sábado, 20 de febrero de 2021

Cantos de la dignidad

La dignidad tiene un precio, la indignidad, otro. Mientras la primera no se resalta, la segunda se hunde en el espectáculo del cuerpo y en su desnudez se pone en venta para herir a todos los sentidos, hasta el alma que en sus despojos huye de esa muerte que nunca será su patria.

En la dignidad quedaron nuestros primeros ‘esclavos’: los médicos que seguirán trayendo al mundo otras esperanzas. También en la dignidad siguen nuestros segundos ‘esclavos’: los maestros que las educan. Igualmente para la isla amada se mantienen nuestros terceros ‘esclavos’: los artistas mayores que siempre se acuerdan de los alientos que pueden insuflarles.

Todo eso se hace en Cuba por la dignidad que cada ser humano le demanda a su país, y todo eso continuará haciéndose en la isla con pandemia o sin ella, con bloqueo o sin él. Y si en las turbulencias de los caminos, Elegguá, “el príncipe mensajero” del destino, nos avisa que algunas de aquellas esperanzas nacieron, se formaron y se alentaron para provocarle dolor a su pueblo, calma, nos la piden nuestros santos milagreros.

¡Calma, sí, mucha calma! Esos cantores fueron engañados por youtubers enfermizos, senadores trumpistas y otros virus de Mayami. Calma, no pasa nada, el tocororo nos sigue vistiendo y el sinsonte sigue cantando. Calma, ya volverán los indignos al seno materno de nuestros ‘esclavos’ para pedirles perdón y retomar los cantos de todos. Porque no hay ninguna razón para hacer otras cosas, y sin bombos ni platillos, porque “a la tierra más hermosa que ojos humanos vieron” solo le está permitido ser digna y festejar “de donde son los cantantes”.

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