Si predicamos mucho nuestras ideas, los poderosos dicen
que estamos adoctrinando y eso es negativo hasta para nuestro propio ideario.
Hemos creído en los pensamientos que más nos perjudican. Nos dicen incluso que
cualquier lucha por la identidad de un pueblo es un empobrecimiento cultural
que sólo nos llevará al terrorismo. Ahí el miedo se apodera de los más
auténticos sentimientos que nos unen. Y volvemos a pelearnos para reclamar un
trozo de tierra para ti y otro para mí como si eso fuera el gran valor de los
pueblos. Casi siempre somos nosotros mismos los que impedimos acuerdos
importantes. A la sombra de todas las desesperaciones del camino hemos creado
un perfecto lenguaje de supervivencia mundial muy conveniente para que los
poderosos nos sigan dominando.
¿Por qué funciona todo esto? Es de una simpleza
extraordinaria: nos han hecho creer que somos los trabajadores -los creadores
de todas las riquezas- los esclavos del Capital. Nos han convertido en las
piezas más laboriosas del engranaje del Sistema Capitalista, el mejor sistema
de toda la Historia que consiguió, con un descaro sorprendente, la
desintegración de la libertad y de la igualdad en un pequeñísimo trozo de
tierra soberano: nuestras posibilidades individuales en la selva del bienestar.
Siempre que apostemos por trocearnos estaremos engrasando la estructura de
opresión más grande que se ha concebido para nosotros y para toda la Humanidad.
Vengo de Cuba, un lugar donde interesaba mucho que la
libertad se desenvolviera hacia la realización creadora de las personas en
igualdad de oportunidades. El país entero se llenó de instituciones culturales
y educativas para que el estudio y la creación artística y literaria fueran uno
de los más apreciados bienes. Y por ahí empezaría el largo camino de
humanización para crear un verdadero país y no la migaja de tierra que nos
serviría de tumba. Mientras no estemos cultivados no seremos absolutamente
libres.
¡Es que en Cuba se hizo tanto por la formación del ser
humano! ¿Qué pasa con esas conquistas? Existe una respuesta muy clara que
apenas oímos: los valores de Cuba no caben en los Bancos del Capital. Por esa
falta le mantienen un bloqueo y un sinfín de otras agresiones, porque, según los
poderosos del Capital, Cuba es una dictadura que padece de inmovilismo, ¿es que
acaso los otros países se mueven mucho para que todos sus ciudadanos tengan las
mismas oportunidades y se cultiven dignamente o sí se mueven muchísimo para que
los poderosos del Capital mantengan su dictadura sobre los pueblos? Sí, se
mueven muchísimo, porque la inmensa mayoría de esos países sólo reconocen los
derechos de aquellos que entienden con disciplina lo que exige el Orden
Establecido: que cumplan con rigor los valores que los Bancos quieren recibir
puntualmente. ¿Ese es el país que queremos? ¿Catalunya independiente cumplirá
con los valores que nos han impuesto los Bancos y el Capitalismo? ¿Esa es
nuestra bandera?
Cuba cambió su Orden, pero sola no podrá llegar muy
lejos. De ahí las grandes dificultades que atraviesa el pueblo cubano y lo
terrible que puede significar la ruptura entre los pueblos. Vivimos tiempos
para exaltar la fraternidad y no las divisiones. Y es que el propio pueblo
catalán ya está troceado por los intereses de los poderes dominantes en las
diversas épocas de su existencia. Cuba debe gran parte de su libertad a la
solidaridad de otros pueblos, a su generosa cooperación con los más
desfavorecidos y a no olvidar nunca los variados componentes de su historia.
¿Pueden pensarse con suficiente rotundidad estos pensamientos en Catalunya?
Ahora, cuando ya vimos cómo la Unión Europea impidió
que el pueblo griego votara en referéndum los recortes sociales que se le
harían y no fuimos capaces de sentirnos todos griegos, tal vez podríamos
entender la necesaria e imprescindible fraternidad entre los pueblos para su
liberación. Cuando entendamos el valor de la fraternidad, entenderemos todos
los conflictos del ser humano. Resulta vergonzoso para el pueblo catalán y sus
luchas que el presidente de la Generalitat de Catalunya se dirigiera a la Unión
Europea diciendo que "si Catalunya se independiza de España sería un
contribuyente neto a los fondos de la Unión Europea", o sea, que el aporte
que, supuestamente, realiza Catalunya a pueblos hermanos como el de Extremadura
irían a otra parte. ¿Se ha pensado en el sentimiento de oprobio que pueden
representar esas palabras para la cantidad de extremeños y sus descendientes
que viven en territorio catalán y que han contribuido decididamente al
enriquecimiento de Catalunya? No, al parecer esto se ha pasado por alto, ya que
también, al parecer, el poder catalán entiende que estos extremeños eran unos
pobres esclavos y aquí se redimieron, ¿de verdad se redimieron? Y es que como
esclavos es como el poder ha querido tener siempre a la clase trabajadora. Si los
principios de solidaridad y de compartir la existencia como iguales no se
generaliza en Catalunya, difícilmente los catalanes alcanzarán sus sueños más
queridos.
Ahora mismo estamos presenciando el gran valor de la
fraternidad cuando vemos a los madrileños y de otras ciudades españolas salir a
las calles para apoyar la unión de los vecinos del Gamonal, en Burgos, que han
esgrimido el "Sí, se puede" para enfrentarse a los poderosos.
¿Sentimos en Catalunya la solidaridad de los demás pueblos de España y de
Europa? Evidentemente, no. Quizás sea porque esos pueblos estén pensando que
los catalanes deberían entender la generosidad de los sentimientos fraternales
y que junto a sus luchas nacionales también se planteen luchar junto a todos
los que sufren el mal gobierno del Estado Español y de la Comunidad Europea del
que Catalunya también forma parte. ¿Podrían hacerlo? Desde luego que sí, pero
antes deben cuestionarse si la libertad que buscan es un derecho pleno o sólo
una mercancía que pueden comprarse con las riquezas acumuladas. Si esta incógnita
pasa la prueba, ¿qué no se podría hacer desde Catalunya, desde España, desde
Europa y desde el Primer Mundo en general donde hay tanto poder en tanta
vergüenza acumulada? ¡Sería posible la verdadera libertad para todos! Sólo
cuando luchamos para que los diversos pueblos dejen de ser esclavos del Capital
podemos imaginar que juntos alcanzaremos la plenitud de nuestras identidades.
Jamás debemos dar por válidos aquellos argumentos basados en la imposibilidad
de los pueblos para encontrarse y convivir juntos. Es que juntos ya estamos
viviendo en el mundo entero, ¿queremos girar en contra de ese destino? No puedo
creer que sea ese giro al revés la defensa catalanista, ya que ello sería
encerrarse en el refugio de una bandera independentista mientras se ahoga la lucha
imprescindible que habrán de forjar todos los pueblos cuando, ampliamente
cultivados, echen a andar, sin el permiso de los poderosos, los procesos
constituyentes de sus nobles aspiraciones contra los opresores de siempre y de
todos.
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