Si no nos parecemos a la
orden de los purificados nos negamos a toda participación. Es un punto de vista
muy loable, pero si lo acatamos al pie de la letra cada vez perteneceremos
menos a la misma orden porque ésta en cualquier momento será totalmente
sacrificada, pues cuando ni el claustro sirva para sostenernos habremos de
arrodillarnos si aún apreciamos la vida. No digo que debemos defender a Gadafi,
bueno, ya es tarde para ello, aunque también podría aparecer otro como él, ya
que sí digo que irnos con los que aceptaron firmar con las petroleras
norteamericanas, francesas e inglesas para obtener su complacencia en la lucha
contra Gadafi es un disparate enorme, y no estar con ninguno de los dos es,
quiérase o no, participar de los intereses de estos últimos como ellos mismos
han acordado. ¿No tenemos nosotros ningún acuerdo, o sea, claramente, no
tenemos nosotros ninguna táctica ni estrategia? Los poderosos las tienen. Ah,
como ellos usan esas categorías, ¿nosotros no debemos usarlas? Somos
verdaderamente hermosos en un planeta donde la belleza resulta un bien que sólo
da pérdidas. ¿No queremos ganar nada y dejarle a la Historia la proeza? Sabemos
que nunca ha sido así, ¿por qué insistimos? ¿Es que la comodidad del
pensamiento propio se ha convertido en nuestra mejor batalla y hasta que ésta
no dé sus frutos debemos esperar? Es atroz esta esperanza y al menos para los
que han logrado el tan querido pensamiento propio éste se les ha convertido,
por callar y hasta por expresarlo, en una maldición. ¿Ese es el precio de
nuestra libertad? ¿Nuestra libertad? ¿Qué libertad? A fuerza de oírla nos la
hemos creído y la ejercemos como si en verdad la tuviéramos.
Así es el mundo que nos ha
tocado vivir, estamos y no estamos, y lo estamos viviendo aunque aparentemente
no exista el mundo que queremos, ¿es que en verdad no existe? No sé, es bien
difícil opinar y cada cual, como han decidido los poderosos, tomará la
correspondiente decisión para dividirnos aún más de lo que estamos. Esa es la
táctica y la estrategia triunfantes.
Nos engañaron mucho los
camaradas soviéticos con su Socialismo, pero mucho más nos engañan los que lo
destruyeron y ya va siendo hora de que nos expliquemos un poco más el tema.
¿Debemos elegir al mundo
que vivimos como “el mejor de los mundos posibles”? Sé que no. ¿Era el otro?
Sin duda, era mejor. Hasta para llevarnos a escapar de él cuando nos viéramos
impotentes, o incluso hasta para el suicidio cuando no quisiéramos escapar y no
pudiéramos adaptarnos, dado el caso de Mayakovski, nos ofrecía un mejor
servicio: podíamos elegir dentro de la propia orden de los purificados, existía
el himno de la purificación, nadie podía negarlo y tarde o temprano tendría
algún arreglo, como efectivamente iba sucediendo, pues de Stalin a Jrushchov
hubo un avance. Y mucho más avanzó con la perestroika y la glasnost: prefirió
derrumbarse antes que llegar a la masacre. ¿No es esa la mayor purificación?
Pues algo mejor habría de poseer para tener esa capacidad de sacrificio. ¿Podría
decirse lo mismo del Sistema que vivimos? De ninguna manera, vivimos en el
Sistema opresivo con mayor capacidad para cualquier masacre antes de dejarse
caer. ¿Qué servicio nos ofrece? De aquí no hay quien escape a no ser a la selva
cada vez más ocupada por las petroleras, madereras, farmacéuticas y otras
empresas semejantes que al final nos ofrecerán un trabajo; y el suicidio de
Xirinacs pasó casi igual que el asesinato de Pasolini, no hay ningún avance, al
contrario, estamos viviendo en las sociedades occidentales el mayor retroceso
de las luchas por la liberación.
En fin, amigos, no debo
extenderme en lo que ya, más o menos, he querido decir como un grito dirigido
al pensamiento de todos: o nos replanteamos con quienes, a pesar de sus múltiples
errores o engaños, podríamos cantar algo del himno de la purificación o
sencillamente seguimos creyendo que la orden de los purificados podrá tener
algún avance mientras vamos perdiendo tanto terreno en el camino al convento.
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