sábado, 10 de octubre de 2015

En el Premio Nobel y en el cultivo de la mandarina

El Sistema Capitalista nos toma a todos como embutidos y sólo nos deja elegir qué clases se adaptan al dinero que paguemos. Un Sistema cuya mayor cárcel es precisamente el criterio de que somos simplemente embutidos. Un Sistema que sólo espera de nuestras decisiones el mejor comportamiento que se estila en las guarderías. Un Sistema donde el culto a la fuerza de los poderosos es la máxima libertad que el llamado Estado de Derecho nos concede.

Pero aquí vivo y aquí, según el Sistema, soy una valiosa individualidad libre, fuerte, humana y muy preparada para el reparto de posibilidades para ver todo el mal, el odio y el horror que constituyen el Comunismo, la Unión Soviética y hasta la Rusia de hoy que, según el turbio manejo de las realidades y las personas que hacen los Medios, son la quintaesencia misma del infierno. Porque los infiernos que tienen los Estados Unidos, las potencias europeas y todo el Sistema Capitalista Mundial no son tales, sino errores, simples errores, aunque sean gravísimos errores, como el recién bombardeo del hospital de Médicos sin Frontera en Kunduz, las constantes intervenciones militares alrededor del mundo, los cambios de régimen según les convenga, los ahogos económicos a quienes les estorben, las guerras mediáticas a quienes les son mínimamente incómodos, los horrores de las cárceles secretas, los ejemplos dantescos de Abu Ghraib y Guantánamo, las incesantes masacres en centros de estudios estadounidenses, el más inquietante espectáculo sobre lo que pasó en Fukushima y aquellos hongos atómicos inolvidables que Estados Unidos produjo en Hiroshima y Nagasaki. Todo lo que se atreven a explicar, que increíblemente justifican para nuestra tranquilidad, son errores naturales que están dentro de los daños colaterales que el Bien y el Amor puede cometer por la salud de la Gran Democracia que gozamos. Lo demás, lo que no explican, porque ya lo sabemos, es ese día a día que nos muele el cuerpo y la mente de acuerdo a la factura pagada y luego aparecemos en los mercados con las diversas clases que pudimos elegir para gloria del gran surtido de embutidos que ofrece el Sistema.

Y termino el artículo sobre el reciente premio Nobel de Literatura que, según nos dice el diario catalán La Vanguardia y que probablemente participan de ello los lobbys que trabajan en el Premio Nobel y en el cultivo de la mandarina -pues están en todas partes intentando desviarnos de nuestras luchas-, ha sido otorgado a la reportera bielorrusa Svetlana Alexiévich que en 2013, a raíz de recibir el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, declaró a la agencia EFE que "el hombre soviético no ha desaparecido. Es una mezcla de cárcel y guardería. No toma decisiones y simplemente está a la espera del reparto. Para esa clase de hombre la libertad es tener veinte clases de embutidos para elegir".

Tal vez los dos Sistemas, el que produce embutidos y el que elige sus clases, deban detener sus furias con la razón práctica. Lo principal es que no nos detengan con estas oleadas de tragedias del Comunismo en el pasado y nos permitan situarnos con serenidad en el presente a que ahora mismo nos condena el Capitalismo.


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