Querer juzgar la obra de la Revolución Cubana sin enterarse de lo que pasa en el mundo podría convertirse en un malogrado cotilleo. Más o menos se sabe -con mayor o menor emoción-, por los que frisamos los 70 años de edad y por los que no llegan a los 20- que en Cuba, a pesar de sus faltantes, deterioros y verdaderas agonías, -estas últimas, sobre todo, porque prácticamente habían desaparecido gracias a la Revolución-, la vida cotidiana de los cubanos discurre sin la presión vital que ahoga a tantos otros pueblos.