El debate
entre los cubanos no puede ir por donde lo plantea Fernando Ravsberg,
ya que si ello se planteara en esas formas sería imposible
realizarlo. Tampoco se trata de decirle a la llamada “disidencia”
“Ni p...”, aunque tales personajes nos lo digan a nosotros como
prácticamente nos lo vienen diciendo desde su nacimiento. De ahí
los tortuosos desencuentros entre ellos y los demás. La Revolución
Cubana es un hecho incontestable y si ello ha sido aceptado
formalmente por el Imperio con el anuncio de la normalización de las
relaciones diplomáticas, lo mismo habrá de hacer esta “disidencia”,
pero, no, esta “disidencia” continúa realizando acciones y
campañas mediáticas que deslegitiman nuestra historia victoriosa.
Pueden estar contra tales triunfos, pero son los que son y no los
fracasos y horrores que ellos quieren hacer ver a los cubanos y al
mundo entero con sus prensas y giras de subterfugios donde cultivan
la vieja posición. Todos sabemos que esta sí que está muy bien y
estruendósamente fracasada en su objetivo de destruir a la
Revolución Cubana.
Resulta
elocuente que la actitud de la llamada “disidencia” interna
cubana se juntara en Panamá, como lo han hecho en tantos otros
sitios, con aquellos que pretenden llevar a nuestro país al caos de
su desintegración. Mientras eso persista, ¿qué diálogo podría
mantenerse? Son ellos los que no quieren ningún diálogo. Para ellos
parece ser cuestión de supervivencia mantener estas antiguas
posiciones, ¿qué responsabilidad tenemos nosotros en ello? Ninguna.
Es esa “disidencia” la que debe aprender de los acontecimientos
actuales para modificar sus actitudes y que pueda caber entre
nosotros sin comillas en su nombre. Ya somos muchos -hasta el mismo
presidente del país- los que realmente hemos entrado al verdadero
disenso en muchos aspectos de nuestra realidad, pero, ¿cómo hemos
entrado? Lo hemos hecho con la normalidad que provoca el querer
enderezar los complejos entuertos que afrontamos. Por esa línea se
han dado múltiples pasos en fervientes debates en la UNEAC, en la
Casa de las Américas, en las universidades, en la revista Criterios,
en la revista Temas, en la antigua revista Espacio Laical y en muchos
otros sitios además de los más divulgados a niveles de
organizaciones, sectores profesionales, trabajadores, estudiantiles y
en barrios de nuestro país. Es curioso que en la inmensa mayoría de
esos encuentros la llamada “disidencia”, cuando ha participado,
ha ido con grandes comillas a reventarlos.
¿Es ese
retorcer la realidad y las posibilidades para que el país y todos
sus hijos alcancen el mejoramiento que buscamos lo que quiere seguir
haciendo esta “disidencia”? O sea, ¿quieren devastación y hasta
la guerra entre nosotros? Así no habrá debate ni diálogo posible,
y no porque nos enaltezca, de uno u otro bando, decirnos “ni p...”,
sino porque sólo nos salvará a todos el máximo respeto y
reconocimiento a las gigantescas conquistas humanas y sociales de
nuestra historia en tiempos demasiado convulsos para el mundo.
Mientras no suceda, por parte de la “disidencia”, esa admisión
de los hechos, no habrá muchos cubanos dispuestos a unírseles,
simplemente porque nadie quiere renunciar al cese del mejor orden
social donde pueden producirse las mejores transformaciones y dentro
del cual hacemos, lo mejor posible, el trabajo que nos toca a cada
cual cada día y dentro del que entran el cuidado de nuestra sanidad
y educación públicas, las propuestas organizativas, económicas y
políticas, el cine, el teatro, la literatura, todas las artes, el
periodismo, los encuentros, los debates, los diálogos y todo aquello
que beneficie al feliz desenvolvimiento de un país que ansía vivir
en una normalidad que casi constituye, en múltiples renglones, una
anormalidad en nuestro entorno geográfico. No es la guerra lo que
nos une a los cubanos, sino la más firme voluntad de paz y que
nuestras vidas alcancen la mejor contribución al presente y al
futuro de Cuba. Opiniones y puntos de vista diferentes siempre los
habrá, pero la dignidad alcanzada con lo mejor que ha hecho nuestra
pequeña isla resulta irrenunciable. Tal vez le estoy planteando a la
“disidencia” otra disidencia, esa que siempre han tenido abierta
y que siempre han eludido. Si la aceptan será un desafío para
todos. Adelante y bienvenida sea la incorporación de cada uno de sus
miembros a los debates en esta encrucijada por lo mejor para nuestra
nación.
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