La diversidad, la pluralidad, es un hecho, un profundo hecho, en el mundo de hoy. Con la modernidad hemos ganado en la aceptación de esos aspectos, pero hemos perdido en el esencial rubro de la unidad. Y se hace obligatorio encontrar un consenso entre los dos factores, eliminar su antagonismo.
Si ya es difícil que dos personas se pongan de acuerdo, mucho más difícil será que lo consigan 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10. Y aún mayor, cien, mil, un millón, diez millones, cincuenta millones, seis mil millones. Pero evidentemente tenemos que ponernos de acuerdo, porque la Casa de la Tierra es una sola para todos: desde una persona hasta las millones que la caminamos. No sobra nadie. El que pretenda dejar fuera a alguien es el más equivocado. La intemperie sideral no es habitable todavía, aunque ya se hagan esfuerzos científicos para ello, pero aún no tenemos una fecha. Todas las que tenemos pertenecen a esta existencia real llena de contradicciones y amenazas.
Aquí está el primer camino, tal vez el único, aunque posea una millonaria diversidad. En gran medida se señorean la esclavitud, la exclusión y el rechazo. Pero se abre paso un segundo camino, también con millonarias pluralidades, donde reinan la solidaridad, el compartir y la convivencia. Un Mundo Nuevo, que funciona más o menos como otra intemperie sideral que lucha, en diversas gradaciones, para transformar la realidad. Y algo avanza, poco, pero avanza, en contra casi siempre del primero que, aún asentado en una estabilidad peligrosa, conforma una solidez bastante fuerte.
Las inquietantes búsquedas espaciales se ubican casi por completo en el primer camino, y se imponen por los más poderosos a los más débiles, a costa de un significativo gasto de recursos en detrimento de su destinación a solucionar los gravísimos problemas elementales que prioriza el segundo camino aquí en la Tierra. En gran medida esta posición demerita y posterga el legítimo anhelo del ser humano por extender sus ilusiones hasta el infinito. Todo por una constancia en su preferencia por lo finito, donde también engloba en su batalla otros aspectos del desarrollo científico-técnico, así como determinados modelos de vida, la producción, el consumo y el despilfarro con que caracteriza a la otra posición. Consciente o inconscientemente también intenta imponer su reflexión y su práctica.
Un posible acuerdo entre los dos caminos va alcanzando cada vez más la sensibilidad y el raciocinio de las dos posiciones, pero apenas se pueden contar los pasos en esa dirección. Ambas posiciones ceden muy poco, por lo que divisar una posible unidad se convierte en un espejismo, entonces se da una lucha entre fantasmas: no nos vemos y en algunos casos no queremos vernos.
Para no verse o no quererse ver cada camino adopta su táctica y su estrategia, casi nunca legítimas desde el punto de vista del otro, pero naturalmente justificadas en cada bando. Cada uno sólo ve los desmanes del contrario. Ninguno logra ver la paja en sí mismo. Quien tenga el poder, donde lo tenga, intenta arrastrar a los demás, respetándolos o no, pero los arrastra. Casi todas las vías o manipulaciones que cada rumbo utiliza para satisfacer tales propósitos son aceptadas por los postuladores de ambos caminos. A veces parece que los caminos están igualados, pero todos sabemos que no es así. Otro espejismo, pero ya con mayor claridad.
Una comparación entre los países o multinacionales del Mundo Rico que se benefician con el coltán de los empobrecidos Congo o Ruanda es elocuente para medir los desiguales niveles de vida de sus poblaciones. Posiblemente nadie discutiría esas anormalidades, pero generalmente, si no se es cómplice de alguna de las guerras étnicas en África, se ve con absoluta indiferencia la comparación o se cifra para un largo plazo su solución. Y aquellos que sí observan con atención el problema y quieren arreglarlo con urgencia, necesariamente se ven obligados a tomar decisiones extremadamente radicales hacia sus oponentes. Sin quererlo, o no quedándole otra alternativa, porque sus contrarios no se quedaron con los brazos cruzados y los hostigaron, estos observadores del segundo camino suelen acudir a los principios enarbolados desde siempre por el primer camino.
Ya sea el coltán, el petróleo, la madera, cualquiera otra riqueza natural, o bien las libertades, las dignidades y los más diversos aspectos pueden ser la chispa para el forcejeo entre los dos caminos. Luego todo será explicado, entendido y escrito como la historia de los vencedores. No hay límites. Puede suceder en cualquier asunto de cualquier país, nación, ciudad, pueblo, barrio, familia y hasta en una sola pareja. Dondequiera que se esté y se quiera vivir con autenticidad habrá lucha de caminos.
Así fue, es y será Cuba, igual que Catalunya, cada una en sus correspondientes controversias y situaciones. Mi identidad con las ideas que mueven a la Revolución Cubana es casi absoluta, aún cuando nunca he dejado de ser crítico con este proceso histórico. Con Catalunya me identifico con los grupos sociales que buscan una interrelación entre el Mundo Rico y el Mundo Pobre y por ende, que ponga fin al sistema capitalista. Las reflexiones en ese sentido constituyen la esencia vital de mi esperanza, pero ello no ha impedido que me informe, que pregunte, que averigüe, hasta donde me es posible, sobre las luchas nacionalistas aquí presentes. Comparto la mayoría de sus planteamientos, pero igualmente soy crítico. Muchas veces Catalunya me recuerda a Cuba.
¿Dónde están la verdad, la razón y la belleza del ser humano cuando se ve envuelto en cualquier encuentro de caminos? Todo te incita a participar y un tercer, cuarto, o quinto camino está fuera del espacio real. La abstención, muy a menudo, es altamente peligrosa. Como si todavía, tampoco, estuviéramos preparados para la duda, para la concesión de un tiempo al pensamiento, a la dulce existencia del otro o a ese tremendo hecho de nuestra modernidad: cada persona es un camino y somos más de 6 mil millones. Mientras no aceptemos esta inmensa riqueza, la pobreza de movernos estáticamente entre el bien y el mal, entre lo blanco o lo negro, entre lo positivo o lo negativo, estará interrumpiendo, tanto en el primer como en el segundo camino, millones de posibilidades para acercarnos.
Todo porque somos distintos. Dicen que no hay dos seres humanos iguales. Cuando aprendamos a ver esto y respetarlo, se abrirán, al fin, la verdad, la razón y la belleza del ser humano. Mientras, vivir, en cualquier parte y con cualquiera persona, continuará siendo un riesgo muy importante. A nadie le queda más remedio que disfrutar, si aceptamos que eso es la vida, el riesgo de vivir. Pero una última cosa: cuando asumimos plenamente ese riesgo estamos creando el prodigio de la sonrisa y de la victoria, y no de nosotros solamente, sino de las millonarias existencias donde cada una es una ínfima parte de la gloria.
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