“Los del sí se puede de la plaza de Sant Jaume”, aquellos que
celebraban la investidura como alcaldesa de Barcelona a Ada Colau,
están por la independencia, sí, están por la independencia, pero,
sí, tienen un “pero” y se trata de un “pero” muy especial:
entre desahucios, desnutrición, esclavitud y otras angustias buscan
la independencia, “pero” necesitan ahora mismo y no para mañana
seguir vivos. Y si siguen vivos en esta época tan convulsa,
responderán con la sensibilidad humana de los que más están
sufriendo. No les queda otra alternativa. Ese es su “pero”. El
“pero” que les marca el tiempo histórico que vivimos, el que
impulsa la potente fuerza de los pueblos por su verdadera
independencia. Porque no es la hora de una soberanía a medias,
parcializada y prometedora. Es ya la hora de los pueblos.
Los del “sí se puede” no constituyen ninguna amenaza a la
legítima identidad, original y generosa, del pueblo catalán. Para
nada quieren eliminar una cultura, ni una lengua, ni una historia.
Para nada quieren reducir ninguna independencia. “Pero” no les
vale igual crear “un nuevo país” como España. Sí, quieren
también “un nuevo país”, “pero” un nuevo país donde
importe mucho el destino de vivir. Los del “sí se puede” no son
el miedo que ha manipulado a muchos para que los vean como una masa
informe que deslegitima el derecho de los catalanes a la más
auténtica libertad y al más responsable bienestar. ¡NO! Los del
“sí se puede” sólo quieren compartir esa libertad y ese
bienestar porque piensan que sin esa fraternidad resulta imposible
creer en las razones de los pueblos que hacen la Historia.
Los del “sí se puede” pueden no estar en ninguna de las listas
que se barajan para las próximas elecciones al Parlament de
Catalunya, “pero” sí estarán muy expectantes, y para nada
jugando con las palabras, en todos los juegos de cartas que se están
sucediendo. Por ello dicen y gritan sí se puede, Catalunya, sí se
puede si creemos en ese rotundo NO del pueblo griego a la Europa del
Capital que ha dejado a tantos en la limosna de la vida. Sí se
puede, Catalunya, si repetimos otro NO al austericidio y la prisión
que nos ofrecen el TTIP de los gobiernos vendidos a las
Transnacionales. Sí se puede si no pensamos que a estas alturas la
independencia de un pueblo significa la indiferencia hacia los más
oprimidos del territorio o el que se siga oprimiendo a otros pueblos
para que algunos tengan un poco más de manjares y satisfacciones. Al
fin y al cabo la inmensa mayoría de los seres humanos no se acercan
mucho al caviar ni tienen tantas oportunidades de reír. Aquellos que
quieren llevar al pueblo catalán por el camino que excluya a los del
“sí se puede” sólo estarán pervirtiendo sus propios sueños.
Ya los Grandes Medios empiezan a decirnos que los griegos pretenden
vivir como nos dijeron que vivían los andaluces. Igualmente dirán
que los del “sí se puede” no saben apreciar la identidad de un
pueblo y quieren disfrutar de sus riquezas. Nos echarán a pelear por
unas migajas mentirosas y envenenadas. Ni Grecia ni Andalucía ni
España ni Catalunya ni ningún otro país ni persona podrán
sobrevivir dignamente si se quedan solos. Esa soledad es la fuente de
vida del Capital. Si bebemos de esas aguas seguiremos abonando la
independencia de los pueblos como un pataleo en el lodazal.
Los del “sí se puede” no tienen ninguna confusión con su lista
independentista. ¿O es que el “pero” que llevan, o sea, sus
vidas, habrá que seguir postergándolo porque los pueblos aún no
están preparados para existir? ¿Entonces tiene razón el Capital
cuando echa a los pueblos al lodazal? ¡NO! Y “no” quiere decir
que, al menos en entusiasmos y esfuerzos, los del “sí se puede”
no morirán sin la sonrisa de sus luchas. Es algo bastante simple
para los que quieran comprenderlo. Los del “sí se puede” dicen
en catalán y en castellano que en el lodazal siempre se pierde.
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