Cuando el socialista Papandreu, a comienzos de la
crisis que azota Europa, propuso un simple referéndum para que el pueblo
opinara sobre las condiciones del “rescate” que le imponía el Banco Central
Europeo, vimos una buena parte del Orden Establecido creado por el Sistema
Capitalista. Papandreu tuvo que desistir de la sencilla consulta popular y por
mucho que el pueblo griego se manifestase se impuso el designio del Poder
Financiero para Grecia. Tal vez la fraternidad y la solidaridad entre iguales
hubiera podido haberle dicho al Banco Central Europeo que todos éramos griegos.
Pero, no, no se lo dijimos. Los pueblos y las personas en exclusión perenne por
ese Poder no existimos plenamente, sino sólo cuando nos usa como la carne de
cañón de todas sus intrigas para seguir defendiendo el Orden Establecido que
nos ha impuesto. Nos han convertido en los juguetes de su pelea por obtener los
mayores beneficios del Mercado donde han definido la vida.
A raíz de la manifestación de la Diada en Barcelona
han comenzado a sucederse las intervenciones. Unos apuestan por la
independencia y otros por el arreglo de la histórica y convulsa situación. Las
divisiones en la propia Cataluña son evidentes. Se hacen encuestas sobre las
posibilidades de los diversos Partidos Políticos en el caso de que el President
Mas adelante unas elecciones. Al parecer la balanza se inclina hacia una
mayoría independentista.
¿Todo ya está preparado? ¿No se trata de quedar una
vez más en el ruedo de los poderosos? ¿Si antes, los siempre declarados
independentistas, no tan favorecidos por el Poder, no lo consiguieron fue
porque no se podía? ¿Se puede ahora? No podemos olvidar que al otro día de que
la Generalitat perdiera Eurovegas apareció repentinamente Barcelona World.
¿Entonces cabe entender que el negocio va sobre rieles y el entusiasmo popular
está siendo dirigido o aprovechado desde la estrategia mercantil que ahora es
favorable a la Independencia? No lo sabemos, no sabemos tantas cosas... Se
impone la serena reflexión y el más decidido anhelo para que no se confundan
los ideales de singularidad con el dinero que nos podría costar si les ponemos
un precio.
Para toda lucha hay que observar los elementos que
la emprenden. No resultaría acertado mirar por igual en el tejido social de
Catalunya a la burguesía y la clase media alta con respecto de los trabajadores
a pie de obra que se han arraigado a ciertas aspiraciones con matices
diferenciados. Igualmente no están en la misma fila los currantes
incondicionales del Barça, la esforzada clase obrera cansada de la Política, el
maestro de escuela amante de unos valores espirituales con rotunda legitimidad
y los intelectuales honestos que saben de qué van muchos asuntos. Y resulta aún
menos acertado situar como iguales a los emigrados y sus descendientes del sur
de la península que contribuyeron decisivamente al enriquecimiento de la región.
Muchos de estos se han sumado a la identidad propia del territorio en sus
distintos estratos sociales y otros mantienen sus señas originales con total
legitimidad. Mucho más iguales resultan los últimos inmigrantes de todas partes
del mundo que se han asentado en esta tierra. Estos, sin duda, en comparación
con los otros grupos, forman el sector más desfavorecido del Sistema, aunque
son una ínfima minoría a los que prácticamente nadie les aporta nada
significativo.
La unidad de todos los grupos hacia un propósito
común pasa necesariamente por el reconocimiento de sus situaciones
privilegiadas o desfavorecidas. Todos somos vulnerables. La evolución histórica
de cualquier sociedad se ha visto casi siempre, en uno u otro aspecto y por una
u otra cosa, atravesada por el concierto de múltiples identidades. Nunca se es
enteramente original. En la mezcla de la globalización actual no es posible
hablar de autenticidad lejos de la esencia humana que nos identifica a todos.
El respeto a la diversidad tiene que ser parte indisoluble de la riqueza
construida, pues de nada valdría erigir derechos liberadores para unos sobre la
base de mantener a otros como súbditos o servidores del Poder que obtengan los
primeros. Cualquier conquista que se asiente en ese postulado terminará
derrumbándose más tarde o más temprano. Nada injusto prevalece, a pesar de que
el tiempo en que vivimos parezca decirnos lo contrario. La formidable
manifestación de la Diada, tanto por un camino o por otro, es una prueba
fehaciente de la levantada de los pueblos. Y los pueblos, todos, han de
hablarse y escucharse al margen de los grandes poderes económicos y políticos
que siempre los han manipulado.
¿Está clara la llama reivindicativa? Los Grandes
Medios de Comunicación y la mayoría de los políticos elegidos
“democráticamente” en Catalunya creen que sí. De nada parece servir que les
digamos que todos somos griegos. Y es que, en verdad, todo indica que no lo
somos. La agitación es elocuente. Muchos nos aseguran que Catalunya, como dice
el himno, sería un país muy rico si fuéramos independientes de España y que con
tanta riqueza resolveríamos todos los problemas que tienen los actuales
habitantes del territorio catalán. Y hay algunos que hasta se atreven a
imaginar al Nuevo Estado con un gran poder de decisión en el Banco Central
Europeo.
Evidentemente tal tendencia parece querer que
ignoremos las innumerables manifestaciones que por toda Catalunya, por todo el
Estado Español, por todos los países europeos y por todo el mundo se producen a
diario contra el Sistema Capitalista. ¿Acaso creen que porque en la Diada
participaron, con la misma identidad, favorecidos y desfavorecidos por el Orden
Establecido, nos hemos olvidado de esas luchas? ¿Es este Sistema Capitalista,
para quien los pueblos y las personas son su casino de juego, el lugar donde
también nosotros realizamos la apuesta decisiva? Urge apuntar que en esa
manifestación del 11 de septiembre también desfilaron los que creen que el
debilitamiento del actual Sistema que gobierna al mundo pasa por la
desintegración de sus territorios. Si el discurso soberanista busca el olvido
hacia las luchas clasistas que siguen imperando sólo estará encendiendo la
mecha de un nuevo fratricidio o cuando menos animará otra jornada de
indiferencia a gusto del Gran Capital.
Desentrañar qué intereses se están moviendo en esta
impronta popular que determinado poder ha hecho suyo nos pertenece a todos y no
solamente a los Políticos. Puede que hayamos arribado al mejor momento para el
pensamiento limpio en todas las esferas del pueblo. Si la consigna es la
creación de un Nuevo Estado, creámoslo, pero creámoslo de verdad: Un Nuevo
Estado. Es claro que el Nuevo Estado no comenzará a existir poniendo alambradas
desde los Pirineos hasta Tarragona, sino que son otras las señales: que el
modelo de sociedad no sea Eurovegas, que no continúen los desahucios a familias
engañadas que necesitan las casas vacías, que los Bancos, las Multinacionales y
los Negocios de la Burguesía no continúen marcando la pauta de las relaciones
sociales, que la vocación política no sea la garantía de un súper salario y la
implantación de sus intereses, que las grandes fortunas no sigan beneficiándose
del perjuicio a los más desfavorecidos, que la enseñanza y la salud no
constituyan negocios lucrativos, que podamos crear el Parlamento de los Pueblos
y de las Personas y que allí vayan todas las propuestas de lo que
verdaderamente significa Un Nuevo Estado. El desafío es grande, pero mucho más
grande sería la decepción si no lo hacemos. De muy poco serviría una Catalunya
Independiente si no es una Catalunya Nueva. Además de que, con la perspectiva de nuestros tiempos, sería ese el único sentido de una lucha semejante.
En consecuencia con el discurso Catalanista aparece
el Españolista, pretendiendo que la manifestación de la Diada fue una fiesta de
color donde todos creyeron que convertirse en ricos era el máximo emblema.
Evidentemente esa tendencia parece querer que olvidemos otras luchas. ¿Acaso
creen que porque la Diada fue festiva allí no se estaban mostrando las esencias
de un pueblo magnífico que reclama la plena existencia de su singularidad? En
la Diada se juntaron todos los eslabones de una vocación de lucha. Cuando hoy
día se han apagado tantas revoluciones violentas ello no quiere decir que los
pueblos y las personas hayan renunciado a sus derechos. Si el discurso
españolista busca seguir menospreciando estas luchas sólo estará atizando las
contradictorias llamas de la Historia.
¿Nos dicen casi lo mismo desde ambos bandos? ¿Nos
dicen que los pueblos y las personas no existen y que son ellos, los políticos
elegidos “democráticamente”, los que deciden lo que de por sí sólo les
pertenece a los pueblos y a las personas? ¿Los elegimos nosotros, les
entregamos nuestro Poder? Todo parece señalar que sí. ¿Qué hacer? El camino
debe iluminarse: tenemos que arreglar esa democracia que sólo nos permite existir
cuando el Poder lo estima mediante unas elecciones. Tenemos que poner en el
centro a los pueblos a través de la más amplia y decisiva participación
política de los diversos individuos que los componen. La esencia de los
Partidos Políticos, los sistemas de votación, las campañas electorales y hasta
el voto individual parecen necesitar una redefinición. Mientras no lo logremos,
todo lo que nos suceda, ya sea guiados por un bando, por otro, o por aquel que
no vemos y que parece juntarlos a todos dentro del Poder que tienen o que
pretenden ampliar, será una demostración de nuestra inexistencia como
individuos y como pueblos frente al Sistema que hemos permitido desarrollarse
por encima de los más indiscutibles valores humanos.
¿De qué quieren separarse los pueblos y las
personas? Es claro: de todas las opresiones, esas que casi siempre vienen de un
Poder para el que los oprimidos no significan nada y que por ello lo más
atractivo que ve en sus discursos es lanzarlos al fuego, como si en las cenizas
estuviera su más auténtico lugar. Si aún no podemos decirle que todos somos
griegos, al menos tengamos la iniciativa de indagar qué tajada está jugando con
nuestro fervor, impedir la continuación del reparto del pastel y empezar a
consensuar nosotros mismos qué hay adentro de las más difíciles aspiraciones.
A través del diario El Confidencial nos llega el
criterio de algunos conocedores del Orden Establecido, la ley que ha hecho
surgir a esos poderes que cada vez se alejan más de los pueblos y de las
personas:
Joaquim M. Molins. Catedrático de Ciencias Políticas
de la Universidad Autónoma de Barcelona:
"Lo
primero que hay que averiguar es si existe realmente una voluntad mayoritaria
de los ciudadanos de Cataluña para abandonar el actual marco jurídico. Es
difícil prever en el momento actual situaciones futuras de carácter unilateral
sin tener antes los datos objetivos y políticamente incuestionables sobre la
voluntad de los ciudadanos residentes en la comunidad autónoma".
Javier García Roca. Catedrático en Derecho
Constitucional de la Universidad Complutense:
"Carecería
de cualquier eficacia jurídica una declaración unilateral de independencia del
Parlamento de Cataluña o un referéndum convocado por las autoridades
autonómicas, cuya celebración ilegal podría incluso ser suspendida por el
Estado".
Remedios Sánchez Ferri. Catedrática en Derecho
Constitucional de la Universidad de Valencia:
"No
caben las declaraciones unilaterales. El Derecho Internacional es muy claro en
estos supuestos".
Joan
Botella. Catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de
Barcelona:
"Una independencia por declaración unilateral de
parte del territorio es inviable, tanto por razones políticas -choque frontal
con las instituciones centrales, divisiones internas en Cataluña- como jurídicas:
un nuevo Estado lo es solo si otros Estados lo reconocen. Si el proceso de
creación de un Estado circula por cauces manifiestamente ilegales, esos
reconocimientos por parte de otros no se producirán. Ahí están, por ejemplo,
las actuales dificultades de Kosovo”.
Agustín Ruíz Robledo. Catedrático en Derecho
Constitucional de la Universidad de Granada:
"El
reconocimiento internacional lo veo muy difícil. Los Estados actúan en el
panorama internacional pensando en sus propios intereses, y no se me ocurre qué
Estados importantes podrían estar interesados en la independencia de
Cataluña por las malas, al estilo de Kosovo. Otra cosa sería,
lógicamente, una independencia pactada, al estilo de la división de
Checoslovaquia.”
Xavier Ballart. Catedrático de Ciencia Política de
la Universidad Autónoma de Barcelona:
"Una
declaración unilateral de independencia no sería posible. Eso supondría la
repetición del 6 de octubre de 1934 y equivaldría a un golpe de Estado".
Pero nada es inamovible. Aparece “La Vanguardia”, ese grueso periódico que cada día nos regalan a millares en los trenes de Barcelona para decirnos: “Según el Financial Times el independentismo catalán será "imparable" sin un "gesto plausible" del presidente español. En un editorial, el prestigioso rotativo financiero avisa que "el trabajo del gobierno español es encontrar compromisos con los catalanes y los vascos". ¿Qué compromisos? ¿Serán aquellos que sólo buscan una mejor situación de los poderes que aglutina el Financial Times, La Vanguardia y otros que con el mismo prestigio muy pronto saldrán a la vista?
Y llegó la anunciada reunión de Mas y Rajoy en La
Moncloa por el Pacto Fiscal. Nada nuevo, todo estaba anunciado. Ni Mas aceptó
seguir sin un concierto económico parecido al que disfrutan el País Vasco y
Navarra ni Rajoy aceptó alejarse de la Constitución Española. ¿Para qué se
reunieron? ¿De verdad tenían ánimos para el diálogo? Mas regresó a Barcelona y
fue aclamado en la Plaça Sant Jaume por una multitud de su Partido que le pedía
que fuera valiente. Y Rajoy se fue a Roma para que la Internacional demócrata
de Centro le aplaudiera su preocupación por la democracia en Cuba.
Para completar el panorama el presidente de la
Patronal Española, la CEOE, el catalán Joan Rosell, ha afirmado que “si Catalunya
consiguiera la independencia se reducirían los beneficios no sólo de los
empresarios catalanes, sino los de todos y cada uno de los empresarios del
conjunto de territorios de España, por lo que ir por ese camino es una
barbaridad”. Días antes había dicho: “Yo estoy con la mayoría”. Siendo el
máximo dirigente de los empresarios españoles estuvo a favor de todos los
recortes sociales impulsados desde el gobierno y no a favor de la inmensa
mayoría de los españoles y catalanes que se han manifestado en contra de ellos
por todo el Estado. Imaginamos con certeza de qué habla. Pero el pulso continúa
y continuará. Algunas empresas catalanas han manifestado que no les importa si
sus productos no se pudieran vender en España, alegando que podrían llevarlos a
Hong Kong o a las Islas Maldivas.
Al
mismo tiempo es publicado en Berlín el Libro Negro del Derroche Público Alemán.
Allí también vemos el despilfarro con el dinero del contribuyente para la
construcción de aeropuertos y otras “menudencias” por el estilo a lo realizado
o por terminar en España y en Catalunya. Conocemos la responsabilidad de los
políticos germanos. Es muy posible que ese ejemplo del Norte haya pasado al Sur
y que ahora el Norte desee que todo lo pague el Sur. Es el Orden Establecido.
El mismo Orden que castiga a los países subdesarrollados. ¿Es que la Unión
Europea ya tiene planificada la creación de sus “repúblicas bananeras”? Todo
apunta a que por ahí va la Europa de las dos velocidades. ¿Otra vez los pueblos
del Sur, aunque estén en el Norte, tendrán que tolerar la insaciable voracidad
exclusionista de los Mercados?
¿Acaso
todo ya está preparado ajustando el Orden Jurídico de acuerdo a la conveniencia
de un grupo de poder? Ya vimos cómo no hace mucho los principales Partidos
Políticos arreglaron la Constitución Española cuando se los ordenó el máximo
Poder Europeo para controlar el déficit. Si es así, los que vivimos en
Catalunya estamos colocados en una lucha entre grupos de poder. ¿Qué hacemos?
Más allá del grito de los políticos, de los politólogos y del empresariado, lo
cuestionable es que desde el Poder del Orden Establecido es cambiable
fácilmente cualquier cosa. Es su derecho de ley. Las manifestaciones de los pueblos y
de las personas no tienen ninguno. ¿Es esa la esencia del Nuevo Estado que queremos?
Para
ese Poder de nada sirve el hundimiento de países, pueblos y personas. Todos se
pueden ir al mismísimo infierno porque ahí es donde mejor le servimos. ¿Ese es
el destino que nos tiene reservado el Orden Establecido? Es triste, pero
mientras no luchemos contra el Sistema que ha hecho reinar, por encima de
pueblos y personas, los grandes intereses económicos, no haremos nada efectivo.
Para que nunca lo cuestionemos, muchos de nuestros políticos nos han hecho
creer, saltando las ruinas materiales y morales existentes, que la salvaguarda
de nuestro bienestar como pueblos e individuos libres pasa por el cumplimiento
de las previsiones de ese Sistema, un Sistema que, como vemos, igual puede
moverse hacia cualquier sitio, le da igual, en sus movimientos nosotros no
contamos. Así, este Orden Establecido nos anulará toda lucha por nuestras
identidades más legítimas y la necesaria fraternidad que exige cualquier
liberación. Se trata de un Orden que actúa de acuerdo a la conveniencia de sus
poderes más relevantes. Para nada serán tomadas en cuenta otras cuestiones.
La
confusión en que nos han colocado es brutal. Catalunya podría muy bien
continuar sus luchas por la transformación del Estado si todos lo quieren, ser
un Nuevo Estado como Eslovenia si uno de los poderes gana su pelea, o ser como
Chechenia o Palestina si el poder mayor no quiere al Nuevo Estado que surja de
la radicalización de las manifestaciones. El triunfo o la derrota ya están
servidos. No está en nuestras manos la decisión. No se logrará el ansiado sueño
de una gran parte de la ciudadanía catalana si tal independencia se produce por
una rendición de cuentas entre diversos grupos de poder. Ya sabemos adonde
pueden llevarnos esos grupos que son los responsables del Orden Establecido que
nos ha traído hasta aquí. Eurovegas y Barcelona World son sus propuestas: más
corrupción, más fraude fiscal, más injusticia, más abusos de poder y menos
equilibrio social, menos fraternidad, menos ética y menos lucha popular. Para
los grupos de Poder somos tranquilamente unos bárbaros necesitados de
alimentarnos, vestirnos y soñar que un día podríamos ser parte de ellos, aunque
todos sabemos que nadie logra enriquecerse trabajando honradamente. En
consecuencia, todos debemos pasar como conejillos de indias por los conflictos
que ese mismo Orden ha creado y seguirá creando. Parece infinita su diversión para desarrollar rabietas seniles entre todos los bandos en que nos han dividido.
Si
no pensamos en los apetitos del Poder Financiero estaremos entregándole lo
mejor de nuestras luchas. Si no empezamos definitivamente a construir el
consenso imprescindible para abolir a este Sistema Capitalista, ya declarado y
aceptado por casi todos como el máximo autor de todas las miserias y divisiones
entre los pueblos y las personas, siempre seremos manipulados por el bando
impenetrable del Capital que nos esconde lo peor adonde podemos llegar, allí
donde después de conseguido para lo que nos ha preparado nos reprimirá si no le
gusta lo que realmente queremos. No olvidemos que ya lo hizo sin ninguna
consecuencia delictiva hace bien poco con los griegos, con los indignados de Plaça
Catalunya, de Madrid, de Wall Street, con los estudiantes de Valencia y con
otros muchos alrededor del mundo. Recordemos que a los estudiantes valencianos
les llamaron “el enemigo”. Si nos dejamos llevar por el espectáculo donde
quieren que estemos y que sólo nos importe la calidad del equipo de fútbol ya
seremos su balón de juego, nunca existiremos ni como pueblos ni como individuos
con pleno derecho a existir en la brillante diversidad de la naturaleza humana,
que no es algo perpetuamente establecido ni se puede obtener pagando el precio
que fija el Mercado.
Y
no se trata de ninguna quimera. Dentro de la propia sociedad catalana, como en
muchas otras partes del mundo, existen numerosas alternativas para ir cambiando
el Sistema. Son ellas las que más benefician al pueblo y a las personas que no
pueden pagarse la independencia que sí se pagan diversos estratos sociales sin
importarles el significado que nosotros le damos al término. Está muy claro que
el actual Orden Establecido sólo lo controla una minoría irrisoria, pero que a
pesar de ello nunca recibirá una orden de desahucio en su casa. Evidentemente
la construcción del Nuevo Estado que se impone, llámese Catalunya o
Antofagasta, es trabajar por la erradicación de ese Orden que nos aniquila
a todos como pueblos y como personas. Es un Nuevo Orden el único camino que nos
llevará al poder de decidir. Y poder decidir sólo tendrá sentido cuando cada
pueblo y cada persona existan con la plenitud de sus valores humanos. Cuando
eso empiece a suceder, entonces podremos hablar de verdadera democracia, de
clara independencia y de absoluta libertad. Construir esos caminos sólo debe
costarnos el esfuerzo que hagamos por llegar a ellos y empezamos a construirlos
cuando decidimos no ser las fichas de la ruleta donde quiere movernos el Gran
Capital. De alguna manera debemos apurar la hora en que nos apartemos del
casino de juego.
La Historia siempre ha
deparado a todos los pueblos sus “momentos sublimes”. Podría muy bien ser éste
uno de los del pueblo catalán. La
actual situación no puede llevarnos al agotamiento del diálogo sobre la
libertad, la independencia y la democracia, al contrario, parece haber llegado
el momento para fortalecer el encuentro. Sería un mayúsculo error radicalizar
el Sí o el No adonde se han colocado los bandos. No podemos permitir que nos
coloquen en bandos opuestos. No lo somos. Y mientras que consideremos que sí lo
somos ninguna matización nos agradará. Son los pueblos y las personas que ansían
la verdadera independencia de los opresores los que nunca debemos ignorar los
matices de la concordia. Sencillamente porque lo que más quieren y necesitan
los pueblos y las personas es vivir en paz con todos sus derechos satisfechos.
Es demasiado grande el desafío como para permitirnos absurdas exclusiones con
una afirmación o una negación.
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