lunes, 26 de octubre de 2009

LA CLASE, UN TÍTULO PARA LA REALIDAD

Resulta usual en el titulaje de muchas películas el cambio del nombre. El original francés sería ENTRE LOS MUROS. Puede aceptarse el cambio a partir de que todo el film se desarrolla entre las paredes de una clase, de un instituto y de todo aquello que tiene que ver con esta problemática. Pero no lo aceptaríamos, ni siquiera llamándolo ENTRE LOS MUROS DE UNA CLASE, si nos fijamos bien que en la realidad de la trama todas las paredes están desbordadas.

Inicialmente el guión de la película surgió de una novela-testimonio de François Bégaudeau, donde el autor recogió sus experiencias personales en un instituto de las afueras de París. El propio escritor participó de la escritura del guión, junto al director del film, Laurent Cantet y el guionista Robin Campillo. Con la selección de los jóvenes intérpretes, todos estudiantes aficionados, y del propio Bégaudeau como el profesor, la realización cinematográfica perfiló aún más los “muros” que todos querían tratar.

LA CLASE que tenemos ante nosotros, casi a manera de un documental, recoge las peripecias de un profesor de lengua francesa con un estudiantado de múltiples nacionalidades, desde Mali hasta la China. Nadie parece quedarse fuera. Un profesor que intenta llegar a sus alumnos y unos alumnos que en su mayoría no están convencidos del todo de por qué están allí o que imaginan que todo debía adaptarse a una mejor forma de pasar la adolescencia y que ésta tuviera un mejor lugar para verter sus poderosas energías. Los conflictos son diarios y el curso escolar es largo. Algunos profesores no resisten, pero el nuestro, el protagonista de la película, está dispuesto hasta a equivocarse por conseguir sus propósitos y llegar hasta el último día de clases en que, contradictoriamente, después de haberlo logrado se entera de que para alguien todo ha sido un fracaso. Pero el film no quiere terminar ahí, dejándonos a nosotros, los espectadores, el criterio final, porque aunque se hable de una clase también se quiere hablar de toda la sociedad.

El mismo director del film, en una entrevista durante el estreno de la cinta en Argentina, nos lo dice: “El microcosmos de una clase suele ser reflejo de la propia sociedad y me permite abordar temas que me interesan especialmente: la integración de los inmigrantes o los efectos de la invisibilidad de las minorías. Todo pasa por la escuela y empieza en ella.” Así seleccionó a los actores, jóvenes estudiantes de instituto que pertenecían a distintas nacionalidades, y con ellos, al margen de la novela, se puso a improvisar, porque: “Quiero que cada una de las personas que participa en mis películas nos permita participar de su propia experiencia y nos ayude a entender mejor el mundo en que vivimos.” Entonces, al parecer, estamos, no ante una adaptación de una novela al cine, sino ante una obra que refleja las intenciones de sus máximos realizadores, escritor, director y guionista junto a la aportación vital de cada uno de los intérpretes. Y esto, claro está, nos lleva a todos, hasta a los espectadores, a ofrecer nuestro punto de vista, la última de las aportaciones: “Algunos me dicen que la escuela está para aprender reglas gramaticales y no para discutir sobre la vida. Pero para mí la escuela debe ser un lugar de debate, un sitio donde pensar y ponerse en duda a uno mismo.” Cada uno de nosotros hará su correspondiente lectura y su película.

Estamos ante una adaptación literaria, pues después de las improvisaciones se filmaron las escenas y diálogos como estaban previstos anteriormente en el guión cinematográfico. Sólo habría que apuntar que tal guión ya había surgido, a partir de la novela, de experiencias reales. Ahora sólo se trataba de comprobar de que aquellas no eran exclusivas, sino que abarcaban un amplio radio de la sociedad. De ahí que, después de ver la película terminada, los jóvenes protagonistas exclamaran: “¡Guau, es una película de verdad” Se había recogido toda la energía que estos chicos tienen, en alguna medida, vetada, y estábamos en presencia de una dura experiencia sobre la enseñanza.

ENTRE LOS MUROS DE LA SOCIEDAD EUROPEA ACTUAL sería el título idóneo para este film que no por ser francés se dirige solamente a esa región europea. Estas paredes, estas aulas, estos profesores, estos alumnos, estos entornos y estas problemáticas pueden verse en muchos sitios de la geografía continental y aún mucho más allá. Entonces todavía no hemos encontrado el título real para esta película. En una visión metafórica e hiperbolizada muchos de los momentos más llamativos del film se colocan entre los muros de la civilización actual, con toda la carga que está presentando a partir de la inmigración, la globalización y los nuevos cánones, valores e incertidumbres que el mundo de hoy nos plantea.

¿Estamos viendo realmente este Mundo que estamos viviendo, o no queremos, no podemos o no sabemos mirarlo todavía? Todas las respuestas en este orden nos darán la clave para encontrar el verdadero título a esta inquietante propuesta cinematográfica que constituye LA CLASE. ¿Entre qué muros nos estamos debatiendo? ¿Podremos echarlos abajo? ¿Qué aparecerá cuando los hayamos derribado? Por lo pronto parece que no nos damos cuenta de que el Mundo ha cambiado, que va a más y todos estamos encerrados entre los muros del no entendimiento. Será necesario el aporte de toda la sociedad para encontrar las pertinentes salidas a las incógnitas que nos rodean. En la medida que nuestra mirada se extienda a todos los ámbitos de la vida cotidiana y queramos compartirla aparecerán los mejores caminos.

SALIR DEL ARMARIO O VIVA LA COMEDIA

Atención, mucha atención, la palabra, los diálogos, constituyen el centro de esta película. Si nuestros oídos y nuestra concentración no están donde deben estar no podremos desentrañar la profundidad de la historia que se nos cuenta. Tampoco podremos disfrutar del género que se ha escogido para contárnosla. Repito: atención!!

Una película sencilla, como si a cualquiera de nosotros se nos pudiera ocurrir. Muy pronto nos damos cuenta del enorme valor de la sencillez y reconocemos el meritorio trabajo de los realizadores de este film. Se necesita ser un auténtico creador, como en su tiempo lo fueron Aristófanes, Shakespeare y Molière. Ahora lo sentimos con suavidad en esta aparentemente simple cinta de Francis Veber. Cada artista en su complejo mundo de razón, sensibilidad y talento lo plasma a su medida. A través del equívoco, del enredo, de la comedia, han tratado los más grandes temas de la Humanidad.

¿Podríamos tratar el verdadero valor de las cosas mediante una declarada dosis de buen humor? ¿Podríamos reírnos de aquellos que sólo viven para amontonar y contar trozos de papel? ¿Podríamos sentir una delicada sonrisa ante una familia deshecha? ¿Podríamos abordar la timidez, la personalidad gris, la insignificancia humana refugiándonos en una risa controlada?

A veces, muchas veces, nos salva una sonrisa. Es cuando logramos que la comedia no se convierta en tragedia. Amamos mucho más la alegría. Es indiscutible. Que la risa nunca nos falte. Y por la alegría y la felicidad realizamos los mayores esfuerzos. Entonces podríamos afirmar que bien vale la suavidad de la mirada hacia los temas más terribles. Que el camino sea dulce con nosotros.

Y no es que desvaloricemos el golpe, la herida, el dolor, la lágrima, la pena, que se esconden detrás de múltiples sucesos que nos narra esta película. Nunca veremos el drama real, aunque sepamos que está ahí y podamos imaginarnos todas sus consecuencias. Tal vez por imaginarlo y por saber que en gran parte de las veces posee una solución, podremos sonreír y mirar hacia delante con valentía. Es un encanto que ha de encontrar todo ser humano que puede necesitar una ayuda casi milagrosa. Y tenemos que estar listos para realizar el milagro. Todos aprendemos.

Perder el trabajo es un drama terrible. Ser diferente en un entorno agresivo es una verdadera tragedia. Vivir con personas que casi podrían identificarse, en el pensamiento y en la acción, con verdaderas bestias, puede ser un horror cotidiano. Saberse ignorado, excluido, burlado, son aspectos que pueden hundir a cualquiera. A fin de cuentas, somos muy débiles. Pero cuando alguno de esos aspectos se constituye en ardid para librarse de una determinada situación, el dramatismo abandona su lamento y se convierte en arma contra aquellos que propagan el mal.

La historia de un ardid y todas las peripecias que desata viene a demostrarnos, en esta película, que del supuesto mal nadie está libre. Ni la propia víctima, aún en su simulación, cree haber acertado cuando aceptó realizar la excusa que lo libraría de su peligrosa situación. Y con aquel que de burlador pasó a ser burlado sólo sentimos una profunda lástima por las desgracias que le sobrevienen.

Y hay más, la historia es amplia y da para muchas reflexiones: ¿Pueden convivir los fuertes con los débiles? ¿Por qué es necesario el ardid realizado? ¿Qué significa ser tímido, o aburrido, o tener un escaso atractivo? ¿Qué importan los sentimientos reales para formar una familia? ¿Qué sentido tiene excluir a nadie del goce de la vida? ¿Qué hacemos con aquellos que aún no han aprendido que vivir es conocer al otro, comprenderlo y ayudarlo?

Una broma, toda la película es una magnífica broma para tejer un argumento donde, uno tras otro, salen del armario -a pesar de que algunos poseen ciertas ventajas de tolerancia-, muchos de los grandes temas que nos afectan.

Podemos reírnos, y seguir, apurarnos para salir en la fotografía colectiva, porque de la lucha de cada uno de nosotros depende que podamos continuar extrayendo males del armario. ¡Viva la Comedia!

LA DUCHA, UNA BUENA PELÍCULA

Si vamos teniendo un poco más claro el orden que deben tener los diversos valores en la vida, si hemos arribado a algunas respuestas, entonces llega la hora de actuar. Todo esto es la película LA DUCHA: ¿Qué hago con el trabajo de mi padre? ¿Qué hago con mi hermano? ¿Qué hago con mi vida?

Tenemos ante nosotros un mundo que puede parecernos exótico: China. ¿Qué sabemos de este país y de sus habitantes? Mucho o poco, algo nos viene a la cabeza cuando oímos esa palabra. Pero más allá de esa cultura milenaria, que vimos representada en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, la película que ahora presentamos nos trae unos valores que tienen mucho que ver con aquel orden de que hablamos: ¿Qué es más importante, la tradición o la modernidad? ¿Qué nos hace más felices? ¿Qué importancia tiene el cuidado de la familia, del padre, del hermano? ¿Qué es lo que realmente queremos hacer en nuestras vidas? ¿Cuál es nuestro orden de valores? ¿Es posible quedarnos con lo mejor de cada aspecto?

Todas estas preguntas surgen a través de la historia que atraviesa el protagonista, un hombre joven que ha abandonado su ciudad natal en busca de nuevas oportunidades, otra vida donde la modernidad está en auge, dejando atrás a su padre y a un hermano menor con cierto retrazo mental. Pero la película comienza verdaderamente cuando este joven retorna al hogar por una equivocación y debe enfrentarse a una serie de incógnitas. También podríamos hacerlas nuestras, aunque no vivamos en China, porque cosas parecidas pueden sucedernos y sería muy bueno que ya nos fuéramos haciendo una idea de qué haríamos. ¿Qué haríamos nosotros? Ello contribuirá a la definición de la persona que somos o que queremos ser.

¿Adónde nos ha llevado el ansia por el desarrollo material? Uno de sus aspectos principales es la tenencia de dinero, puesto que parece que teniéndolo se puede comprar una isla, un bosque, un río, un país y hasta quizás el planeta completo. Entonces, ¿en qué lugar quedan aquellas cosas que no se pueden comprar con dinero? ¿Es que acaso todo lo que se pueda comprar es para que el comprador haga lo que quiera con ello? ¿Qué papel jugamos nosotros?

La película es bien sencilla. El padre de nuestro protagonista posee un típico salón de baños públicos, algo muy tradicional, donde la gente se ducha al mismo tiempo que se interrelaciona sobre sus diversos problemas. El baño dura mucho tiempo. Algunos creen que tal cosa es una pérdida de adelanto técnico y prefieren la ducha que todos conocemos o algo de ciencia –ficción, que sea bien rápido para poder hacer otras cosas aparentemente más importantes. Todo esto, que tiene que ver con la relación entre el padre y el hijo que ha regresado, se volcará posteriormente, en forma de un valor a tener muy en cuenta, entre los dos hermanos. Ahí ya empezamos a plantearnos, más allá de la importancia de una tradición, el valor de la fraternidad. Ambas cosas se unen y nos piden una respuesta.

Poco a poco el desarrollo de nuestra civilización ha ido creando otro mundo paralelo al de la Naturaleza. A veces ni vemos los colores de un bosque, pero sí apreciamos aquellos que se han creado químicamente. Apenas sin darnos cuenta, vamos eligiendo lo más artificial. ¿Podría sucedernos lo mismo con el ser humano? ¿Llegará un día en que apenas lo veamos para sólo apreciar las máquinas que él mismo ha creado? Seguramente pensamos que eso no sucederá, pero no vendría mal revisar el camino recorrido.

¿De verdad creemos que la felicidad de todos sería el mayor objetivo de la vida? Si no pensamos así y nos quedamos solos con las máquinas entonces sí la vida se convertirá en otra cosa. ¿Queremos sentir, oler, tocar, oír, mirar, pensar, actuar por nosotros mismos, en vez de recibirlo todo ya diseñado para que no hagamos nada? Tenemos que elegir. Siempre es difícil, pero la elección de vida que queremos es aquella por la que lucharemos por lograr.

LA DUCHA es una buena película en tanto nos ofrece un trozo de realidad en la que podemos reflexionar y disfrutar de una buena canción a la vida, casi un himno, una victoria del ser humano. Estas son las películas que, como verdaderas obras de Arte, se introducen en nuestras mentes y corazones para que sintamos la más certera melodía que emana de cada uno de nosotros.

¿Vale la pena salvar a los grillos de un juego absurdo o es mejor salvar el juego que hacemos con ellos? ¿Qué pasaría si sólo seleccionamos el mejor aspecto de la tradición y desechamos otros que no nos gustan? ¿Qué sentido tiene un hermano? ¿Cuál es la mejor elección que podemos hacer? Seguramente influirá en nuestra decisión el orden de importancia que le hayamos dado a los valores con que nos movemos. Y hasta puede que veamos todo el sentido de la vida en el sencillo goce de cantar, cantar… ¿Esto es posible?

MILLONES, LA EXISTENCIA COMPARTIDA

A toda marcha en bicicleta, a través de unos luminosos campos amarillos, van, casi vuelan, dos niños, hasta que llegan a un terreno planificado para la construcción de casas, donde se encuentra el padre revisando los planes. Allí nuestros pequeños protagonistas se acuestan en el suelo y miran al cielo. Curioso contraste entre el aquí y el más allá. Ellos imaginan su nueva vivienda después de la muerte de su madre. Una espléndida visión acompañada de unos colores brillantes y una música contagiosa donde con una fantástica rapidez se alzan las paredes, se cubren los techos, se montan las habitaciones y el césped corre sobre la tierra. Ya se pueden mudar. Todo está lleno de vida, pero, ¿quién contará la historia que tendremos por delante? El guionista y el director de la película ya han elegido: contará el niño más pequeño, Damian, que con su corazón formado en el sentimiento de hacer el bien a los demás, súbitamente, después de hablar en su refugio de cartón con una “santa” que fuma, siente el estruendo de un maletín cargado de dinero que parece caerle del cielo. Enseguida comparte el suceso con su hermano mayor, que tiene otra imaginación, y comienzan las aventuras. Pero nuestro protagonista, por ejemplo, con su manera de ser, puede comenzar a hablarnos sobre unas cosas muy extrañas.

“No sé por qué la gente no dice que la casa es verde en vez de decir cuánto le costó. Es mucho mejor mirar la huerta y el jardín, aunque sólo sean una tomatera y un jazmín, que ocupan justamente el ángulo de visión donde puedo mirar, que estarse mirando la marca de las gafas que se usan. Si alguien me preguntara: “¿Qué dices?”, posiblemente podría decirle muchas más cosas.”

De eso trata la película MILLONES, de las tantas cosas que nos pasan, qué hacemos con ellas y de lo que piensan los demás sobre nosotros. Da igual que lo que nos pase sea real o no, casi es lo mismo. Y de la misma manera sucede si somos niños, jóvenes o mayores. Hasta la ocasión más sencilla nos pide un diálogo.

Hay personas que hablan mucho con todo y con todos; otras hablan poco: y hay quienes hablan con el espejo o no hablan con nada ni con nadie. Pero todos nos imaginamos cómo deben ser las cosas, y de acuerdo a eso intentamos que así sea la vida. También quisiéramos que quienes piensen lo contrario nos comprendan y hasta quizás se dejen convencer por nuestras razones. Ellos también piensan lo mismo. Es un cruce de caminos realmente extraordinario: ¿Cómo nos ponemos de acuerdo? Esa es la fuerza de la vida a la que todos, de muchas maneras diferentes, respondemos.

La regla es la misma para cualquiera, aunque algunos se la salten, o mejor dicho, aunque algunos crean que pueden saltársela. Mentira, más tarde o más temprano tienen que rebobinar el salto. Por ello para todo se necesita una mínima preparación. Si no la tenemos, preguntamos, averiguamos, porque hay momentos en que la respuesta debe ser inmediata. Entonces acudimos a lo que más tenemos a la mano, porque algo estamos obligados a decir y hacer. Siempre se tratará de que seamos coherentes con lo que somos. Pero por el camino vamos todos juntos. Por eso en algunas ocasiones somos nosotros los que preguntamos a otro: “¿Qué dices?”.

Y tratándose de dinero, que es el motor que mueve la acción de esta historia, la relación con los demás puede resultar sorprendente. Es que el dinero en nuestra sociedad ha llegado a marcar todas las relaciones. De ahí que tener en nuestro poder un maletín lleno de millones, que no son nuestros aparentemente, porque sí lo son realmente, ya que no hicimos nada para tenerlos y creemos, -cree Damian- que el buen Dios nos lo ha enviado, así de sencillo, aunque el padre diga que esa no es una especialidad de Dios, pero…, ahí están los millones y es preciso hacer algo con ellos: “ayudar a los pobres”. Pero, ¿quién es pobre y quién es rico? ¿Podría determinarlo el dinero?

Después de esas primeras preguntas vienen un montón. Éstas se convertirán en los problemas que debe abordar nuestro protagonista, incluyendo unos encuentros con los mismísimos “santos del cielo cristiano”, una conversación con su madre muerta y hasta la incógnita que le representa el personaje del ladrón.

Podemos estar ante una película muy sencilla o extremadamente complicada, depende de nosotros mismos. Miraremos a un personaje con determinadas características en una situación que atañe a muchos que lo rodean. Una película para disfrutar su ritmo armonioso y unas cuantas ideas muy actuales. Algunos pensarán que así no es la mentalidad de un niño. Otros creerán que ya casi nadie se plantea esos asuntos. La propia parábola bíblica de la multiplicación de los peces que el risueño San Pedro le cuenta a Damian puede asombrarnos: ¿Es posible que mediante el pequeño aporte de cada uno todos salgan enriquecidos? ¿Se habrá hecho el milagro? Todas las opiniones son válidas, pero indiscutiblemente, si nos ponemos a pensar en el verdadero valor de las cosas, tendremos que elegir dónde se encuentra aquella alegría de vivir que es el principio de cualquier existencia compartida.