y su insostenible deseo de continuar en la exclusividad de una posición depredadora, nos lleve a la idea de que un mundo distinto a ese modelo es la mayor urgencia para que el Norte y el Sur entrelacen sus luchas en la búsqueda del real sentido que poseen las verdaderas riquezas. Si los gobiernos y las grandes instituciones sociales y financieras renuncian a ese objetivo, han de ser los pueblos los que se encarguen de mostrar su inmenso poder, el de los muchos, para imponer el destino de la vida.

El presupuesto dedicado a la colaboración con el Sur es mínimo entre todas las partidas que se dedican a los diversos sectores de interés ciudadano. Ahora, en esta etapa de crisis económica que estamos viviendo, es aún más pequeño. Para alguien podría parecer absolutamente normal que si ya no tenemos todo lo que teníamos, no cooperemos con el vecino del Sur más empobrecido. Pero, ¿quién es este vecino? Si revisamos nuestra historia encontraremos sus gestos solidarios. Toda la historia de la Civilización está llena de esa cooperación aún en los momentos más difíciles. Sería impensable una Humanidad sin colaboración. Es el paso que siempre ha salvado a los pueblos.

Los modestos proyectos solidarios existentes con el Tercer Mundo cada vez son más escasos. Si no se da una mayor implicación de la sociedad en ese gran problema que se está creando, asistiremos al crecimiento de la tragedia que divide al Norte del Sur y a la ilusoria creencia de que el planeta no gira con el mismo aire repartido en todos los confines. La Solidaridad Internacional habrá de constituir un Bien Común a defender por todos los ciudadanos o el Mal Común se extenderá como una plaga medieval. Nunca podremos tener en el Norte un responsable y coherente bienestar si no practicamos la solidaridad con el Sur. Compartir es la mayor identificación de la Humanidad.

La solidaridad con el otro no sólo nos enaltece como seres humanos conscientes de nuestros principios éticos, sino que también, cuando colaboramos con él, lo conocemos mejor y él nos conoce a nosotros. Si en el Norte se deslocalizan grandes empresas y sus fuentes de trabajo para buscar mano de obra barata en el Sur, aumenta nuestra precariedad. Si en el Sur se mantienen a millones de seres humanos en la más vergonzante penuria, crecen los flujos migratorios incontrolables. ¿Cómo nos relacionamos? De pueblo a pueblo. Nunca podrá ser má efectiva la cooperación que cuando la realizan los propios interesados en el Bienestar Común. Es la mejor forma de potenciar relaciones mutuamente ventajosas en los más diferentes aspectos. El verdadero cimiento de la convivencia entre los pueblos radica en la complementariedad, y ésta sólo puede levantarse entre los que se conocen. Es la única vía justa, duradera y sostenible para propiciar una relación fraternal entre el Norte y el Sur. No hay otro camino para consolidar la familia humana globalizada que ya somos y que la paz mundial nos beneficie a todos.

Si tales argumentos no están en la agenda de los gobernantes, de los grandes poderes económicos y de los influyentes medios de comunicación, es que sus intereses van por los caminos de la guerra, de la continuidad del expolio y por el progresivo final de la especie humana. Son los pueblos los que habrán de cambiar las agendas y todo lo que debe ser cambiado. Si los que nos mandan no han sabido entender la situación mundial, es la hora de que los pueblos emprendan su más humilde tarea: mandarlos.