martes, 8 de octubre de 2019

El Ché de Cuba

Yo no soy el abanderado

ni ese que aparece en los libros

ni aquel que nombran los discursos;

yo voy a mi trabajo y regreso cansado,

busco lejos el agua y me baño,

beso a mi mujer, a los niños, y comemos todos,

lo que se puede, lo que haya;

después juego al dominó,

y me río con mucha buena gente, mis amigos,

mientras se oye el paso de la ciega,

la convulsión con la novela,

las jornadas de la noche;

entonces me levanto y pregunto por aquel,

o por otro, o cómo van las cosas en el barrio:

nada buenas, pero seguimos;

luego, si hay, me tomo una cerveza,

ya con mucho sueño, casi rendido:

es cuando me acuesto

y me sorprendo volando entre los árboles,

nada más, el pantalón está en la silla;

en plena madrugada me despierto

con la vaga idea de estar lleno de rocío

y cumplo un día más de costumbres,

y ya, sin ningún asombro, normalmente,

bendigo a mi madre por este recorrido

y agradezco a la isla mi figura de tierra;

yo no soy, no insistas más, poeta,

no repitas tus hábitos heroicos,

yo no soy el hombre del poema.

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