lunes, 7 de octubre de 2013

Lampedusa y el fin de nuestra civilización




Realmente no da ningún deseo de escribir ningún artículo, sino de ir a la denuncia más absoluta ante noticias como estas:

"El viernes por la tarde, solemnemente, el primer ministro de Italia, Enrico Letta, anunciaba que todos los fallecidos en el naufragio de Lampedusa —por ahora 58 hombres, 49 mujeres y cuatro niños— recibirán la nacionalidad italiana. Justo a la misma hora —y no es un recurso periodístico—, la fiscalía de Agrigento (Sicilia) acusaba a los 114 adultos rescatados de un delito de inmigración clandestina, que puede ser castigado con una multa de hasta 5.000 euros y la expulsión del país. Los muertos, sin embargo, podrán quedarse. Ante la imposibilidad de ser identificados, se les ha adjudicado un ataúd, un número y un trozo de tierra en cementerios de Sicilia para que descansen, ahora sí, con la nacionalidad europea que se jugaron la vida por conseguir." (El País, 5-10-2013)

Sentir vergüenza es quedarse en el umbral. Sólo vale el repudio más grande y realizar acciones contra este pensamiento de perdón con los muertos y persecución con los vivos. Surge un sentimiento de desesperación y pena ante los que han logrado una vida, digamos cómoda, y practican la impotencia para hacer algo por la vida que tienen millones de seres humanos que, como estos muertos que ahora obtienen la nacionalidad italiana, apenas reciben cuando están vivos una mínima atención en los países primermundistas. Igual podría haber sido cualquiera otra nacionalidad mientras los gobiernos y las fuerzas políticas y sociales de estas naciones no condenen este hecho, se posicionen a favor verdaderamente de una solución efectiva de esta trágica problemática humana que nos concierne a todos y adopten las acciones pertinentes. Puede sentirse un fuerte estremecimiento entre el cinismo y la criminalidad que están rigiendo las ideas y decisiones en las fuerzas dominantes de estos países. Una tristeza muy grande. Entre los propios ciudadanos de estas regiones puede cultivarse el odio más atroz hacia ellos mismos. Todo parece estar, por el egoísmo y la indiferencia hacia los demás ciudadanos del mundo, a un palmo de tierra del desastre de la civilización que se ha levantado con el caos del Sistema Capitalista que aún muchos defienden. El problema no es un país ni un suceso, el problema es un modelo de vida que antes de matarnos a todos nos impedirá seguir imaginando que nuestra civilización es transformable. Lampedusa puede significar, dependiendo de la actitud que asumamos todos nosotros, una fuente luminosa donde se precisen nuestras luchas contra el Capitalismo o en un doloroso cementerio de agua donde se seguirá alimentando el fin indiferente de nuestra civilización.

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