Estaré caminando por las calles de Barcelona durante la manifestación del 10 de julio. Contra todos los políticos. Contra el PP primero, porque no quiere que yo camine. Y contra todos los demás partidos que confeccionaron un Estatut sin saber si era constitucional, o sabiendo que no, probaron a ver si podía pasar, logrando que pasara todas las instancias oficiales y llamando a todos los ciudadanos a una votación. Yo voté por el Estatut. Si dentro de nuestra llamada “democracia” el pueblo es soberano y ahora, por el recurso planteado por aquellos que no quieren verme caminando, ya no formo parte de esa soberanía, infiero que todos han estado jugando con mi dignidad.
Los que lo hicieron por ignorancia del proceso legal deberían pedir mil veces perdón y rebajarse los incentivos que proporciona estar en la administración pública. Me han engañado sobre la base de no importarles un comino el salario que contribuyo a pagarles para que estudien bien todo lo que hagan en política. Los que lo hicieron por aumentar los votos que los acercaría al poder, conscientes del entusiasmo nacionalista y la segura reacción del PP, seguramente estaban pensando en los beneficios que les reportaría decidir por ellos solos adónde va la riqueza nacional. También ellos me engañaron al ignorar que yo también importo en esa decisión y que para nada podré discutirlo con el PP mientras se mantenga en la élite de la confrontación. Los que lo hicieron por estrategia independentista, para alegar que la nación catalana no cabe en la constitución española que ellos mismos han jurado, igualmente me han engañado ante el principio sustancial de que un proceso de tal naturaleza nunca debe conducir a una batalla entre pueblos. Deben explicar por qué Catalunya puede desprenderse de determinadas responsabilidades que la Historia le ha hecho compartir con España. Deben demostrar que sola puede hacer mucho más por las Causas Pendientes que luchando por ellas dentro de la obsoleta Corona y transformándola.
Me siento burlado por todos los políticos que, de una u otra forma, me han hecho indigno con este problema del Estatut. Entonces no me cabe otra alternativa que reformularme el concepto de la dignidad en la soberanía.
No puedo creerme que la soberanía popular sea digna si no carga con la solidaridad hacia el resto de los pueblos del mundo, sobre todo con los más sojuzgados por los grandes poderes económicos. Se sabe que son éstos últimos los que condicionan los poderes políticos para el mantenimiento del libertinaje del gran capital. Si la soberanía de un pueblo conlleva la aceptación de ese orden, siempre conservará el estatus de dependencia, aunque pase a tener nombre propio y algunas otras migajas que pueda conseguir. Así están la mayoría de los países conocidos. No creo en ellos.
Soberanía es algo más que pueblo. Soberanía es, sobre todas las cosas, el derecho a vivir en estado de plena dignidad. Y ésta no puede ejercerse desde una soledad como nación. En este mundo globalizado por el sistema capitalista ya no hay naciones, hay Mercado o Humanidad. ¿A cuál de estos aspectos se someterá una Catalunya Independiente? Por la previsión de votos es evidente dónde caeremos. ¿En qué habremos cambiado? ¿Que tendremos un ejército propio con la senyera sobre un tanque en Afganistán? Al menos eso ahora mismo es impensable. Prefiero seguir creyendo que esa imagen no será real.
Si, contra la estimación de voto, aún en la falta de educación política de gran parte del pueblo, las fuerzas de la Izquierda Republicana alcanzan la Generalitat, ¿podríamos creer en su durabilidad si es consecuente con sus principios? Nada, hermanos míos. Siento que nos han puesto en el camino más equivocado. Nos quieren fragmentar más de lo que ya lo estamos. Nunca seremos nada sin la presencia del otro semejante, sea un huelguista del Metro de Madrid o un manifestante de Bilbao. Sólo una fuerza de dignidad puede justificar enteramente una lucha. Todo lo demás va contra la propia esencia de la soberanía.
Pero descuiden, amigos y compañeros queridos de lucha en Catalunya. Si el meu pare y el meu avi per part de mare salieron de la Cultura Catalana para apoyar las luchas por la definitiva independencia de Cuba, la cual no sucedió cuando se izó la bandera de la estrella solitaria en sustitución de la española, sino hasta 1959, cuando pensamos en la máxima dignidad de todas las banderas, yo no defraudaré sus sueños de que me vean buscando toda la unidad posible, aunque nunca defenderé entregársela a la oligarquía catalana. Aspiro a subir el Canigó. Para la verdadera soberanía siempre hay un lugar esperando. Es como el amor. Nunca sabes dónde puede estar: ¡Estaré en Barcelona junto a todos el 10 de julio!
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