En pleno Primer Mundo y en plena globalización
dirigida por el Gran Capital, donde ya las burguesías nacionales buscan en
cualquier parte la concentración de capitales para la obtención de mayores
beneficios, la independencia de un territorio ya no sólo posee el cálido
patriotismo que nunca pierden los pueblos. Resultan significativas algunas
cosas que están sucediendo en Catalunya: las privatizaciones recientes de
empresas públicas rentables hacia un accionariado transnacional, las
instalaciones de modelos culturales degradantes como el perdido Eurovegas y el
pujante Barcelona World, las cargas represivas contra manifestaciones populares,
las corrupciones políticas que se despliegan en torno a unos grandes poderes
que empujan su preeminencia. ¿Qué camino se escoge, la unión con esos poderes o
la unidad que ha ido forjando el pueblo catalán con los otros pueblos que lo
acompañan? En la busca de vigorosas “Estructuras de Estado” donde se
fortalecerán esos poderes pueden vaciarse las fuerzas liberadoras.
Promover ahora la independencia de Catalunya ya no es
sólo defender una historia, una cultura, una lengua, una idiosincrasia, una
forma de ser y de hacer, una nación, sino también y como común denominador de
esas defensas, su independencia del Capital. Si la inmersión lingüística a
favor del catalán en las escuelas ha de ser obligatoria, también debería serlo
la inmersión social a favor de la justicia en la sociedad. Hablando de
democracia o de dictadura Cuba se cruza en el camino de Catalunya. La
encrucijada está abierta hacia Un Nuevo Estado en el Mundo que luche contra las
amenazas al legítimo derecho del pueblo catalán y contra el mantenimiento de
las injusticias reinantes o hacia Un Nuevo Estado en la Unión Europea que ignora
los valores culturales de un pueblo del mismo modo que menosprecia la justicia
social. El laureado economista Joseph Stiglitz plantea que el 1% de la población
del planeta tiene de rodillas al 99% restante. Resultaría normal pensar que la
intención, de probada posibilidad, es que se extinga una buena parte de ese 99%.
En medio de la actual situación de crisis terminal de un Sistema agotado y depredador
muchísimos catalanes cargan cada día con la vergüenza del olvido de sus
semejantes. ¿Cabría la posibilidad de que los propios catalanes, en contra de
su historial de supervivencia, se extingan por ellos mismos? Por ello es
posible que la más importante de las liberaciones sea la lucha para que una buena
parte del 99% arrodillado no piense ni obre como si perteneciera al 1% opresor
que se beneficia con la genuflexión general.
La posposición de esa realidad, en nombre de una
oportunidad histórica ineludible, puede conducir a que la propia Historia
arrase con el mejor momento del pueblo catalán. Ninguna construcción nacional
puede soportar la tenencia de notables sectores poblacionales en franca
exclusión. Sería natural, entonces, que con el proceso independentista catalán
se aviven las llamas de las alternativas al Sistema Capitalista como sucedió en
Cuba. Ello no quiere decir, ni por asomo, que la vía catalana sea semejante. Muchos
otros territorios, comunidades y colectivos realizan sus propias alternativas.
Está visto que las alternativas al Orden Mundial Establecido pueden y deben ser
lo más variadas posibles. Precisamente en la diversidad de las propuestas puede
radicar el alumbramiento de un Mundo distinto al que tenemos.
Estando Catalunya en una de las regiones más favorecidas
por el Sistema Capitalista, los caminos son visibles: En el orden exterior es
evidente que la primacía habrá de girar en torno al aumento de la solidaridad
hacia los pueblos más necesitados. Y en el orden interior se hacen evidentes
numerosos pasos: el progresivo cambio del modelo de vida que nos asfixia es
primordial, la lucha contra la corrupción donde se esconde ese 1% de la clase
dominante debe ser prioritaria, la suspensión de todos los desahucios a
familias desfavorecidas ha de ser inmediata, que no mande La Caixa ni otras
grandes empresas tiene que ser una decisión irrevocable, la búsqueda de
soluciones no lastimosas para los que no tienen trabajo ni alimentos tendrá que
ser una obligación, tener la Sanidad y la Educación Públicas sin privilegios de
ninguna índole tiene que ser un absoluto, la imprescindible necesidad de una
vida digna para todos ha de presidir los símbolos liberadores. Cuando hablamos
de liberación estamos hablando de por qué sobreviven o se extinguen los
pueblos.
Creer otra cosa al hablar de la independencia catalana
sería como creer que basta con la separación de España para alcanzar la denominada
libertad que se busca. La libertad, que no es más que el triunfo de la dignidad
y de la ética, y a pesar de las actuales limitaciones y diferencias que entre
Cuba y Catalunya se expresan, se empieza a escribir con algo muy parecido a la unidad
y a la resistencia que han fructificado en la isla caribeña. Todo lo demás, por
suerte o por desgracia para los amantes de esa lucha en estos tiempos que
corren, es casi un rogar a Dios que los desahuciados no quieran tener una
vivienda, que las familias sin recursos no insistan en su desamparo, que los
hambrientos no tengan hambre, que los que no puedan pagar la calefacción no
tengan frío, que ninguno de ellos se enferme, que no tengan hijos con deseos de
alcanzar los máximos conocimientos, en fin, que todos ellos, los de siempre y
los nuevos que arriban a la indiferencia, desaparezcan y no añadan más
problemas a estas ya difíciles fiestas de Navidad…
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