viernes, 24 de abril de 2009

I - Caminos de Ida y Vuelta

(Conferencia en la Universitat de Girona sobre la Agenda Latinoamericana)


I


El encuentro entre los iberos y los latinoamericanos todavía es una osadía no realizada.

Cuando se piensa o se habla de un proyecto con el Nuevo Mundo, o sea con Abya Yala, Indoamérica, Hispanoamérica, Iberoamérica, Latinoamérica, Suramérica, __ o ese nombre que todavía no tenemos con exactitud para esa parte del planeta __ es indispensable hacerlo en términos de ida y vuelta. Allí casi todo está por descubrir para Europa, y también al revés, aunque se dé como de sobra conocido por la idea del eurocentrismo que tiene acólitos en ambas partes. Hablamos ahora sobre el proyecto de la Agenda Latinoamericana que, como una herramienta de formación y transformación en el campo de la educación popular, posee el apartado de ida y vuelta como el instrumento fundamental para la más plena realización del proyecto. Es el capítulo donde intentamos vernos, juzgarnos y actuar juntos, tal como podríamos aplicar la tesis sociológica del eminente brasileño Paulo Freire, uno de los más firmes puntales que tenemos en las luchas colectivas para el necesario encuentro con las causas pendientes que se plantea la Agenda Latinoamericana.

Podemos ver, juzgar y actuar en cualquier parte del mundo, pero la atracción que provoca la América Latina es incuestionablemente la más prometedora. Diversas identidades históricas, culturales y lingüísticas señalan ese camino. No hablaremos en catalán, aunque tampoco en náhuatl, quiché ni guaraní, pero poco a poco nos iremos llenando de nuevas sonoridades que designen todo lo nuevo que nos une. Podemos tener profundas discrepancias con el nacionalismo español, tanto desde esta orilla del Mediterráneo como desde las otras del Caribe, el Atlántico y el Pacífico, pero el Quijote cabalga por todas esas aguas. Es nuestro, al igual que Sancho. De aquí y de allá. En una playa de Barcelona, __ donde no debió ser un azar que Cervantes colocara al Caballero de la Blanca Luna, aún sin ser de ahí el personaje__ se produce el desenlace de nuestra más ilustre ficción que, por serlo ampliamente, todavía permanece intacta en la realidad.

Otro libro capital, “Las venas abiertas de América Latina”, del uruguayo Eduardo Galeano, comienza con esta cita: “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez.” En 1977, el escritor radicado en Calella, provincia de Barcelona, le añade un epílogo que en su último párrafo expresa: “El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia. El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo.” Todo este libro parece querer que veamos una historia que apenas se ha contado, porque lo que sucedió allá y que en buena parte sigue sucediendo, fue y es una consecuencia del bienestar alcanzado por aquí. Pero no se trata de hurgar en las heridas donde, más de lo saludable que necesitamos encontrar, podríamos dejarnos llevar por oscuridades en que las pérdidas serían superiores.

No tenemos ninguna necesidad de avivar culpas o requerirnos diferencias. Decididamente la creencia en el pecado original se ha extinguido, estimándose, para satisfacción de las generaciones presentes, que nadie debe cargar con los hechos aborrecibles de sus antepasados ni con aquellos que ahora mismo efectúan otros. Solamente tiene valor humano lo que en este mismo instante usted, él y yo nos estamos planteando unir. Es muy significativa la polémica actual sobre el Plan Bolonia en las universidades. Si el conocimiento y la investigación caen en manos del mercado la mayoría de los libros de que hablamos no serán divulgados, o en peor caso sólo serán estudiados por aquellos que respondan a los intereses que pretenden continuar las directrices de dominación. La Historia culminará su proceso de genocidio, porque en último término los intereses mercantiles podrían desintegrar a las personas y quedarse con los recursos naturales de las zonas dominadas. Y no se trata de demeritar la responsabilidad histórica de las distintas generaciones, pero resulta mucho más importante resaltar las luchas en que ahora mismo debemos implicarnos. Se trata de avanzar como el propio Paulo Freire nos señala cuando nos dice que “no es posible a nadie ir más allá de sí mismo y de la situación en que está a no ser asumiéndose como tal”.

El sistema capitalista, con todas sus sinrazones, pero también con su progreso frente al mundo feudal, determina gran parte de nuestras actitudes, tanto las de aquí como las de allá y las que se producen por los que van y por los que vienen. Prácticamente el capitalismo se nutrió en América Latina. A todos nos ha colocado barreras, unas abstractas y otras bien concretas, pero al fin y al cabo divisiones, extrañamientos, confusiones, desconfianzas, y todo aquello que puede observarse en las fronteras de los llamados Primer Mundo y Tercero. Por largo tiempo se mantendrán en el subconsciente colectivo. Uno de los puntos básicos en la trayectoria de la nueva ida y la nueva vuelta entre los seres humanos de aquí y de allá es la lucha contra esta herencia que nos ha llenado de inútiles y malintencionadas máscaras para el entendimiento que debemos privilegiar.

Es una constante en la Agenda Latinoamericana el enfrentamiento con las distintas versiones de la historia y los mezquinos intereses del capitalismo. Nació precisamente cuando se intentó celebrar el 500 aniversario de un llamado “encuentro de culturas”. Se erigió en portavoz de la razón para impedir que se enrareciera la interrelación entre los de aquí y los de allá. En América Latina, en el nombre de la fe y de Don Dinero se cometió el mayor holocausto de la humanidad. La comprensión sobre este asunto es fundamental para cualquier encuentro. Al capitalismo parece convenirle, al menos por un tiempo, que aquí se sigan creyendo las ideas de “baluarte de la civilización”, y por tanto, una “zona protegida” que por naturaleza constituye “una excepción natural”, porque como decía Balzac: “un pueblo donde todo el mundo sea rico es una utopía de difícil o imposible realización, porque la civilización y el progreso presuponen que las naciones estén compuestas necesariamente de personas que producen y personas que consumen”.

Por un tiempo nada más podrán sostenerse estas ideas, pues la homogenización capitalista las echará por tierra. La vida entera se ha globalizado. De cómo se encare por aquí dependerá la supervivencia. Sabemos que la que quiere imponer el sistema capitalista, con esa falacia proteccionista hacia una parte privilegiada donde podrían situarse las regiones europeas, es uno de los mayores engaños de la civilización contemporánea. Ya no existen zonas privilegiadas que puedan ser garantizadas por ningún Poder. Todos estamos en las mismas condiciones, aún cuando aparentemente las áreas de aquí parezcan estar bien resguardadas. Las protecciones de un solo sitio, por encima de la suerte de los demás, han terminado su historia. De todo ello y de mucho más proviene la certeza del camino emprendido, y hay que recalcar siempre que no se debe a que se sea un mejor ser humano, aunque indudablemente se es, al menos por enarbolar un mayor realismo donde no se puede vivir de espaldas a los acontecimientos ni mantener el encerramiento en la agraciada concha del bienestar.

Si aquí se plantea con tanto entusiasmo el proyecto es porque es necesario, ahora mismo, y no sólo por ser pragmáticos o por mero altruismo o sentido de la justicia. Se trata del querer encaminar la vida por donde se ha elegido, por conciencia y por conocimiento de la situación mundial. Ya es sabido el coste ecológico, político, económico, cultural, social y humano que hemos heredado de la conquista y la colonización que nos han precedido. Ahora se nos plantea un arreglo de todo lo que nos salta a la vista.

Creemos firmemente que la casa común debe estar abierta y que la bienvenida a habitarla ha de ser un regocijo para todos. Es la idea de que existir es compartir. Es el espíritu de cambio que anima a nuestra época. Se presiente con prontitud la instauración de un nuevo Renacimiento, un nuevo Humanismo, un nuevo Romanticismo, un nuevo Realismo, una nueva Utopía, un Nuevo Mundo. De ninguna manera nadie desea quedar al margen de esa construcción mundial, pues ello sólo significaría un alejamiento de la misma vida que se busca ¿En qué lugar se está avizorando con mayor nitidez? ¿En España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda? ¿En Europa, el Mediterráneo, África, Asia, Estados Unidos de América? Todo parece indicar que no, y, como en 1492, los vientos empujan hacia el Atlántico.

En estos caminos de ida y vuelta se han creado diversos mapas para la más clara visión por donde habrá de navegarse. En ellos se destacan las desigualdades, las injusticias, los abusos, los saqueos, las masacres y todo el bandidaje recogido durante siglos de historia entre esta tierra firme y más allá de los mares. Pero no hubo en los que fueron una vuelta completa a casa. La mayoría se quedó, se mezcló, se convirtió en otra cosa y ésta se está mostrando con una fuerza inusitada. Y pareciera que aquí se necesita de ella. Pero ahora el deseo tiene una exigencia. El Poder que, se supone, anda por este lado, habrá que compartirse con los de allá. El verdadero encuentro entre las dos orillas ha de fusionar su historia si no quiere naufragar. Por primera vez podríamos mirar con agrado, no la continuidad europea para una obra de purificación, sino el encuentro orgulloso por el camino de los bastardos, los impuros, los mezclados, los mestizos del mundo.

El compartir el poder resulta el mayor signo distintivo de esta vuelta a las Indias. Potosí. Un Potosí muy diferente a aquel donde se quemaron los ojos aquellos que imaginaron el paraíso con la cruz de la evangelización. Ya desde hace mucho están sembradas sus cenizas. Y dentro de tantos pensamientos y teorías sobre el poder, volvemos a las palabra de Paulo Freire, donde en entrevista que se le realizó en Argentina declaraba: “nadie está fuera de la estructura del poder”, “hay que desocultar las verdades”, “la intervención demanda el respeto por los otros, por lo tanto, no es prescriptiva, es sugerencia para que aquellos a quienes sugerimos re-hagan la sugerencia”, “hay que rehusar a la desesperación, pero hay que hacer posible lo imposible”, “hay que mapear ideológicamente nuestro entorno para saber qué se puede hacer sin perder los sueños”, “la pelea fundamental no es con el diferente, sino con el antagónico”, “sólo hay influencia cuando el influenciado tiene en sí la posibilidad de ser influenciado y cuando éste recrea al que lo influenció”, “se puede estar en la estructura del poder y no ser captado por él”.

Paulo nos ha dejado un arsenal para el estudio a profundidad sobre el mejor camino a desarrollar con el poder. Porque una colocación para retroalimentar las élites de mando no llevaría a ninguna comunión, así como tampoco el acercamiento a otras ideas que plantean “la voluntad del poder” o la de que “el poder se encuentra en todos los sitios porque no proviene de ninguno”. Sabemos perfectamente cuál ha sido hasta ahora la voluntad del poder. El propio Paulo nos la explica diciéndonos que “el poder se ha alojado en la cabeza del dominado llevándolo a considerar como natural lo que desde el nacimiento se le está imponiendo”. Es otro Poder el que nos demanda el proyecto de la Agenda Latinoamericana. Un poder compartido donde igualmente se nos desvelará todo su significado en la medida en que nos impliquemos en el sueño de todos. Mientras la Agenda no sea totalmente un encuentro de ida y vuelta el proyecto permanecerá en los espejismos de cada parte. Las actuales sociedades catalana y española, aceptándolo o no, pero enormemente vinculadas con aquellas oleadas migratorias que se quedaron entre indios y negros, y que fueron completadas por asiáticos y árabes en sucesivas migraciones, gracias, tal vez, al ímpetu por la gloria que caracterizó al antiguo conquistador, se muestran con unas necesidades sustanciales de volver a volar como el ave fénix de la memoria en aquellos cielos de ultramar.

América Latina _finalmente el nombre que acogemos_ se ha constituido en una verdadera esperanza. A pesar de la violencia que, contra la injusta sociedad instaurada en aquel continente, podemos encontrar en los distintos países latinoamericanos, allí no existen, ni por asomo, las graves tensiones, desvaríos o infiernos que podríamos observar en otras zonas del planeta. Allí se ha efectuado la mayor mezcla de culturas que ha generado el ser humano. Allí se ha realizado una revolución, como la cubana, de indudable influencia en toda Latinoamérica, el Mundo Pobre y en todos aquellos que, aún no perteneciendo a éstos lugares, se han sensibilizado ante la pobreza cooperativa de los suyos. También el surgimiento de la Teología de la Liberación, en el ámbito cristiano, está propiciando el más amplio desarrollo de la expresión espiritual en todos los campos a nivel popular. Y asimismo es de destacar el no menos importante Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que funda su lucha en el rescate de la palabra y de una acción plenamente poética. Como si hubiese hallado las mejores armas para arribar a nuevas características de las concepciones sobre el individuo, el colectivo, la propiedad, la realización compartida y el “mandar obedeciendo”, tal como preconiza el Subcomandante Marcos. En los comunicados de la selva Lacandona caben todos los hombres, todas las mujeres y todas sus variaciones, los pueblos y todas las naciones. Se han planteado una contundente resistencia a la opresión del sistema sin el uso del terror.

Podría afirmarse, entonces, que por esos lazos históricos de opresión, saqueo, matanza y mezcla con los dominados que desde estos lugares se realizaron allí, la puerta latinoamericana para estas regiones siempre ha estado abierta. Posiblemente porque ambas riberas han constituido la periferia del capitalismo y tienen aspiraciones de cambio y de un nuevo diseño de la civilización. Es probable que por ello la nueva aproximación resulte bastante querida, tanto por los de aquí como por los de allá. Como si, a pesar de todo, la comunidad con América Latina resultara la más natural y legítima de todas las uniones actuales. El que nos planteemos esta unidad como una forja común de ese Nuevo Mundo que buscamos podría ser la garantía fundamental de la esperanza para allá y para aquí. Estas dos regiones, en definitiva, fueron las escogidas por la Historia para el completamiento final de la imagen de nuestro planeta.

La unidad iberoamericana podría lanzar al mundo, sobre la base de un compartir las realidades y las riquezas de dos mundos que se llamaron “viejo” y “nuevo”, la instauración de la mayor osadía humana. Propiciar una educación para la formación y transformación de las sociedades de una y otra parte es tarea urgente del proyecto de la Agenda Latinoamericana. Desarrollar los caminos de ida y vuelta puede llegar a constituir el mejor aporte al pensamiento de que Otro Mundo es Posible. Hacerlo realidad es una impronta a cuidar con el mayor celo imaginado. Todo está casi por hacer. Y puede verse, de forma convincente, que la fundación de nuevos conceptos de producción y consumo en el campo de la economía global puede resultar más beneficioso si se crea desde las necesidades de allá a si se crea desde las desastrosas opulencias de aquí. América Latina está situada actualmente en el primer frente de combate contra todas las infamias.

El proyecto de la Agenda intenta tender los puentes para que pasen los luchadores. Unos puentes de conocimiento y entendimiento. Ahora mismo se están desarrollando en Chiapas, México; Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Perú, Brasil y Cuba. En cada país posee unas características muy peculiares, penetrando en la sociedad y promoviendo el necesario tejido social que lo mantenga. Los distintos materiales de la Agenda que se han imaginado desde aquí han propiciado una entrada más eficaz en los distintos estratos sociales. La Separata que se edita para Centroamérica, a partir de artículos sobre distintas efemérides de aquí y de allá, acompañada de un Calendario Solidario, ha ampliado los contenidos del propio libro de la Agenda. Se están haciendo crecer los asuntos de preocupación. Los mapas de Peter, de la Vergüenza y pronto el de la deuda ecológica, están fijando la divulgación de unas estadísticas muy importantes para la interrelación que se intenta propiciar.

Ya es sintomático de esta afirmación, favorable a ver determinados cambios desde la óptica latinoamericana, un pequeño hecho que concentra unos objetivos muy claros. Ya se está en tierra de todos. Por la compenetración de los compañeros que iniciaron las jornadas de ida y vuelta podemos hoy exhibir el Mapa de las Vergüenzas de Guatemala. Desde aquí se comenzó a navegar a un nivel bien general. Desde allá la respuesta ha sido bien particular, invitándonos a una reflexión sobre la propia desnudez que debe caracterizar a los que asuman el nuevo descubrimiento del Mundo. Con sencillez, con optimismo, con profunda ternura, desde una de las tierras más deprimidas de Latinoamérica, se nos ha dado el primer fruto del poderoso árbol que vamos levantando. Seguramente que, si nos ha interesado tanto la idea guatemalteca al divulgar sus problemas, muy pronto surgirán desde aquí la elaboración de las Vergüenzas de Catalunya, de España. Se trata de un proceso de aprendizaje mutuo, de formación y de transformación en ida y vuelta. Lo más destacable es ese conocimiento y entendimiento que finalmente serán los que sostengan los puentes que hagan invulnerables estos caminos.

Al tener desde aquí la posibilidad para gestionar las subvenciones necesarias para la edición catalana de la Agenda Latinoamericana, y ver las sensibilidades que se ha contribuido a despertar por toda Catalunya, ¿qué menos se podría hacer que extender esa posibilidad hacia aquellos países latinoamericanos que no pueden costeársela? Hasta ahora, los Ayuntamientos catalanes, mediante el Fons Català de Cooperació al Desenvolupament, reúnen la mayor cantidad de dinero que está posibilitando, entre otros proyectos de cooperación, las ayudas necesarias para la edición, distribución y realización de la Campaña de la Agenda en esos países a través de la Comisión Permanente de Girona. Un gran esfuerzo que predica la maravilla imaginada en aquellas tierras, las que aún tienen la capacidad para sorprender como si de un nuevo nacimiento se tratara. Ahora es el asombro por el significado de la sangre contenida en la América Mestiza. Podrían ser palabras quijotescas recomendadas por Sancho, pero también se adivinan en ellas los reflejos humanos del Caballero de la Blanca Luna cuando logra convencer al de la triste figura para el retorno a su casa. En la playa de Barcelona, allí donde finalizó nuestra más grande epopeya, todo puede volver a empezar con una nueva forma de levantar la espada. No habrá duelo ficticio, sino la rotunda convicción en ambos personajes de enfrentar las Causas Pendientes. Así nos impacta este poema de Galeano, el mismo de Las venas abiertas….

“Nosotros tenemos la alegría de nuestras alegrías, y también tenemos la alegría de nuestros dolores, porque no nos interesa la vida indolora que la civilización del consumo vende en los supermercados. Estamos orgullosos del precio de tanto dolor que con tanto amor pagamos.

Nosotros tenemos la alegría de nuestros errores, tropezones que muestran la pasión de andar y amor por el camino. Y tenemos la alegría de nuestras derrotas, porque la lucha por la justicia y la belleza valen la pena también cuando se pierden.

Y sobre todo tenemos la alegría de nuestras esperanzas. En plena moda del desencanto, cuando el desencanto se ha convertido en artículo masivo y universal, nosotros seguimos creyendo en los asombrosos poderes del abrazo humano.”


Andrés Marí

jueves, 23 de abril de 2009

Perdón, Cuba

El imperio y el mundo entero deberían sentir vergüenza por lo que han hecho o han tolerado.

Plenamente consciente de que no soy ningún miembro del gobierno cubano _de lo que no tengo por qué enorgullecerme_, no lo soy, así de sencillo. Y tampoco pertenezco a ninguna instancia del gobierno norteamericano _de lo que sí me ufano, porque no sabría cómo vivir en él intentando llevarlo a la razón_, no estoy en él, también algo bien sencillo. E igualmente conociendo que no escribo para una poderosa cadena informativa _porque imagino que no me permitirían expresarme_, no escribo para esos medios, así de simple. Por lo que totalmente convencido de que estoy publicando para un pequeño sostén alternativo de información, escribo con absoluta tranquilidad de espíritu, lo normal, de nuevo una cosa muy simple; entonces, sin el temor a perjudicar ningún proceso político iniciado, vierto mis sentimientos más primarios de dignidad para hacerme más profunda la esperanza.

Veo en el Telediario, anunciado como una gran generosidad del presidente norteamericano, que se levantan algunas de las sanciones que su gobierno, por 50 años, ha ejecutado sobre Cuba. Tanto el presentador, aquí en España, como las corresponsales en Estados Unidos y en la isla, muestran una amplia sonrisa por el hecho. Como si dieran las gracias. Y así, repentinamente, siento un inmenso dolor, pero me sereno y me digo que las relaciones políticas y sus repercusiones en la divulgación internacional suelen ir por lados diferentes a la sencillez, la simpleza y la normalidad con que la gente corriente se mueve por el mundo. No obstante, algo debo decir: ¿Cómo es posible que alguien pueda agradecer esta noticia? Bueno, no sé, puesto que sí debe ser motivo de alegría que los países se encuentren y se entiendan, pero de ahí a sentir un cosquilleo de inmensa satisfacción hacia un imperio que ha hecho, y sigue haciendo, todo lo que puede por destruir a una pequeña nación… El gigante y todo el globo terráqueo no alcanzarían para engullirse tanta vergüenza por lo que han hecho o han tolerado.

A fines del siglo XIX, publicado en La Revista Ilustrada, de Nueva York, el más grande de los cubanos, José Martí, escribiría su notable artículo “Nuestra América”, y en él, con claridad sólo iluminada por los hechos que ya el naciente imperio estaba avizorando, podemos leer:

“El deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad”.

Cuba se dio a conocer con su magnífica Revolución en 1959, para no ser desdeñada, para ensalzar lo mejor del hombre, para colocar la verdad en la historia y abrir una etapa de franca hermandad entre las dos orillas. Nunca mereció el brutal hostigamiento que ha sufrido y continúa sufriendo de su vecino del norte. Que ahora se levanten algunas sanciones no deberían ser motivos para el ingenuo agradecimiento. Habría que destacar que después de tanto tiempo de agresiones inútiles, donde a pesar de ellas y de las tantas heridas y confusiones que han producido, la isla se mantiene imperturbable exigiendo la suspensión total del asedio que practica los Estados Unidos sobre ella. Habría también que destacar que ya América Latina no es la de hace 5 décadas en su comportamiento con Cuba y con el intervencionista gigante del norte. Nuestro continente mestizo se está dando a conocer y tal parece que esta vez no será desdeñado, aunque el rebelde antillano no sea invitado a la Cumbre de las Américas en Trinidad. Pero evidentemente las esencias están cambiando el rumbo.

Entonces yo siento una pena enorme, que bien podría ser un sentimiento solidario, por este hombre descendiente de esclavos negros a quien le ha tocado _bueno, no del todo, pero sí el inicio_, acabar de una vez con esa ignominia que las distintas administraciones norteamericanas han sostenido contra mi pequeño país. Ojalá que este hombre en apariencia libre, bueno y amoroso no haya sido la elección anglosajona para dar la última puñalada al pueblo cubano. Ojalá, ¡quiera Dios!, que este hijo de gentes esclavizadas, oprimidas, despreciadas, discriminadas, humilladas, golpeadas y asesinadas, pueda algún día pronunciar, en nombre del mundo, como un abrazo con esa humanidad que otros han intentado aplastar y exterminar _que es lo que con altísima suficiencia podrían simbolizar él, la isla y los millones de condenados de esta tierra_, dos palabras de enorme significado histórico:

PERDÓN, CUBA.

50 Aniversario de la Revolución Cubana

El 1 de enero de 1959 triunfa en Cuba una revolución popular que rápidamente alcanzó la esperanza de muchos pueblos hundidos en el infierno del mundo y de otros que imaginaban la instauración del paraíso en la tierra. Las más diversas organizaciones y personalidades de todo el planeta rebautizaron el lugar: La isla de las ilusiones. Pero la verdadera revolución, después de la lucha armada, acababa de comenzar. En sus primeros meses se aprobaba la ley de la Reforma Agraria, que entregaba la tierra a los que la trabajaban. Entonces comenzó la guerra, armada o desarmada, pero siempre agresiva, desde el gigante del norte contra los enanos del sur.

El gobierno de los Estados Unidos y todo el sistema capitalista mundial iniciaban una radical ofensiva contra todo el proyecto libertario en la pequeña isla. Pensaron, con verdadero acierto, que lo que se estaba haciendo allí no constituía un buen ejemplo para el continente oprimido, expoliado y humillado durante siglos. Como este gigante resultaba demasiado fuerte, Cuba buscó ayuda. La encontró en la URSS y en el campo socialista europeo. Entonces, el gobierno revolucionario cubano pudo respirar con cierta tranquilidad y emprender aquellos proyectos que constituían el corazón de la lucha guerrillera: la máxima educación escolar, un empleo seguro, una sanidad de alta calidad y el acceso real, siempre para todos, a los beneficios de la Cultura, la Ciencia y los Deportes. Era un derecho que exigían los mejores valores humanos que empezaban a esbozarse. Se estaba caminando en la forja de un espíritu nuevo: la dignidad, el altruismo y la solidaridad internacional alzaban todas sus antorchas.

La sostenibilidad de estos proyectos estaba avalada por un intercambio comercial adecuado entre las mínimas riquezas de Cuba y sus más prósperos aliados. Es la única justicia de que puede hablarse cuando se relacionan los que tienen más con los que tienen menos. Pero Cuba no podía escapar a la confrontación de la Guerra fría. Lógicamente tenía que situarse dentro del campo que la apoyaba y ello le determinó numerosas variaciones en sus proyectos. Se socializó, a la usanza de aquel socialismo, casi todo en la vida. Se le dijo adiós al sistema capitalista. Y todo no fue bueno, como sucede en cualquier historia. El sueño cubano, aún sin olvidar sus colores originarios, se agregó algunos tintes extraños y prácticamente se vistió como nunca había imaginado.

Aquella revolución fundada en los más hermosos ideales, al defenderse, no pudo asumir los malabarismos perfeccionistas de la imaginación y quebró las expectativas de una parte de la sociedad. Muchos se marcharon del país y muchos más intentaron entender las circunstancias y siguieron adelante. Se vivieron años muy difíciles. Aunque aún más difíciles vendrían más tarde, cuando desapareció el socialismo europeo y la isla se vio amenazada por todas partes. Las dificultades materiales se acrecentaron y las angustias ante el futuro también comenzaron su amarga tarea. Pero Cuba no aceptó la idea de retornar al sistema capitalista, aún a costa de permanecer como una victoria estancada y expuesta a todos los peligros del propio terruño y del océano. Como si no pudiera darle credibilidad al final anunciado por el realismo. Y no hubo final, sino otra vez el comienzo, el comienzo del milagro de sostener las conquistas sociales alcanzadas y avizorar un camino desgarrando algunas vestiduras.

Cuba intenta los cambios necesarios para una utopía viviente que, aún en las heridas, insiste en continuar luchando. Un proyecto histórico que proclama el derecho a mantener la búsqueda de Un Mundo Mejor y Posible Para Todos. Pero el imperio no acepta que Cuba cambie por sí misma y recrudece su odio visceral hacia ella. Lo que quiere es que Cuba no encaje en el mundo de hoy, que no pueda hacer ningún cambio, que Cuba no deje de ser el lugar donde tantos cansancios y sacrificios alteran la vida del pueblo y que tanto asustan a otros pueblos. No quiere que Cuba abandone su discurso y las acciones donde globaliza la fraternidad universal. Al imperio le interesa desprestigiar esa globalización. Quiere que Cuba siga siendo esa pequeña porción de la humanidad que quijotescamente se atrevió a desafiarlo con un gran regocijo en sus espadas y que, por sí sola o hasta condenada por el resto de los pueblos, vaya agotándose hasta su último estertor.

Y si Cuba no puede hacer los cambios necesarios, Cuba no encajará en el mundo. El fin de la Revolución será una mera cuestión formal. Si esto sucediera, el imperio potenciará aún más la indiferencia hacia las luchas revolucionarias. Se trataría de una catástrofe inabarcable, porque Cuba es algo más que la tierra de los cubanos. Cuba ya es una memoria imprescindible para el mundo entero. Y lo es porque ha hecho germinar unas encrucijadas donde la desesperación y la felicidad parecen darse la mano. Si esa unión es capaz de crear la voluntad que necesitamos, entonces la esperanza no será un terreno baldío en las luchas de la humanidad.

El proyecto revolucionario cubano se metió de lleno en la definición de la vida. Le estaba claro desde su inicio que el abismo entre un mundo rico y otro pobre ya resultaba inflamable. Entonces, es con esa posibilidad en que todos podemos quemarnos donde más nos acercamos a la realidad y a la historia que el capitalismo nos impone. Por ello, Cuba, a pesar de las heridas por donde avanza y por el sólo hecho de seguir existiendo, con sus inmensas verdades, constituye la advertencia más generosa para el mundo en que vivimos: o lo cambiamos o nos quedamos sin él. Esta es la esencia de la Revolución Cubana: el irrenunciable planteamiento de que el planeta es de todos por igual y que en la responsable, cooperativa y humana intensidad del sistema de vida que nos demos está la supervivencia de la especie humana.