jueves, 3 de diciembre de 2015

Condenar a la CUP es degradar la independencia

Las últimas expresiones de la CUP en la asamblea de Manresa son un camino de esperanza a la resistencia por una plena dignidad a la que aún no se le quiere reconocer su magnitud de cambio. Allí no oímos expresiones tiernas y conciliadoras con el habitual discurso de la contemporaneidad política, pero si las rechazamos estaríamos poniendo sobre el horizonte unos límites a las fuerzas históricas que la sabia naturaleza siempre desmentirán. Ello no les otorga autenticidad inmediata, pero tampoco las empalma con “la tozudez” con que Mas las califica, ni con el absurdo comentario de Rufián de que “sin Mas no hay independencia”, y muchísimo menos con la afirmación del convergente Homs de que “es la CUP quien se está cargando la Resolución Independentista”. ¿Acaso los soñadores de la CUP tienen suficiente capacidad para tenderle una trampa con esta resolución a los expertos de CDC? ¿No sería más adecuado pensar que los especialistas de CDC conocían el corto recorrido del sueño?

Si la CUP exhibe gravedad en sus palabras y actitudes, Junts pel Sí exhibe la confusión de su debilidad humana. El problema no es Mas sí o Mas no, pues ya Antonio Baños ha dicho después de Manresa que “estamos abiertos a todas las opciones”. Y ayer, casi como el ave del paraíso que entra al matadero, el gigante David acude al sacrificio proponiendo que “dos votos faciliten la investidura de Mas a cambio de un plan de choque social real y concreto contra la pobreza y la desigualdad”. Terrible constatación: que a los sueños independentistas de Junts pel Sí aún tengamos que despertarlos con los cantos alegres de la vida. Porque cuando no se canta con la firme decisión de solucionar las angustias de tantos que deben mendigar sus faltas de casa y de alimentos, ¿qué motivos tan sagrados pueden explicar el canto a la vida? La casa y el alimento adquiridos dignamente han de ser la fiesta y no el viento de la bandera.

La CUP apura el acuerdo, mientras Junts pel Sí lo demora. Ya muchos piensan que, además de los que siempre lo impulsan, cierto independentismo busca eliminar a la CUP. Si Catalunya no pone en pie su alma, el proceso temblará por tantos dolores. Hoy lo ha expresado el diputado Busqueta: “Cuidado con propuestas de tipo ultimátum. Sabemos que es el procedimiento de una parte de JxSí, concretamente de CDC, y que es el Mas ‘style’, pero esperamos que no se reproduzca con el plan de choque, porque la cosa es bastante seria y bastante significativa, y nuestra gente es suficientemente madura para saber cómo proceder en estos casos”.

La CUP no pondrá fin al capitalismo y a su letal sistema cultural que invita a la felicidad de la luz sin sentir la sombra humana que desgarra, pero estamos en el deber de avivar la esperanza para los que habrán de construir la sociedad anticapitalista. Vivir no es un asunto de posposición voluntaria ni una degradación de los sueños. Más allá de Mas, de CDC, de Junts pel Sí, de la independencia, está la firmeza con la responsabilidad social donde muere la CUP.

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