domingo, 26 de diciembre de 2010

¡Qué cansancio, Dios mío!

Imagino que es el cansancio, sí, el cansancio lento y alargado que parece no terminar nunca es el que me provoca escribir tan rápido. ¿Cómo es posible que diversas entidades europeas sigan dando crédito, premios, publicidad y dinero a una persona –Yoani Sánchez-, ciudadana cubana, residente en la isla, que insiste en denominar a su patria como “el infierno del mundo” cuando hasta los más grandes medios de difusión europeos están diciendo que el mayor equipo de atención médica contra el cólera en Haití es cubano? ¿Cuál será el paraíso para esta disidente de tanta solidaridad? Quizás esté pensando en Hannah Montana y el lanzamiento de ropas, joyería, muñecas y otras “virtudes” con que Disney seduce a tantos adolescentes. ¿Será Yoani-Hannah la maravillosa verdad que necesitan los pueblos pobres y el magnífico mensaje que Europa debe enviar a esos países? Imagino que no, pero es lo que están haciendo desde numerosos rincones del viejo continente.

En cualquiera de las viñetas aparecidas en el blog de esta mujer tan laureada –si el lector sabe leer entre líneas-, puede inferirse que Cuba, su “desgraciado país”, es inmensamente rico en lo que su gobierno dedicó más tiempo: la educación de sus ciudadanos. No hay un espacio en ese lagarto verde extendido en el Mar Caribe donde no aparezcan doctores, ingenieros, científicos, técnicos, artistas y los más disímiles grados y áreas de especialización y formación de sus habitantes. ¿Será eso la maravillosa verdad que necesitan los pueblos pobres y el magnífico mensaje que Europa debería enviar a todos los gobiernos de esos países? Imagino que sí, pero es lo que no se está haciendo desde este Primer Mundo harto de que exista una excepción: Cuba.

¿Que Cuba tiene problemas económicos serios? Sí, pero, ¿quién, con dos dedos de frente, puede pensar que algún lugar de este mundo no los tiene? Nadie. ¿Que Cuba confronta déficits democráticos? Sí, pero, ¿quién, con una cabeza bien puesta, puede pensar que algún lugar de este mundo no los confronta? Nadie. Entonces, ¿por qué tanta insistencia en divulgar lo peor de esa isla acorralada por la mayor potencia del planeta? ¿Por qué apenas se habla de los milagros logrados allí, a pesar de tanto acoso a ese proyecto revolucionario de país soberano?

Hay infinidad de errores en Cuba. ¿Dónde no los hay? Y hay que ver de qué manera su pueblo se expresa abiertamente contra los absurdos, la burocracia, los abusos, la corrupción, las desigualdades sociales y toda clase de penurias que sabe que no deberían de existir por el aprendizaje y los insistentes llamados a la propia reflexión que, precisamente, su gobierno les ofreció para que aprendieran y defendieran el difícil derecho a pensar libremente y el más difícil derecho a exigirle al mundo que la dignidad de la vida debe ser compartida entre todos los seres humanos. Por todo ello es que Cuba tiene, quizás, la más grave de las problemáticas: su pueblo sabe que tiene derecho a todos los bienestares de que se enorgullece el Primer Mundo, y un derecho que lo ha obligado a luchar para impedir la exclusividad, el abuso y el derroche con que se manejan esos bienestares por una mínima parte de la Humanidad. Tal vez sea este pensamiento el que asusta a los grandes poderes capitalistas. Si todos los pueblos pobres acceden a esa posición pondrían en peligro todo el ilusionismo de los países ricos.

Es posible que por ese miedo diversas entidades primer mundistas se vean obligadas a bombardearle a Cuba sus defectos. Y seguramente por ello cobijan el dulce ideal de que a los cubanos les llegue el paraíso de Hannah Montana. Cuando los isleños se llenen con los sueños de la Disney y derroquen a su gobierno, el plan se habrá completado: el regreso del país al adormecimiento necesario para ser oprimido, explotado, saqueado, humillado y ahorrar así el tanto hablar de Cuba para condenarla, porque sencillamente, cuando ese día llegue –si llega-, ya el largo lagarto verde estará podrido como tantas otras especies de nuestra maravillosa biodiversidad. De ahí que la bloguera Yoani Sánchez sea una pieza fundamental en la estrategia capitalista para desmontar los verdaderos derechos humanos. Por ello hay que premiarla casi todos los días.

Ahora una decisión de la Universidad Pública de Navarra, institución de inspiración cristiana, promovida por San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, concede a Yoani el Premio Internacional Jaime Brunet 2010 a la promoción de los Derechos Humanos. Bueno, cada oveja a su rebaño. Y desde los cielos más opresores retorna a la tierra el sagrado anzuelo de Hannah-Yoani –ya revelada su verdadera identidad por los mismos diplomáticos norteamericanos- para pescar a cubanos incrédulos. Con los 36 mil euros del premio Yoani seguirá colaborando para que el Reino de la Eterna Dormidera se acerque cada vez más al infierno que ella predica. ¡Qué cansancio, Dios mío, de seguir soportando tanto engaño a los Seres Humanos! ¡Qué cansancio, Dios mío, de seguir mirando que el verdadero Reino de la vida, de la solidaridad y del Bien Común es arrastrado por el fango cerebral de unos pocos que desprecian a la inmensa mayoría de la Humanidad! ¡Qué cansancio, Dios mío, que no acabemos de ponernos de acuerdo en lo más elemental de la existencia: somos mortales y todos somos la misma familia humana, ni uno menos y aún vendrán muchos más!

(Ver entrevista a Yoani y artículo sobre la diplomacia norteamericana y la disidencia cubana de Salim Lamrani)

martes, 7 de diciembre de 2010

La vergüenza del Pen Club Català

El Pen Club Català acaba de instituir el Premio Internacional Voz Libre y se lo ha entregado a uno de los disidentes cubanos por “su defensa de la libertad de expresión”. Él había sido liberado hacía unos meses y estaba instalado en Madrid, donde entre otras declaraciones afirmó que “sería una aberración retirar la Posición Común Europea contra Cuba que en 1996 logró el presidente español José María Aznar”. Una medida que intenta acorralar al país en la misma línea del bloqueo que sostiene Estados Unidos contra la isla. Son esas las aberraciones. ¿Puede ser Aznar el mejor interlocutor para el premiado?

Me encantaría que el Pen Club Català ayudara a este nuevo inmigrante, que lo ayudaran en su nueva vida, a encontrar un trabajo digno y salir adelante con su familia, como querría cualquier recién llegado, y no sólo por ser mi compatriota, para quien deseo lo mejor, sino porque tal ayuda es la que debería darse a todos aquellos que, por una u otra razón, arriban a un país capitalista con una crisis galopante y que, a pesar de ello, debe compartir sus bienestares con todos los necesitados. El cubano lo necesitará, igual que los africanos, otros latinoamericanos y todos aquellos de otras latitudes que nos llegan con una herida semejante a un poema o a un relato.

No tengo idea del significado del premio otorgado, y quiera Dios que sí signifique una ayuda real y que no se quede en la algarabía pública con que el Pen Club Català se integraría al cortejo de denuncias contra Cuba y a los reconocimientos a disidentes cubanos. Ya es común observar cómo últimamente distintos países europeos se han montado en el carro de la inmensa lupa que, por encima de las más dolorosas realidades en diferentes partes del mundo, sólo van detrás de la isla antillana para lanzarle una mirada destructiva.

Me siento impelido a escribir algunas palabras. Soy un escritor cubano residente en Catalunya. Cuba podría considerarse una de las naciones que más ha luchado por la defensa de su identidad y por la expresión de una dignidad más allá del plato de lentejas que siempre ofrecen los intereses destructivos. Quiso ser un pueblo libre y soberano fuera del pantano a que estuvo sometido desde la colonización española. De ahí su radical revolución con ese eterno Patria o Muerte que ha sacudido todos los cimientos del ser cubano. Lo más normal es que cometiera un sin fin de errores, y muchos más si, a pesar de las tantas agresiones con que ha hecho su historia, insistiera en una liberación absoluta de los dominadores. Infinidad de críticos a su obra han surgido a lo largo de más de 50 años de vida. Y con mayor o menor suerte se recibieron todas las críticas. Sólo había un muro infranqueable: la imposibilidad de colaborar con los vecinos desterrados del Norte, aquellos que, tras España, fueron el mayor escarnio para la isla, los Estados Unidos de Norteamérica, que ansiaban destruir la identidad nacional para convertir al país en una estrella más de la Unión. Cuba priorizó su independiente luz solitaria. Ha sido una controversia histórica. No hay cubano que no conozca estas razones. Quien intentara pasar sobre ellas recibiría las más duras condenas. Eso fue lo que sucedió en 2003 con la llamada “primavera negra” de los disidentes. Cuba defendió su identidad con la máxima fuerza de su justísimo derecho. No obstante, muchas críticas a esa actitud tan fiera de nuestra defensa se oyeron en la isla y entre cubanos se quedó su solución futura, como efectivamente ha sucedido con todos los detenidos recién liberados.

En ningún momento pretendo enseñarle al Pen Club Català cuáles deben ser sus objetivos. Sólo me limito a reflexionar que si en sus principios no existe una voluntad de país y una clara defensa de la identidad nacional, jamás podrá impedir la persecución de la libre expresión en su propio seno. Entonces, ¿de qué le servirá resaltar otras supuestas persecuciones? ¿Acaso en el alma de la decisión vibra el lenguaje discriminado en Europa? ¿Cuántos catalanes se ven imposibilitados de desarrollar sus palabras, sus versos, sus estrofas, por culpa de un sistema capitalista que los condena a una enajenación implacable? ¿Cuántos catalanes pueden tener una voz propia, verdaderamente creadora, para llegar a los grandes medios y expresar su más completa libertad humana? ¿Cuántos talentos catalanes se pierden en los márgenes del Mercado? ¿Alguno de ellos no merecería este recién fundado premio? La persecución y la cárcel no siempre están a la vista, y esto lo saben muy bien los escritores, porque conocen la sangre de la imaginación.

El Pen Club Internacional señala en más de mil los periodistas o escritores perseguidos y amenazados por expresar sus verdades. Imagino que también habrá alguno de ellos en el Sáhara Occidental a partir de los recientes sucesos en El Aium. E igualmente los debe haber en Israel, Honduras, Colombia y en tantos otros rincones de dolor. Pero entre tantos martirios que se han localizado por el Pen Internacional, el Pen Català optó por hurgar en el cubano. ¿Por qué? Prácticamente en esa isla, debido al enorme esfuerzo educativo y cultural de su Revolución, es posible encontrar a un periodista, o a un escritor, o a cualquier otro profesional, al alcance de la mano. Están por todas partes. Que esto suceda en un país pobre, latinoamericano, tercermundista, es algo a destacar y hasta incluso para premiar. Posiblemente no exista hoy día ningún país en el planeta donde toda la Cultura no se haya entregado al pueblo y además se intente ayudar a otros a que la obtengan. Se trata de un país que merecería un premio cada día. Seguro que por eso desata en los poderosos de Occidente el mayor rechazo y se promociona el premiar a los detractores. Realmente resulta peligroso que los pobres diablos del Sur aprendan que la libertad y la dignidad sólo se consiguen cuando se liberan de sus opresores propios y de los ricos dioses del Norte. ¿Pertenece a estos últimos el Pen Club Català?

Me avergüenza la decisión del Pen Club Català, porque se trata de una ignominiosa manipulación sobre la realidad de un país que, aún en sus torpezas, miserias y déficits democráticos, debería constituir un orgullo para toda la Humanidad por tantas humanidades conquistadas a fuerza de luchar por su libre existencia como pueblo. Que haya que seguir criticándole a Cuba sus incoherencias es indudable, pero de ahí a resaltarlas mediante tantos premios consecutivos sólo constituye una vía de colaboración con los indignos poderes que quieren destruirla. De ninguna manera, ni con la peor de las críticas, Cuba es la vergüenza del planeta. Habría que abrir bien los ojos y observar el Mundo. Es una mera cuestión de responsabilidad con el derecho a la vida para todos los pueblos. Sólo así puede medirse la libertad de expresión a defender y a premiar. Ya nada puede ser abstracto ni ingenuo en el “cielo estrellado” de la actualidad donde viven y mueren tantos luchadores por Un Mundo Mejor.

http://www.cubainformacion.tv/index.php?option=com content&task=view&id=18279&Itemid=86

Versión en catalán:

La vergonya del Pen Club Català

El Pen Club Català acaba d'instituir el Premi Internacional Veu Lliure i l'ha lliurat a un dels dissidents cubans per "la seva defensa de la llibertat d'expressió". Aquest personatge havia estat alliberat feia uns mesos i estava instal·lat a Madrid, on entre altres declaracions va afirmar que "seria una aberració retirar la Posició Comuna Europea contra Cuba que el 1996 va aconseguir el president espanyol José María Aznar". Una mesura que intenta acorralar el país en la mateixa línia del bloqueig que sosté Estats Units contra l'illa. Són aquestes les aberracions que condueixen al cubà, com a molts llatinoamericans, africans o d'altres latituds, a portar una ferida semblant a un poema: l'oprobiós abús d'un Món Ric que decideix com han de viure els altres éssers humans del planeta.

Pot ser que el Pen Club Català vulgui integrar-se, amb l'algaravia pública, al seguici de denúncies contra Cuba i als reconeixements a dissidents cubans que estan abundant pels països europeus. Però, realment no voldria que aquesta entitat nostra pugi al carro de la immensa lupa que, per sobre de les més doloroses realitats en diferents parts del món, només va darrere de l'illa antillana per llançar una mirada destructiva.

Cuba podria considerar-se una de les nacions que més ha lluitat per la defensa de la seva identitat i per l'expressió d'una dignitat més enllà del plat de llenties que sempre ofereixen els interessos destructius. Va voler ser un poble lliure i sobirà fora del pantà a què va estar sotmès des de la colonització espanyola. D'aquí la seva radical revolució amb aquest etern Pàtria o Mort que ha sacsejat tots els fonaments de l'ésser cubà. El més normal és que hagi comès una infinitat d'errors, i molts més encara si, tot i les tantes agressions amb què ha fet la seva història, ha insistit en un alliberament absolut dels dominadors. Infinitat de crítics a la seva obra han sorgit al llarg de més de 50 anys de vida. I amb més o menys sort es van rebre totes les crítiques. Només hi havia un mur infranquejable: la impossibilitat de col·laborar amb els veïns bandejats del Nord, aquells que, després d'Espanya, van ser el més gran escarni per a l'illa, els Estats Units d'Amèrica del Nord, que anhelaven destruir la identitat nacional per convertir el país en una estrella més de la Unió. Cuba prioritzà la seva independent llum solitària. Ha estat una controvèrsia històrica. No hi ha cubà que no conegui aquestes raons. Qui intentés passar-hi per sobre rebria les més dures condemnes. Això va ser el que va succeir el 2003 amb l'anomenada "primavera negra" dels dissidents. Cuba es va defensar amb la màxima ferotgia.

No pretenc ensenyar al Pen Club Català quins han de ser els seus objectius. Només em limito a reflexionar que si en els seus principis no hi ha una voluntat de país i una clara defensa de la identitat nacional, mai no podrà impedir la persecució de la lliure expressió a casa seva mateix. Llavors, de què li servirà ressaltar altres suposades persecucions? Quants catalans es veuen impossibilitats de desenvolupar les seves paraules, els seus versos, les seves estrofes, per culpa d'un sistema capitalista que els condemna a una alienació implacable? Quants catalans poden tenir una veu pròpia, veritablement creadora, per arribar als grans mitjans i expressar la seva més completa llibertat humana? Quants talents catalans es perden en els marges del Mercat? Algun d'ells no mereixeria aquest recentment fundat premi? La persecució i la presó no sempre estan a la vista, i això ho saben molt bé els escriptors, perquè coneixen la sang de la imaginació.

El Pen Club Internacional assenyala en més de mil els periodistes o escriptors perseguits i amenaçats per expressar les seves veritats. Imagino que també n'hi haurà algun al Sàhara Occidental. I igualment n'hi ha d'haver a Hondures, Colòmbia i en tants altres racons de dolor. Però entre tants martiris que s'han localitzat s'ha furgat en el cubà. Per què? Pràcticament en aquesta illa, a causa de l'enorme esforç educatiu i cultural de la seva Revolució, és possible trobar a un periodista, o un escriptor, o a qualsevol altre professional, a l'abast de la mà. Són per tot arreu. Que això passi en un país tercermundista és una cosa a destacar i fins i tot per premiar. Possiblement no hi hagi avui dia cap país al planeta on tota la Cultura no s'hagi lliurat al poble i a més s'intenti ajudar a altres perquè l'obtinguin. Segur que per això es desferma en els poderosos d'Occident el major rebuig i es promociona premiar els detractors. Realment és perillós que els pobres diables del Sud aprenguin que la llibertat i la dignitat només s'aconsegueixen quan s'alliberen dels seus opressors propis i dels rics déus del Nord. Pertany a aquests últims el Pen Club Català?

Em fa vergonya la decisió del Pen Club Català, perquè es tracta d'una ignominiosa manipulació sobre la realitat d'un país que, encara en les seves malapteses, misèries i dèficits democràtics, ha conquerit innombrables humanitats a força de lluitar per la seva lliure expressió i existència com a poble. Que s'ha de seguir criticant a Cuba les seves incoherències és indubtable, però d'aquí a ressaltar-les mitjançant tants premis consecutius només constitueix una via de col·laboració amb els indignes poders que volen destruir-la. Caldria obrir bé els ulls i observar el Món. És una mera qüestió de responsabilitat amb la llibertat d'expressió que defensem.

Eduardo Galeano y la isla de la pulga (Homenaje al escritor uruguayo en su 70 aniversario)




Para "Univers Galeano a Calella"

Mi experiencia con Eduardo Galeano se produce a través de las contradicciones entre la libertad individual, la necesidad colectiva, la soberanía de un pueblo y el culto a la dignidad que, como él diría, “el barbudo Carlos Marx” demostró que estaban vivas. Eduardo y yo no somos amigos en el sentido tradicional del concepto. Yo tengo que exorcizar mis olvidos. Además, en Cuba hasta las personalidades de mayor estrellada internacional suelen abandonar el consumismo de la fama y comparten sus mejores luces en la simplicidad del común de la gente. Sólo soy su amigo como lo son centenares de miles de cubanos, en el sentido más redefinido del término, como igualmente a él le gusta volver sobre los significados: “Tenemos que recobrarlos, porque los nombres suelen no coincidir con lo que nombran. En el British Museum, pongamos por caso, las esculturas del Partenón se llaman “mármoles de Elgin”, pero son mármoles de Fidias. Elgin se llamaba el inglés que las vendió al Museo.”

Sin las solemnidades de la palabrería, una postura que también Eduardo rechaza, Cuba proclama otros contenidos para la amistad donde él se ampliaría gustosamente: “Cada persona está llena de otras, hay una multitud dentro de mí y dentro de ti”. Así permanecía conmigo cada vez que lo leía o mientras lo seguía al llegar a La Habana. Todo eso a partir de 1971, cuando, con su libro “Las venas abiertas de América Latina”, recibió una mención en el prestigioso Concurso de la Casa de las Américas. Allí nos conocimos y nos volvimos a conocer muchas veces durante cerca de 20 años, mientras él continuaba recibiendo premios en 1975 con “La canción de nosotros” y en 1978 con “Días y noches de amor y de guerra”. Era el mismo lugar para el que él, en 1999, reclamaría “el premio Nobel de Física, porque la Casa de las Américas de Cuba ha demostrado que en una sola casa podemos vivir millones de personas, lo que constituye un gran acontecimiento científico. Y todos juntos, allí metidos, nos sentimos de lo más bien, lo que ya pasa a la categoría de milagro”.

Con aquel libro, que no era su primera obra, ya él se convirtió en uno de los grandes elegidos por la Revolución Cubana. Era suficiente para que pasara a tener tantos amigos como tantos revolucionarios tenía el país. Resulta bastante fácil encontrar en Cuba a alguien que pueda rememorar algún trozo de su amistad. Se trataba de una relación apasionante con la Historia que él y sus admiradores identificábamos con las luchas de todo latinoamericano que, sacudido por la liberación de la pequeña isla, debía aportar algo para la emancipación continental del tiempo escrito con la cruz, la intervención militar y el mercado implacable. Eso le dio una presencia tan absoluta entre los cubanos que resulta imposible prescindir de él. Su primer libro en Cuba había llegado para perpetuarlo en nuestra memoria colectiva:

Él se acercó a nuestra epopeya con una pasión innata para decirnos, o repetir, la idea del fundador del Frente Sandinista Carlos Fonseca Amador: “amigo es el que critica de frente y elogia por la espalda.” Así nos hicimos verdaderos amigos. Una vez hablamos cinco palabras; otra, doce, y más o menos así se comportó nuestra relación hasta que, después de muchos años sin hablarnos, volvimos a vernos, si mal no recuerdo, en el 2002, pero ya no en la isla, sino en la ciudad catalana de Calella de la Costa, donde años atrás él vivió gran parte de su obligado exilio.

Ya pasada la madrugada de un día y un mes que tampoco recuerdo, él llegó al Hotel Bernat II a pedirme la llave de su habitación. Enseguida lo reconocí: “Muchas gracias, compañero, por continuar al lado de Cuba”. Él se sonrió, nos apretamos las manos y me preguntó qué hacía allí. ¿Se acordaba de mí? No lo sé, no se lo pregunté, pero sin pensarlo dos veces empecé a contarle. No se trataba de que alguno de los dos subestimáramos algún trabajo. Simplemente era una extrañeza mi estadía detrás de aquella recepción. Con total naturalidad él sintió curiosidad. Para mí era una bendición. Igual que él se confesó ante los libreros norteamericanos, yo me vi, en medio de una noche absolutamente solitaria, ante la oportunidad y el privilegio de compartir mis secretos con un amigo de las letras más amorosas de Nuestra América.

En el difícil comienzo de la década de los 90, durante el llamado Periodo Especial en tiempos de paz, decretado en Cuba tras el derrumbe del Campo Socialista Europeo y en que también se desarrolló la crisis de los balseros, yo escribí dos piezas teatrales muy críticas con la situación que vivía la isla: “El Italiano” y “Nuevo Cántico Espiritual”. Algunos amigos me pronosticaron que iría a la cárcel, pero sucedió lo contrario, todos los teatros se me abrieron para que las representara y además se me invitaba a estrenarlas en numerosos países en nombre de Cuba. Nunca había viajado tanto. Durante esa experiencia advertí que mis críticas quedaban pálidas ante un mundo con realidades mucho más criticables que la mía, por lo que entendí que a estos pueblos les sería bastante difícil comprender la justicia de mi país. Entonces pensé, con la mayor ingenuidad del mundo, que yo podría hacer algo para ello. A pesar de todo, el Norte y el Sur están destinados a entenderse.

En el año 2000 propuse a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, organización de la cual soy miembro, un proyecto socio-cultural situado entre los marginados que, ayudado por mi familia de Eivissa, crearía por acá y me ayudaría, poco a poco, a alcanzar el objetivo de entendimiento hacia el proyecto revolucionario cubano. Me autorizaron el viaje. Pero los primos ibicencos, al conocer más de cerca mis ideas, me abandonaron. Como el proyecto no había sido el único motivo del viaje, todavía no podía regresar, además de que tampoco me agradaba volver a mi isla sin esforzarme personalmente. Entonces busqué un empleo que me permitiera establecerme por aquí hasta que pudiera resolver los asuntos familiares que tenía ante mí y al mismo tiempo hurgaría en las posibilidades reales para la realización de mi proyecto.

Así llegué a trabajar en la recepción nocturna de aquel hotel de forma un tanto a escondidas. Si en Cuba se enteran de lo que estaba haciendo por acá posiblemente me dan a escoger: o me quedo aquí y hago lo que me dé la gana o regreso de inmediato para servir al esfuerzo colectivo de mi pueblo con mi trabajo artístico, ya que para eso recibí la más completa formación. Es la política que el gobierno cubano lleva con todos sus profesionales y yo estaba de acuerdo con ella. El propio Eduardo, analizando el último Mundial de Fútbol y siendo él un gran amante de este deporte, escribía recientemente sobre la contradicción entre el individuo y su comunidad:

“Es insólito que algunos jugadores africanos se lucieran, ellos sí, en las selecciones europeas. Cuando Ghana jugó contra Alemania, se enfrentaron dos hermanos negros, los hermanos Boateng: uno llevaba la camiseta de Ghana, y el otro la camiseta de Alemania. De los jugadores de la selección de Ghana, ninguno jugaba en el campeonato local de Ghana. De los jugadores de la selección de Alemania, todos jugaban en el campeonato local de Alemania. Como América Latina, África exporta mano de obra y pie de obra.”

Como la Revolución me dio el privilegio, porque lo es, aunque alguien no lo quiera, de no ser ni mano, ni pie, ni corazón, ni mente que se alquile o se venda para dejar mi país pobre y vivir en el Mundo Rico, caí en una duda: ¿estaba bien mi actitud? Porque yo no vine acá para comerme un bistec. Mi boniato hervido en medio del Atlántico me era suficiente. Pero en ese momento no supe darme una respuesta y me lancé a luchar por realizar mi proyecto. Una contradicción entre los trabajos colectivos de los revolucionarios que yo predicaba y mi decisión individual. ¿Eso era la libertad? Enseguida me percaté de las complejidades que estaba abriendo. En 2008, con su libro “Espejos”, Eduardo diría que John Locke, el filósofo que imaginó todas las libertades, invertía sus ahorros en la Royal Africa Company, que compraba y vendía esclavos. También señaló las extrañezas del entendimiento humano al contar que el Libertador, Simón Bolívar, a pesar de haber sido ayudado por Haití cuando llegó a Puerto Príncipe casi derrotado, no reconoció la independencia haitiana y mantuvo la esclavitud. Indudablemente yo no concebía semejantes actitudes.

Por dignidad Cuba ha querido levantar los más altos principios en la realización personal y los deberes sociales. Muy pocos cubanos podrían decir que en su tierra no recibieron todas las oportunidades para desarrollar su talento y su vocación. Educarse en la isla se afianzó como el máximo de los derechos humanos. Claro, el gobierno revolucionario defendía una condición: Toda la formación intelectual sería para servir a los ideales liberadores. Yo compartía ese objetivo, pero, en cierta medida, posiblemente por la firme creencia de que todo ello debíamos analizarlo más, lo evadí durante un tiempo, ya que mi propósito no era el de John Locke ni el del futbolista ghanés en la selección de Alemania. No obstante vivía una contradicción: no quería esconderme y seguía escondido. ¿Cuándo la resolvería?

No puedo decir que mi situación me implicaba una obsesión mezclada con algún miedo terrible o un complejo de culpa, en absoluto, sencillamente postergué la respuesta. Me entregué a mis propósitos como un trabajador más de la dignidad humana con la mayor alegría del mundo. ¿Por qué no pensar que por aquí podría ser igualmente útil al proyecto cubano? Además, nunca había tenido, en medio de los muchos absurdos de nuestro proceso revolucionario, una posición ni de santo ni de demonio. Sólo era, como tantas veces, un ser humano con una preocupación y debía saldarla. Eso hice. Si en la isla fui un ser vivo, aquí lo estaba siendo también. Al seguirle los pasos al amigo lejano, en diciembre de 2001, Eduardo me ofrecía una lección de integridad con sus palabras de agradecimiento al ser investido Doctor Honoris Causa en Letras por la Universidad de La Habana:

“Yo me preguntaba sobre la infiernización de Cuba: "¿Por qué voy a confundirla, ahora, con el infierno, si yo nunca la he confundido con el Paraíso?". Y ahora, me lo sigo preguntando. Ni infierno, ni Paraíso: la Revolución, obra de este mundo, está sucia de barro humano, y justamente por eso, y no a pesar de eso, sigue siendo contagiosa.

Pero muchos de los que antes la ubicaban en las alturas celestiales, ahora la condenan al fuego eterno.

Antes confundían al socialismo con el estalinismo, y ahora son campeones de la libertad de expresión. Ahora son maestros de democracia y antes confundían la unidad con la unanimidad y la contradicción con la conspiración, porque la contradicción era un instrumento de la conspiración imperialista en lugar de ser, como era, como es, la única prueba irrefutable de que está viva la vida.

En un mundo donde el servilismo es alta virtud, en un mundo donde quien no se vende, se alquila, resulta raro escuchar la voz de la dignidad. Cuba está siendo, una vez más, boca de esa voz. A lo largo de más de cuarenta años, esta revolución, castigada, bloqueada, calumniada, ha hecho bastante menos que lo que quería pero ha hecho mucho más que lo que podía. Y en eso está. Ella sigue cometiendo la peligrosa locura de creer que los seres humanos no estamos condenados a la humillación.”

Esa locura también podía ser la mía al emprender mi viaje e insistir en la realización de mi proyecto, pero ya yo había decidido ejercer toda mi libertad comprometida, aunque sabía que para Cuba eran bien reales la contradicción pura y la conspiración imperialista. Ambas nos azotaban y yo no era ajeno a esos huracanes. Sólo debía encontrar mi respuesta y buscarla trabajando. Y como él dijo en la Universidad, posiblemente haría menos de lo que quería, pero haría más de lo que me dejarían hacer. Así le conté y él se limitó a escucharme como a alguien que no pudo atrapar para El Libro de los Abrazos. Luego me dijo algo parecido a que yo era un sueño jugando con la vigilia. Más tarde o más temprano la solución se haría un cuento de viejos.

Un año después de nuestro último encuentro, en abril de 2003, ya yo había abandonado el hotel por iniciativa propia y sin derecho a cobrar el Paro, pero ya estaba comenzando a desarrollar mi proyecto. Para esa misma fecha él me sorprendería con su célebre artículo “Cuba duele”, a raíz de los fusilamientos y encarcelamientos sucedidos en ese año en la isla. Su claridad resulta proverbial para comprobar, en estos días de 2010, cómo aquellos encarcelados, recién liberados y llegados a España, demuestran su “patriotismo” al reunirse en Madrid con el cadáver político de José María Aznar para buscar la “liberación de Cuba”. Si Cuba no se defiende de semejantes personajes corre el riesgo de que le repitan otra invasión de Bahía de Cochinos que costó tantas vidas y que pudo acabar con el proyecto revolucionario. Con eso sí no se podía jugar de la forma en que yo lo hacía con mi vida. Ésta es la contradicción con la libertad a la que el país no se puede substraer si quiere seguir adelante. Como ha sucedido con tantos esfuerzos latinoamericanos que terminaron en el dolor o en la náusea, la Revolución no cometería la ingenuidad de crecer condenada, a pesar de hacerlo con conciencia de determinadas limitaciones. Con total diafanidad vio Eduardo aquel proceso:

“Las prisiones y los fusilamientos en Cuba son muy buenas noticias para el superpoder universal, que está loco de ganas de sacarse de la garganta esta porfiada espina. Son muy malas noticias, en cambio, noticias tristes que mucho duelen, para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan.

La revolución cubana nació para ser diferente. Sometida a un acoso imperial incesante, sobrevivió como pudo y no como quiso. Mucho se sacrificó ese pueblo, valiente y generoso, para seguir estando de pie en un mundo lleno de agachados. Las largas condenas a prisión son, creo, goles en contra. Convierten en mártires de la libertad de expresión a unos grupos que abiertamente operaban desde la casa de James Cason, el representante de los intereses de Bush en La Habana.

Actuando como si esos grupos fueran una grave amenaza, las autoridades cubanas les han rendido homenaje, y les han regalado el prestigio que las palabras adquieren cuando están prohibidas.

Esta “oposición democrática” no tiene nada que ver con las genuinas expectativas de los cubanos honestos. Si la revolución no le hubiera hecho el favor de reprimirla, y si en Cuba hubiera plena libertad de prensa y de opinión, esta presunta disidencia se descalificaría a sí misma. Y recibiría el castigo que merece, el castigo de la soledad, por su notoria nostalgia de los tiempos coloniales en un país que ha elegido el camino de la dignidad nacional”.

Parecía que Eduardo nos besaba cuando nos criticaba, que advertía la dulzura y la torpeza de la contradicción. Era su forma para “no morderse la lengua, ni fuera ni dentro de la isla”, y así lo expresó siempre, con el gusto de decir que nuestra Revolución era auténtica, porque había surgido de abajo y de adentro, y que no era ni angelical ni satánica, sino humana. ¿Advertía Eduardo los reales peligros que el país corría si la libertad del enemigo fuera completa? Él sabía que cuando la libertad es controlada por los poderosos intereses mercantiles resulta la mejor arma para destruir a los pueblos. ¿Acaso no era algo que había expuesto en su gran libro sangrante? La contradicción de la historia latinoamericana llevaba un peso muy grande con la ingenuidad. Antes, en 1992, aniversario elocuente del genocidio latinoamericano, él ya había escrito, con su característica ironía para conjurar las verdades, su “A pesar de los pesares”:

“Yo estoy en contra de la pena de muerte. En cualquier lugar. En Cuba, también. Pero, ¿se puede repudiar los fusilamientos en Cuba sin repudiar, a la vez, el cerco que niega a Cuba la libertad de elegir y la obliga a vivir en vilo?

Sí, se puede. Al fin y al cabo, a Cuba le dictan cursos de derechos humanos quienes silban y miran para otro lado cuando la pena de muerte se aplica en otros lugares de América. Y no se aplica de vez en cuando, sino de manera sistemática: achicharrando negros en las sillas eléctricas de los Estados Unidos, masacrando indios en las sierras de Guatemala, acribillando niños en las calles de Brasil.

Por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es prueba de talento?”

Eduardo fijó claramente su posición con el juego contradictorio de la realidad y se acercó aún más a la isla de la comprensión y a los sacrificios de su subsistencia. Sin duda, lo tenía muy claro. Nunca se permitió la comodidad de no reflexionar sobre nuestros problemas, de dejarnos por fanáticos o huir de cualquier impertinencia que pudiera perjudicarlo por defendernos, y en ello se arriesgó al máximo. Algunos intelectuales latinoamericanos y europeos le viraron la cara o lo condenaron por su tozuda esperanza en las razones de Cuba.

Después de escribir la trilogía “Memoria del fuego”, en la década de los 80, es bien visible el proyecto liberador que extenderá con toda su obra. Fue el momento para que empezara a fraguarse, en los sectores más reaccionarios de América Latina, su asfixia total. Así en 1996, con gran repercusión en el continente, aparece el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, un libro escrito por tres servidores del movimiento neoliberal que los Estados Unidos impulsaban en el mundo. Un libro directamente en contra de Eduardo Galeano que, a pesar de la parafernalia de su dañina divulgación, para él nunca constituyó ningún motivo para reorientar sus ideas, todo lo contrario, su posición revolucionaria era de raíz y enraizado con nosotros aumentó sus pasos. No conocía el descanso. Así, los amanuenses que pretendieron idiotizarlo, aún cuando se mantienen y regresan con otros, quedaron en el mayor desprestigio literario e ideológico. Eduardo siguió desvelando nuevas palabras de combate. Toda la región había iniciado un despegue liberador imparable. En 2006, después de firmar un Manifiesto por el derecho a la autodeterminación de Cuba, escribió con potente desafío:

“El bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años. ¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica, aunque lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación.

El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención, la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Genera desesperación, estimula la represión, desalienta la libertad. Bien lo saben los bloqueadores.”

Entonces, ¿de qué libertad estamos hablando? Eduardo Galeano lo sabe. Es la contradicción que la historia de América Latina, al ser puesta en el yugo de la maquinaria capitalista, nos enseña, y ha sido él uno de los que más ha contribuido a que se entendiera por las venas abiertas de sus reflexiones publicadas por todo el mundo. Él sabe que la Revolución Cubana, el mayor suceso liberador del continente de todas las culturas, no dejará de ser una de las mayores contradicciones de nuestros tiempos mientras se le quiera destruir.

Ahora, en este tortuoso año 2010, Eduardo Galeano vuelve a sus andadas como el amigo imprescindible que, sin ser un cómplice callado a la crítica, refuerza su militancia latinoamericanista junto a Venezuela, Bolivia, Ecuador y comparte la perenne actualidad conflictiva de las luchas cubanas. Está más comprometido que nunca con nuestras más decisivas contradicciones, porque, viendo el principio maquiavélico en las cínicas manos de los manipuladores de los pueblos, desenmascara a los medios, a esos que tienen muy claro el fin que buscan para la isla que declararon maldita:

“Contra Cuba se aplica una lupa inmensa que magnifica todo lo que allí ocurre cada vez que conviene a los intereses enemigos, llamando la atención sobre lo que pasa en la revolución, mientras la lupa se distrae y no alcanza a ver otras cosas importantes y que los medios de comunicación no hacen por informar”.

“Lamento que los grandes medios de comunicación no hayan recogido en tantas páginas que dedicaron al terremoto de Haití que el país que más médicos mandó fue Cuba, 1.000, y que los galenos haitianos recibieron la formación en el país cubano de forma gratuita. Cuba sigue siendo un país ejemplar en su capacidad de solidaridad y en su dignidad nacional.”

Con aquella noche de mis confesiones, que fueron conversación amiga más que cualquier otra cosa, sólo he pretendido explicarme cómo la contradicción puede estar en lo más sencillo y en lo más complejo de los actos humanos, y siempre habrá que saber dónde se está, aunque a veces no sepamos explicar la situación en que estemos. ¿Cómo no aceptarla para Cuba, con su accionar libertador de tanta magnitud arrojado a los más fieros leones que poseen los grandes intereses del Capital? Y sólo porque los valores desmonetarizados que proclama la isla no caben en los Bancos del Mercado Capitalista. ¿Cómo no aceptarla también para mí, un sencillo combatiente inmerso en unas luchas todavía no del todo descifrables? Sentí que la libertad es una de las contradicciones más notables y evidentes que debemos resolver, ya no sólo por ser un problema de Cuba y de los revolucionarios, sino de toda la Civilización.

Que me disculpe Eduardo, el homenajeado, si con esta complicación de la libertad lo pongo a un lado y me sitúo en el rol protagónico. Es, tal vez, para poderlo entender mejor a él mismo a través de mi experiencia. Se trata de la Fundació Vivint, mi proyecto individual, que junto a numerosos amigos catalanes he intentado desarrollar con niños, jóvenes, ancianos internos en residencias geriátricas, discapacitados psíquicos e inmigrantes. A partir de encuentros culturales entre diferentes generaciones, capacidades y culturas comenzó por ser un golpe de amor a la cara de la sociedad catalana. A estas alturas ha resultado imposible cumplirlo totalmente. Para ello no hay recursos. Esto no es Cuba. No obstante, la entidad y una parte de sus actividades aún se mantienen después de 7 años de fecunda labor.

Gracias a Pilar Rocafort, regidora de l´Ajuntament de Calella, que nos invitó a cerrar con un recital de música y poesía la presentación del libro anual de la Agenda Latinoamericana 2005, conocí a Jordi Planas, presidente en Catalunya de este proyecto original del sacerdote aragonés José María Vigil, residente en Panamá. Inmediatamente nuestra mínima Fundació se unió a la Agenda. Con ella he podido realizar múltiples iniciativas a favor de las Causas Pendientes en nuestro maltratado continente. Ya participo en colaboraciones con diversas instituciones y comunidades de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Perú, Ecuador, Chile y mi querida Cuba. Esta contribución con América Latina se hacía realidad mediante la unión con los luchadores de por aquí. ¿Ha sido un azar el cumplimiento de mi mayor preocupación revolucionaria, esa interrelación entre el Norte y el Sur? Indiscutiblemente hay una parte, como la vida misma, pero no todo es el azar, como todas las luchas. Ya yo tenía la intención y trabajaba en ese sentido. Y en cuanto a mi país, también se cumplieron mis deseos. Gracias a los esfuerzos de mi gran amigo de Girona pude publicar mi libro “Viviendo: Cuba, una memoria imprescindible”. Ya lo tenía escrito y desde hace un año realizo presentaciones por diversos pueblos de Catalunya. En alguna medida he ampliado el diálogo sobre esa isla de tantas imaginaciones.

He trabajado en la Agenda como cualquiera de sus miembros. No tengo ningún mérito especial, salvo el que me señalan como latinoamericano y cubano: sí, un enorme privilegio del que me enorgullezco, y no por haber nacido allí o por ser un activo enamorado de su cultura, sino que me honro por simple comunión con los principios de Cuba y con “nuestras dolorosas repúblicas de America”, al decir de José Martí. La manida frase de ser ciudadano del mundo no es algo tan manoseado por mí: es sencillamente vivencia profundamente espiritual durante mis estancias en Cuba, Nicaragua, Ecuador, México, Angola, Israel, Palestina, India, Euskadi y finalmente aquí en Catalunya. Me encanta el mundo. No tengo otra explicación. Creo que en cualquier tierra, país, nación y pueblo podría vivir felizmente.


Ahora paso el llamado Paro entre los casi 5 millones de desempleados en España y posiblemente es cuando más estoy trabajando de forma voluntaria. Con los 426 euros que cobramos mensualmente mi esposa y yo, fruto de nuestras cotizaciones a la Seguridad Social Española, podemos vivir tranquilamente. En Cuba siempre se ha vivido con muy poco. Se ha impuesto nacionalmente el deber de compartir con los que tienen menos en otros países. Siento, entonces, con profunda alegría, que mi proyecto inicial se ha multiplicado por mil. Tal vez sea aquel “algo” que todo latinoamericano debe aportar a nuestras luchas, como diría Eduardo Galeano. Bueno, podré realizarlo mientras dure este subsidio que España otorga a sus trabajadores parados que cumplan determinados requisitos.

Cuando esta mensualidad termine, puesto que a mis años, casi 63, no conseguiré ningún empleo, además de que ya no estoy dispuesto a volver a esconderme en el trabajo, el regreso a Cuba será inmediato. Y allá, como lo más normal del mundo, primero habré de matricularme en una "guardería". Ya son casi 11 años de actividades por aquí. Durante este tiempo he conocido de amigos cubanos que mueren y de otros que se van del país, e igual me suenan distintos nombres en el trabajo cultural, de jóvenes que no conozco o de mayores que no se destacaban cuando yo estaba. La vida ha seguido con su perseverante actualidad y con todo su vigor aquella realidad cada vez se me escapa más. No me arrepiento de haber venido. Soy muy feliz con lo que he hecho y sigo haciendo. ¿Es esa la libertad? Puede ser, y no puedo negar los beneficios que me ha otorgado. Uno de ellos, viajar a numerosos países, ha sido espléndido. Vivir el infierno donde se mueven millones de seres humanos en la ciudad de Calcuta o los palestinos dentro de los territorios ocupados por Israel, ha sido una experiencia inigualable. Se dice que allí existe la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, que son sitios dignos para vivir. Nada más lejos de ello fue lo que observé. Cuba sería el paraíso para esos pueblos. Ello me hizo asegurarme de que esa libertad individual de que disfrutaba constituía un simple espejismo de mis privilegios primer mundistas. Para muy poco les servía a esos pueblos mi disfrute personal. Quizás no servía para nada. Aquellos pueblos padecían mientras yo gozaba conociéndolos. Desde el Primer Mundo se les nombra y ellos sufren. Mi generosa isla preconizaba el final de esa libertad. Nunca lo vi tan claro. Para acabar con esos infiernos hay que alcanzar primero la soberanía y la dignidad que permita acercar la verdadera libertad que deben poseer todos los seres humanos. Mientras ello no se haga realidad no hay ninguna libertad que valga, ni siquiera la que he tenido y he disfrutado. Cualquier conclusión feliz en contra de ello sólo puede llevarme al cinismo. Escojo la convicción de que lo más natural, si no estoy aquí para trabajar aún más por los principios cubanos, es regresar a mi país, seguir luchando allí e intentar resolver las múltiples contradicciones que la vida le ha impuesto a ese proyecto revolucionario.

Indudablemente aquella voluntad individual que me trajo a residir por aquí y su desenvolvimiento junto a otras voluntades no son más que la razón de los esfuerzos que invisiblemente irradian las acciones de los seres humanos como fuerza colectiva. Para encontrarse nacen las personas y los proyectos. Eso ha intentado Cuba desde el inicio de su Revolución. Yo sólo he sido un furtivo hombrecillo que llegó hasta estas tierras para comprobar que su vida ya tenía en Cuba la maravilla de imaginar que la libertad de los pueblos es posible.

Tal y como está el mundo, no estar al lado de esa isla, seno de tantos entuertos y de magias inmensas sería casi un delito. Para todos está claro que la dignidad y la soberanía de un grupo, un colectivo, un pueblo, constituyen una necesidad para la plena realización del individuo. Si tales cualidades son violadas, sobre todos los componentes del grupo, el colectivo o el pueblo recaerá una parte de la violación. Mirándolo así, no cabe el derecho absoluto a la libertad del individuo cuando éste no respeta la dignidad y la soberanía del grupo, el colectivo o el pueblo del cual forma parte. Si se quisiera mirar a partir de la dignidad y la soberanía del individuo sobraría cualquier reflexión. La libertad individual no tiene razón de ser sin el otro: ya es en el absoluto del vacío. Sin un “nosotros” no existe el “uno”. Habría que sopesar la posibilidad de que se pueda dar el “y viceversa” y resolver, de manera no antagónica, las contradicciones que necesariamente surgirán. Cuando el “uno” existe, necesariamente existe para buscar al otro y juntos son los que van formando el grupo, el colectivo, el pueblo. Cuando tal cosa es creada es preciso defenderla por encima de todas las contingencias, aunque en un natural desarrollo todo demande un análisis superior y la implantación de los correspondientes acuerdos y cambios. Pero ese natural desarrollo es lo que el mundo no le ha permitido a Cuba.

He hecho por aquí mucho más de lo que quise y también muchísimo más de lo que creí que me dejarían hacer. También una contradicción con mi pensamiento inicial de la mano de Eduardo Galeano. Eso es aquella isla del Caribe y posiblemente sea allí donde me toque terminar la historia, aunque creo que daría igual donde se acabe. Extrañaré mucho a mis compañeros catalanes, pues por habernos unido hemos contribuido mucho más a esa tan nombrada pero indispensable necesidad de que el Norte y el Sur se entiendan y se abracen. Así será algún día, desde aquí, desde Cuba o desde cualquier otro rincón del mundo.

Debido a la coherencia en estas correspondencias, como dice Eduardo y millones de adictos al cambio mundial: “no apoyo todo lo que hace Cuba”. Pero cuidado, nuestra libertad para condenar o apoyar es un punto caliente en las luchas revolucionarias. Quizás por ello, el incisivo pensador ya nos advierte del peligro en que nos colocan los grandes medios de la información. Podemos convertirnos nosotros mismos en manipuladores de la desinformación y de la satanización del cambio. Recientemente me llegó por Internet un correo que, atribuido a él, decía:

“La mayoría de las noticias que el mundo recibe provienen de la minoría de la humanidad. Un monólogo de los poderosos del Norte. Las demás regiones reciben poca o ninguna atención, salvo en caso de guerras o catástrofes o cuando, como en Cuba, se trata de destruir un intento de liberación. Con frecuencia los periodistas, que trasmiten lo que ocurre, no tienen la menor idea de la historia ni de la cultura local. 2 de cada 3 seres humanos viven en el llamado Tercer Mundo, pero 2 de cada 3 corresponsales de las agencias noticiosas más importantes del mundo hacen su trabajo en Europa y los Estados Unidos. Lo que actúa con más fuerza sobre el corazón y la conciencia de la humanidad entera se trasmite por los poderosos del Norte. Nunca tantos han sido tan manipulados por tan pocos.”

No sé si este texto es suyo, aunque debe darle igual, es una verdad rotunda. Él mismo ha dicho, con su voz de cascada generosa, que es la gente, con sus palabras y con sus silencios, la que le aporta la verdad, la duda, la gracia y la belleza de sus escritos, por lo que, más que de él, son de muchos, y que por eso su escritura es una mezcla de diálogo, testimonio, crónica, periodismo, historia, documento, novela, poesía, cuento, humor, denuncia y quién sabe cuántos otros atributos de las vivencias más cotidianas, que es donde él bucea y donde mejor puede encontrarse la grandeza del ser humano.

Apenas puedo recordar con certeza cómo Eduardo terminó aquella noche silenciosa de Calella. Hablamos sobre los sueños, la libertad, la revolución, los medios, el fin y la isla, siempre presente como ese milagro contradictorio que nos pica el alma y nos suelta llenos de barro. El final debió ser gracioso, sutil y directo, acorde con el encanto de su vida, y fue -quiero pensarlo así- con este curioso verso del poema que un joven poeta argentino le dejó en un café de Montevideo: “El mundo es una pulga muy, pero muy difícil de rascar.”

Calella, 31 de agosto de 2010. Publicado parcialmente en Kaos en la Red

lunes, 25 de octubre de 2010

Testimonio sobre la Agenda Latinoamericana

Reflexiono sobre el vacío que Dios provoca en mí para que yo lo acoja; y ahí siento el misterio de la fe con que me entrego a este proyecto de la Agenda Latinoamericana: un intento para hacer tangible el cálido espacio donde comparto mi creencia religiosa.

Mi vivencia en Cuba, tempranamente comprometida con los más desfavorecidos del pueblo, se inició cristianamente. Pero en 1959, cuando triunfó la Revolución y rápidamente se declaró socialista, sentí con mucha fuerza la aproximación de otro camino.

Estaba estudiando en la “Escuela para niños pobres de la Iglesia del Cristo”. Había manifestado mi inclinación al sacerdocio. Todo parecía muy natural hasta que el gobierno cubano planteó al país entero la realización de una Campaña de Alfabetización. Enseguida me animé. Y una mañana, antes de la celebración eucarística, acudí al acostumbrado confesionario. Pregunté en qué pecados incurriría por dejar de asistir a la iglesia, ya que aquel trabajo educacional se desenvolvería principalmente en áreas rurales donde no había templos, pero sí la mayor cantidad de personas analfabetas. La respuesta fue inmediata: “múltiples, no vayas.”

La toma de conciencia me la ofreció aquel año de misas diarias y el creciente pesar por no haberme decidido a ayudar a aquellos que, como yo un tiempo atrás, no pudieron acceder a una escuela. A los 12 meses Cuba se declaraba “Territorio libre de Analfabetismo” y yo abandonaba mi presencia constante junto a los altares. Abracé todas las obras de vida que planteó la Revolución. Ello me lanzó a un pensamiento que no conocía: La Teología de la Liberación y su opción junto a los pobres, los explotados, los excluidos y todos aquellos llamados a revitalizar el Evangelio de Jesús.

No obstante, seguí rezando, mantuve el crucifijo al cuello y de vez en cuando entraba a alguna iglesia. Nunca sufrí ninguna persecución por mis creencias, aunque sí supe de algunos que padecieron por seguir las orientaciones del clero. La explicación era muy sencilla: el gobierno cubano tuvo que defenderse de quienes obstaculizaban su obra liberadora, y uno de sus oponentes principales era la jerarquía católica existente que, en general, siempre había estado al lado de los opresores. Para esa actitud, que se radicalizaba al ritmo de los cambios en la isla, surgieron espontáneamente algunos revolucionarios que confundieron sus tareas, como sucede en cualquier situación conflictiva, y muchas veces relegaron a los religiosos, pero jamás la oficialidad gubernamental interfirió en los caminos de Dios, al contrario, siempre procuró su acompañamiento. En las propias filas guerrilleras había un sacerdote católico que apoyó a la Revolución en todo momento. Igualmente hice yo mientras estuve en Cuba.

Aquí en Catalunya mi vivencia con la fe siguió enriqueciéndose con el acercamiento a los más débiles: ancianos internos en residencias geriátricas, discapacitados mentales e inmigrantes africanos. Junto a otros compañeros creamos la Fundació Vivint para la realización de encuentros socio-culturales entre diferentes generaciones, capacidades y culturas. Así me acerqué a la Agenda Latinoamericana. Su proclama “Agenda es lo que hay que hacer” me condujo a pensar que, sin dejar la ayuda directa, había que enfatizar el tocar a las conciencias, porque no es posible la existencia de un Primer Mundo con unos niveles de bienestar insultantes mientras un Tercer Mundo es humillado, oprimido y expoliado. La lucha contra el sistema capitalista que sostiene esas diferencias se me hizo impostergable. Así se me engrandecía la opción cubana. Puedo verlo en la Agenda 2011, que en la página neobíblica “Jesús los envía en misión”, nos dice claramente: “El Reino de una mejor Humanidad ya se está construyendo y será bueno que todos participemos”.

Me impliqué en todas las tareas de la Agenda, aprendiendo, debatiendo y dialogando a partir de los diversos temas que anualmente propone este libro. Así se sucedieron los análisis sobre el Imperio, los Medios de Comunicación, la Democracia, la Política, el Socialismo, la Ecología y casi como un cierre a los 20 años de edición, Dios y la Religión. La mayor apertura para los creyentes. No tocaremos temas, sino que ahora entramos a la esencia de nuestras vidas: Nos pregunta de qué Dios hablamos.

Refiriéndose Pere Casaldàliga a un pequeño poema de Santa Teresa de Ávila, escribe: “Sólo Dios basta, Teresa/ siempre que sea aquel Dios/ que es Él y todos y todo/ en comunión.”

Así, de la mano de Frei Betto, leo: “Imprime a tu Comunidad un carácter social: Combatir la miseria; solidaridad con los pobres e injusticiados; defensa de la vida; denuncia de las estructuras de muerte; anuncio del Otro Mundo Posible, más justo y libre, donde todos puedan vivir con dignidad y felicidad. Acuérdate, Dios no tiene religión. Tenemos el derecho de hacer de la Humanidad una familia. Dios es amor. Religión que no lleva al amor no es de Dios. Más vale un ateo que ama, que un creyente que odia, discrimina u oprime.”

Siento que mi fe encuentra el abrazo definitivo con el misterio de la salvación. Y lo experimento dulcemente en la reflexión que hace el capellán Pere Torras: “Cada persona que se hace presente en nuestra vida, si la aceptamos y nos abrimos a ella, crea en nosotros como un vacío que nos permite acogerla. Y aquí está el inicio de todo: en la presencia del otro.” Si así lo asumo, el espacio de mi Dios siempre estará vacío para acogerlo. Nunca me faltará. Esto ha sido y es para mí la Agenda Latinoamericana.

2 de octubre de 2010 (Para la revista Paraules i fets de Dones)

domingo, 25 de julio de 2010

Encrucijadas en el silencio (Una característica fraternal)

Al terminar los diferentes capítulos donde traté diversos temas de una misma reflexión, me pongo a trabajar un poco más en su redacción final. En cuanto acabe volveré a colocar todo el material, revisado, aquí mismo. No obstante, los que los quieran leer tal y como fueron escritos en su primera y agitada versión, pueden hacerlo en Kaos en la Red, donde se mantienen publicados los 10 capítulos escritos.

Esta última versión cambia su título y posee 9 capítulos:

UNA CARACTERÍSTICA FRATERNAL

A la memòria de Màrius Torres i Joan Sales

1-EL PODER, EL PROGRESO Y EL MEJORAMIENTO HUMANO

Mientras en la existencia cubana, latinoamericana, tercermundista, muchos de sus pensadores, líderes políticos y buena parte de los pueblos mantienen una esperanza en el Socialismo del sigo XXI, por aquí, en Catalunya, como en cualquier otro rincón del Primer Mundo, a pesar de los valiosos movimientos sociales en sintonía con una convivencia global digna, prima su negación más absoluta. ¿Seremos dos mundos irremediablemente antagónicos? Todas las respuestas incidirán en los desafíos y perspectivas que tienen ante sí las luchas revolucionarias a nivel mundial.

Más allá de las convicciones, las consignas, la búsqueda de un mejor ser humano o el hallazgo de las verdades que pueden sostener la necesidad ineludible de un cambio de sistema social, los revolucionarios han de plantearse la realidad para los pueblos, para la gente común y para todos los que sientan que sus vidas valen la pena vivirse. El Nuevo Socialismo debe ser superior a aquel que se incendió por múltiples causas internas y externas, pero también lo debe ser frente al actual modelo capitalista que, a pesar de nacer incendiado, aún en llamas posee un gigantesco atractivo, una bien ordenada solidez y acaso con tremenda fuerza una posibilidad extraordinaria de “vida intensa” para todo el que llegue a sus peldaños más altos. Si bien es cierto que en esas alturas resulta casi imposible creer, sin una pizca de narcicismo, hedonismo o de miseria humana, que la grandeza y la belleza de vivir sólo está en la sencilla relación de amor con todo lo creado y por crear, es innegable que la inmensa mayoría de los habitantes del Tercer Mundo quiere realizar su existencia dentro de unos bienestares muy parecidos a los que hoy ostenta el Primer Mundo. Si dijéramos lo contrario ya no estaríamos buscando realmente una alternativa al absurdo reinante y sólo demostraríamos la lejanía más cautiva de que Un Mundo Mejor es Posible.

Después de la caída del “Socialismo Real” no caben más ingenuidades con la segura victoria de unas razones, por muy buenas que sean, conducidas desde el Poder individual enraizado en un sistema represor del interés colectivo. Ahora sólo caben las realidades mejor descifradas. Resulta la única manera para encontrar las vías indispensables para que el nuevo rumbo no se disipe en las nieblas de la utopía. Es preciso librarnos de una visión pétrea de las ideas. Todo puede ser rectificado y mejorado, entre otras cosas porque siempre estaremos equivocados en la indefinible prueba de estructurar la vida y la sociedad humana.

Por aquí, y bastante también por allá, no tienen el peso suficiente nuestras engorrosas palabras: masacre de los pueblos, colonialismo, neocolonialismo, expolio sistemático, subdesarrollo, abuso de unas élites internas, miseria, desigualdades, injusticias, sufrimientos, inestabilidad vital, asedio completo a los proyectos revolucionarios, etc. etc. Como si ese mundo no existiera en el presente y que tampoco existirá en el futuro. Sencillamente porque para aquí ese mundo representa el mayor fracaso humano frente a este otro que se “perfecciona” cada día más con una acelerada renuencia a reconocer a aquel que se quedó en “la más completa imperfección”. Y no se trata de otro catastrofismo, es el realismo en su mayor transparencia. Por ello los pobres diablos del Sur podrán soñar todo lo que quieran con un Nuevo Socialismo para el siglo XXI, pero mientras ello no forme parte de las preocupaciones de los ricos dioses del Norte, no existe, es parte de la barbarie que debe ser civilizada. Desbrozar tal maleza de desencuentro entre el Norte y el Sur es parte imprescindible del propio proceso de búsqueda y construcción de ese Nuevo Socialismo.

Por aquí se tiende a ver como una contradicción insoluble llevar una buena vida dedicada al “progreso”, la investigación técnica y científica y el cuidado del patrimonio histórico y artístico con la solución de los más apremiantes problemas donde se martirizan millones de seres humanos. No se cree que Cuba haya demostrado que se puedan realizar las dos cosas. Tampoco se cree que Venezuela y otros países latinoamericanos también puedan demostrarlo. Sólo se aviva una generalización de que tales países trasmiten un mensaje demoledor para los desarrollos alcanzados. Y no se soporta que haya que ajustarse a una determinada magnitud humana y compartir.

La falta de unos mínimos para acercar los criterios marca la ausencia de la complementariedad en el camino. No hay bases de generosidad. Cada vez más aumenta el principio solitario del salvaje: que cada cual se las arregle como pueda. Si el robo, la guerra, las conquistas y todas esas vergonzantes cotidianidades que hoy continúan dominándonos surgieron desde la normalidad conseguida en la Edad de Piedra, ¿quién podría arreglar eso? Sólo un iluso se replantearía el camino, se quedaría solo. Porque desde los orígenes comenzó a desarrollarse la bestia que haría posible todo el “progreso” posterior de la especie. Esa es la victoria asumida desde aquí para explicar la civilización desarrollada y la que se pretende que continuemos todos. En cierta medida, no hay alternativas. Decididamente todos estamos apuntados a este desastre. Una de las aportaciones fundamentales del Nuevo Socialismo sería desentrañar la derrota de tal civilización desde ella misma y que sirva igual para el Norte como para el Sur.

Aún reconociendo el progreso material y espiritual que hemos tenido como Humanidad, y que tal parece que no tiene vuelta atrás, al menos por el momento, se trata de un avance donde hasta el día de hoy lo más notable que lo caracteriza, generalmente, es el cruento desarrollo del individuo que ha asumido un poder y con él la asunción del bien necesario para imponerse a todos y a todo lo demás. Por esta desquiciante relación de la individualidad con la vida es que el progreso se ha basado y continúa basándose en la destrucción del Hábitat Natural donde vivimos: todo para un “Yo” que desafiará inútilmente su propia naturaleza mortal.

Múltiples pensadores han concluido que toda la Historia es el camino impuesto por la fuerza del poder individual, que no hubo nunca un estadio sin necesidad de ese poder. ¿Qué ha cambiado? Quizás, en algunas zonas, el refinamiento de las formas. Entonces, aparte de los diferentes enseres obtenidos y la búsqueda constante de nuevos argumentos para el cambio, el gran trazador de caminos sigue siendo el mismo: el poder único. ¿Es válido que continuemos aceptando esa característica como innata en el perenne descubrimiento de la condición humana? ¿Podemos vislumbrar que ese Poder, como señal de fuerza, inteligencia, habilidad, sentido común y acierto tendrá su final y sobrevendrá otra característica en la relación del ser humano con sus semejantes y con la vida?

Evidentemente la incógnita que más nos polariza es si vivimos mejor que antes. Las variantes de las respuestas estarán signadas por el tiempo, el espacio y el poder de quienes respondan, aunque igualmente podríamos observar múltiples sorpresas. Si la población humana ha aumentado es normal que crezca la cantidad de gendarmes y que todas sus dependencias adquieran alguna mejoría, hasta aquellas contestatarias que, de mil formas, impulsan los cambios seculares. Ahora son más personas para participar en la custodia del poder y éste necesita extenderse ante el crecimiento de las apetencias descubiertas. Se dice que estamos en la era más activa del Hombre, pero el accionar tan frenético que llevamos a lo que más se parece es a la total pasividad de las grandes mayorías. Una exigua minoría es la que nos arrastra ciegamente hacia lo que ha elegido. ¿Acaso el propio “progreso” nos ha paralizado? ¿Esa es la validez indiscutible?

No hemos tenido un paso triunfal con la transgresión a las ideas dominantes, pues éstas continúan estrangulando los avances del pensamiento constructor. Pero también puede verse que este camino de construcción, dentro de sus cíclicos vaivenes, ha sido siempre recogido por el Poder para escapar, simular abundantes espejismos transformadores y continuar su carnaval de dominación.

El poderoso gran capital lleva hasta sus grandes empresas a millones de seres humanos, a personas aguijoneadas por la fuerza de vivir en las cercanías del refinamiento, sólo que ahora ha empeorado la relación. Como dice el protagonista del film “Arcadia”, de Costa-Gavras: “Ya sé que mi enemigo es el empresario, pero mi problema es el competidor: debo eliminarlo”. Al desposeído sólo le ha quedado posicionarse contra su semejante, el eslabón más débil, y ambos son los que, en su retroalimentación continua, preservan la cadena en la espiral “progresiva” donde el poder agranda y degrada al que lo ostenta. ¿Ese es el “progreso” con el que nos maravillamos?

Cada día vemos como la soldadesca de muchos ejércitos de los países más desarrollados se nutre con mercenarios procedentes de la miseria. Mientras, las grandes minorías, aquellas que buscan alguna fuerza para oponerse y cambiar el rumbo, cuando no son una tolerable diversión para el poder lo tienen bien difícil, pues casi todo el tiempo deben dedicarse a que no las exterminen.

Y dentro de esta complejidad social, tanto aquí como allá, podemos encontrarnos con algunos que, aún reconociendo que sí han vivido mejor y que cada vez vivirán mejor, al hacer recuento de los artilugios conseguidos echan en falta el verdadero significado de la mejoría que buscaron. Pero tal vez no acepten hacerse ninguna pregunta sobre sus existencias y sólo hagan visible lo peor de ellas: no cuestionar el “progreso” conseguido, pues puede resultar hasta peligroso: ¿Para qué remover el absurdo, por no decir la mierda? El mejoramiento humano parece tener que ver más con el dogma religioso que con las reivindicaciones mundanas. La metafísica siempre será una vía de mantenimiento de la situación muy superior a la diafanidad de las concreciones humanas. Ahí, decididamente, no se quiere bajar. Ya se tiene la certeza de que abajo siempre las cosas marchan peor. La barbarie funciona como una regla en la constitución del poder y de todo su proceso “progresivo”.

Y para rematar el asunto muchos luchadores por el cambio se han convertido, con esto del refinamiento del salvaje, en fuertes etiquetadores de las diferenciaciones conceptuales que los animan y se van troceando sin piedad alguna: unos defienden a las ballenas, otros buscan energías limpias y muchos otros más tienen las más disímiles inquietudes por estamentos dispersos. De forma subliminal se ha asumido la categoría impuesta por el poder: la perpetua valía de la individualidad que, aún cuando sea innegable su brillante fuerza, casi nunca se ha enderezado hacia el Bien Común. Por eso existe la pregunta si se vive mejor que antes. Es indiscutible. Muchos, y en numerosas partes, viven mejor que antes a costa de que muchos otros y muchas cosas más arrastren lo peor de la existencia.

No somos los amos de la Naturaleza, aunque poseemos el don de la diferencia más rotunda: alcanzamos y desarrollamos el mayor poder. A él sólo pueden complementarlo el amor, la razón, la ternura, la responsabilidad, el compromiso y el Bien que poseemos con mayor seguridad en un dominio colectivo. Si nos deshacemos de todo esto, como indica el comportamiento del Sistema establecido, entonces sí carece de sentido toda reflexión. Pero sabemos que eso no es así: somos una especie con capacidad para trasladar trascendencia amorosa a toda la existencia. Así es como asumimos las obras de Esquilo, Miguel Ángel, Shakespeare, Cervantes, Beethoven, Balzac, Van Gogh, Dostoievski, Mozart, Kafka, Tagore, Chaplin y de tantos otros que han hurgado en nuestras profundidades y ensoñaciones.

Si juntos, los que ya nos alzamos del animal que fuimos y ansiamos vivir humanamente, convivir, aunque tengamos que hacernos un sin fin de concesiones, nos ponemos en el rol de los catalogados para ser exterminados, entonces sí, y sólo así, podremos afirmar que ahora vivimos mejor que antes dondequiera que nos encontremos. He aquí el verdadero problema: ¿ya se han dado todas las concesiones al Poder y hemos arribado a la mayor resignación en la historia de nuestra especie? ¿Unos mandan y otros obedecen? ¿Unos viven y otros mueren? Ello significaría que se masifica la evolución destructiva por una necesidad intrínseca del “progreso” emprendido: las insaciables ansias de poder ante el abismal misterio de la vida donde sucumbe el individuo. ¿Por qué no creer que todos estamos indisolublemente unidos por una característica fraternal: la realización de nuestras vidas en la más estricta convivencia donde aportamos y recibimos infinitas e irrepetibles vivencias temporales?


2- SEGUIMOS SIENDO ANTROPÓFAGOS

No se nos ha concedido viajar más allá de la muerte. ¿Un error? Deberíamos priorizar el hecho real que nos lo condiciona: somos iguales en la vida. Pero como el reto asumido por la soledad humana resulta demasiado alto, el Poder se ve obligado a marcar distancias. Así la persona y la comunidad son situadas en polos antagónicos, ¿por qué? Existe la remota creencia de que alguien, sólo uno, o unos cuantos, sí podrán cabalgar sobre la muerte. Y para esos elegidos como Dioses están los sacrificios humanos que se han ido disfrazando con el paso del tiempo. La antropofagia, en su incansable evolución, debe garantizar la elección adecuada, la tan temida “selección natural” darwiniana que, en lo social, constituye el imperturbable tránsito con que la modernidad legalizó a la Edad de Piedra: un precio, un contrato y la mesa está servida. Estaba bien claro que con la individualidad no íbamos a interrelacionarnos humanamente. Era necesaria la confrontación para conocer a los más grandes de entre nosotros. Y para darle algún orden a esa batalla “civilizada” había que descubrir una fórmula que pudiera blindar el gran valor del individuo: la ley de la propiedad privada ilimitada: el absoluto personal.

Es una ecuación bien sencilla: sólo valen los vencedores, por ejemplo: yo soy dueño de unas propiedades que me posibilitan una plena participación en la presencia frente al otro. Tengo la comida que necesita el hambriento y tengo medicinas para curar al enfermo. Si a algunos les falta lo que yo tengo, eso no es mi responsabilidad y está muy claro que faltarles era su destino. Si después alguien me compra un ataúd para poner el cadáver yo sólo he realizado una venta con todas las de la ley. Si luego otro me alquila un metro de tierra de mis campos para enterrar el féretro, allí justo debajo del manzano que está creciendo, yo sólo he satisfecho una transacción comercial, la más perfecta de las relaciones humanas alcanzadas. Si al cabo de un tiempo me voy allí mismo a comerme una fruta, sólo estoy disfrutando de las propiedades adquiridas. ¿Quién será el loco que venga a decirme que me estoy comiendo un trozo de carne en forma de manzana? Ese está en el bando de los perdedores que nunca aportarán nada. Está claro, entonces, que este Mundo pertenece a los que tengan las habilidades para apropiarse de cualquier cosa.

Así, la propiedad privada, perfectamente descrita en la mayoría de las Constituciones actuales, se convierte en el implacable garante civilizatorio para salvar las posibilidades del individuo en un Sistema perfecto: el Capitalista. Cuando se es propietario se pueden tener decisiones sobre todos los demás. Es la única salvación en situaciones conflictivas entre individuos. Aunque no sea fácil conocer al inocente y al culpable, uno de ellos, no importa cuál, tiene que dejarse comer.

Cuando el conflicto sucede entre países la solución es más convincente. Son las “víctimas colaterales” que deben digerirse lo más pronto posible y olvidarnos de los infaustos acontecimientos. Es lo mejor para una convivencia pacífica, no vaya a ser que alguien se moleste con nuestra buena digestión. Soportamos la antropofagia hasta el borde de la locura. Lo sabemos. Pero hay que desterrar la memoria si queremos comer tranquilamente. Se dice que cada día mueren 100 mil personas por guerras, hambre o miseria. ¡Qué Dios nos coja confesados en medio de este hartazgo tan enorme!

Irak y Afganistán se desangran. Y en los territorios palestinos ocupados por Israel se levantan muros más criminales que el de Berlín. ¿Qué significan esos musulmanes indigeribles que quieren levantar minaretes en Europa? Es posible que algún día se desate una gigantesca cacería. Con el botín se celebrará el mejor aniversario por la caída de las piedras que dividían a la capital alemana. La gran inteligencia no dejará que pase este hito universal sin el festín más completo que debemos comernos en estado de gracia: el final del Socialismo del siglo XX es una comida sagrada. ¿Quién cometerá el sacrilegio de rechazar tan suculento manjar de historia?

La exaltación del individuo, más que entregarle virtudes, obedece a la lucha contra cualquier intento por compartir los derechos de los poderosos. Con el orden de la ley se confirmaba la instauración del más grande de los totalitarismos: el poder individual, que se disfraza de triunfo colectivo al hacer creer a las personas que pueden elegir y decidir libremente mientras se anatematiza a los pueblos que desean liberarse de la ley. Por ahí se arriba a la conclusión que aquel que posea la riqueza necesaria para comprarnos y luego comernos está en todo su derecho: es una virtud inalienable. Por ello algunos tenemos el destino de dejarnos comer: Cuba, Venezuela, el Socialismo del siglo XXI, etc. etc. Aunque sigan sin aparecer los inmortales. Da igual, lo único imperecedero es el Poder para comer...


3- LOS ADELANTOS CIENTÍFICO-TÉCNICOS

Para discernir entre la buena y la mala comida se logró el mayor descubrimiento: la enorme ampliación del Mercado omnipotente y subyugante. Todo está a sus pies, desde las armas más sofisticadas fabricadas en los grandes centros de poder hasta el ya simplísimo trasplante de un riñón en una clínica de Pakistán. No interesa qué se haga con los armamentos ni las repercusiones en el miserable donante. Si usted se hace rico por patentar un nuevo fármaco que ya usaban ciertos indígenas, usted es un genio; y si usted no adquiere un jet privado, eso es la libre decisión de sus inclinaciones personales. La mercancía se torna infinita. Por ella los adelantos científico-técnicos, más que a sus fines benefactores, han contribuido a cimentar la civilización del más arraigado pensamiento sin contribución alguna a la condición humana. Lo que se busca no es de este Mundo, aunque venga muy bien para unos cuantos en él.

El único obstáculo que se asoma en el horizonte podría ser la agonía de la industria armamentística. Casi todos los logros científicos y técnicos han tenido algo que ver con esa industria, y si ésta falla podría colapsarlo todo. Entonces, algo tienen que hacer los más beneficiados por la evolución de la Ciencia y la Técnica. Seguramente impedir la tan temida agonía de las armas, aunque para ello tengan que oficializar, después de revisar los alcances de la Robótica, los asesinatos a cometer cada cierto tiempo. No es un eufemismo que para ello se deba calcular un escalonado transcurso de las guerras, las hambrunas y las enfermedades. Y si ello pudiera resultar de una crueldad extrema, ya tenemos otro descubrimiento científico, igual que la manzana de Newton: advertir que con el calentamiento global nos libraremos del mal trago. Es la sabia Naturaleza.

Suena a un acusado criterio que nos retrocede a un maniqueísmo ya superado. Es que no somos malos ni buenos, somos grises en todas partes. No hay ningún mérito en los que apenas se han beneficiado con los adelantos científico-técnicos, salvo el que emana de su marginalidad y ésta, si aprendemos a guiarla, podríamos convertirla en una verdad absoluta con grandes posibilidades transformadoras.

Las llamadas educación y sensibilización primermundistas hacia los problemas mundiales, aún cuando se trate de una vía enaltecedora, no parece que resolverá algo. Tampoco será posible resolver mucho mediante las nobles fuerzas del talento individual. Y hasta que no llegue el día de la gran solución, todos, absolutamente todos los que vivimos por aquí lo haremos desde nuestra burbuja: nunca comprenderemos a aquellos que no tienen tiempo para esperar. Y aquellos sólo maldecirán su terrible suerte. La preocupación personal nos imposibilitará a todos cualquier entendimiento integral.

Mientras, las oleadas migratorias hacia nuestros pequeños estancos de prosperidad científica y técnica se incrementan. Cada vez se soporta menos la falta de los necesarios grados de civilización alcanzados por aquí. Las propias invenciones han servido para la correspondiente publicidad exigida por el mercado. La mayor parte del globo terráqueo parece querer vaciarse. ¿Son los nuevos bárbaros que se acercan a Roma? ¿Qué adelanto científico-técnico está por conocer? Se dice que cuando muchos de esos otros seres humanos se aproximen hay que actuar con rapidez: “o ellos o nosotros”, y disparar, disparar con las armas de la última Ciencia, las que no dejan rastros, las que desintegran, y que luego el viento espolvoree todo lo humano. ¿Estaremos locos de remate? Todavía no se han escrito todos los libros de la vida… Y lo más curioso, su escritura puede estar en las manos que están condenadas a su desaparición.


4- LA ESPERANZA DE VIDA ES MAYOR

Podría afirmarse que nunca la Humanidad se había tropezado con un problema tan grave para, efectivamente, vocear a los cuatro vientos, no ya que la vida se haya hecho más extensa, sino para creer como una verdad respetable que la especie humana podrá traspasar una semana o un decenio más con las armas que estamos acumulando. A pesar de que no lo tengamos del todo consciente siempre estamos pendientes. Aunque no creamos en el final, son demasiadas cosas las que nos atrapan con un temor desafiante. Estamos viviendo la época más angustiosa de todas las pasadas. ¿Realmente tenemos una mayor esperanza de vida?

No sólo nos estamos cargando al planeta, nos estamos borrando de la faz del universo. Cada vez queremos más y ensayamos y fabricamos cualquier cosa para glorificar el apetito insatisfecho. Aún en la quimera de que haya vida extraterrestre, lo que le estamos anunciando es que vamos a por ellos. Si no tenemos cuidado de nosotros mismos en este mínimo espacio que nos ha tocado, si realmente nos queremos tan poco, si ya nadie duda de que existe la posibilidad concreta que podríamos exterminarnos sin darnos cuenta, ¿qué podrían esperar de nosotros otros seres vivos colgados de alguna otra galaxia?

Es alarmante el comentario del agricultor catalán Josep Pàmies en cuanto a una planta, la stevia, usada por los guaraníes suramericanos para múltiples dolencias y que la multinacional Monsanto quiere reducir a un producto transgénico: “La industria farmacéutica pervierte a los propios investigadores, de tal modo que si no convierten un medicamento que cura en otro que cronifica la enfermedad no les pagan la investigación. Quieren que continúes muchos años vivo, pero enfermo.”

Si se le otorga naturalidad a las desigualdades reinantes entre las distintas regiones de la Tierra no creeremos en la realidad. Es evidente que si en Europa el promedio de vida se acerca a los 80 años mientras que en África no llega a los 40, algo no natural está sucediendo. ¿Acaso no será que Europa le está robando a África la vida, y una vida para enfermarla? Entonces lo que más se acerca a la realidad es un crimen de magnitud descomunal. ¿Esa es la esperanza de vida, que no creamos en la realidad?

Sin mirar el genocidio, por aquí nos enzarzamos en las más diversas disputas locales. Todavía en la larga marcha europea se dirimen siglos pasados con un rencor inaudito. Las veleidades justicieras de todo tipo han pasado a constituirse en honras nacionales. Podemos movilizarnos de forma bien amenazante para reclamar mayores bienes o alcanzar determinadas reivindicaciones y no se nos ocurre hacerlo con idéntica fiereza por aquellos que les falta lo más elemental. Así lo denigramos todo y en ello perdemos la única posibilidad de una verdadera compañía. Somos incapaces de ceder ni un ápice de lo que ya tenemos. Queremos más es la consigna con mayor poder de convocatoria. Queremos menos debería ser el lema que encabece la manifestación multitudinaria. Queremos menos para que otros tengan lo que les pertenece. ¿Será posible? ¡Podríamos romper, al fin, el hechizo del absurdo que nos mantiene a unos en el Norte y a otros en el Sur!


5- LA ÉTICA ACTUAL: “¡VIVA ESPAÑA, VISCA CATALUNYA!”

Que todavía hoy día, después de un año del fatal seísmo que se llevó más de 200 mil vidas, la población haitiana damnificada siga viviendo en pésimas condiciones, expuesta al cólera que ya les llegó, podría hacernos ver hasta qué punto nos hemos desprovistos de principios éticos. Si la consideración al semejante debe colocarse entre las principales características de la ética, entonces nos cabría la reflexión sobre nuestras faltas de consideraciones. Que nos enteremos del hecho trágico, que ayudemos en algo, siempre mínimo, y continuemos con normalidad el día a día termina por despojarnos del buen sentimiento con el que acudimos a la cooperación. Como si la ética tuviera, como todas las cosas actuales, una relatividad a prueba de cañones donde más vale estar al tanto de lo que puede costarnos la sensibilidad.

¿De qué hablamos? Vivimos en un sistema donde todo se capitaliza para llenar las arcas del Poder. Por mucho que los medios, dominados por los poderosos, nos muestren el magnífico altruismo de personas y grupos que, sensibilizados ante tantas calamidades, suavizan las atrocidades con el sacrificio particular, sabemos que esta vía no resolverá los sufrimientos de los excluidos. Igual pasa con dos organizaciones muy destacadas en la concientización ciudadana: Amnistía Internacional y Greenpeace. Si bien esos esfuerzos son buenas intenciones, por el embellecimiento de sus mensajes, tampoco podrán horadar lo suficiente los muros del Poder. ¿Su actuación está por encima del bien y del mal, son independientes de la ética caritativa que el Sistema puede asumir sin que peligre su demoníaca estructura de vasallaje? Para todos es muy claro quiénes definen los perfiles de las Naciones Unidas. Si esa organización no ha podido escapar a la máscara, ¿qué esperar de las demás? De otra forma se comportan los medios con aquellos que sí alzan un compromiso liberador y de raíz. A esos se les minimiza, se les desvaloriza, se les estigmatiza o sencillamente se les saca de la circulación informativa. Cuando nos dicen algo hacen el comentario más favorable al sistema: “para que haya mundo tiene que haber de todo”, o el más popular “cada loco con su tema”. En esas frases bien sencillas han arrinconado a los éticos.

Sin el menor pudor se crean las campañas más repugnantes contra Cuba, Venezuela, Bolivia y contra cualquiera que ose imaginarse otro Mundo. Resulta increíble que en 9 años el Parlamento Europeo haya concedido, en 3 oportunidades, su Premio a la Libertad y a la defensa de los Derechos Humanos, a disidentes cubanos, como si esa isla fuera el sitio más vergonzante del planeta. Indudablemente el Primer Mundo nos tiene en el Infierno de Dante para excluirnos de toda esperanza. Urge “resolver” ese paso de la Divina Comedia.

Urge entrar en la Historia, la tumultuosa historia que hemos hecho entre todos, con nuestras fortalezas y con nuestras debilidades. Nada purificados. Nunca lo vamos a estar. Y el primer paso está en el reconocimiento de la enajenación en que vivimos. No por ello estamos rodeados de lacayos del Capital. Todos somos hermanos y no podemos escondernos en las mejores iluminaciones de la ética. Hay que meterse en la realidad. Es dónde únicamente aparece la vida con sus reales posibilidades históricas para trasformarse. Sería como si estuviéramos adentrándonos en los posibles caminos éticos que la actualidad nos demanda.

Basta un ejemplo muy reciente: la celebración del Mundial de Fútbol de Sudáfrica. ¿Podría ser el magnífico sentimiento de la alegría una nueva visión de la ética? Habría que hurgar en este fenómeno más allá de la manipulación con que nos tratan en celebraciones como estas. Ha ganado España. Llegan a Madrid los jóvenes campeones de Johannesburgo y se despliega la pasarela de la ética actual con miles de participantes y un grito de “felicidad” unánime: “¡Yo soy español, español, español!”.

Mientras, dos días atrás, en Barcelona, parte del pueblo catalán, en semejante cuantía al de Madrid, realizaba una manifestación por la dignidad de unos acuerdos políticos sobre su Estatuto de gobernación al que, aunque ya había sido consensuado su articulado en los distintos pasos de legalidad, súbitamente le aparecía otra instancia llamada Tribunal Constitucional para sentenciarle un recorte a la pacífica soberanía del pueblo que votó en referéndum aquel Documento. ¿Fue ingenua la convocatoria popular, tanto la del referéndum como la de la manifestación? La empresa Lynce, que reconoce no tener competidores en su profesión, parece decirnos, con sus datos sobre la cantidad de manifestantes, que esto se ha manipulado. ¿Cuándo y dónde el Capitalismo no manipula?

Parecía que el pueblo catalán ya se hubiera decantado por el derecho a alzarse en su inalienable voluntad: son una nación y tienen el derecho a decidir su destino. Así se había organizado anteriormente a través de consultas populares que escasamente tuvieron un 25% de asistencia. ¿Dónde estaba la otra parte de los que viven en Catalunya? ¿Se sentía excluida del esfuerzo nacionalista? La increencia está diezmando a todas las llamadas democracias. Por mucho que una parte del pueblo quiera que toda la Comunidad sea la verdadera protagonista de las acciones políticas, la otra parte no se lo cree. La participación, con toda la nobleza de las identidades en el camino múltiple de la Humanidad, parece estar desgastada. En la vorágine de la prosperidad, que crece como una cuenta más del Capital, el mantenimiento de una cultura, una lengua y una idiosincrasia no cotizan en la Bolsa, y cuando cotizan es porque sus valores están al alza de su depauperación histórica.

Catalunya independiente, contando con los políticos que siempre han jugado con su identidad para preservarse la clase al lado del capital, habría hecho lo mismo que España si su selección deportiva hubiera sido la campeona del estadio de Soccer City. Sin haber visto los grandes problemas de África y estar ganando los insultantes salarios que perciben en el Barça, los jóvenes jugadores, junto a sus seguidores enardecidos, también gritarían con idéntica vehemencia en su ciudad engalanada: “¡Jo sóc català, català, català!”

Conversando con un gran amigo catalán, independentista a corazón abierto, le manifestaba que no creía en nuevos Estados que se formaran alrededor de normas capitalistas, pues sólo creo en los nuevos Estados Socialistas. Repetir la historia no eliminaría ninguna arista esencial de dependencia, puesto que al constituirse el nuevo país, después del primer abrazo por haber conseguido lo que parecía imposible, sólo conduciría a la creación de otra maltrecha España contra otro Senegal herido y otra Gambia agonizante. El capital es muy listo para apagar el fuego de los pueblos.

Los pueblos sólo pueden recuperarse cuando se ven a sí mismos y reconocen que tienen el mayor poder para influir en su verdadera transformación y en la del Mundo. Ninguna defensa de la identidad nacional puede estar en línea directa con los intereses de la prosperidad capitalista. Si eso no se hace presente de nada valdrán los valores propios ni ninguna merecida justicia. Todo se irá a la pasarela donde dará igual gritar ¡Viva España o Visca Catalunya!

¡Nos han secuestrado a todos la profundidad de la ética! Pero creo mucho más en la capacidad de los pueblos para enamorarse que en la desenfrenada competencia donde el mercado los obliga a enfrentarse. No hay otra posibilidad para andar con la Historia. O se está en ella o, como en el barco ebrio de Rimbaud, uno se pierde “en los furiosos chapoteos de las mareas”. Y sería una lástima cuando se tiene la oportunidad de ser: ¡Puedes ser inmensamente feliz en cualquier rincón de la Tierra!


6- LA DESINTEGRACIÓN DE LA LIBERTAD Y DE LA IGUALDAD

Como en la Bolsa, igual que se reúnen las fortunas del mercado, allí se depositan los valores humanos de un mundo diseñado para ello. Y estos grandes, dirigidos por la ceguera del poder especulativo, están en bancarrota después de los múltiples pasos históricos en que fueron acercándose a una Casa Común que se descompone más rápidamente de lo que el salvajismo primitivo hubiera imaginado.

Con la conocida división en clases sociales, donde el poder económico signa cualquier aspiración, ya tenemos una limitante enorme a que podamos alcanzar un consenso sobre las propias aspiraciones. Hay quien sólo aspira a comer, y hay quien aspira a encontrar entradas para el último estreno operístico en el Festival de Salzburgo. Entre estas dos líneas de querer hay múltiples matices, desde el que ya comió y ahora busca dónde dormir hasta el que ya tiene un palco en el teatro y después intenta en la cuna de Mozart un do de pecho inconcebible. Pero, con conciencia o sin ella, cada cual conoce sus medidas. El “ni se te ocurra aspirar a tal cosa” nos marca a todos, hasta en la implicación en las luchas sociales.

Ante la perfecta diferencia en la constitución de los seres humanos, que esperemos que las Ciencias Médicas no nos quiten esa bondadosa naturaleza, arribamos a otra limitante en las aspiraciones humanas. El pobre podría cantar -no lo sabemos y será bastante difícil que lo sepamos-, pero sólo podrá hacerlo bajo su cielo mendigante donde, en una buena medida, se pierden miles de talentos creativos y genios insospechados. Mientras, el rico, aburrido de ensayos, tornará a la lámpara maravillosa de su cartera y escogerá otro deseo. ¿Cuál de los dos es más feliz ante Aladino? Toca entonces abrir una de las más sagradas palabras.

La libertad, palabra que muchos denominan la primera, es como la mayor ansiedad de todo ser vivo, una sobrecarga de los instintos. ¡Bienamada palabra! A pesar de sus durísimas condiciones en determinados sitios resulta casi imposible dejar de soñarla. Libertad, ¿qué cosas tiene la vida? Hay que ejercerla apenas con el primer grito al nacer. Rápidamente deben cortarnos el cordón umbilical. Curioso: lo cortan otros. Queremos investigar hasta la saciedad la trayectoria completa que nos vamos a plantear. Es nuestro absoluto, la entera disposición para comprobar que existimos, y en esta soledad, decidir.

Podríamos quedarnos solos toda la vida y tal vez no importaría mucho. Pero casi nunca lo hacemos. Buscamos a otra existencia. Entonces le robamos su vida o tratamos de compartir la de ambos. Aquí comienzan los problemas. No es nuestra enteramente la libertad. No somos animales salvajes. ¿Compartirla nos hace menos libres? Si junto a otra vida podemos alcanzar mayor plenitud en todos los aspectos, entonces no tiene que ser válido el rechazo al acompañante. Los problemas que surjan son parte del placentero encuentro. ¡Bienvenidos sean! Sólo serían conflictos irreconciliables si se efectúa el robo vital. La propia libertad señalaría que algo fuera de la naturaleza de la vida humana no puede ser realizado. Compartir la existencia se vuelve entonces una necesidad para el total despliegue del goce de la libertad.

Así arribamos a otra palabra sagrada: la igualdad. Y aunque todos no somos iguales en constitución, sí lo tenemos que ser en libertad para compartir el mundo. Pero si no somos libres porque estamos divididos en dominadores y dominados, ¿de qué igualdad podemos hablar? La sacralización suele ser mundana. La desigualdad arrastra por los suelos a la libertad. Sólo los poderosos, sus sicarios, y algún que otro de sus allegados, en nuestro sistema capitalista, tienen acceso a los mayores dominios del conocimiento y al extraordinario disfrute de la vida y del que muchos han abusado con marcado salvajismo. Los débiles, abrumados cada vez más por el modelo de existencia que llevan, apenas pueden alcanzar los niveles de educación para conocer cuál es su derecho a la vida. Y cuando el esfuerzo o el azar les abren las puertas del saber son manipulados hasta convertirse, la mayor parte de las veces, en dóciles contribuyentes del poder. Deben desarrollar su obra para que la gran mayoría restante se olvide de preguntar: ¿La vida es para disfrutarla entre todos o para que unos se la hagan disfrutable a otros?

A pesar de este Primer Mundo donde, en cierta medida, la mayoría de sus ciudadanos alcanza determinados grados de igualdad, ni ellos mismos se creen que todos pueden ocupar ese reino, siempre reservado a unos pocos en pugna constante. Allí hay que olvidarse de Fuenteovejuna. ¿Qué decir sobre ese otro mundo llamado Tercero donde la esclavización, el pillaje y las matanzas, casi siempre promovidas desde el Primero o por sus acólitos internos, pululan como una fértil igualdad de la desigualdad más vergonzosa?

El sistema actúa como un pulpo perfecto. La vida no es un bien para todos, pero algo llega a todas partes. Con la amplitud del mundo se justifica el tema de la igualdad. Y, ¡gracias a Dios!, pues las minas europeas ya casi están agotadas y por allá todavía hay mucho por extraer, además, ¿qué sería del desarrollo tecnológico y científico que “impulsa” a la Humanidad a cimas impensables sin esos recursos naturales que los nativos no saben administrar? Muy bien hubieran podido llegar a un acuerdo. ¿Acuerdo? Esta palabra ha sido rediseñada por los fuertes. Impera el negocio, a las buenas o a las malas, ¿de acuerdo?

No se puede olvidar que el aporte verdadero del gran capital son las maratónicas cuentas financieras. La conquista de las Américas es el ejemplo que no caduca. Aún se encuentran tesoros hundidos en el mar que pasan a ser faena de los tribunales del Norte. Nunca se llama al pueblo expoliado, ni siquiera para el reconocimiento de su asesinada cultura. Aquella empresa sí constituyó una gran piedra para forjar el súmmum de la más grande de todas las civilizaciones. A la antiquísima herencia de las concepciones salvajes se unieron todas las características posteriormente desarrolladas para el robo. Se robó todo lo que se pudo. Y aún se sigue robando. Es como haber accedido a la catarsis que nos deparaban los dioses. Hacer empresas como quien hace imperios, pueblos, naciones, países, comunidades privilegiadas por el más fuerte e individuos dispuestos a los más bajos procedimientos, porque la vida no es más que el dinero que lleves en el bolsillo. No importa cómo lo consigas, lo importante es tenerlo, pues para ello se ha levantado el máximo nivel del Sistema. No de otra forma puede explicarse que sólo un 20% de la actual población mundial disfrute de aquella palabra que se asemeja a las aves por el cielo, la libertad, la libertad de robar y exterminar, sea como sea, a ese 80% de seres humanos que viven apenas sin enterarse de que todavía están por dar su grito de nacimiento.

La libertad juega con cualquier sentimiento para su plenitud virtual. Una verdadera carnicería de personas entretenidas. Es la libertad de que el que tenga poder puede servirse de todos los demás. Son los conquistadores de la modernidad. Y sus conquistados, en su inmensa mayoría, se van apagando en una ancianidad prematura que nunca les permitió disfrutar el “divino tesoro” de la juventud al que cantó Darío. Arrastran un gran peso: son los grandes sostenedores de la escurridiza igualdad que nunca los alcanzará.

Empezamos a demostrarnos a nosotros mismos que todos caemos un poco en el falso vuelo de las aves. Los poderosos nos han inoculado el veneno: que los que pensamos diferente y queremos vivir de otra manera lo seamos con total tranquilidad: no podemos unirnos. Nos lo impide nuestra sagrada individualidad. Digamos que ellos, más que nosotros, están muy interesados en que seamos personas de bien y que adoremos la utopía del futuro, porque el presente está demasiado nublado y siempre puede tener una trampa de decepción.

Decidimos ser implacables en nuestros grupos de buena conciencia. Rechazamos a Maquiavelo y a su retorcido Príncipe, ya que en realidad nuestra libertad es para oprimirnos el corazón como malditos perdedores de una concepción de la igualdad que nació y se desarrolló para encerrarnos en las cárceles de la ilusión, allí donde de forma salvaje la manada de fieras ejerce todos sus instintos.

Y todavía los poderosos nos tienen otra oferta: que juguemos con las conquistas sociales. Toda la retahíla de Declaraciones sobre la Convivencia. Así, los famosos Derechos Humanos, ellos los manejan a su antojo; los artículos de nuestra ardorosa Constitución, son la clave para tenernos dominados; los distintos Códigos llamados a protegernos, mentira, nosotros vamos a la cárcel por robarnos un pan, ellos no las llegan a conocer ni por aplastar a un pueblo; el sucio trabajo parlamentario, a pesar de los altos sueldos de los Diputados que siempre están riñendo, una burla, se eligen ellos, porque el abstencionismo o las divisiones de la izquierda en las contiendas electorales se los facilita, y si no, ellos mismos harían las trampas necesarias, aunque siempre dejen que los acompañen algunos honrados, saben que unos pocos no podrán medirse con sus mayorías, y además de que siempre los instrumentos de la corrupción, del chantaje o de la tortura estarán listos para el que se pase mucho de la raya; los respetados Partidos Políticos tradicionales que intentan representarnos, el mayor cinismo, existen por el dinero que tienen sus miembros más prominentes y esperan las elecciones para mostrarse en campañas publicitarias que les produce un buen gusto con la imagen. Es increíble el gran montaje que nos ha hecho asumir nuestro derecho a la paz.

Si predicamos mucho nuestras ideas, ellos dicen que estamos adoctrinando y eso es negativo hasta para nosotros mismos. Hemos creído en los pensamientos que más nos perjudican. Nos dicen incluso que cualquier lucha por la identidad de un pueblo es un empobrecimiento cultural que sólo nos llevará al terrorismo y el miedo se apodera de los más legítimos sentimientos que nos unen. Y volvemos a pelearnos. Casi siempre somos nosotros mismos los que impedimos acuerdos importantes. A la sombra de todas las desesperaciones del camino hemos creado un perfecto lenguaje de supervivencia mundial muy conveniente para los poderosos.

¿Por qué funciona todo esto? Es de una simpleza extraordinaria: somos las piezas más laboriosas del engranaje del Sistema Capitalista, el mejor sistema de toda la Historia que consiguió, con un descaro sorprendente, la desintegración de la libertad y de la igualdad en un pequeñísimo trozo de tierra soberano: nuestras posibilidades individuales en la selva del deseo. Siempre que apostemos por ellas estamos engrasando la estructura de opresión para nosotros y para toda la Humanidad.

No es fortuito que un buen amigo me dijera que yo estaba tan preocupado por el mundo que no alcanzaba a entender dónde estaba viviendo. Es cierto. Vengo de Cuba, un lugar donde interesaba mucho que la libertad se desenvolviera hacia la realización creadora de las personas en igualdad de oportunidades. El país entero se llenó de instituciones culturales y educativas para que el estudio y la creación artística y literaria fueran uno de los más apreciados bienes. Y por ahí empezaría el largo camino de humanización. ¿Qué nos ha pasado?

Los valores de Cuba y de ese Socialismo del siglo XXI que convulsiona a Latinoamérica no caben en los Bancos del Capital. Por esos valores que aún no pueden controlarle a Cuba, le mantienen un bloqueo y un sinfín de otras agresiones, porque, según ellos, padece de inmovilismo, ¿es que acaso los otros países se mueven mucho para que todos sus ciudadanos tengan los mismos derechos? No, ellos saben que no, pero sólo reconocen los derechos de aquellos que entienden correctamente lo que reflejan las Constituciones, porque sólo ese grupo es el que a la larga puede cumplir estrictamente con los valores que los Bancos quieren recibir puntualmente. Entonces Cuba y Venezuela cambiaron sus Constituciones. ¿Qué no se podría hacer desde aquí, donde hay tanto poder junto a tanta vergüenza acumulada?


7- LA PERVERSIÓN DEMOCRÁTICA

¿Sería válida alguna argumentación sobre la democracia? Remontarme a la Atenas del siglo V a.d.e., en los orígenes del término que 2 mil años más tarde Abraham Lincoln definió como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” sería enunciar ya un nacimiento mentiroso. Seguir apuntando definiciones, frases y otras ideas de las más diversas épocas, regiones y personalidades, recordando que en la ciudad del Mar Egeo sólo el 10% de la población disfrutaba de los privilegios “democráticos” y que Lincoln fue asesinado antes de practicar su discurso, sería una petulancia más en el seguimiento del conocimiento impotente. Más bien inservible, dirían los señores del Club de Bilderberg recientemente reunidos en Barcelona: Los pueblos no están aptos para tener las llaves del Poder.

Así prima por aquí el más absoluto derecho individual que, se supone, no aceptaría jamás una definición de la persona humana. Cada cual es como es y nadie está legitimado para emitir juicios o para incitar prácticas de cómo debe ser ningún otro. Pero, ¿el individualismo, o la individualidad, para no ser grosero, ya no es una definición de la persona que, de acuerdo a la posición que ocupe en la sociedad, puede emitir juicios bien cerrados sobre los demás y obligarles a prácticas aún más cerradas?

Aquí sí existen algunos que, con el mayor poder del planeta, llevan adelante una definición, y que va más allá de la persona, pues define cómo deben ser los países: democracias representativas, ¿de quién? Por supuesto, de quien las impone; y mientras, los pueblos son las almas muertas de Gogol que las elige. Habría que recobrar el derecho a la grosería, porque los juicios y las prácticas que manifiesta esta denominación podrían muy bien considerarse los más execrables del mundo: sencillamente, aparentando la defensa de la personalidad, encierra a la persona en una soledad individualista que la devuelve al animal supuestamente superado. Le imponen la magnificencia del timón individual, el eco más ingenuo del aviso al disfrute de la felicidad que publicita el mercado, aunque jamás se acceda a la realización personal. Pero el voto democrático está asegurado.

¿Por qué se mantiene la formula de “una persona, un voto” que define una de las conquistas sociales? ¿Realmente se mantiene para que los pueblos sean los dueños de sí mismos? Por más que se intente pasar como el valor esencial del derecho y la responsabilidad del individuo, se nota que algo falla. ¿No será acaso precisamente ese falso valor individual poderoso superpuesto al valor colectivo? Finalizadas las elecciones, la persona desaparece y apenas hay formas de que acceda a aquel a quien entregó su voto. Podría ser un buen instrumento para el individuo si éste no estuviera condenado a recorrer todas las etapas diabólicas del Sistema individualmente.

Para contrarrestar a los que no acepten el viaje promulgado están funcionando a la perfección los Derechos Humanos. Se lanzan miles de campañas sobre la situación de éstos en Cuba y en el resto de los países luchadores. Lo que no esgrimen en los países que ya acusan bastante cansancio con sus estadios “avanzados” lo levantan contra los que hablan de un Socialismo del siglo XXI. Sólo hay una oferta: “o eres lo que te decimos o seguiremos haciendo cualquier cosa para que no consigas transformarnos a nosotros”. La más clara demagogia del engendro de la democracia: un juicio y la obligación de una receta a punta de pistola. Igual a como se impuso la evangelización que ya sabemos su historia entre la cruz y la espada: exterminación de los pueblos originarios y saqueo de sus riquezas. Ahora se plantea lo mismo con los pueblos que trabajan en sus transformaciones. Si en el fantástico Primer Mundo se incumplen reiteradamente los Derechos Humanos, que se han “votado” pacíficamente en todas las lides electorales, ¿cómo se dignan a exigirles a otros el más estricto cumplimiento? ¿Qué sentido han tenido para los pueblos esos Derechos y ese voto universal que, como migajas del Poder, han venido a representar casi siempre la defensa de una individualidad que legitima los intereses de los poderosos? ¿O es que la responsabilidad individual aún no ha tomado conciencia de sus deberes con la colectividad? Está tan sola…

Buena cuenta de un estudio comparativo ha hecho el francés Salim Lamrani, haciendo notar que a Europa ni siquiera le importa el Informe de una de sus entidades más aclamadas, Amnistía Internacional, que hace constar las constantes violaciones de los Derechos Humanos en Francia, Alemania, España, Reino Unido, Chequia y prácticamente en todos los demás países de la Unión. Violaciones muchísimas más graves que las que esta misma organización reconoce en Cuba, Venezuela o Bolivia. Pero la jugada de los poderosos sólo piensa en términos dominadores.

El mensaje es universal: Comprando tierras “desérticas” a unos pobres palestinos que se fueron “muy contentos” se levantó el Estado más democrático del Cercano Oriente: Israel. Mediante la relación empresarial sacralizan un término que, sin pizca de miramientos jurídicos, filosóficos o religiosos, puede extenderse a cualquier hostilidad.

La democracia igual sirve para fundar países que para controlarlos o deshacerlos. La variabilidad de su ejecución sólo depende de los espurios intereses del Poder. Es de sobra conocida la desintegración efectuada en los Balcanes. Había que romper Yugoslavia, pero cuidadito con el derecho a la autodeterminación de los pueblos de España. Cualquier movimiento ha de responder a las estrategias del gran capital. Así sucedió con el reciente golpe de estado en Honduras por el acercamiento de este país al ALBA, esa alternativa promocionada por Venezuela en contra del explotador ALCA norteamericano. No hay día en que los grandes medios no destaquen algo para subvertir el orden en los países del ALBA. ¿Alba? Están locos los que quieren despertar de la lotería democrática.

El sábado 17 de julio de 2010 se pasó por la televisión española un reportaje sobre la formación del nuevo ejército somalí en Uganda. Después de que el país africano pasara casi 20 años en guerra sin que aquello le importara a nadie, la cosa cambiaba, pues habían surgido unos “energúmenos piratas” que secuestraban a grandes navíos que pescaban en sus costas. ¿Quiénes les proporcionaban las armas a estos hombres desnutridos que eran reclutados mientras buscaban un trabajo en la turbulenta Mogadiscio? Tampoco importó, pero sí se hizo necesario estabilizar el Estado en ruinas de Somalia para que su pescado pudiera volver tranquilamente a las mesas de Occidente. Y estabilidad quiere decir democracia, que en ese atribulado país sólo quiere decir pescado seguro para el Norte.

El asco democrático es avasallador. Es una denuncia perenne entre los valientes luchadores del mismísimo Primer Mundo. Veamos cómo está montada esta sociedad y veremos que lo está para su extinción. Pero si la desmontamos aprendamos el término fundamental: grupo, colectivo, acuerdo. Partiendo de esa prioridad natural cada individuo participa de la solución a los conflictos en tanto es grupo. Es como la “sal de la vida”. Y es el verdadero Poder. De ahí que el grupo, analizando una voluntad colectiva, ha de sostener un poder donde se refleje cada individuo. Este reflejo engloba la toma de unas decisiones para la existencia de miembros iguales. Es la única manera para que los individuos puedan ser enteramente libres y en estas condiciones puedan convivir armónicamente en una comunidad. Es tan simple como las luces de un semáforo: ¿democracia? No lo sé. Quizás lleguemos y aceptemos el término, o pondremos otro. Lo importante es que valga para todos la imperiosa necesidad de esta búsqueda. Hasta ahora hemos vivido una perversión democrática: la inoperancia del colectivo donde se esfuma el propio individuo.


8- A LA IZQUIERDA DE LA IMAGINACIÓN

A propósito de la realidad de este país, me dijo mi bondadoso amigo Joan: “Falta pensar. Vés a Barcelona, qualsevol dia, no cal que et gastis ni un cèntim. Mira el personal que passa pels carrers i places, de la manera que va, com es comporta…, quina pena! No hi ha dialèctica perquè ens han fet creure que ens ho regalen tot fet. No cal pensar perquè altres pensen per nosaltres. El dia que una majoria pensi, canviarem el sistema.” Le respondo que si bien es cierto lo que dice, también lo es que nosotros, los que pretendemos luchar contra eso, nunca logramos ponernos de acuerdo en nuestros pensamientos, por lo que nuestro comportamiento es semejante al de aquellos que no piensan. Si queremos que ellos cambien, primero debemos cambiar nosotros.

Después del desplome de la hoz y el martillo del KOMINTERN, los grandes Movimientos Comunistas y Socialistas de Francia, Italia, España y de toda Europa se han dividido a una velocidad de vértigo, y las sucesivas multiplicaciones ideológicas se han disparado con más fuerza que la luz. La atomización de la izquierda es aplastante, y su “claridad” no lo es menos: impacta como “las terribles pruebas que Dios envía” con que Juan de Yepes nombró también su Noche Oscura.

Sobre la izquierda primer mundista, véase como se vea, pesa el turbio fardo de la posición a que arribó con la instauración triunfal del Capitalismo. Le sobrevuelan todas las sangres tercer mundistas que posibilitaron su privilegiado bienestar material, y con éste, una apertura del pensamiento un tanto separado del compromiso con un sindicalismo igualmente por encima de la clase obrera como tal. Alcanzaron otra condición social. No podía ser de otra forma. Todos arribaron a una situación que, ajena a los sucesos de los países expoliados, los impregnó de una concepción de la vida y de los sistemas sociales, económicos, políticos y culturales donde, en gran medida, el pensamiento de derecha y el de izquierda podían convivir perfectamente sin ninguna ruptura social. La consiguiente constitución del “Estado del Bienestar” llegó para engañarlos a todos con el botín de los pueblos descompuestos. La concepción política bañó todos los sedimentos ideológicos de Europa. No se trata de un pecado, pero sí de algo a tener en cuenta para que sus ciudadanos enriquezcan sus saberes con la experiencia de los despojados.

A medida que la actual crisis sistémica del capitalismo se agiganta en sus más descollantes territorios, la izquierda europea y todos los ciudadanos primer mundistas vislumbran, por primera vez de manera torturante, la magnitud de la desesperación en el resto de los trabajadores del mundo. ¿Se trata de la misma clase obrera? Entre allá y aquí habrá que buscar la identidad bastante destrozada por los procesos de la civilización.

Así, la militancia social más radical, llámese Izquierda Anticapitalista, En Lluita, o cualquiera de las denominaciones que conocemos por aquí, habrá de centrarse en la ciudadanía común mucho más que en sus aguerridos lemas o en sus cerrados proyectos e identidades. Todos los proyectos y todas las identidades caben. Sencillamente porque ya nada puede detener la necesaria confluencia de todas las militancias sociales. Lo único que no cabe es la exclusión de ninguna.

Nos hemos ido expulsando casi todos, poco a poco, y después del primer encontronazo volvimos a otro y a otro y a otro más. ¿Estamos adelantando la lucha o sólo pretendemos que cada cual se sienta complacido con la falsa libertad del compromiso individual? ¿Eso nos es suficiente? Esa es la coherencia que nos aísla. La nueva izquierda, llámese como se llame y aunque acuse la máxima rabia contra el capitalismo, no obtendrá el rédito electoral que busca. Sólo conseguirá una mayor alienación, justamente lo que tanto desea la derecha. Así la gente común se enterará, de una vez y para siempre, que nosotros, los revolucionarios, sólo servimos para recrear infinitamente nuestras derrotas.

La verdadera claridad está en la calle que todos compartimos. Si con Chomsky no llevamos “una piedra, porque el sistema traerá un tanque”, y volvemos a las elecciones que detestamos, pero que son las que “conquistamos” y a las que hemos querido someternos, habrá que repensar si por estar cansados de “votar por éste porque el otro es peor” será mejor no votar por ninguno y hacerlo por los nuestros que todavía no se han asentados en el murmullo de la gente. Mientras no nos hagamos presentes en ese sonido, seguiremos volando entre las flores muertas de la más absurda individualidad.

El eminente pedagogo brasileño Paulo Freire decía: “No es posible a nadie ir más allá de sí mismo y de la situación en que está a no ser asumiéndose como tal. Nadie está fuera de la estructura del poder. Hay que desocultar las verdades. Hay que rehusar a la desesperación, pero hay que hacer posible lo imposible. Hay que mapear ideológicamente nuestro entorno para saber qué se puede hacer sin perder los sueños. La pelea fundamental no es con el diferente, sino con el antagónico. Sólo hay influencia cuando el influenciado tiene en sí la posibilidad de ser influenciado y cuando éste recrea al que lo influenció. Se puede estar en la estructura del poder y no ser captado por él”. Paulo sabía que sólo en la participación extensa, arriesgada y decidida podría hacer algo, porque fuera sólo se está simplemente fuera. Y si no participamos de una táctica responsable, por mucho que deseemos instalarnos en la aurora, siempre tendremos que saludar al crepúsculo.

¿Cómo es posible que viviendo el momento más difícil de la derecha seamos tan débiles? La izquierda se multiplica o se suicida. Le es imposible repetir las palabras del cineasta Woody Allen: “Si veo que alguna de mis películas tiene éxito de público salgo corriendo para ver qué hice mal”. Podremos revisarnos constantemente, pero en política los programas de la izquierda, aunque no se correspondan con la malsana publicidad del mundo perfecto de Orwell para atraer a “Grandes Hermanos”, tienen que tener un aliento multitudinario. Ahí volvemos a repetir las palabras de la derecha: “Eso es populismo y no democracia”. Y nos negamos el viaje, como en tiempos de Platón, para quien la democracia era “el gobierno de la multitud” descabellada. Ya sabemos de las truculencias del término, pero con él está jugando la derecha y nos sigue ganando la partida. La pirámide del sistema capitalista sólo podremos echarla abajo con nosotros dentro. Desde fuera se pierde la visión de las fisuras y hasta podemos volver a caducas elucubraciones que más tarde o más temprano volverán a dispersarnos. No somos el caballo de los reinos griegos unidos, pero hay que vivir en Troya, saber quiénes son Aquiles y Menelao y conocer a la perfección el territorio del anciano Príamo. Todo suele ser lo mismo y cambiarse de mil maneras.

Gandhi, por quien sentimos una gran devoción, dada su hermosura de la no violencia, y aún cuando rechazamos “llevar la piedra”, no es el hombre de nuestra época. Mandela tampoco, aunque su espíritu contenga la suprema belleza del perdón. Y el Ché Guevara, el ya santo de La Higuera, aunque lo sigamos llevando en nuestros actos, sólo es un compañero más, igual que Gandhi y Mandela. El día que aceptemos ser uno más en la militancia social del grupo, ese día, en un magistral momento del conocimiento y del pensamiento globalizado, dejaremos de estar en las danzas invisibles del ego que los pueblos rechazan tanto. Aunque sólo signifique, en un principio, situarnos a la izquierda de la imaginación.


9- LAS REVOLUCIONES FRATERNALES

Casualmente acabo de recibir un texto que dice lo siguiente: “La mayoría de las noticias que el mundo recibe provienen de la minoría de la humanidad. Un monólogo del Norte. Las demás regiones reciben poca o ninguna atención, salvo en caso de guerras o catástrofes cuando allí se originan o cuando, como en Cuba, se trata de destruir un intento de liberación. Con frecuencia los periodistas, que trasmiten lo que ocurre, no hablan la lengua del lugar ni tienen la menor idea de la historia ni de la cultura local. 2 de cada 3 seres humanos viven en el llamado Tercer Mundo, pero 2 de cada 3 corresponsales de las agencias noticiosas más importantes del mundo hacen su trabajo en Europa y los Estados Unidos. Lo que actúa con más fuerza sobre el corazón y la conciencia de la humanidad entera se trasmite desde el Norte.” Y finalizaba el texto parodiando a Winston Churchill: “Nunca tantos han sido tan manipulados por tan pocos.”

El gigantesco monólogo del Norte ha creado su Poder, su Progreso, su Bienestar, su Antropofagia, su Esperanza de Vida, sus Adelantos Científico-Técnicos, sus Principios Éticos, sus Aspiraciones a la Libertad, la Igualdad, la Democracia, la Armonía Universal y a un nítido Pensamiento de Izquierda sin contar con la mayoría de la humanidad. Lo más curioso de todo esto es que se trata de una imposición de los más poderosos a sus propios pueblos, aunque los poderosos no tengan pueblo, pero se han adueñado de ellos a partir del dominio que, como chantaje económico, ejercen sobre las necesidades que les han creado a partir del aumento de las suyas. Así los habitantes del Peñón de Gibraltar desean seguir perteneciendo a la corona británica o los de las Islas Canarias no quieren pensar que están en África. Se trata de un doble rasero que implementa el mensaje que conviene a los poderosos para emitir desde el Norte. Una buena parte de estos pueblos, de cierta forma, acepta la diferencia con los países del Sur y quedan al margen.

Lo que no explican los poderosos es que los pueblos siempre han estado al Sur, de las pirámides, del Partenón, de los palacios, de los castillos, de las mansiones y de los centros de poder, aún estando en el Norte y a pesar de haber sufrido todas las calamidades, físicas y mentales, que cualquier mortal nacido y desarrollado en el eterno vulgo de la Historia. Y ahí llegamos a un aspecto fundamental que deben tener en cuenta los que luchan por el Socialismo del siglo XXI: hermanar a todos los pueblos. Nunca, ni en los tiempos de Oliver Twist, el genial Dickens pudo imaginar a Los Olvidados de Buñuel. ¿Cómo, se hubiera preguntado el escritor inglés, la humanidad toleraría un mayor calvario disfrazado de civilización para su humilde peripecia? Si los recursos que hoy se poseen, los que podrían evitar el incremento del horror, sólo se destinan a la fatua vanidad del consumismo y del derroche en el Norte, en vez de en un mejoramiento de la vida para todo el planeta, lo que la modernidad ha conseguido es el mayor despliegue de recursos para la instalación del principio del fin.

¿Querría este Norte encerrarse en la tinaja de Diógenes de Sínope? Algo escogerán los poderosos. Como hacen con todo, manipulan al hombre y toman lo que les dé mayores beneficios a su separación civilizada. Dictar normas para todos los demás, desde la palangana de sus casas, les garantiza no ser molestados por ningún impertinente con ansias de descubrir el objetivo final de las riquezas aportadas por los seres humanos. Pero el culto a la naturaleza y a la austeridad que preconizaba Diógenes lo desechan, no les reporta ganancias, y mucho menos aceptarían quitarse el vaso de beber agua que el filósofo sí supo ofrecérselo al más necesitado mientras caminaba por las calles de Atenas buscando hombres honestos.

Como la honestidad ya pasó a ser una más de las banalidades de la sociedad erigida en pautas de consumo, muchos en el Norte piensan que, más allá de las revoluciones, que crean en su infinita violencia un paso incontrolable que puede constituirse en un retroceso, debemos priorizar un avance inteligente, paso a paso, sin prisas, sin saltarse las etapas necesarias, aunque sean monstruosos determinados sucesos de la realidad y la brecha entre los poderosos y los desposeídos sea aún tan espectacular. ¿Qué pretende este Norte, que el Sur Latinoamericano no participe en la concepción de la vida? Desde el Popol Vuh hasta Eduardo Galeano, pasando por José Martí, Heitor Villa-Lobos, Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Frida Khalo, Pablo Neruda, José María Arguedas, Juan Rulfo, Fernando Solanas, Fidel Castro y tantos otros, este Sur visita hondamente la esencia del Ser Humano. Que ahora proponga un Nuevo Socialismo para el siglo XXI es parte de sus preocupaciones históricas. No obstante, el Sur recoge la lección enviada y plantea otra concepción de las revoluciones.

El gobierno venezolano ha adquirido, bajo las leyes del mercado capitalista, una cantidad de acciones en la cadena de televisión local Globovisión. Enseguida los medios europeos han reaccionado en su contra, aduciendo que así el presidente Hugo Chávez, “el gran desestabilizador de América Latina, después de Cuba”, incrementa su influencia con la posesión de los medios venezolanos. ¿Qué quieren, que sigamos mirándonos a través de los ojos que desprecian nuestras luchas? ¿Qué pretenden, que sigamos conteniéndonos en nuestros procesos liberadores aceptando solamente el paso que ellos nos señalan? ¿Es que no se ha percatado este Norte que este Sur ya no aceptará más ser su cola de lástima? Venezuela, y el Mundo Pobre en general, a pesar de la mala imagen que tienen, sí han captado el mensaje del “poco a poco inteligente”, sólo que esta vez están queriendo que la inteligencia venga de ellos.

Igual pasa con Cuba, después de la liberación de los llamados “presos políticos del castrismo”. La reacción de los medios ha sido inmediata: “En Cuba no ha cambiado nada. La Posición Común Europea contra la isla, junto al bloqueo norteamericano, no debe cesar.” El señor Aznar, a quien han ido a ver los recién liberados al llegar a España, ya nos da por liquidados. ¿Qué quieren, que arrojemos por la borda toda la defensa del país? ¿Qué pretenden, que también nosotros aceptemos los dólares destinados al derrumbe de la Revolución junto a nuestra actual “disidencia” que no tiene reparos en reconocer que los recibe? Cuba, después de su auténtica revolución armada, captó el mensaje de actuar “sin prisas” y lo está ejecutando por ella misma. Pero que los dominados hablen y actúen por sí mismos es un derecho que los dominadores no han reconocido jamás, ni siquiera en su propia casa del Norte, ¿cómo podrían soportarlo con los “tarados” del Sur?

A los poderosos del Norte no les interesa que el Sur aprenda ninguna lección. Buscan revoluciones como los ríos arrasadores, para devastarlas de un plumazo, y cuando no las hay, las barbarizan. Su mensaje es claro: ¡La única revolución es la del Mercado, un problema de negocios y no de escuela! El gran capital no cree en la paz de las palabras. Su brutalidad ha superado siempre cualquier interrelación.

Como Cuba y Venezuela no tienen que recurrir a ningún otro tribunal que no sea el de sus pueblos, el capital tiene que buscar alguna solución que los ate a sus sentencias. Ni uno ni otro país tienen alguna atadura que pueda imponerles que son “una nacionalidad integrada en la indisoluble unidad de la nación española”, como está sucediendo en Catalunya. A ellos no les pueden decir que sus naciones no tienen “alcance jurídico hasta tanto no se realice una oportuna e inexcusable reforma de la Constitución”. Cuba y Venezuela ya lo hicieron desde la soberanía alcanzada, cuando elaboraron sus propias constituciones para liberarse del gran capital, que es la única forma de independencia verdadera. En alguna medida los pueblos del Norte están viendo que sus otrora benefactores pueden llevarlos al Sur. Y aquí se daría una nueva lección de historia. ¿Con quiénes se identificarán los pueblos del Norte? Hagan lo que hagan, también serán responsables de esas decisiones los pueblos del Sur. Ya está más que demostrado que solos no llegaremos a nada.

En el basurero La Chureca, de Managua, Nicaragua, que “no es un hospital, aunque hayan muchas enfermedades, ni un parque, aunque hayan muchos niños, ni un zoológico, aunque hayan muchos buitres y otros animales”, no está la vida de los pueblos del Sur. Allí están esos “monstruosos sucesos de la realidad”. Allí no tiene pensado ir el Norte, como harían todas las familias humanas, para compartir su pan con los que lo buscan entre los gases de los alimentos descompuestos. Allí está el Sur solamente, donde, en contraste con los grandes niveles de consumo y los altos negocios especulativos del Norte, puede palparse la asquerosidad de “la brecha entre los poderosos y los desposeídos”: la peor de todas las guerras y donde la trinchera enmudece con la más repugnante mirada.

En 1933 Karl Kraus, presintiendo el infierno que se acercaba a Alemania, escribió “La tercera noche de Walpurgis”. Ahí “acusa a todos aquellos que, mediante el uso perverso de la palabra, -por el servilismo de los periodistas-, sacrificaron su intelecto para ponerlo al servicio de Hitler, favoreciendo con ello la implacable instalación del nazismo en los espíritus y alentando y legitimando los horrores del Tercer Reich.” Había mucho silencio por entonces y la responsabilidad no cotizaba en el mercado. Igual puede pasarnos ahora, en pleno culto a la civilización del absurdo.

Mientras Cuba, o Venezuela, o cualquier otro país del Tercer Mundo que esté buscando ayuda para sus luchas necesarias, no reciba la comprensión de la minoritaria parte de la humanidad que gobierna el planeta, y solamente encuentre agresiones, mentiras o noticias distorsionadas, oportunistas y malintencionadas, seguramente nunca se dará el mensaje dialogante ni la sabiduría que debe compartirse entre el Norte y el Sur. El Nuevo Socialismo del siglo XXI tiene que avivar esa interrelación. Entonces urge establecer las vías de cooperación entre los pueblos de uno y otro lado, ya que los dos lados son igualmente pueblos lanzados a la rapiña entre ellos por los intereses del Capital. Sólo juntos se contemplará la mejor alborada.

Por mucho que se repita que la Humanidad será siempre un combate, éste no tiene por qué ser eternamente por los senderos del odio, la exclusión y la indiferencia de cuerpo contra cuerpo, entre piedras y tanques, todos debajo de los hongos nucleares. Al infinito nos empuja la vida, aunque no sea mío, ni tuyo, ni de ningún otro. Todos moriremos un día, desde luego, pero no como se está ejecutando ahora, sino en la bellísima traslación de la finitud donde puede vibrar la eternidad de la especie que somos. Y es así porque todos seremos amados por muchos a través de ese cuerpo tan bondadoso que constituye la limitación humana. Como una solidaridad absoluta. Ahí estamos sin el egoísmo de que toda la hermosura es nuestra ni de que somos exclusivos en gozarnos. Cuando esto se comprenda el mundo empezará a cambiar.

En esta hora brutal, antes que todos volemos por los aires como minúsculas partículas de basura cósmica, casi igual a lo que sucede en los millones de basureros atrincherados en el Sur, las revoluciones fraternales pueden ser el cauce definitivo de los pueblos y el principio del hallazgo de la condición humana. Ya sabemos que mantener la trinchera del Sur es indispensable, pero hay que abrirla al Norte, porque quedarse solo en esa trinchera sería terrible. Si estamos suficientemente acompañados podremos reescribirlo todo.


Calella, Catalunya, 19 de enero de 2011