viernes, 23 de marzo de 2012

La catarsis de Santiago

De nuevo las palabras de Santiago Alba Rico, con su artículo “Un año del inicio de la revuelta en Siria: Todo es posible, salvo la revolución”, publicado recientemente en Kaos en la Red, vuelven a colocarnos en el mejor debate de la Izquierda: ¿nos interesa situarnos en alguna parte fuera del “endiablado” mundo en que vivimos para acompañar al gran poeta Fray Luís de León o preferimos bajar al infierno para liberar nuestra catarsis y acompañarnos en la lucha por la democracia y la justicia social para todos y no solamente en Siria que, como en el artículo se reproduce, “se ha constituido en un país bomba que podría hacer saltar por los aires todo el orden regional y hasta la paz mundial”?

Qué descansada vida
La del que huye del mundanal ruido,
Y sigue la escondida senda,
Por donde han ido
Los pocos sabios
Que en el mundo han sido…

La oda del religioso agustino vuelve a nosotros para animarnos en la catarsis necesaria. Si lo acompañamos, creyendo que la Ética pertenece a un trono celestial, nos iremos “del mundanal ruido” y sólo por irnos recibiremos la “descansada vida”. Si nos acompañamos entre nosotros, liberando nuestras angustias, nos enfrentaremos a las tantas tinieblas por despejar que nos demanda la mayor sabiduría de nuestros tiempos. Si nos vamos, todo está perdido. Si nos quedamos, todo es posible, incluso esa revolución por una definitiva democracia y su justicia social para los sirios e igualmente para tantos otros pueblos que actualmente se levantan por llegar a esos felices sueños. Podríamos decir que ahora es cuando más debe fortalecerse la Izquierda, porque si somos de izquierdas lo que más debe caracterizarnos es que luchemos por la verdad, por los pueblos, por la democracia y por la justicia social, aunque tales luchas no se circunscriban siempre al llamado de las armas. ¡Son tantas las armas que hay en el mundo! ¡Son tantas las guerras que tenemos! ¡Es tanto el dolor que se nos olvida! ¡Son tantas las calamidades que nos rodean! ¡Son tan grandes nuestras tinieblas! ¡Resultan tan horribles las muertes de niños palestinos, niños iraquíes, niños afganos, niños latinoamericanos, niños africanos, niños judíos, por ajustes absurdos! ¡Resulta tan esquizofrénica la muerte violenta de tantos inocentes! ¡Nos callamos tantas cosas! Sí, la paz mundial parece estar en manos de los misterios, pero no es ahí donde queremos quedarnos, sino aquí, donde el esclarecimiento puede permitirle a la Ética –que para nada es un concepto escolástico-, un chapuzón en nuestras tinieblas y descifrar tantos secretos.

La militarización de las protestas en Siria nos conduce a repensar la utilidad de la violencia. Los mayores beneficiados son los productores de armas. Es notorio que en los últimos 5 años el negocio armamentista ha crecido un 24%. Si nos dejamos llevar por este hecho resulta bastante claro que no conseguiremos nada incrementando su utilización, salvo matarnos entre nosotros mismos. Caeríamos, apenas sin darnos cuenta, en la soberbia de aquella Atlántida guerrerista que, al perder la protección de los dioses, perdió todas las justicias y las felicidades que tenía según los diálogos de Platón. Nuestros dioses somos nosotros mismos. La Izquierda lo entiende así o desaparecemos del mapa político local y mundial. Y no se trata de que nos hagamos una nueva Ética, pero sí que sepamos que ésta no debe esperar nada del infinito.

La verdad pura y dura, sometida a los arrullos angelicales de la Derecha, puede despeñarse hacia el mayor infantilismo de la lucha revolucionaria. El mal no está repartido a partes iguales desde Catar hasta Cuba y Venezuela, el mal se ha ido divisando y enseñoreándose en unos lugares mucho más que en otros. Encontrar esos deslindes puede constituir un gran esfuerzo, pero nunca será en vano. La catarsis de Santiago es nuestra, precisamente porque somos de izquierdas y como otro Teseo enfrentado al Minotauro estamos en nuestro propio laberinto. Y no saldremos nunca de él si no afinamos bien el hilo por los deslindes que hayamos podido trazar. Alejarnos de ellos sólo nos transportará a quedarnos sin fuerzas para seguir andando.
Todos sabemos de lo complicado que lo tenemos las izquierdas para encontrar puntos comunes o pequeños referentes que nos ayuden a volver a encaminar nuestras posibles uniones y no a aumentar nuestras divisiones. Sé que Santiago no está por la última opción, sino por la primera, entonces me atrevo, una vez más, a reproducir y comentar las sustanciosas palabras que nos ofrece:

“Si no hay ninguna manera, aquí y ahora, de defender la democracia y la justicia social en Siria, si lo mejor que podemos hacer (todos de acuerdo: Qatar, Arabia Saudí, Turquía, EEUU, la UE, Israel, China, Rusia, Irán, pero también Venezuela y Cuba) es abortar su revolución, ¿qué puede proponer la izquierda a los sirios? ¿La «estabilidad» anterior al 15 de marzo de 2011? Puede que estemos ayudando a salvar el planeta. Puede. Ahora queda saber qué pinta la izquierda en un planeta así. Y queda explicárselo a los sirios que se están jugando la vida irresponsa-blemente, sin comprender los problemas que están generando con su coraje.”

Lo primero que se destaca en esta catarsis, que es por una parte la expresión del síndrome de la gran decepción y el final de la lucha y por otra parte el síndrome del esclarecimiento necesario, es esa mención a Venezuela y Cuba como actores de una tragedia adonde no han sido llamados, como no lo hicieron cuando se representó el drama libio, a pesar de la insistencia de estos países a ofrecer su voluntad solucionadora. Seguramente su participación en estos conflictos contemplaría la visión de los más desfavorecidos del mundo y la voz del deslinde que han producido en el laberinto de los tantos dramas en que estamos todos inmersos. ¡Ojalá los hubieran llamado antes y los llamaran ahora! No porque sus gobiernos sean absolutamente buenos, no, sabemos que tienen serios problemas y debemos contribuir a que los solucionen, sino, sólo, porque son gobiernos que están más cerca de los necesitados de todo y hacen algo, aunque sea mínimo –que no lo es-, por el bien de todos los pueblos. Entonces suena extraño que en la catarsis de Santiago “también” aparezcan Cuba y Venezuela jugando un papel a destacar en la tragedia siria.

Pienso que “la democracia y la justicia social” son tan válidas –aunque pueda creerse que me voy del contexto- para los sirios como para los estudiantes valencianos o los indignados de Plaza Cataluña que hace muy poco fueron reprimidos brutalmente y se ha desestimado la acusación a la policía. Y lo mismo podría decir de los millones de acontecimientos escabrosos que sacuden todo el planeta, con el temible coraje del hambre, las enfermedades curables y las guerras fratricidas, sin que apenas veamos ese gran esfuerzo solucionador que se ha desplegado con la primavera árabe, sobre todo con Libia y Siria e Irán en la mirilla. ¿Cuál es la paz que se pone en juego con las llamaradas de esta región? Sabemos que los pueblos pobres, hambrientos, enfermos, cansados, expoliados y tantas veces reducidos a la nada no saben qué es la paz. ¿Acaso la paz que se está jugando será la democracia individual dominguera y la justicia social literaria que caracteriza actualmente al Occidente desarrollado? Es esa paz, no lo dudemos, la que nos entrega un anzuelo para pescar lo que más nos confirme la “descansada” libertad que disfrutamos. ¿Será verdad que en este Occidente desarrollado al que tanto se critica es donde mejor puede vivirse? La pregunta no es festinada, es concreta, y de acuerdo a nuestras respuestas sabremos con meridiana claridad qué democracia y qué justicia social estamos poniendo por encima de cualquiera otra consideración.

Cuba y Venezuela, sin que haga falta explicarlo mucho, es muy conocido, ya tienen una clasificación en el orden imperialista: son dos paisitos de mierda que deben pensar en futuras “revoluciones” contra ellos, que no tienen armas nucleares y ello los hace igualmente vulnerables, que son unos pobres muertos de hambre que con ingenuidad absoluta creen que pueden cambiar el mundo y que, en definitiva, son dos paisitos tercermundistas que nadie entiende por qué no se callan. No busquemos otra clasificación, es esa y ya están advertidos: déjense de meter en todos los líos mundiales intentando soluciones con la palabra y no con la OTAN en Libia ni con explosiones en Damasco, déjense de tanta racionalidad con que hay que esclarecer los problemas en cada lugar con sus específicas características y no caernos a bombazos, déjense de enturbiarnos el negocio porque les puede salir muy caro…

La locura que atraviesa la democracia, la justicia social y el actual orden mundial es tanta que resulta -desde todos los puntos de vista- extremadamente absurdo implicar a Cuba y a Venezuela con una participación decisiva para el alcance de la paz mundial. Insisto: ojalá que pudieran implicarse. Son dos países que sostienen, por lo menos, tendencias de izquierda, ¿no? Pienso que eso no debemos dudarlo ni jugando a los escondidos, que es donde a veces se instala cierta Izquierda Mundial tratándose de encontrar. Si a estos dos paisitos se les sitúa en nuestra catarsis de la misma forma en que se sitúan a los demás países del mundo entonces sí estamos perdidos y debemos recoger el almuerzo sobre la hierba porque el debate nos lo comimos. Sí, nos lo comimos sin que Manet terminara de pintarlo en nuestro privilegiado Occidente “democrático y justo”. A fin de cuentas la pintura impresionista fue una verdadera revolución para matizar nuestras emociones. ¡Qué herejía, hasta ahí hemos llegado, al mirar los dolores del mundo casi por igual a como se han desenvuelto los movimientos artísticos! Otra vez he expuesto algo muy concreto, nada festinado, porque eso, en el campo de la enajenación deportiva, un terreno que ocupa mayor importancia que las Artes, es que en la Liga de fútbol el Madrid empate con el Málaga y con el Villareal le da un respiro al Barça y por tanto no todo está decidido, eso, eso es la noticia más destacable para una gran parte de la población española. ¿Cómo entramos ahí? ¿Con más sospechas de quiénes son Cuba y Venezuela o con más apoyo? No intento negar la catarsis siempre purificadora, pero pienso que si no la encaminamos por el esclarecimiento necesario, irremediablemente se nos irá por la gran decepción y el final de las luchas anti-imperialistas.

Sí, el mundo se nos complica un poco más cada día. Decía Marx que “casi nunca en la historia se logra lo que quieren las partes en pugna, sino una tercera cosa que no es por lo que combatían ninguna de las partes”. Tampoco debemos olvidar que no sería democrático ni justo que la Izquierda, en general, piense en sí misma solamente, sino que en su voluntad de ser incluye a todos, algo que no caracteriza a la Derecha, deseosa de ser sola en ella misma, una cosa impensable en nuestros tiempos. ¿Qué creemos que es la Izquierda, salvarnos a nosotros y arrasar con los demás? No comparto totalmente la catarsis de Santiago, aunque ello no me impide volver a citar la contundencia de sus inquietudes:

“Vivimos un mundo tan endiabladamente frágil, tan atrozmente configurado, tan irracio-nalmente concebido que no admite compatibilidad alguna entre las demandas de los pueblos y la paz mundial; en un mundo tan impermeable a la política en el que la defensa de la razón común, la ética común y la justicia común solo pueden conducir a la catástrofe o incluso al apocalipsis; en un mundo hasta tal punto contradictorio en su raíz con la civilización misma que el único mínimo acuerdo que se puede alcanzar para garantizar la supervivencia del planeta es el de sostener una dictadura y sacrificar al pueblo que la combate; si vivimos, en fin, en un mundo así, tan tajantemente de derechas, tan del gusto de EEUU y sus aliados, en el que hay lugares donde no se puede y, aún más, no se debe defender ningún principio, ¿qué querrá decir ser de izquierdas? ¿Cuál es el programa de la izquierda para un mundo sin principios?”.

Sí, Santiago, a pesar de que en el mundo que vivimos primen muchas de las tinieblas que apuntas, la catarsis que te sacude no tiene ninguna otra tierra para liberarse que no sea la de la Izquierda, donde las tinieblas que miras no son tan oscuras ni el coro trágico que logras ver es tan unánime. Además, ese mundo sin principios que señalas no empezó con la revolución siria, sino desde hace mucho, muchísimo tiempo y estamos tratando de recomponerlo. La cuestión no es ya de una crítica u otra, todas son válidas, ni tampoco de la magnitud de la catarsis, la cuestión es más grave de lo que podemos imaginar. Si nosotros mismos nos eliminamos entonces sí nos estaremos negando el hacer algo para llenar de principios los espacios perdidos. Estamos obligados, justamente por principios de izquierda, a intentar que este mundo no sea “tajantemente de derechas”.

Pase lo que pase en el conflicto sirio, el país que emerja del actual dilema nunca volverá al antiguo teatro de antes de marzo de 2011, entre otras cosas porque nunca debemos perder los destellos esclarecedores que levemente se asoman por el estremecimiento que cunde a todo el planeta. Existen esas luces y estamos llamados a verlas. Dudar es un gran esfuerzo, aunque afirmarnos con determinadas cosas, sin llegar al ditirambo, puede hacernos mejores en muchísimos aspectos. No quiero levantarme por la mañana y pensar que nada se puede hacer. Tampoco quiero imaginar que no sé, al menos un mínimo, qué quiere decir “ser de izquierdas” o que no quiero compartir con los compañeros de lucha “cuál es el programa de la izquierda”. De nada nos servirá la razón de Dios, ya que es en el desorden de los hombres donde existen las posibles iluminaciones. De nada nos servirá acercarnos a la muerte, ya que es agotando hasta el colmo a la vida donde existen las naturales esperanzas. De nada nos servirán las sombras, ya que sólo en el acompañamiento de los revolucionarios es donde existe la posibilidad de estar menos solo en esta ya demasiado turbia realidad que tenemos. ¿Es que vamos a enturbiar un poco más nuestras luchas y al propio mundo que nos ha tocado vivir? La paz mundial y la existencia de la especie humana –cada vez está más claro-, depende de todos y todos debemos aportar algo, aunque a veces no nos guste el aporte que nos pida. Estar conscientes de esta complejísima problemática no puede ser nunca “la descansada vida” de una catarsis sin lucha para que se la lleve el viento.

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL ENSAYO COMPLETO del libro "Cuba, una memoria imprescindible"

TODA LA JUSTICIA EN NUESTROS JUICIOS

Reflexionar sobre Cuba es, por encima de todo, admitir que los pueblos oprimidos, explotados y humillados tienen el máximo derecho a emanciparse de la pobreza y de la indignidad. La isla recogió ese reclamo con una temprana posición antiimperialista y anticapitalista. Un reto descomunal donde se impusieron las grandes aspiraciones colectivas. El individuo, a pesar de ser el protagonista del esfuerzo nacional, debía convertirse en algo muy pequeño frente a una generalidad que debía elevarse a cimas impensables. Sólo dentro de estas coyunturas pueden comprenderse las reacciones de apoyo o de condena a la Revolución. Pero éstas son responsabilidades muy personales, y tanto sus explicaciones como las diversas posiciones adoptadas hacia la sociedad y el individuo sólo pueden verse desde esa óptica. Esta situación ha marcado profundamente el proceso revolucionario cubano.

Siempre será inaceptable que las mayorías aplasten a las minorías. Cualquier maltrato o subestimación a un solo ser humano ya bastaría para desacreditar a cualquier proceso social. Por eso mismo la revolución, y cualquiera de las sociedades hasta hoy, tienen tantas desacreditaciones. Podrían ya sobrar como para desaprobarlas a todas. Por eso luchan los pueblos y las personas. Ahora mismo gobiernan en Cuba los que enarbolan el derecho más colectivo. Ello no constituye una legitimidad absoluta, pero su fuerza histórica es incuestionable. Sería otra cosa la reflexión sobre la obra revolucionaria. Ahí está el dolor, y también la alegría. Pero, ¿dónde no lo están? Cada persona habrá de saber dónde se coloca y a cuáles sentimientos se acoge.

La cuestión no es si Cuba traicionó a su revolución o la entregó a la extinta Unión Soviética y a las más descabelladas ideas y prácticas del comunismo. Se trata del inmenso cambio que se planteó contra el imperio más poderoso de la tierra. Para ello tuvo que aliarse con aquellos que no pretendían quitarle sus conquistas. Era la única forma de sobrevivir y fortalecerse junto a aquellos que creían saber cómo compartir todos los panes de la vida. ¿Alguien puede pensar que compartir el pan de todas las hambres no es, por ahora, el mayor y el más enigmático de los conflictos humanos?

El que camina por este pensamiento será el que más tropezones encontrará por el camino. Si en ningún régimen de los llamados democráticos, ni siquiera en los estados desarrollados del Primer Mundo, pueden evitarse miles de errores, ¿cómo imaginarse que en la isla no se cometerían? Es muy posible que Cuba, por desear imponerse más exigencias que nadie, haya cometido más errores que ninguno. Pero por eso también es más probable que en su sociedad hayan muchos menos errores que en todas las demás.

Si pusiéramos toda la justicia en nuestros juicios veríamos la amplitud de su diversidad. Pero si nos situamos en la igualdad de los pueblos, si esa balanza fuera posible hoy día, ningún país podría dejar de plantearse, sin egoísmos nacionales, la dignidad de la vida en cualquier parte de la Tierra. ¿Cuántos lo hacen? Si todos lo hicieran, ni Cuba, ni ningún otro país del Tercer Mundo, tendrían la pobreza y la tristeza que muchos creen ver amplificadas en la isla.

Cuba, más allá de la expoliación capitalista que detuvo, empezó a plantearse la creación de una sociedad que erradicara para siempre las ofertas de ese sistema. Era un derecho que exigían los mejores valores humanos que se estaban esbozando. El camino pretendía la forja de un espíritu nuevo. La verdad, la confianza y el altruismo intentaban desplazar a la mentira, el engaño y el que unos se sirvieran de sus habilidades para aprovecharse de los otros. Una nebulosa paradisíaca. Una tribulación mesiánica que pretendió apurar la solución a los grandes problemas del mundo. Podríamos pensar que ya estamos hartos de estos gritos, pero cuánta falta nos hacen.

Ni el imperio ni el sistema capitalista mundial podrían sobrevivir si los pueblos llegaran a creer que pueden prescindir de ellos como lo ha creído Cuba. Realmente tienen razón cuando afirman que la isla es una amenaza a su seguridad. Les apareció un David que les dice a todos que se podría vencer a Goliat si asumen el reto de compartir la vida y enfrentarse juntos al gigante.

Qué maravilla entonces criticarle a Cuba sus errores. Veríamos la infinita alegría de estarlos compartiendo. Después vendrían otros, pero al ser de todos, nos acercaríamos a la más exacta de las verdades conocidas: estamos plagados de errores por todas partes. Mientras grandes zonas del mundo continúen viviendo en medio de tanta inhumanidad, lo único que nos acredita como seres humanos y nos valoriza como individuos es contribuir al fin de esa situación. Es el precio de ser humanidad. Hasta que no lo seamos la isla seguirá siendo una victoria aprisionada entre los peligros del océano y los no menos peligrosos vaivenes de su propio terruño.

A pesar de mantenerse en pésimas condiciones, en Cuba se sigue pretendiendo que no sólo valga un individuo, un país, un pueblo, sino todos. Una profunda idea de sociedad humana. Mientras ésta no se asimile la isla seguirá siendo lo que es: un sin fin de errores, imperfecciones, miles de problemas y todas las ansias, acumuladas en ella sola, luchando contra los errores del mundo. Como una persona que pide justicia a una civilización que no quiere darla ni sabe cómo prepararse para ella. ¿Es Cuba la culpable de ello?

Pobre isla, o magnífica, como tengamos la vista, queriendo hacernos ver que existe el paraíso cuando lo que vemos es el infierno. Parecería que otra vez, como ya ha sucedido en la historia de tantos pueblos e individuos, imaginarse la existencia de la luz en plena oscuridad no nos dejará sus huellas. Aunque podría ser que las nebulosas y las turbulencias cubanas venzan al oleaje de la memoria y ésta logre reunir todas las luchas que nos han precedido.


EL OJO DEL HURACÁN

Cuba se situó con gusto en la historia, casi atrapada por ella. No quiere rendirle cuentas al César. ¿Cómo es posible que tan mínima porción de tierra, con pocos habitantes incluso, continúe sobreviviendo frente a las costas imperiales sin dejar de decir una buena serie de verdades? Todo aquello que millones de seres humanos sienten ante un imperio que saquea, mata y ordena a su antojo a la mayoría de la humanidad.

La circunstancia de estar situada entre la prisa por eliminar las injusticias ya endémicas de cualquier país pobre, construir otro sistema político, económico y social, enfrentar el asedio de las administraciones norteamericanas, luchar con las propias contradicciones de un proceso revolucionario, más el rompecabezas y desmoronamiento final del bloque comunista europeo al que se unió, ha hecho de Cuba una situación límite. Pero su dirigencia nunca ha renunciado a defender unas razones que, reclamando el patrimonio sobre el territorio y la población donde triunfó una auténtica revolución, se erigen con todo el derecho a moverse en el ojo del huracán, a pesar de los múltiples mensajes a su modificación que desde todas partes la realidad le envía.

Estas razones son los principios más sagrados de la Revolución, aquellos que, entre otras cosas, posibilitaron la más amplia erradicación de la miseria, el analfabetismo, la insalubridad, la incultura, el abandono, la clásica apatía y todos esos terribles males que azotan y diezman al mundo subdesarrollado. Mientras los países más ricos continúan fracasando en sus políticas de ayuda al desarrollo en los países más pobres, Cuba ya tiene avanzado un largo trecho en la dignidad del derecho a la vida, digamos incluso que grande y por ello mismo más complicada su solución. Los cubanos ya no conciben una existencia sin todas las dignidades.

La situación actual, abierta desde el pueblo y la propia dirigencia, a un debate nacional sobre el momento en que se vive, ha hecho que muchos rehúyan a continuar con el discurso oficial de las alabanzas. Aún en el desgaste donde se hayan todas las conquistas sociales que se alcanzaron, para ninguno es un secreto que ellas serían irrealizables en cualquier otro país pobre del mundo capitalista. Se llega al convencimiento de parar un poco la posición apologética hacia las virtudes, los aciertos, las inteligencias y todo el tesonero esfuerzo por la construcción de ese mundo más humano que mejor puede caracterizar a Cuba.

Se cree que instalando en la mayor crítica los errores, los absurdos, las torpezas y todo aquello que impidió la más completa realización del proyecto revolucionario es como mejor se puede contribuir a la búsqueda de caminos transformadores en todo el mundo. Aunque con toda intención, al adoptar esta actitud, se hace un profundo hincapié en lo que han significado la injerencia del gobierno norteamericano y del sistema capitalista mundial en los entuertos que se exponen.

Se trataría, y este puede ser ahora el mayor objetivo de las razones que se defienden, de incitar al mundo a que miren, investiguen y valoren con justa ponderación las luchas cubanas y las ayuden. Una posición que busca despojarse, incluso dentro de algunos caminos llamados progresistas, de esa creencia de que se puede contribuir a la solución de las agonías que afectan a los pueblos pobres a partir de la imprecisa libertad que, como un crucero turístico a través de las más dolorosas realidades, va repartiendo unas festinadas y lastimosas golosinas. Una vía sin base real, porque la erradicación de los males sólo puede alcanzar su verdadera eficacia cuando se arriba a sus más atascadas raíces.

Del llamado al mundo surge la reflexión hacia la propia isla. Si hay conciencia de cooperar, desde la máxima disponibilidad crítica en la más precisa libertad, es posible encontrar soluciones. Un pensamiento que busca, sin ataduras a simpatías ideológicas, situar la gesta cubana en su determinante significado. La obra de la Revolución actuó contra unos males que existían en el país antes del triunfo guerrillero. No inventó esos males. Se propuso eliminarlos y colocarles en el camino una aureola de superación absoluta. ¿Qué pueblo, con una mínima cuota, no digamos sólo de dignidad, sino de aprecio a la vida, puede soportar el martirio de sus hijos sin levantar el brazo para defenderlos?


EL PRINCIPIO DE UN SUEÑO

No existía un pensamiento incendiario en la guerrilla del Comandante Fidel Castro, e incluso este mismo hombre, de extraordinaria personalidad e inusual energía, en la causa por el 26 de julio de 1953, sólo dejó entrever con su alegato defensivo conocido como “La historia me absolverá” unas ideas y unas acciones para mejorar el sistema imperante en la Cuba de antes del triunfo de la Revolución, aunque ya ese programa tenía antorchas con fuerzas y sensibilidades suficientes para incendiar todo el andamiaje existente. La capacidad pirómana se estimularía desde fuera, desde el mismo instante en que la victoria revolucionaria del 1 de enero de 1959 significó un nuevo proyecto de vida. El pueblo había conquistado su nación y esta comenzó a ser abandonada por la burguesía que huyó a los Estados Unidos de América para esperar la acostumbrada intervención imperial. En Cuba se comenzaba a propulsar un pensamiento y una acción que no tenían intenciones ornamentales, fanáticas o inmovilistas. Era el principio de un sueño que debía despertar en toda su plenitud. El pueblo quiso ser el dueño de sí mismo.

Ya con la primera medida revolucionaria, la Ley de la Reforma Agraria, Cuba se colocó en el blanco directo del imperio. Como no hacía las reformas tradicionales debía ser examinada y sancionada constantemente. Y vivir con estas tensiones sólo contribuyó a acelerar un proceso revolucionario que no había alcanzado toda su claridad. La Revolución se convirtió en algo más grande que los seres humanos que la hacían, pero estos ya no podían zafarse de semejante grandeza. La desesperación de los revolucionarios siempre querrá imponer su horizonte, aunque sepan que con su mínima fuerza es imposible abarcarlo completo e incluir a todos en el viaje.

Eso fue suficiente para que la saña imperialista los condujera a un único pensamiento: defender sin contemplaciones con nadie el sueño que iba naciendo. Entre las angustias ante un parto tan desconocido y los ataques del imperio, la realidad se perdía en un misterio adonde se adentraban unos vencedores que siempre habían sido vencidos.


EL CAMINO DE LA CONVICCIÓN

Así aparecieron las condiciones que les han impuesto a Cuba los Estados Unidos de América, con su enloquecido bloqueo económico, financiero y comercial, el mayor responsable de los sufrimientos que ha debido encarar el pueblo cubano, y no sólo por las penurias materiales, sino también por la magnitud de radicalización, incertidumbre, desaliento, desmoralización y corrupción que ha implicado en numerosos aspectos.

Las atrocidades de este hecho se condenan todos los años y desde hace mucho por la Asamblea General de las Naciones Unidas, las Cumbres Iberoamericanas y las más diversas organizaciones. Ver sus actas y estadísticas, año tras año confirmadas por la casi totalidad de sus miembros, es decir, la abrumadora mayoría de los países, gobiernos y pueblos del mundo, resulta una visión absolutamente humillante para toda la humanidad. Igualmente pasa si palpamos los archivos del Congreso Norteamericano, con sus otras leyes que recrudecen aún más el asedio contra Cuba. Esto aumenta en la Agencia Central de Inteligencia, con la organización o consentimiento de innumerables agresiones contra la isla, incluyendo diversos planes de asesinato al presidente cubano y otros funcionarios oficiales.

Con total impunidad se han arropado en los Estados Unidos los más macabros actos terroristas contra Cuba, desde el regadío de plagas en la agricultura hasta la voladura de un avión cargado de pasajeros. Asimismo, los medios informativos al servicio del imperio sembraron por todo el mundo la desacreditación más completa de la Revolución. Y no siéndole suficiente en el exterior, también lo impulsaron en el interior del país. Radio Martí y decenas de emisoras radiales, así como señales televisivas a través de sofisticadas tecnologías y miles de publicaciones contra la Revolución son presupuestadas desde diversas entidades vinculadas al gobierno norteamericano. Todo con el propósito de envenenar el proceso revolucionario.

Con la Ley de Ajuste Cubano se completa el círculo de la vergüenza. Una ley diabólica vestida de ángel a la que no pueden acogerse ni haitianos, ecuatorianos o mexicanos, sino sólo cubanos, que deben pisar la tierra prometida por cualquier vía para disfrutar del derecho que les concede el imperio para establecerse en él, ya que es casi normal que éste no les conceda las visas correspondientes para llegar con naturalidad. Pueden morir muchas personas en el intento, pero esto parece no importar. Lo fundamental es alimentar la deserción a la Revolución sin asumir las consecuencias. Es el interés por acobardar a un pueblo para que magnifique el poderío imperial. Una de las ideas más miserables al pensamiento de comunidad que debe primar en el mundo. Es la historia de un crimen contra el sosiego donde intentan vivir aquellos que sólo han querido soñar.

Con las agresiones contrarrevolucionarias llegaron la radicalización del jefe, la de su tropa de rebeldes y la del pueblo que secundó aquella epopeya. Decididamente ya la vida habría de cambiar su recorrido. ¿Quiénes lo estaban intentando? Aquellos que ante los ataques que la isla ya sufría le ofrecieron toda la ayuda posible: el campo socialista europeo. Se juntaron dos circunstancias inevitables y la esperanza se convirtió en la mayor bandera cubana. Comprender esta situación, en sus realidades e irrealidades, más allá de ser señalado por algún Poder, depende exclusivamente del más íntimo sostenimiento de cada ser humano. Desde el mismo triunfo de la Revolución las múltiples miradas a la realidad y la imposición de una han pugnado en una pendiente muy resbaladiza. Casi siempre el camino de la convicción es invisible.


EL PARADIGMA DE UN NUEVO PUEBLO.

Cuba debió enmarcarse en un proceso revolucionario radical sin medias tintas con los opresores ni con los oprimidos que se les acercaran. Entre muchas otras cosas, influida por su temprana alineación marxista, Cuba suspendió la democracia electoralista, los partidos políticos tradicionales, la economía de mercado, el poder del dinero, las relaciones mercantilizadas en la competitividad humana, la propiedad privada sobre todas las riquezas económicas, sociales, educativas, culturales y deportivas, incluidos los medios masivos de información.

Cuba se erigió en un proyecto exigente del más absoluto compromiso con su unidad, impulsándose la idea del máximo sacrificio personal en aras del beneficio colectivo. Para ello se dispusieron numerosas restricciones a las actividades laborales y sociales de las personas, siendo, en algún modo, algunas de las más controvertidas, aquellas que suspendían las iniciativas individuales en cualquier campo de la economía y las que obstaculizaban la libre salida del país y el regreso. Esto fue el principio de un continuo movimiento desaprobatorio en los más diferentes estratos sociales, iniciándose una silenciada y torturada emigración. Cuidando la unidad revolucionaria se llegó al extremo, en muchos órdenes, de colaborar inconscientemente con el objetivo que el imperio y el sistema capitalista se trazaron para la isla: que ésta se encerrara en una paranoia imposible de rectificar, saltar y salir airosa.

“Patria o Muerte. Venceremos” será el grito revolucionario que defina la total conjunción entre los dirigentes y el pueblo, siendo el más notable ejemplo la pasmosa tranquilidad que vivió la isla durante la conocida Crisis de Octubre de 1962, aquel momento terrible donde la humanidad esperó espantada la posibilidad de una guerra nuclear. Los cubanos debían defender su revolución al precio que la realidad le imponía. A una imposición externa obedeció una imposición interna. Así la dirigencia instaló en la órbita de la dignidad el paradigma de un nuevo pueblo. Y de crisis en crisis, entre carencias y reveses, pasara lo que pasara, se fue imponiendo siempre la victoria, como si el tiempo no existiera en la impaciencia de los mortales.

¿Era una insensatez la unidad entre la dirigencia y el pueblo? ¿Debían rendirse? Ni uno ni otro podían escapar al fuego de los ideales, aunque dejaran pasar el humo de la realidad. Los cubanos, con elocuentes mayorías, continuaron su desenfadada andadura.

Así, en los principios constitucionales de la Nueva República se plasmaron los órganos de gobierno del Poder Popular a todos los niveles, pero sólo con una ligera concesión a la separación de éstos de los órganos del Partido, uno solo, el Partido Comunista: una entidad con intención de significar el mejor poder del pueblo, ya que en él sólo tenían cabida como miembros plenos aquellos hombres y mujeres que, por sus propios méritos en la lucha diaria, constituyeran la vanguardia de la Revolución, la que ocuparía todo el poder gubernamental y organizativo del país para responder a la dirección central y pretendidamente purificada que representaba el Partido.

Como el sistema iba alcanzando un adecuado mejoramiento para todo un pueblo, se planteó que éste podía desprenderse de una parte de las ya racionadas cuotas del bienestar material para colaborar con los más necesitados del planeta. Han sido incontables las acciones desarrolladas por Cuba para que miles de seres humanos encontraran gratuitamente en la isla la salud y la educación que no podían obtener en sus países pobres. Igualmente hacia esas regiones viajaron miles de cubanos a ofrecer su cooperación. El Tercer Mundo ha sido testigo de una página gloriosa de un país pobre y acosado para quien, necesariamente, la solidaridad internacional le significaba otro frente de agotamiento. No obstante, el ejemplo del Ché Guevara, consciente de que los procesos revolucionarios sólo pueden salvarse si respiran con total abundancia, se impuso hasta en el saludo de los niños cubanos en sus escuelas.

Cuba pasó a la más estrecha colaboración con todos los Movimientos de Liberación en América Latina y África. Esta actitud fue vista como un gran peligro por casi todo el Mundo Rico, con sus gobiernos y sus multinacionales que tenían otros intereses; y hasta para algunos países del Mundo Pobre, obedientes a los dictados del Capital, la presencia cubana fue una amenaza a sus poderes rendidos al apetito expoliador. Entre todos se propusieron hacerle más difícil al gobierno cubano la solución de los problemas que afectaban a la isla que, al ayudar a otras realidades, subestimó la suya, pensando que la conciencia de los cubanos soportaría cualquier sacrificio. Si no hubiera sido por las ayudas de la Unión Soviética, la consolidación del proceso revolucionario hubiera sido imposible. Pero Cuba entró de lleno en el ajuste de cuentas entre los dos sistemas del mundo.


UNA JUSTIFICADA DESMESURA DEFENSIVA

Por el estado de guerra permanente en que Cuba se vio envuelta no le quedó otra alternativa, aún siendo extraña a la historia e idiosincrasia cubana, que seguir la línea del pensamiento comunista que reinaba dentro de los aliados, socializándose, a la usanza de aquel socialismo, casi todo en la vida. Se había instaurado en el país una “dictadura del proletariado” que, después de cortar desde la raíz el poder de los opresores, no resolvió las contradicciones que generaron la propia socialización realizada y se constituyó en una carta abierta para los dirigentes revolucionarios que orquestaban la nueva sociedad. Una línea de pensamiento único personalizado que les propiciaba el espacio más eficaz para enfrentar la agresión extranjera, colaborar con otros movimientos revolucionarios y desde donde podían, también con mayor holgura, imaginar el modelo de sociedad para el cual se sintieron elegidos a decidir y dirigir.

El mismo pueblo, desconocedor de la magnitud de sus fuerzas e identificado mayoritariamente con las ideas de sus dirigentes, facilitaba el acomodamiento a esa postura. La dictadura se erigió, desde la cúpula dirigente, como la única forma posible para que se cumplieran todos los proyectos de la nueva sociedad. El pueblo no podía ver la dimensión del Poder que se estaba instaurando. Los intelectuales y otros profesionales sí lo intuyeron, pero se dividieron en varios bandos donde podían observarse las más diversas posiciones de acercamiento y apoyo o de alejamiento y desaprobación. Nunca llegaron a poseer una visión unida y ello les restó fuerza para enfrentar la situación con otras propuestas, con lo que la cúpula dirigente encontró vía libre para imponer su camino.

La conformación de la estructura del poder tuvo su núcleo central en el cuadro revolucionario, o sea, en el individuo-dirigente del pueblo, que debía organizarlo en algo parecido a un infinito de batallones militares que aseguraran la invulnerabilidad. Una concepción que, más allá de la vigilancia para la defensa de los grandes intereses del país, se extendió incontrolablemente a todos los aspectos de la nueva vida que se fundaba. Se creó, pasando la criba de la selectividad partidista, un alto mando de miles de individuos que harían distintos seguimientos de las doctrinas centralizadas. Dirigentes excelentes, incluso revocando las orientaciones recibidas, pero haciendo mucho bien a la Revolución, y esto era lo que se esperaba de su trabajo, que fueran eficaces en la conducción masiva del proceso revolucionario. Gracias a ellos el pueblo pudo sentir que ocupaba realmente el poder y se entregó de lleno a trabajar por un proyecto social que prometía un mundo mejor. Pero entre los conductores de la osadía revolucionaria, al no darse cuenta de que no eran ellos la más exacta dirección, aparecieron los dirigentes ineptos, que interpretaban tajantemente las directrices, que no las entendían o que buscaban ciertos privilegios, convirtiendo sus áreas de actuación en verdaderos feudos donde distorsionaban lo que los otros iban conquistando. Combatirlos ha sido una épica de la construcción socialista, pero como igualmente ellos luchaban contra el principal enemigo no se les podía destruir de forma fulminante. No sobraban los incondicionales.

Ya se sabía que esto era un arma de doble filo, pero necesariamente mantener el poder revolucionario era lo fundamental. La magnitud y peligrosidad de los frentes abiertos, junto a la cantidad de posiciones y personas para enfrentarlos con la mínima disposición de recursos que poseía el país, determinó que el pueblo organizado se situara en un segundo plano frente al gobierno que, desbordado ante la responsabilidad de concentrar todos los recursos y practicar una dirección unitaria sobre ellos y sobre las personas, no supo privilegiar la influencia y el poder que debía ejercer el propio pueblo. Sencillamente la dirección del país aceptó el reto de la coyuntura y el pueblo se dejó conducir bajo un secretismo que casi lo anula.

De esta manera, Cuba no pudo escapar al círculo vicioso del poder. Una funesta situación para todos, pues ante tantos combates y una colectividad restringida en sus iniciativas y esperando órdenes de una dirección desbordada era imposible un eficaz desempeño en todos los frentes y una máxima atención a las órdenes y a los que las daban. La unidad monolítica de la Revolución en torno al poder gubernamental ocupaba el primer escalón de la realidad. Ello fue suficiente para fortalecer la dictadura y hacerla casi irreversible. Ésta, ya convertida en un perfecto molde político, comenzó a desarrollar su típica burocracia y a dictar innumerables disposiciones absurdas. El resultado fue inminente: graves auto-censuras en toda la población.

Nada de esto podía favorecer la solidez del proyecto revolucionario. Y alguna conciencia sobre ello empezó a sentirse entre todos. Resultaban extraños los obstáculos que se le estaban poniendo a la libre expresión del individuo, a la sabiduría que siempre aporta la diversidad y a la moderación que se encuentra en la reflexión colectiva. Todos ya miraban que con estos obstáculos era imposible que no se desarrollaran tendencias autoritariamente arbitrarias, inmovilistas, excluyentes, y que todo ello abriría el canal del oportunismo, la arrogancia y la impunidad, lo que finalmente disminuiría la sabia interrelación de criterios y acciones entre las bases populares, intelectuales y la dirigencia. La conducción de un proceso único en la historia no ha podido con sus riendas y ello produjo desde el principio las consecuencias más naturales.

La defensa de la Revolución se convirtió en un fenómeno casi metafísico, pasando los límites de la racionalidad e instaurándose como una norma represiva en el espíritu del miedo. ¿Pero acaso el miedo es una característica exclusivamente de Cuba? Tampoco la isla pudo librarse de este flagelo que azota a toda la humanidad. Con absoluta justificación muchos valiosos cubanos prefirieron otros miedos y otros riesgos y abandonaron el país. Pero la mayoría, pudiendo o no pudiendo hacerlo, creyendo o no creyendo, o dejándose llevar por la premisa de que una revolución no es completamente una magia positiva y casi esperando un milagro, se quedó para apoyarla.

Unos, aferrados a sus dignidades, enfrentaron la situación con enorme valentía, obteniendo unas veces la victoria y otras la derrota, pero continuaron luchando; otros, debilitados u oportunistas, lo aceptaron todo como un mal necesario; y otros, ignorantes o indolentes, obedecieron sin reparos. Todo esto tenía que confundir el proyecto de vida que intentaba construir la Revolución, y eso era lo que quería el imperio: dañar hasta las raíces. Y en gran parte lo logró, pues propició una actitud hermética en toda la sociedad que, agredida desde el exterior y restringida en el interior, se atrincheró como pudo, no quedándole más remedio que aceptar el hermetismo de la trinchera para realizar la vida cotidiana y como una norma general en que parecía que podría edificarse el sistema socialista.

Podría preguntarse el por qué casi todo un pueblo, que ya iba alcanzando la mejor educación política, pudo ser tan permisible con los errores de que era consciente. Ello encuentra su explicación en esos grandes ideales que se asumieron como un destino omnipotente que por sí mismo iría venciendo todos los lastres que se le pegaran. La gran inocencia de los que luchan sólo porque saben que tienen la razón. Una prueba irrefutable de que lo único realmente importante en los ideales es que están por hacerse y nada ni nadie pueden garantizar que se hagan. Sólo quien pudo asumirlos como el horizonte impenetrable, independientemente de los daños personales que pudieran ocasionarle y hasta de la victoria o la derrota de los mismos frente a sus ojos, pudo sostenerlos como la experiencia vital que sólo significan desde tiempos inmemoriales. La única obligación para quien se aferre a los ideales es comprometerse con ellos hasta las últimas consecuencias, incluso luchando contra uno mismo, pero hasta esto trató de impedirlo el odio imperial, que introdujo en Cuba todas las confusiones para imposibilitarlo, siendo muy eficientes las que se aprovecharon de los absurdos y toda suerte de incongruencias que rodeaban al proceso revolucionario y que contribuían a desprestigiar a los propios ideales.

Entre millones de bromas de la época circulaba un chiste muy peculiar: un turista norteamericano espera en el Metro de Moscú, pero ante la demora de éste le reclama a la guía rusa: “Pero usted me decía que la puntualidad era absoluta”, a lo que la mujer responde muy enfadada: “Pero aquí no hay discriminación racial.” Dos hechos explícitamente sin conexión, pero en este sencillo diálogo se expresa una comparación de prioridades y valores. Con la risa del chiste entraba sutilmente al imaginario cubano la torpeza de la mujer por su absurda pelea ante una aparente inconexión y una falsa valoración de los dos hechos, quedando el suceso principal -la discriminación racial-, como un sin sentido ante la concreción que demandaba el turista. Así se ridiculizaba una conquista humana, de Cuba sobre todo, mucho más importante que la puntualidad con que debía arribar el tren del Metro de Moscú.

Muchas veces esta comedia se convirtió en tragedia y el absurdo le ganó la batalla a la cordura. Miles de magníficos dirigentes y millones de cubanos sencillos y sacrificados, en aras de mantener lo esencial de sus proyectos, no los cuidó lo suficiente y limitaron o desviaron sus observaciones. La gigantesca obra de todos, nublada por sus peores constructores, no pudo salir indemne. Por culpa de éstos y sus dóciles subordinados se produjeron hechos lamentables dentro de un proyecto liberador que intentó la máxima limpieza. Se enconaron diversas problemáticas con heridas de muy mala cicatrización, y muchos de los conflictos que se generaron, agrupados en un “no sé qué hacer para resolverlos sin darle alas al enemigo”, se las dieron, y con ello se colocarían enormes fragilidades en todo el proceso histórico de la Revolución. Se había entronizado el dogma como un obstinado maleficio del cual nadie podría librarse.

Había fallado el tan buscado sistema de participación colectiva en los poderes establecidos. Pero esto hay que verlo como el mayor ejemplo de que cuando un proyecto tan liberador es presionado por sus aliados y tiene que sufrir la intolerancia y una descomunal agresión por el otro bando, le es imposible desarrollar un pensamiento crítico para su magnitud creadora. Le estaba prohibido existir.

Es en esta realidad de justificada desmesura defensiva donde se sitúa, casi intocable, y por tanto, malherido, el poder del cuadro revolucionario y de todo el sistema que lo creó. Pero, ¿puede creerse que el proyecto cubano podía ser una simple medida del deseo? Por el buen deseo están esperando desde hace siglos, y para vergüenza de la civilización, millones de seres humanos echados a una suerte inenarrable que parece condenarlos hasta el fin de los tiempos.


IDEOLOGÍA Y REALIDAD

Si bien el gobierno socialista en el poder alcanzó unas conquistas sociales bien altas, esta misma dirección, en 50 años, no pudo complementarlas con el mejoramiento material y la plenitud de la libertad. Y el tiempo, ese imperturbable cazador de todo lo humano, ya tiene ese poder en su urdimbre de desgastes con una impaciencia sobrecogedora. La dirección que privilegió los ideales, el futuro y la unidad, por encima de las condiciones materiales, el presente y la pluralidad, no tuvo en cuenta todos los hechos de la realidad. Y los hechos siempre van por encima hasta de la más inobjetable verdad.

Desaparecido el campo socialista europeo en los años 90, la Revolución ha sido más presionada que nunca, por los agresores de siempre, por sus aliados de antes ya también agrediendo y por su propio pueblo lleno de fatigas y nobles exigencias. La crítica situación económica del país, llegando a un estado de supervivencia, fue convertida por el gobierno en una urgente necesidad de resistencia para salvar a la Patria. Es cuando el gobierno, intentando salvaguardar todo lo bueno que pudo hacer e impedir la parálisis del país, llamó a diversos empresarios capitalistas que, sirviéndose de la situación de un país agotado y empobrecido, se instalaron en Cuba bajo la mirada más sufriente de todos que, muchas veces aceptando migajas en las nuevas relaciones, no podían dejar de preguntarse a qué camino estaban arribando y hacia dónde se dirigían.

La situación de todas las capas del pueblo empieza un galopante deterioro, y cada día más llevando consigo contaminantes larvas de confusión moral e ideológica. El gobierno había tenido que reimplantar el poder del dinero y ciertas particularidades de la propiedad privada. Se introdujo en la economía interna la mayor desigualdad entre los cubanos: la tenencia del dólar norteamericano como referencia de valor adquisitivo para gran parte de los productos necesarios para la vida diaria y el establecimiento en todo el país de tiendas estatales para regirse por estas normas. Dejó de tener una correspondencia la adquisición de diversos bienes con el salario de los trabajadores, que se ofrecía, como en cualquier otro país pobre, en la moneda nacional siempre por debajo frente al dinero del gran Capital. Se había derrumbado una conquista de igualdad que siempre se exaltó. Pero, casi como fantasmas, a Cuba le surgieron nuevos aliados para sostenerse, aunque no puede pensarse en una homologación del pasado. No es sólo sostenimiento lo que demanda la población y los propios ideales revolucionarios.

La sociedad cubana se pone a la ofensiva, aunque en general no conciba entregarse al amo norteamericano que echó de la isla, pero a la dirigencia le resulta casi imposible aceptar una posición diferente ni una fuerza opositora dentro de sí misma. El surgimiento de lo diverso o la oposición dentro del proyecto de la Revolución Cubana siempre ha estado asociado a su destrucción, convirtiéndose el rechazo a lo diverso o a la oposición en una serie de deficiencias que se ven aumentadas por el propio instinto de conservación del proyecto.

Una contradicción revolucionaria con consecuencias insospechables. En medio de esa ferocísima contienda entre ideales y realidades se debate lo mejor del pueblo: ¿qué pensar, qué decir, qué hacer? Y también se debate la mejor dirigencia: ¿cómo continuar, cómo convencer, cómo triunfar? Empieza, entonces, a crearse una sutil y peligrosa distancia entre el gobierno y la población. La dirigencia cubana supo dirigir al pueblo para hacer la Revolución, pero nunca supo cómo entregársela, ni el pueblo aprendió a cómo tomarla. Sólo mediante la concientización de ambos, en ideal y realidad, podrán iluminar la continuidad y posesión de la gesta que han hecho. En esa historia habrá de hurgarse a profundidad. Ahí está el entendimiento. No es válido terminar definitivamente con un proyecto revolucionario de altísimos valores que no ha podido desarrollarse con naturalidad.


LA CAJA DE PANDORA

La propia vida de los cubanos ha empezado a desmantelar la memoria, pero el gobierno no se puede mover en muchas direcciones. Por esos movimientos están esperando los dólares del capitalismo. Un dinero que no serviría para la solución de los problemas existentes, pues está reservado con toda la sabiduría de esos papeles para el derrocamiento completo del gobierno socialista. De ahí que la cúpula dirigente no tenga otra opción que abrir diversas válvulas de descompresión de la realidad, como la autorización más libre para las salidas del país. Esta medida ha surtido su efecto, pero el estallido de deseos para viajar al extranjero ha creado una absurda sensación de naufragio de la Revolución. La inocencia vuelve a aparecer ante unas ansias que, nada exclusivas de Cuba, recorren todo el mundo pobre. Otras medidas destacables son aquellas que han aflojado las restricciones a múltiples actividades laborales y sociales de las personas, lo que también ha surtido efecto, pero colaborando al resquebrajamiento de la conducta ciudadana y en general al deterioro de la disciplina y la responsabilidad que en todos los órdenes podían observarse en la sociedad cubana. Otra gran alarma, cuando es lo más normal en un país que ha comenzado una nueva etapa donde se están revisando todos los pasos anteriores y los nuevos son completamente desconocidos.

El hecho verdaderamente relevante lo constituye el fortalecimiento de la crítica y el debate cada vez más sustancial, eliminando la unanimidad que imponían las políticas anteriores, aunque todavía se rechaza la participación de aquellos que obviamente quieren abrir la Caja de Pandora con una dirección política en contra de la Revolución. Pero van cogiendo fuerza, con una clara mirada aglutinadora, los grupos que, cada vez más abiertos al diálogo con cualquiera y reconociendo los sufrimientos de muchos cubanos, alzan todas las dignidades que les corresponden y proclaman la crítica, el debate y la apertura a la contribución de todos como unas tareas impostergables, pues están conscientes, a pesar del riesgo por donde transitan, de que si no se asumen todos los truenos, éstos terminarán explotando por sí mismos. Saben que ya entraron al escenario las contradicciones que crispan la apreciación consensuada de las ideas, los conflictivos lazos entre las diversas generaciones y las múltiples miradas a una realidad que ya dejó de ser única hasta para los que la quieren sostener.

Es innegable que el gobierno ha logrado mantener el camino. Ningún líder opositor ha podido surgir con un proyecto creíble. Ningún grupo disidente ha podido crear bases populares. Ello ha sido posible por la dureza de la dirigencia gubernamental, pero mucho más a la inexistencia de valores genuinamente humanistas para echarla, porque a pesar de sus numerosos errores se ganó un fortísimo pedestal con sus razones, aunque ya éstas terminaron de ser de su exclusivo patrimonio. La situación actual está más abierta que nunca al influjo contestatario interno y externo, y ya no es posible catalogarlo completamente como el mismo factor injerencista y nocivo a los caminos de la Revolución. Se trata del propio flujo estancado del proyecto enaltecedor que renace.


LOS RETOS DE CUBA

Es claro que el sistema capitalista tiene fuerzas suficientes para intentar someter todo lo que pueda significar un arreglo de la cuestión cubana por sí misma. Este es un reto que Cuba tiene ante sí: zafarse de esas fuerzas. Aunque también habrá de zafarse de las fuerzas internas que la atan y la debilitan. Otro reto, tal vez más complejo, por la acomodación al régimen creado que ha subsistido y por aquellas justificaciones que la isla siempre tuvo para seguir adelante en sus más fieros torbellinos sin cambiar el rumbo.

Los principios que la experiencia revolucionaria le han otorgado a Cuba, en su devenir como epopeya de los pobres de la Tierra, la obligan a situarse junto a aquellos pueblos más necesitados del mundo, donde la urgente necesidad de cambios estructurales convierten a la isla en el único referente a seguir para subsanar las más elementales deficiencias. Pero ahora se espera de Cuba, por obra y gracia de la globalización ya ineludible, la pertinencia de situar su proyecto en el hilo salvador que ha de ponerse en marcha en la historia de la civilización. Si este hilo sólo fuera un absurdo deseo y las transnacionales y todo el poder del Mundo Rico insisten en continuar con la verdadera dictadura que ostentan sobre el resto de los países y siguen tomando al llamado Mundo Pobre, que realmente no lo es, para corromper a sus políticos, seguir engañando a sus pueblos y así continuar robando sus riquezas y alimentándose de su hambre, entonces de Cuba sólo debe esperarse que resista junto a aquellos que pueda sumar y que entre todos reediten una revolución aún más radical. Pudiera Cuba revitalizar otra alianza socialista, ahora en el desesperado entorno latinoamericano, donde las ansias por cambios sociales, a pesar del descreimiento general, se han convertido en una fe con una rotundidad implacable, pero si nuevamente se acude a la trinchera, posiblemente se volverán a repetir los hechos y de nada habrán servido los sacrificios de tantas vidas generosas entregadas al altar de una equivocación histórica que seguimos sin entender.

El capitalismo no quiere que Cuba realice ningún cambio. Busca la rendición. Y de no rendirse, que permanezca con aquellos factores que la separan del movimiento progresista mundial. Una buena artimaña para convertir la simbología cubana en una quinta columna contra la unidad de todos los luchadores por Un Mundo Mejor.

El imperialismo norteamericano quiere que Cuba no deje de ser el sitio donde tantos cansancios y sacrificios alteran la vida del pueblo y que tanto asustan a otros pueblos. Quiere que la isla no ceda ni un ápice en su desesperado intento por seguir hablando de que un mejor ser humano es posible, pues el imperio sabe cómo arrinconar ese lenguaje en una tonta melodía. Quiere que Cuba sólo signifique esa pequeña porción de la humanidad que quijotescamente se atrevió a desafiarlo con un gran regocijo en sus espadas y con las que sólo encontró la locura. El fin de la Revolución Cubana se convertiría en una mera cuestión formal: el mayor ejemplo para desprestigiar a los que luchan por la utopía, la mejor conquista del pensamiento expoliador y un flamante hito para disminuir los ataques al sistema capitalista.


LA GRAN PARADOJA

Una gran ironía del destino debe enfrentar Cuba: una completa aproximación adonde estamos todos intentando transformarnos. No hay otra alternativa, porque insistir con aquel socialismo único que se derrumbó como un castillo encantado, y al que se le vieron muchos desencantos, podría ser un desafío innecesario a la conciencia del mundo. La dirigencia cubana habrá de consensuar con su pueblo las aproximaciones que ha venido haciendo al sistema vigente hoy día, el capitalista. Pero en modo alguno esto quiere decir que la isla volverá a la indignidad que heroicamente desterró, todo lo contrario, Cuba le aportará al mundo, como una memoria imprescindible que todavía está andando, su singular proceso de liberación contra ese sistema. Porque es lo que han significado y todavía significan las luchas como las de Cuba, a pesar de sus errores, lo que mantiene viva la esperanza por el mejoramiento de la Humanidad. Se trataría de una gran paradoja a lo que la isla se aproxima. Muchos creen que esto sería su hundimiento. ¿No está preparada la sociedad cubana para asumir el presente de la Historia? Este es el reto del mundo y el pueblo cubano no puede quedar marginado.

Es indudable que no se puede cometer el pecado de la santidad, pero el país completo está abocado a la acción. En Cuba existe una completa legitimidad en su gobierno, su parlamento, su constitución y en su sistema de organización social, económico y político. El orden adecuado para plantearse y dirigir una nueva andadura. Pudiera el bloqueo imperialista ir perdiendo su fuerza, pero con él o sin él hay que replantearse el camino. Habrán de erradicarse aquellas concepciones y formas estructurales que han posibilitado la existencia de unos feudos y unos señores feudales que han considerado como propios la fuerza y la sabiduría de todos. No se puede seguir entendiendo que la Patria, la Nación, la Soberanía, la Dignidad, La Resistencia, la Voluntad y La Vida sólo pueden ser definidas desde el Partido, desde el Gobierno, o desde unas instituciones y personas que no han podido superar las difíciles coyunturas que han enfrentado. Su osadía ha sido inmensa, pero ello no la exime de ser revisada. Se es un pueblo con todas las facultades para la libertad o tantas esperanzas depositadas en su lucha se vaciarán inexorablemente. El pueblo, hay que repetirlo siempre, somos todos, o al menos, en una nueva época, tenemos que serlo todos. Y los dueños de los pueblos, sean quienes sean, han de entregar todas sus propiedades.

Es claro que la propuesta cubana no podrá pasar por la privatización de las riquezas conquistadas, que sólo podrían ser compradas por los avariciosos, por dirigentes corruptos que abusaron del sacrificio de los demás o por aquellos individuos inescrupulosos que sabrían volver a repetir la historia de usar sus capacidades para aprovecharse de los otros y continuar con el sistema que queremos abolir. En Cuba el país es de todos por igual y el pueblo es el único con capacidad para comprarlo. Pero si ya lo tiene, ¿qué va a comprar? El problema está en que esa riqueza salga de la propiedad teórica del Estado y se instale en la propiedad práctica del pueblo. Una fórmula que acogiendo los instrumentos necesarios del desarrollo, no se haga su rehén. Y de Cuba todos esperarían una propuesta creativa, completamente diferente a lo conocido, pero esto también puede erigirse en una desmedida exigencia. No se trata de que, por su histórica lucha, ese pueblo se vea obligado a una creación desconocida. Tal cosa haría mucho daño a la propia idea revolucionaria. Se hará lo que se pueda hacer sin olvidar las condiciones mundiales: Cuba es un pueblo más dentro de ese mar de contradicciones en que nos movemos todos. Y si esta historia del pueblo cubano puede plantearse un camino esperanzador, sólo será posible su caminar cuando la política se despliegue a través de la realidad conocida y defendida para bien de todos, sin hipocresía, sin negocio, sin chantaje, y donde no quede en pie ninguna posibilidad para jugar con la riqueza y la inteligencia del pueblo. Al pueblo no se le puede desheredar de su inmenso poder.

En alguna medida y en cualquier parte del mundo, ya todos sentimos que el sistema capitalista, con sus inseparables compañeros de viaje, la industria armamentista y la nulidad de la ética, no podrá sobrevivir a los destructores desarrollos de sus propios socios de aventuras, porque absolutamente todo lo ha puesto a viajar en los desenfrenados vagones mercantiles de un tren de vida sin timón que no respeta ni los paisajes ni a las personas. Este viaje está llegando a su final. Pero el capitalismo se constituyó en un gigantesco acicate a los peores instintos del ser humano y en un extraordinario sistema que ha organizado muy bien la dependencia a esos instintos. Su desaparición no podrá estar asociada a las fatuidades de la retórica revolucionaria, de la misma forma en que el socialismo no podrá establecerse amparándose en su victimismo. No caerá el capitalismo por la violencia de las revoluciones ni por un decreto pacifista. Su paulatina transformación en socialista, o en cualquier otro significado lleno de humanismo, dependerá exclusivamente de las capacidades de los pueblos para cambiarlo sin perder el control. Tienen que ser ellos los que dirijan el cambio. Al nivel de peligrosidad, por el auge irracional de zonas, grupos e individuos ingobernables, en que se encuentra hoy día toda la civilización, le puede ser nefasto un cambio incontrolable. No sólo se trata de la destrucción de un sistema, se trata también de lo que hay que construir, aún cuando ello no debe paralizar las acciones que posibiliten liberarnos de todo lo que nos impida avanzar. Una de las construcciones esenciales habrá de ser la redefinición y consenso del sentido de las propias riquezas que realmente nos hacen más ricos como personas y como pueblos. Mientras este significado no se esclarezca en toda la gama de pluralidad que entraña la condición humana no tendremos la medida de nuestras luchas ni el horizonte hacia donde queremos caminar.


LOS SOBREVIVIENTES

Los revolucionarios no pueden renunciar a buscar caminos esperanzadores, reales, posibles, con soporte verdadero en la historia. Ningún pueblo, ninguna generación ni ningún hombre pueden pretender imponer en sus periodos más activos de vida, según sus pasiones o genialidades, el paso efectivo a su época, aunque nunca se podrá prescindir del empuje de estos pueblos, estas generaciones y estos hombres. Cuba tiene que emerger de su trinchera con una renovación de sus propuestas liberadoras. Cuba tiene que seguir teniendo capacidad para salvarse, aunque tenga que volver a fundarse. El espejismo del hombre nuevo tiene que apaciguar todas sus iluminaciones y rebelarse fuera de los sueños.

Tanto por sus glorias como por sus miserias humanas, juntas en un arriesgado equilibrio donde se preservó el Poder Revolucionario, y en el cual cohabitaron en la tensa cuerda del tiempo las torpezas del encerramiento interno y la más amplia vocación internacionalista, y precisamente porque siempre se alimentaron las raíces liberadoras, Cuba podría abrirle al mundo un espacio real para el análisis de los alcances y las limitaciones de las teorías y las prácticas socialistas.

En este contexto podría verse el sagrado deber cooperativo que la isla siempre se impuso como ese querer respirar con total abundancia. Allí podrían abrirse todas las verdades de nuestras sociedades tan necesitadas de curarse. Entre todos podría vislumbrarse el posible rostro del sistema de vida que tanto buscamos. Porque no podemos decir que la Europa del Bienestar, y el Primer Mundo en su conjunto, sean el esplendor del ser humano. Ni tampoco podemos pensar que ese Tercer Mundo, mísero y abatido, es una pesadilla que no dice nada. Es absolutamente urgente aproximarnos adonde pueda verse la más natural y fructífera existencia de la vida y de todos sus elementos. Esto no es sólo una necesidad cubana, esto es un problema mundial.

En el pequeñísimo espacio primermundista puede comprobarse que los medios de comunicación y la saturación de las informaciones convergen en un callejón sin salida. El conocimiento de la verdad se tuerce irremediablemente. La corrupción política, económica y social, crece. Al mismo nivel se presentan la ostentación y la marginalidad, el desgarramiento y la frivolidad. Y hasta la evasión, con magnitud esperpéntica para satisfacer todos los morbos, se constituye en una norma: la degradación humana en la falsa satisfacción de la abundancia material. No obstante, la sociedad ya no se comporta tan unitariamente alienada y en lo más alto del sistema se asoman las grietas. Ello está determinado por el propio desarrollo de la civilización alcanzado por el capitalismo, que arribando a la mayor diferencia entre los poseedores y los desposeídos, comienza su declive mientras va desvelando la mayor igualdad en la histórica clasificación de la Naturaleza: no hay fuertes ni débiles, sólo hay existencias y todas son determinantes. El sistema se hunde y hay que transformarlo antes que nos arrastre. Ya todos somos sobrevivientes en la vorágine de tanta ignorancia sobre nuestros poderes.


ESTA OCASIÓN PARA QUE TODOS PODAMOS SALVARNOS

Cuba podría ser la más dramática sensación de que el mundo no se puede cambiar, de que cualquier día podemos ahogarnos con nuestros propios alientos, de que la Tierra y la Vida Humana no tienen ningún sentido. Pero al mismo tiempo, Cuba ha hecho germinar unas encrucijadas donde la desesperación y la esperanza parecen darse la mano. Si esa unión es capaz de crear la voluntad necesaria, también Cuba podría ser la sensación más aproximada de que el mundo podría cambiarse, de que no nos ahogaremos en nuestros alientos, de que la Tierra y la Vida Humana tienen un espléndido sentido. ¿Será posible?

Podría pensarse, atendiendo a la banalización que impera por doquier, que actualmente ya no es tan importante apoyar o condenar al proceso revolucionario cubano, que las dos posiciones deben tener muchas razones y que el problema fundamental es otro, que ahora se trata de otra actitud, porque si logramos traspasar el laberinto kafkiano del que todavía somos huéspedes en todo el mundo podremos seguir enarbolando la efectividad de las palabras. Sí, es cierto en gran parte, ya que decididamente no es la isla la máxima preocupación del planeta. Ella sólo es una reacción, –lo más dignamente posible en medio de la indignidad mundial— por el derecho a defenderse y a equivocarse al instalarse en el gran problema del mundo. Entonces, defender o atacar a Cuba ya podría no ser defender o atacar a una postura ideológica o a una forma de organización social. Puede ser otra cosa. Podría ser creer o no creer que se puedan encontrar nuevas propuestas vivificadoras para cambiar el rumbo de la Civilización y hacerla un patrimonio de todos.

Mientras no las encontremos la ceguera nos seguirá dominando, porque, por sobre todas las visiones, la razón fundamental que agranda a esta pequeña isla, en su larga y complejísima lucha, es precisamente esta dignificación del derecho a la vida de los más desfavorecidos de la Tierra: mantener el dedo en la llaga de la Humanidad, esa llaga de humillación y muerte que una buena parte del mundo ha decidido no mirar. Ello hace que cualquier absolución o condena a Cuba tenga que pasar primero por la sensatez de descubrir la herida: la consideración de la dignidad humana para todos como el valor más absoluto. Identificándonos en esa igualdad es como único podremos colaborar al hallazgo de una alternativa a cualquier situación reinante. Se trataría de afirmar los valores que propicien una convivencia armónica en aras de la supervivencia de la especie humana: el verdadero problema del Mundo Moderno.

¿Qué otro cuerpo ideológico, sistema político-económico, conjunto de naciones, país, institución o iniciativa social organizada con algún poder en estos momentos en alguna parte de la Tierra comporta semejante actitud de exigencia humana ante los más poderosos del Mundo? Resulta muy triste observar una enorme carencia. Para nadie es un secreto que cada vez más, impulsada por los grandes medios en manos de unos pocos, prospera la idea de que cada cual busque lo mejor para sí mismo y se olvide de cualquier otra preocupación, el famoso “sálvese quien pueda”, porque, sencillamente, el ser humano, en sociedad, es insalvable. Es evidente cuánto les conviene a los poderosos, según sus arcas, búnkeres y otras estimaciones llenas de mediocridad, esta idea donde ellos sí se considerarían a salvo, como si se creyesen poseedores de la burbuja incontaminada. Arribar a esa conclusión es el peor desastre que puede sucederle a un individuo y a una civilización.

No cabe duda de que entre la alarmante proliferación de las armas nucleares, las migraciones humanas desenfrenadas, las traslaciones de enfermedades incontrolables, los encuentros culturales explosivos y un desconcertante cambio climático que, en vez de abrirnos las orejas, cada vez más nos ensordece, el abismo entre un mundo rico y otro pobre ya es inflamable, real e histórico. Extender la sociedad consumista no lo aguantaría la Naturaleza. Pero los seres humanos, con todo su derecho, buscarán eternamente su mejoramiento allí donde esté. De hecho ya todos nos estamos juntando, poco a poco, pero el movimiento es indetenible. El umbral de la barbarie está siendo atravesado desde el propio abismo que se ha creado entre los seres humanos. Globalizar la idea y la lucha por la digna cooperación entre todos los habitantes de la Tierra es un imperativo.

Será la ocasión para que todos podamos salvarnos. Una brillante oportunidad para seguir imaginando razones y así poder absolver o condenar todo aquello que nos niegue la existencia. Es el camino que nos dicta la realidad y la historia que pugnan su continuidad. Por ello Cuba, asediada, contradictoria, terrible y espléndida en la mayor crisis de su proceso revolucionario se convierte en una sencilla advertencia: o se cambia el mundo que tenemos o cada vez se caotizará más todo lo que tenemos, ya que resulta inconcebible, en la teoría y en la práctica, que unos puedan vivir dentro de un altísimo bienestar y otros se vean obligados a las mayores penurias. Esta es la razón fundamental por lo que la pequeña isla del Mar Caribe, cuando se aclaren todos sus entuertos, podría lograr que los ciegos puedan ver.

Entonces, sí, es cierto que el gran problema del Mundo no es defender o condenar a Cuba, sino la concientización sobre la herida que se le está ocasionando al Planeta. ¿Qué pasó en la Cumbre del clima en Copenhague? Un estruendoso fracaso. Los ricos no quieren abandonar su bienestar. Saben que no pueden extenderlo y ellos no conciben que deban compartirlo. ¿Qué pasó en la Cumbre de los Pueblos por el Cambio Climático posteriormente celebrada en Bolivia? Total desinterés del mundo rico. Esa propuesta pertenece a los pobres de esta Tierra, a los que quieren acceder a un bienestar que pueda ser sostenible para todos. ¿Para Todos? Eso aterroriza a los ricos. Y compartir las riquezas de la Tierra y de la Sabiduría Humana es la única solución para la herida. Por mucho que se estime la lógica social de que siempre hay un primer privilegiado que posibilita la extensión del privilegio a los demás, ello no puede explicar la realidad enajenante de distribución de los bienes en que actualmente nos encontramos. El propio sistema capitalista catapulta el interés individual por encima de los logros colectivos.

Entonces, sí, defender a Cuba es fundamental. Es la referencia más consecuente en este Planeta que insiste, casi con fiereza, en mirar la herida y en ayudar a todos aquellos que se levantan para curarla. Entonces, por encima de todos los errores y las imperfecciones que han acompañado a esta isla en su supervivencia, resulta un imperativo histórico conservar bien viva su herencia. Posiblemente cuando iluminemos los caminos cubanos entenderemos mejor lo que necesitamos y podemos hacer. Si no apoyamos a Cuba tendríamos una dignidad rebajada para hablar sobre la herida del Mundo y curarla para todos. Con Cuba nos asistirán siempre la esperanza y la desesperación: la obligatoriedad para encontrar soluciones. Ella es más que un trocito de tierra en el Atlántico, porque tiene la “extraña virtud” o el “imperdonable defecto” de ser una memoria imprescindible para toda la Humanidad.

martes, 6 de marzo de 2012

¿La "nohistoria" actualizada en Cuba?

Pareciera que algunos compañeros, con las mayores iluminaciones, vieran ya en Cuba, o le demandaran a su gobierno y a su pueblo, la sociedad perfecta y el ser humano igualmente perfecto por lo que todos luchamos. Pero, no, no es cierto, todavía dista mucho de poder recibir esa mirada nuestra querida isla, y muchísimo menos su gobierno y su pueblo, enfrascados en ver cómo salen de sus problemas cotidianos en medio del acoso casi mundial e intentando seguir fundando sus razones en las máximas alturas de la ética. Falta demasiado por hacer, y no sólo por las distorsiones en que cae cualquier movimiento revolucionario al juntar tantas voluntades en lucha, sino sobre todo por la larga marcha que el cubano se ha visto obligado a recorrer contra viento y marea. Y esa es la verdadera historia y no la “nohistoria” ni los dobles raseros. Simplemente Cuba no puede avanzar como quisiéramos por una verdad elemental: somos seres humanos en desigual pelea con sus demonios y con todos los que nos envían desde fuera, que no son pocos.

Así, puedo leer en el artículo “La “nohistoria” actualizada en Cuba”, de Octavio Alberola, expresiones como “las “nopersonas” sólo las encontramos en la “nohistoria” por haber sido “expurgadas de la historia por motivos semejantes” en los Estados Unidos, en Cuba y en el resto del mundo.” Usando un escrito donde Noam Chomsky “denuncia el proceder maniqueo del imperialismo yanqui en la conmemoración de acontecimientos históricos” se interpreta de la misma forma para Cuba. Seguidamente se acude a una información recibida desde la isla donde, con evidente manipulación y festinado suspenso en la historia que su informante ofrece, se comenta sobre “el boicot que los agentes de la Seguridad del Estado cubano han realizado al espacio del Centro Teórico-Cultural Criterios”, porque como “ya lo hicieron con Temas, vaciando aquel espacio que alguna vez insinuó un despertar de las mentes, ahora van a por Criterios”. Y se lanza una aguerrida protesta porque “a Antonio Rodiles, coordinador del espacio Estado de Sats, no se le dejó entrar al edificio” donde Criterios celebraba un aniversario histórico. Seguramente los compañeros implicados en la celebración ya tendrán sus versiones y seguirán luchando por lo que defienden. Evidentemente allí lo hicieron y por la propia voz del Informante decepcionado podemos entenderlo: “No obstante, debo confesar que salí antes que llegara el final del evento. Ni siquiera compré la revista que tanto me interesaba. Sentía que me asfixiaba allí adentro.” Es normal y tiene que abandonar el campo al no conseguir su propósito de asfixiar a los demás.

Pienso que la “nopersona” y la “nohistoria”, como conceptos represores, no pertenecen a los revolucionarios, sino a los reaccionarios que casi siempre nos han vencido y que es donde siempre nos han querido ubicar. Nosotros, en todo caso, sólo nos hemos visto obligados a usar estos términos por intentar hacer algo para impedir, como tantas veces nos ha sucedido, que los vencedores nos sigan venciendo con esa ingenua expresión de que buscan un acercamiento entre iguales. No, no somos iguales, desgraciadamente. Ellos se han excluido de lo poco que hemos podido conquistar. Estamos animados por tantas buenas intenciones para luchar contra el maniqueísmo que nos resulta muy difícil creer que nuestros enemigos no lo son tanto y que debemos aceptarlos a ver si conseguimos que comprendan algo de nuestras verdades. Es un drama terrible para todos los revolucionarios. Queremos creer en la bondad de los “extraños”. Y cuando menos preparados estamos nos dan el zarpazo. Por ello revistió tanta fuerza aquella vieja consigna antifascista del “no pasarán”, porque, ante la posibilidad de que no se llegara a percibir el ataque momentáneo, se adoptaron posiciones drásticas y a veces inoperantes, ridículas y absurdas. Pero ello no le quitó efectividad en muchísimas oportunidades.

Cada pueblo tiene sus urgencias, sus estrategias, y también sus problemas por resolver. Cuba no es una excepción, pero de ahí a compararla en algún aspecto con los Estados Unidos hay un trecho muy largo. El individuo tampoco se queda fuera de ninguno de esos senderos. Y por supuesto, mucho menos puede apartarse el gobierno cubano y sus miembros que han alcanzado algún poder revolucionario. Todos estamos colocados en la historia con nuestras sabidurías y limitaciones. Me es insobornable afirmar que me acerco sobre todo a los que aman esa gran gesta que es aún la Revolución Cubana de 1959, a los que luchan por revitalizar sus auténticos postulados, a los que no se han rendido ante los fracasos y siguen sosteniendo que debemos ser mejores.

No quiero andarme por las ramas en este asunto. No soy imparcial ni neutral. No creo en espacios como Estado de Sats y en su director Antonio Rodiles, como tampoco en Generación Y con su famosa y multipremiada bloguera Yoani Sánchez, desde La Habana. Casi lo mismo me sucede con Cubaencuentro, desde Madrid, y muchísimo más con Radio Martí, desde Miami. Me basta un mínimo comentario: el elogio que realizan de la “normalidad” en que viven otros países; que antes de la Revolución teníamos un país con mayores valores y que la solución a todos nuestros problemas comenzará cuando haya un cambio de régimen –como está de moda en estos últimos tiempos-. Todos ellos saben que mienten. Entonces, decididamente, no los quiero a ninguno como acompañante de nada de lo que haga. ¿Una exclusión? Depende como se mire. Lo que está muy claro es que estamos haciendo una historia diferente y nunca debemos permitir que sean ellos los que nos dicten los caminos a seguir, sólo eso y nada más, porque ninguno de ellos pertenece al grupo de las “nopersonas” ni a la “nohistoria” de nuestro país. Ahí están. Y en verdad, a nivel mundial, según la difusión que tenemos, quien más pertenece a ese colectivo de las “nopersonas” que está en la “nohistoria” soy yo. ¿Qué quieren, que ni en la pobre casa conquistada con tantos esfuerzos, sacrificios y demasiadas contradicciones tampoco pueda sentirme persona e historia para realizar un debate específico sin que ellos vengan a cambiármelo? No, de ninguna manera les entregaré ni mis luchas ni mis lágrimas, aunque haya visto y pueda seguir mirando un montón de errores u horrores, sé que lo que ellos representan con sus mentiras multiplicarían por millones los errores y los horrores. Prefiero seguir luchando contra todas las lacras que arrastramos. No me cansaré de repetir que elegí que nunca los niños cubanos dejen de jugar felizmente. Y eso, vamos a ser bien sinceros, me aproxima más a evitar el zarpazo que algunos quieren darle a la Revolución Cubana. Evitar el zarpazo, sobre todo el zarpazo contra esa tierra donde se ha fundado la esperanza, al menos una mínima esperanza en este desastre de planeta que estamos compartiendo, me interesa ahora mucho más que “La “nohistoria” actualizada en Cuba”. Conclusión: el debate sobre la esfera pública en Cuba, organizado por el Centro Teórico-Cultural Criterios, me interesa muchísimo, pero aún creyendo en las reales posiciones y riquezas del disenso, no reconozco como “disidentes” a los que se acercan a nosotros con esa máscara. ¡Que se la quiten! Entonces podremos juntarnos y analizar el por qué la historia y la “nohistoria” de todos ha de tener su responsable consenso.

viernes, 2 de marzo de 2012

17 puntos con Santiago Alba Rico

No recorremos el mejor camino cuando alguien desde la Izquierda plantea no continuar debatiendo con Santiago Alba Rico. Con él y con todos debemos seguir y aumentar nuestras más auténticas polémicas. No debemos permitirnos desarrollar, aún más de lo que ya están, nuestras incertidumbres y divisiones. ¡Es una cuestión de urgencia! En su reciente artículo “Siria, los medios alternativos y las verdades propagandísticas” nuestro compañero vuelve a llamarnos al debate necesario y enriquecedor, y por ese motivo lo citaré –lo repetiré- in extenso. Creo que resulta muy valioso volver a leer a Santiago, y sobre todo cuando su escrito parte de su reciente estancia en Cuba, en esa isla que es como otro Nuevo Mundo, pero sin necesidad de conquistadores y evangelizadores, donde es de sobra conocido que hay y no hay una dictadura, que hay y no hay una libertad de prensa, que hay y no hay represiones, que hay y no hay un imperialismo interior, porque, por encima de todos los diccionarios, predomina la verdad y la justicia social hasta donde ha podido cumplir su altísimo proyecto altruista a 90 millas del Imperio y luchando contra él con las más frágiles y poderosas armas, las de la unidad anti-imperialista y el continuo llamado a mejorarnos como seres humanos y como revolucionarios:

1-“Hace unos días en La Habana tuve el privilegio de escuchar a Fidel recordando los principios que han sostenido a la revolución cubana durante cinco décadas contra el acoso de los EEUU y de sus socios europeos: los valores éticos, el internacionalismo humanitario, la defensa de los derechos humanos. “Estamos en contra de todos los crímenes y todas las formas de represión”, dijo el Comandante. “Hemos resistido porque tenemos fundamentos morales; un gobierno corrupto y represor no habría durado nada”; y a continuación recordó que en la lucha mediática los anti-imperialistas debíamos fajarnos “con la verdad en la mano”.”

Pienso que todos los compañeros que nos debatimos con las diversas causas sociales en estos tiempos tan oscuros firmaríamos corriendo tales postulados. A ninguno de nosotros se le ocurriría ir por otros caminos, aún cuando no podamos obviar las características en que se desenvuelven los distintos procesos revolucionarios en el mundo de hoy y en todo ese embrollo que nos sitúa dentro de una, querámoslo o no, nueva etapa de reparto imperialista después de la caída del Campo Socialista Europeo. Pareciera que al Sistema “vencedor” se le hubieran quedado por liquidar algunos rincones periféricos, y en eso anda desde que no se le completó el efecto dominó o que, contrariamente a lo esperado, le surgieron nuevas cuñas en el juego que creyó con cierto efecto mágico a su favor. Imposible no pensar en estas cuestiones. Posiblemente sea la mayor verdad que llevamos en la mano. Los imperialistas se empecinan en que es una cuestión de principios civilizatorios impedir nuevos brotes revolucionarios y nosotros en que es un asunto de vida o muerte: sencillamente quieren liquidarnos a todos los que, aun con nuestras terribles angustias, todavía sostenemos alguna esperanza en que el mundo puede y debe ser distinto. Y no porque deseemos imponer nuestro criterio, sino porque en nuestras demandas se unen, en creciente esclavitud intolerable para la contemporaneidad, los gritos de la inmensa mayoría de la Humanidad. Cada vez resulta más apabullante en el conocimiento público que las riquezas amasadas por unos cuantos constituyen el esfuerzo de todos y por ello deben ser distribuidas y no que se queden en unas cuantas mansiones, coches, yates, aviones y otros glamurosos lujos que habitan unos pocos mientras los demás sólo participamos para verlos por la Tele. Somos, de hecho, los condenados a una existencia virtual. De nuevo la lucha de clases que parecía estar desterrada del mapa. Es preciso tener muy claro que ni los valores éticos, ni el internacionalismo humanitario, ni la defensa de los derechos humanos que enarbolamos son los mismos que pregona el Imperio. Tal vez sea esta claridad lo que más nos diferencia y no debemos olvidarla jamás. Efectivamente, estamos en contra de todos los crímenes y de todas las formas de represión, pero no podemos dejarnos llevar por lo que ha seleccionado el Imperio. Al Imperio no debemos entregarle las riendas de nuestras luchas. Es una verdad de Perogrullo: si aceptamos su mando ya nos estamos rindiendo y seguramente saldremos en los Grandes Medios entonando el glorioso mea culpa que tanto buscan en nosotros y que decididamente no tenemos por qué entonar, porque en realidad nunca nos han derrotado ni nunca han conseguido superar las ideas del por qué de las revoluciones. Mientras estas existan, la verdad está de nuestro lado.

2-“Parafraseando al filósofo Pascal, insistía yo en que estos medios son tanto más mentirosos cuanto que no mienten siempre, lo que convierte el trabajo de deconstrucción anti-imperialista en una labor tan sutil y minuciosa como lo es la de la construcción imperialista. El peligro de no comprender la formidable sutileza de los medios (ni sus gruesas inercias de promiscuidad desnudamente comercial) es el de acabar creyendo que la verdad se alcanzaría mediante la pura inversión mecánica de las noticias publicadas en la prensa convencional, simplificación que puede llevar muy fácilmente a delirios igualmente intoxicadores, como lo son, por ejemplo, los que pretenden -según he escuchado o leído en los medios llamados alternativos- que la OTAN habría arrojado “una bomba atómica de baja intensidad” en Beni Walid, matando en pocos minutos “a todos los miembros de la tribu Warfala”, o que 12000 soldados estadounidenses estarían “controlando los pozos y las ciudades de Libia”.

Siento la certeza de todo lo afirmado, aunque me cabe una duda: ¿conocemos realmente todo lo que pasó en Libia? No sé si tendremos forma de saberlo, y desde luego que sería muy bueno conocer toda la verdad. ¿La OTAN nos la dirá? No, la OTAN nos seguirá engañando. Todavía no sabemos con precisión cuántas armas químicas arrojaron sobre Irak para que incluso los propios soldados norteamericanos fueran afectados. ¿Lo sabremos algún día? Quizás. Si en los Grandes Medios se trasmitió, veladamente, esa noticia, y luego se tapó, algo más grave nos esconden. Cabría preguntarse entonces por qué no pensar que en Libia hubieran probado otras armas que desconocemos y que la noticia dada por alguien de los nuestros pertenece al imaginario de las tantas agresiones que el Imperio ha cometido en sus guerras contra los pueblos. Desde hace mucho tiempo, y en ese mismo encuentro de La Habana, el líder cubano planteó las numerosas agresiones químicas y bacteriológicas realizadas por los Estados Unidos contra Cuba. Creo que los Grandes Medios no han hablado de ello jamás. ¿Miente Fidel? Los cubanos sabemos que no, pero el silencio es aterrador. Si con tal desprecio a la vida nos han tratado los imperialistas a nosotros, estando tan cerca de ellos, ¿qué no se les puede ocurrir en un lugar tan lejano como Libia? Y conocemos su invariable sed por experimentar nuevas armas. También sabemos del gigantesco negocio que han tejido alrededor de las empresas privadas de seguridad. Ya no tienen que ir en primera fila los soldados norteamericanos, pues para ello el Imperio dispone de suficientes mercenarios militarizados y técnicamente adiestrados en todo lo que pueda ser de su interés y los pozos de petróleo libios tenían una prioridad absoluta. En fin, está muy claro para todos que la verdad no se alcanza mediante la pura inversión mecánica de las noticias publicadas en la prensa convencional, pero igualmente debemos tener muy claro que la verdad que nos trasmiten esos Medios no es la nuestra. Y no se trata de que objetivamente muchas veces no mientan y que simplifiquemos la verdad, se trata en definitiva de aceptar la verdad: la que nos brindan los Medios es, la mayor parte de las veces, para que sigamos adormecidos y no tengamos siquiera la capacidad de entender, después de tantas experiencias, que uno de nuestros mayores poderes está precisamente en la imaginación y a la que nunca debemos renunciar. No sólo nos ayuda a aguantar los vendavales que a diario recibimos, sino que también nos ayuda a reflexionar en la necesaria prevención y divulgarla lo más rápidamente que podamos. Y tampoco se trata de que defendamos una imaginación que nos lleve a delirios intoxicadores, pero sí que nos haga ver que todavía tenemos fuerzas para enfrentarnos al Imperio, no con la copia burda de sus intenciones, pero sí con todas las posibilidades fundamentadas en todo lo que les hemos visto hacer y en todo lo que sabemos de que es capaz de seguir haciendo.

3-“Un prejuicio largamente asentado en la experiencia me lleva a desconfiar de TVE. Pero me inquieta, y mucho, que no podamos encontrar otra manera de denunciar su tendenciosidad que recurriendo al mismo expediente tendencioso. Este es el caso, por ejemplo, de un comunicado difundido por la Plataforma “No a la guerra imperialista” (y reproducido en la sección Mentiras y Medios de Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=144547&;titular=comunicado-de-protesta-por-la-emisi%F3n-del-reportaje-%22siria-la-lucha-sin-fin%22-en-tve-) en el que se analiza un documental sobre Siria que la televisión pública española emitió el sábado 4 de febrero”.

Creo que no hay día en que los revolucionarios no nos preguntemos cómo encontrar todas las formas posibles para denunciar las tendenciosidades en los Grandes Medios. Tal vez por ello no nos queda otra alternativa que usar sus propias armas, arrancárselas, como cualquier acción de guerrilla. Todos debemos colaborar a darles el mayor lustre, desde el más culto y preparado hasta el menos sabio y especializado. Toda proclama contra la guerra imperialista es poca. Y el intento por hacer ver a la población que de nuevo el Imperio está justificando un cambio de régimen, ahora en Siria, como ya lo hizo en Libia, es loable para todos, principalmente porque ya casi estamos logrando dejarlo solo con ese discurso. Y mientras más solo esté el Imperio, más rápido se impondrá la verdad que defendemos. Pienso que, a pesar de la tendenciosidad de los Grandes Medios, o porque cada vez les es más difícil ocultar sus fines, este comunicado contribuye en mucho al aumento de esa conciencia popular que va creciendo de que el Imperio tiene unos intereses muy definidos y una selección muy conveniente para acabar de terminar su faena. Y nosotros no tenemos por qué esconder nuestros objetivos, son harto conocidos y crecen las ansias en la población para que aparezcan en los Grandes Medios. Me parece lo más destacable de esta Plataforma, aunque todos podamos objetarle alguna deficiencia. Es lo que somos, esa magnífica diversidad de posiciones contra las guerras imperialistas, y cualquier preocupación debe constituirse en una colaboración a ser mejores desde el lugar al que podemos acceder y continuarla.

4-“Veamos. El comunicado, tras anunciar su propósito de poner al descubierto la “tendenciosidad” del reportaje, afirma como primera prueba que en él “se daba por supuesta la naturaleza antidemocrática del Gobierno sirio”. En esa suposición es difícil localizar otra cosa que una “tendencia” a decir la verdad; y en la denuncia otra cosa que una “tendencia” a ocultarla”. Es una de las manipulaciones más frecuentes y más burdas utilizadas por nuestros medios hegemónicos y no deberíamos usarla nunca nosotros, por muy justa que nos parezca la causa. Si “acusamos” a alguien de sostener que la nieve es blanca generamos la ilusión de que no lo es. ¿Es honesto sugerir que el régimen de Bachar Al-Assad es democrático? ¿Nos conviene por algún motivo negar que es tan dictatorial, y por los mismos motivos, como lo fue el de Pinochet en Chile, el de Marcos en Filipinas o el de los Somoza en Nicaragua? No es honesto y no creo que nos convenga. Y sin embargo, es ese modelo de manipulación el que desarrolla sistemáticamente el comunicado”.

¿Acaso todos los revolucionarios tenemos a un grupo de expertos para asesorarnos en cómo realizar mejor nuestras acciones? No tenerlos, con toda justicia, es lo que nos sitúa en el centro de las preocupaciones populares, y es ese el mejor lugar para desplegarnos. Pero en este párrafo lo que más me sorprende es esa aseveración de que el gobierno sirio es comparable al de Pinochet, Marcos y los Somoza. Realmente, al menos a mí, nunca me había pasado por la cabeza una comparación similar. ¿Es verdad? Por asuntos como ese el debate resulta cada vez más urgente.

5-“Totalitario es una palabra que no me gusta, pero si tiene que ver con la centralización total del poder, es difícil imaginar un poder más totalitario en el mundo que el del régimen sirio”.

¿Mucho más grande que el del Imperio? Me cuesta, honestamente, me cuesta mucho creerte, Santiago. Posiblemente se deba, en todo caso, a que mis objetivos de lucha tienen una dirección muy definida y no debo abandonar ningún frente. A mí tampoco me gusta la palabra, pero desconfío mucho, muchísimo, cuando desde el Imperio me la definen y me invitan a enarbolarla.

6-“En cuanto al “miedo y la represión”, también en este sentido la dictadura siria puede describirse como un sistema “totalitario”; en él un aparato policial omnipresente -con los tentáculos oscuros de los mukhabarat y los shabiha incrustados en el corazón mismo de la vida social- garantiza desde hace cuarenta años, mediante la represión y la tortura, la reproducción en el poder de unas cuantas familias que en los últimos años han liberalizado la economía en perjuicio de sectores cada vez más amplios de la población”.

¿Desde hace 40 años se mantiene así el gobierno sirio? También me cuesta mucho creerte, Santiago. Y no porque piense que estés exagerando, porque también tú tienes derecho a la imaginación, sino por el tufillo que tiene tu afirmación a engrosar las mayores calamidades en un gobierno que nunca había sobresalido por esas características.

7-“El comunicado de “No a la guerra imperialista” (consigna a la que hay que sumarse sin ambigüedades) recurre a continuación a otro típico procedimiento manipulador: el de denunciar el silencio sobre cosas que no existen y que cobrarían existencia así a la sombra de esta denuncia. TVE -dice el comunicado- no hace “ninguna referencia a las elecciones presidenciales por las cuales ha sido elegido el actual Presidente sirio, ninguna referencia a la libertad de prensa, o al laicismo en la educación y demás esferas de la vida pública, ninguna referencia a la igualdad entre hombres y mujeres en la legislación siria, o a la constitución de una Asamblea Popular con representación multipartidista”. Tampoco hace referencia -añado yo- a la existencia de caballos voladores ni de volcanes de chantilly. Seamos serios. No podemos denunciar la hipocresía de TVE, que no dice nada de Arabia Saudí y de Qatar, e incurrir en el mismo doble rasero olvidando, por ejemplo, los casos de Túnez y Egipto. Del “multipartidismo” en Siria ya hemos hablado, pero conviene recordar que también Ben Ali y Mubarak cooptaron o consintieron otros partidos (algunos de ellos incluso “socialistas”) sin que nadie haya dudado por ello de la “naturaleza antidemocrática” de sus regímenes ni de la primacía escandalosa del RCD y el PND. De la “elección presidencial” da casi rubor hablar: Bachar Al-Assad se reeligió a sí mismo en referéndum en 2007 con el 97% de los votos; Mubarak, más modesto, se conformó en 2005 con el 88.5 %; y Ben Ali, en una verdadera demostración de espíritu democrático, admitió incluso otros dos candidatos en octubre de 2009, última vez que fue “elegido” con el 89,60% de los sufragios. No he escuchado a nadie de izquierdas conceder ninguna legitimidad a los mandatos de los dictadores tunecino y egipcio ni restar legitimidad a las revoluciones de sus pueblos. ¿En qué sentido sería más “auténtico” o “creíble” el apoyo “electoral” recibido por Bachar?”

Tú, Santiago –discúlpame el tuteo que me es muy familiar y deseo mantenerme en esa situación-, que has vivido tantos años en el mundo árabe y evidentemente dominas las diferentes problemáticas, ¿crees realmente que no hay ninguna diferencia entre la vida que llevaban los pueblos de Egipto y Túnez con respecto al que lleva el pueblo de Siria o el que llevaba el de Libia? No me parece que sean comparables en muchísimos aspectos conocidos. ¿Ben Ali tuvo una verdadera demostración de espíritu democrático mucho mayor que Bachar? De nuevo vuelves a una comparación que tampoco me sustenta tu propia opinión sobre las luchas revolucionarias. Y no hablemos de esa “democracia” del voto cada cierto periodo de tiempo que tanto rechazamos y que el Imperio nos soporta, hablemos de esa tan buscada sociedad democrática que al menos cree en el internacionalismo humanitario y que apenas se practica ni en los países más desarrollados del planeta, prefiriendo esa falsa libertad individualista donde el glamur nos hace a todos menos democráticos y más desvergonzados. No sé, amigo mío, sinceramente, no sé qué más decirte con ese párrafo, porque hasta para los Grandes Medios siempre estuvo claro que el nivel de vida de los pueblos libio y sirio era muy superior al de Egipto y Túnez. ¿De qué hablamos? Es mucho lo que no sé, pero igualmente presiento que no es más lo que me enseñas.

8-“En Siria hay bastante menos libertad de prensa que en el Egipto de Mubarak y la misma que en el Túnez de Ben Ali y nunca nadie de izquierdas se habría atrevido a negar el sofocamiento mediático de los egipcios y los tunecinos. ¿Por qué nos burlamos de los sirios?”

¿A qué llamas libertad de prensa, a que cualquiera que tenga el dinero necesario pueda fundar un órgano de información pública? No, no creo que pienses así, pero debo anotar que por esa facilidad que los Grandes Mercaderes tienen con las finanzas han creado el Imperio y por ello existen sus Grandes Medios. Y sé que también tú lo sabes. Nosotros no tenemos ninguno, porque Telesur, con intenciones de ser nuestro Gran Medio y que realmente lo creo más cercano a mí, también para ti es similar a Al Jazeera. ¿Estás igualando a Venezuela con Catar? Los matices, además de en los comunicados, es muy conveniente aclararlos en estos asuntos muy serios. No creo que ninguno de nosotros se burle de los sirios. Pienso que todos queremos a todos los pueblos, sólo que, en medio de tanta barbarie con que el Imperio quiere dominarlos, nosotros nos inclinamos contra esa tarea que al Imperio le falta por terminar, la que ya apunté cuando hoy día adopta el arma de la necesidad de un cambio de régimen donde más le conviene. ¿Israel no necesita ningún cambio? Para el Imperio, no, pero para mí, sí, así de sencillo, es mi primer deber: colaborar a que se haga otra selección, y antes de Siria podría nombrar a numerosísimos pueblos que están prácticamente olvidados por la libertad de prensa y que son los que realmente conviven con la peor de las dictaduras: las que les destruye el derecho a la vida. Entonces, aunque nos sea bastante enrevesado, nos deben interesar mucho los movimientos geo-estratégicos que nos rodean. Y sí, ¿por qué negártelo? Encuentro motivos superiores en las revueltas populares de Egipto y Túnez que en las de Libia y Siria. Incluso, si por invención me moviera, que no es el caso y en ese punto te escucho mucho, me atrevería a pregonar que la caída de Libia y el asesinato de Gadafi fueron planificados por las Potencias imperiales minuto a minuto.

9-“Si una invasión imperialista es una dictadura exterior, una dictadura es una forma de imperialismo interior”.

Otra vez volvemos a la selección hecha por el Imperio: no puede haber otra razón que la suya y cualquiera que se aparte de ella es…, lo que más le gusta denominar, una dictadura, y ahora tú la redondeas con que también es un imperialismo interior. ¿Acaso no es en estos momentos la dictadura del abandono que azota a los haitianos después del fatídico terremoto el mejor ejemplo dictatorial contra el que debe luchar todo el mundo? ¿Acaso no es el caos y el hambre del cuerno africano otro ejemplo de ferocidad dictatorial? Tanto el Imperio como sus Grandes Medios pregonan los horrores que existen allí. Pero nadie ha dicho que en esas zonas existe un imperialismo interior impuesto por el imperialismo exterior. Digámoslo nosotros si se nos ocurre usar ese concepto. De ahí que denunciar la selección del Imperio constituye una tarea de primer orden porque, sin ningún miedo, debemos aceptar que nosotros tenemos otra selección, no precisamente de fútbol, con la que nos alienan, sino de verdad y de justicia social que es el terreno donde queremos participar. Tenemos que luchar contra todas las dictaduras que nos avergüenzan como seres humanos cada día, pero no es el Imperio quien nos debe dirigir. Cuando hayamos resuelto esas dictaduras que tanto nos degradan, incluso algo reconocido por muchas voces cercanas al Imperio, nos ocuparemos de la mayor: el Primer Mundo en general, y más adelante, sin cortapisas, de las equivocaciones en que incurrimos nosotros. Si primero vemos nuestros errores, ahí nos devoraremos nosotros mismos, y es eso, digámoslo claro, lo que parece que has hecho tú con el mencionado comunicado. Imagino que tú no perteneces a esa Plataforma, yo tampoco, a ninguno nos llamaron para perfilar mejor la denuncia, ¿eso les quita valor? No, Santiago, aunque se hayan equivocado, según tu criterio, en los puntos tocados. Lo que más debemos robustecer está en que desde los más disímiles lugares y personas se levante la denuncia ante las acciones del Imperio. En otro artículo puedes exponer, para beneficio de todos, los tantísimos argumentos que te asaltan para que, según tus conocimientos, no nos equivoquemos tanto. Sería algo más acertado. No deben confundirse la lección y el sentimiento, ni la crítica con la condena a las guerras imperialistas, y sin ambigüedades, como muy bien tú señalas con esa consigna.

10-“El comunicado se refiere a continuación a las “reformas” y “amnistías” aprobadas por Bachar Al-Asad y de las que TVE tampoco habría hablado. Sería muy bueno, en aras de la paz y a fin de evitar una tragedia mayor, que el gobierno las aplicara y que satisficieran las demandas de los ciudadanos, pero tampoco indican nada acerca del régimen dictatorial, salvo que en efecto lo es. Las mismas promesas, con muchos menos muertos a sus espaldas, fueron hechas por Mubarak y Ben Ali y todos nos felicitamos entonces de la dignidad con que los tunecinos y egipcios las rechazaron para continuar luchando hasta el derrocamiento de los dictadores. Incluso en el caso de Marruecos, donde las protestas provocaron apenas una decena de víctimas, la izquierda ha denunciado la maniobra de Mohamed VI, su reforma constitucional galopada en diez días y la falsa legitimidad que ha obtenido de ella; y ha apoyado sin vacilaciones el boycot del movimiento 20-F a la convocatoria electoral. Sin duda sectores de la oposición siria en el exilio vinculados al CNS rechazan toda reforma y todo diálogo porque quieren precipitar una intervención exterior, pero eso ni ilumina favorablemente esas reformas tardías que van acompañadas de un aumento de la represión ni deslegitima a los revolucionarios que se niegan a aceptarlas por una combinación de justificada desconfianza y valerosa dignidad.”

Creo, con absoluta fidelidad a las ideas revolucionarias, que cualquier demanda para una intervención extranjera en Siria por fuerzas imperiales deslegitima totalmente a esos movimientos revolucionarios. No puedo evitar mi mayor rechazo a cualquier alianza con Hilary Clinton y mucho menos si esta se hace en nombre de una valerosa dignidad. No creo que a estas alturas un revolucionario no sepa ver a quiénes representa la Secretaria de Estado Norteamericana. Desde luego que tenemos que estar al lado de las justas reclamaciones de los pueblos, pero antes, no vaya a ser que nuestros enemigos nos agarren tomando el té, tenemos que marchar junto a los combatientes que luchan contra los intereses imperialistas. No tengo muy claro en este momento si el gobierno sirio lucha contra ellos, pero sí tengo clarísimo que es el Imperio quien más ganas le tiene al gobierno sirio y del Imperio no me fío “ni un tantico así”, como decía el Ché. De ahí que no me quede otra alternativa que apoyar al gobierno sirio. Después tendré que averiguar más y realizar los pertinentes análisis que ahora no me sirven de mucho. Ayudar al Imperio a terminar su tarea, jamás.

11-“Finalmente el comunicado reprocha al documental “alejarse completamente del rigor periodístico y de la contrastación de fuentes”. Es posible que así sea y comprendo la alergia frente a El País y el CNS y las reservas frente a Amnistía Internacional. Lo que me preocupa es que esa acusación y la versión de la Siria “democrática” que trata de dibujar la denuncia no se sostenga, a su vez, en ningún dato ni fuente contrastada, salvo en la superstición de que si El País dice algo es cierto lo contrario. Y, por supuesto, según queda de manifiesto, en la agencia oficial SANA, en el canal sirio Dunia y en el iraní Press-TV, fuentes interesadas de regímenes dictatoriales frente a las que deberíamos mostrar cuando menos el mismo espíritu crítico y el mismo escepticismo que frente a The New York Times o El Mundo. En vez de eso, las replican -las repican- los medios llamados alternativos que habían nacido precisamente como voz anticipada de otro mundo posible”.

Ese otro mundo posible no vendrá de la mano del Imperio y sus secuaces, de esto no me cabe ninguna duda. Con los demás, es cierto lo que dices, debemos tener también un espíritu crítico, pero eso sí, nunca el mismo, entre otras cosas porque los demás son los perseguidos por el Imperio. Y tocas a Irán, que parece ser el próximo país en que hay que cambiar el régimen, tal y como el Imperio lleva su selección. Bueno, ya dije que tal selectividad no la comparto y estoy seguro que tú tampoco, aunque me preocupe que te acerques tanto a ella. Y lo digo porque en una entrevista declaraste que desde la izquierda latinoamericana nos vienen ciertas manipulaciones que no te agradan, sobre todo porque “es una izquierda que en algunos países está en el poder”. ¿Es que acaso te agrada la selección hecha por el Imperio? No, tampoco puedo creerlo tratándose de ti, pero, es inquietante. Mera precaución, nada más, y tal vez, humildemente, un llamado de atención.

12-“Una de las particularidades de la verdad es que se puede hacer también un uso propagandístico de ella y estoy seguro de que TVE así lo ha hecho. Son muchos los medios dedicados en estos días a justificar, a partir de esta verdad degradada o tuneada, una intervención militar, aún no decidida, que sería una catástrofe para Siria y para toda la región, sobre todo para los que luchan desde dentro por la liberación de un yugo terrible y que podrían verse sometidos, como recuerda Bassam Haddad, a un yugo peor: “apoyar la desaparición del régimen sirio por todos los medios, incluida la intervención militar externa, es tremendamente insensato, especialmente si el objetivo es salvar vidas sirias o crear el marco para una vía de autodeterminación post-régimen” (http://rebelion.org/noticia.php?id=143492).”

Creo que esa es la esencia que anima a los compañeros que redactaron el comunicado: que no haya intervención imperialista en Siria. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos dividimos tanto? En estos momentos tan complejos para la izquierda mundial sólo deberían prevalecer las esencias. Si nos vamos por las ramas sólo conseguiremos mayor desunión. No creo que nadie pueda estar interesado en ello. ¡Ya de por sí muchos revolucionarios se sienten tan débiles!

13-“El derecho de los pueblos a la autodeterminación frente al imperialismo interior no debe hacernos olvidar la dictadura global exterior que los amenaza. Las teocracias del Golfo y la OTAN, indiferentes a la suerte de los palestinos, los bahreiníes o los colombianos; los EEUU de los 70 vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU y el millón de muertos en Iraq; las potencias occidentales que no dudan en sacrificar a sus propios pueblos en Europa y EEUU sólo pueden agravar la suerte ya trágica de Siria. Nuestra solidaridad con su pueblo rebelde incluye necesariamente nuestra inquebrantable oposición a todos los que tratan de impedir la decisión soberana sobre su propio destino.”

De acuerdo, Santiago, pero creí que en el párrafo anterior ya habíamos alcanzado un primer acuerdo, precisamente por todo esto que apuntas antes de decir sobre nuestra solidaridad con el pueblo rebelde de Siria a decidir su destino. Lo primero es lo primero, después llegará lo segundo. Y por supuesto que toda la solidaridad les llegará a los sirios, la misma que enviamos a todos los pueblos y a todos los revolucionarios que sepan ver más allá de la situación particular en que se encuentran. No puede olvidarse que por nosotros esperan millones de hambrientos, no de libertades y confort, sino del pan elemental de cada día. Que alguien tiene que esperar un poco, al menos intentando solucionar sus problemas sin injerencias externas, es lo único que por ahora nos cabe defender. Es cierto que en tal espera se nos puede ir la vida individual y legítima que a todos nos corresponde vivir, es triste, pero cuando pienso en las tantísimas tristezas que nos circundan sólo me queda preguntarme qué hago con mi tiempo de vida. Podría silenciarme ante las múltiples confusiones y dedicarme al disfrute elegido en la orilla de la playa más tranquila, podría olvidarme hasta de Cuba, y claro está, también de Libia, Siria, Irán, Venezuela, de ti, pero sucede que mi mayor goce se extiende sin reparos en la lucha anti-imperialista. A ello, a escala global, dedico lo que me queda por vivir. Pienso, sin una gota de indiferencia a nadie, que mientras no derrotemos a este Imperio nos crecerán las imperfecciones.

14-“Frente a la verdad rebajada a propaganda, es necesario denunciar enérgicamente la hipocresía y señalar con vigor qué cajas puede descerrajar y qué fosas puede abrir, pero ninguna manipulación por nuestra parte -ninguna propaganda invertida- podrá impedir la intervención en Siria, si es que está ya decidida, y aún menos dignificar la causa de los que nos oponemos a ella”.

Seguimos acompañándonos, es nuestro máximo deber.

15-“El caso del comunicado no es más que una gota en un aguacero. Lamentablemente, algunos sectores de la izquierda consideran que imperialismo y anti-imperialismo son solo dos formas diferentes y enfrentadas de mentir y dominar al otro. No es así: ninguna mentira puede ayudar a fabricar hombres sinceros y ninguna dictadura puede ayudar a construir hombres libres”.

No, Santiago, no creo que ningún compañero realmente de izquierda crea que imperialismo y anti-imperialismo son sólo dos formas diferentes y enfrentadas de mentir y dominar al otro. Son dos formas de ver la vida muy bien diferenciadas, y no precisamente por mentir y dominar al otro, sino porque es el imperialismo el que más nos miente y nos domina. No queremos mentir, pero no queremos jugar con él a la verdad –ya sabemos cuál es la suya-, y tampoco queremos dominarlo para tenerlo como esclavo –que es como él nos tiene-, aunque sí nos agradaría mucho que desapareciera y así habremos terminado, por ahora, con la falsa verdad que lo sostiene y con la esclavitud en que cree que puede alcanzarse la felicidad. Para evitar cualquier acercamiento a esa posición que tú crees ver en algunos sectores de la izquierda es que debemos acompañarnos más de lo que usualmente lo hacemos. No hay otra vía. O nos unimos o nos extinguimos. Y extinguirnos, como muy bien tú sabes, sería la verdadera mentira y la mayor ampliación de la dictadura del Imperio que, esencialmente, es el mayor impedimento a que seamos hombres sinceros y libres en cualquiera de los países que nos toque vivir.

16-“Sólo la verdad y la justicia social son realmente anti-imperialistas”.

¿Qué verdad, Santiago, sí, qué verdad?, porque ya sabemos que no hay solamente una, e igual con la justicia social. Ya has dicho cuál es la verdad tendenciosa de los Grandes Medios, y ya sabemos, por Haití, el cuerno africano y por tantos pueblos tercermundistas ahogándose en la desesperación, en qué consiste la justicia social que pregona el Imperio. Incluso ya esa verdad y esa justicia social que podrías ensalzar se están transformando en muchos países europeos con la crisis. Se ve claramente la intención de empobrecer y debilitar a sus pueblos. Entonces debemos estar muy claros en cuál es la verdad y en qué consiste la justicia social que son realmente anti-imperialistas. No podemos olvidar que ni la verdad ni la justicia social son concepciones abstractas y plenas de arrobamiento romántico. Nada de eso. Se trata del último fin de tanta gente que padece la voracidad insaciable del Imperio y a la que debemos responder concretamente fanáticos: ¿todos comemos, todos nos curamos de las diversas enfermedades, todos estamos educándonos? Luego vienen las ampliaciones. Todavía en este martirizado planeta existen millones de seres humanos que no comen lo suficiente, que no tienen medicinas, que no se educan, que no saben qué cosa es una sonrisa y mucho menos qué es la verdad y la justicia social. Si empezamos por los conceptos no habrá cuerpo que los resista. ¿O es que sólo debe animarnos el alto bienestar que cada uno de nosotros y algunos de nuestros pueblos han alcanzado? Sabemos que tales niveles de vida son insostenibles. ¿Será cierto que tal bienestar nos puede hacer imperialistas? Parece como si hicieras Arte con la vida. Nuestro inmenso José Martí decía: “La justicia primero, el Arte después”. Creo que tal sentencia define la más exacta posición anti-imperialista.

17-“Los tiempos cambian; son, como decía Fidel, “enteramente nuevos”. Para invadir Iraq hacía falta mentir -la patraña de las armas de destrucción masiva- y frente a las mentiras de EEUU y la UE los anti-imperialistas nos defendíamos diciendo la verdad, gracias a la cual se debilitaron los medios capitalistas y se robustecieron los nuestros. El problema es que para intervenir en Siria -si finalmente ocurre- habrá bastado con decir, y degradar, la verdad: que hay allí una dictadura feroz y que una parte del pueblo se ha levantado contra ella. ¿Nuestra defensa será entonces la mentira? Si no se nos ocurre ningún otro recurso, entonces es seguro que vamos a perder no sólo esta batalla sino también todas las venideras”.

No, Santiago, nuestra causa contra la guerra imperialista no es el camino de la mentira, sino el de la lucha, como dijo Fidel en ese encuentro en que tú participaste en La Habana y donde pudiste hablarle y aplaudirle, como haríamos todos los revolucionarios del mundo. Y ya que estamos en estos avatares de la verdad, la justicia social y tantos otros temas de explicación cada vez más complejos y soy cubano, y un ferviente defensor de la Revolución Cubana, a pesar de sus numerosos errores (que un buen amigo y prestigioso escritor cubano residente en la isla ha llamado “horrores”), debía tomarme la licencia para aclararte algunas incógnitas que tus palabras pueden provocar, pero, no, no creo que seas un ingenuo al hablar de Cuba. Es que a veces pienso que ser revolucionario hoy día es muy difícil, dificilísimo, tanto, que puede afirmarse que somos las criaturas más contradictorias e imperfectas de todo el universo. Quizás sea esa nuestra mayor maravilla, nos hace más humanos, porque la Derecha se muestra tan perfecta y tan espectacular en sus definiciones que verdaderamente suena de forma rimbombante en el circo de las enajenaciones, algo fácilmente comprobable por estos días, en que Madrid y Barcelona se pelean por agradar a un millonario norteamericano para que invierta su dinero en el futuro Eurovegas en sus territorios. Las dos administraciones autonómicas se disputan el negocio, aunque ello signifique violar todas las verdades y justicias conquistadas por los trabajadores españoles y tantas otras cosas que para estos señores sólo son lindeces pasadas de moda. En Cuba, posiblemente, después de oír las condiciones planteadas por este señor para realizar la inversión, le dirían que se esperara un momento, el tiempo justo para llamar a la policía, que lo detuvieran, que lo condujeran a un hospital psiquiátrico y le confiscaran todo su dinero. Claro, por eso dicen que allá tenemos una dictadura y no dicen que aquí la dictadura la tiene este señor, en fin, estoy seguro, amigo mío, que en estas grandes y complejísimas batallas podremos contar con tu compañía. Te agradezco más de lo que puedas imaginarte –y conmigo muchos-, que no te apartes de nosotros, aunque a veces debas añadir algún matiz a nuestros apresurados comunicados por evitar el silencio ante otra guerra imperialista. Justa y verdaderamente tu valor y el nuestro se emparentan mientras nos acompañemos siempre.