Ya resulta normal, si se vive sin las prisas que necesita marcar la
Historia para su transformación y se disfruta de una existencia sin
reales condiciones amenazadoras, no afiliarse a un conjunto de
criterios de un solo color y auto proclamarse libre de corrientes
políticas maniqueas, pensamientos unidireccionales y un sin fin de
vericuetos donde la verdad y la ética pueden llevarse de buen grado.
Se vive, a veces acaloradamente y otras con suficiente serenidad, con
todos los matices que conforman a un ser humano amplio y vigoroso.
Comúnmente se dice que tal postura identifica a la naturaleza
humana. Y parece que así debe ser para muchos aunque muchísimos
otros más no gocen siquiera del único y principal matiz humano que
les dio el derecho de nacer: vivir. Es aquí donde participa nuestra
opinión: ¿qué determina la marcha de la Historia, el respeto a la
vida o la indiferencia hacia ella? Se ha dado casi certeza científica
a la concepción de que sólo quienes portan una gran tribulación
avanzan dentro de ese único y principal matiz de aceptar que todos
tenemos el derecho a la vida. Y si éstos están atribulados es fácil
reconocerles una entera falta de juicio. Por ello serán señalados,
en la esencia de casi todos los criterios que emitan, con una inmensa
falta de valor humano y por tanto condenados a no ser escuchados y a
que se ejerza sobre algunos una seria vigilancia por su evidente
peligrosidad para la barbarie en que se desarrolla la civilización.
¿Hasta cuándo durará tal barbarie? Unos piensan que durará toda
la vida, otros que poco a poco irá modificándose por sí misma y
otros más creen que se dan un buen número de caminos para su
paulatina transformación histórica, como ha sido siempre, con una
matización asombrosa a la espera del milagro que todo salga bien,
aunque se sepa que estamos viviendo la época más destructora de
todas las conocidas. Muchos sufren esa marcha de la Historia, la
sufren con real franqueza, y otros muchos la viven sin grandes
sobresaltos y realizan múltiples espectáculos sobre la necedad de
los atribulados. Pero mi comentario no va por este último grupo,
sino por el primero y los matices que consciente o inconscientemente
asumen sin apreciar la diferencia entre su libre individualidad y los
necesarios criterios que cooperen para una concepción del mundo que
lo haga avanzar en vez de retroceder. En definitiva, cero
contribución a la confusión con la barbarie.
Los atribulados, con su cordura o su locura, no se cansan de repetir
de que un buen día, sin matices, todo explotará. En Gaza, por
ejemplo, parecen tener toda la razón, pero igualmente sucede en
Irak, en Afganistán, en... África, en... En las regiones más
diversas del planeta donde los seres humanos padecen una espantosa
supervivencia. También en numerosos países del famoso bienestar, y
por otros motivos, se dan similares condiciones para que todo
explote. Para la inmensa mayoría de la población mundial el por qué
puede suceder esta explosión es muy claro: la falta de respeto a la
pertinencia histórica, porque de la mano de lo que actualmente
ejemplifican los Estados Unidos, la Unión Europea, Israel y la OTAN
no hay marcha real de la Historia. Por el complot de esas fuerzas se
desangra Siria. Por un arreglo de esas fuerzas se hunde Egipto. Por
los intereses de esas fuerzas Ucrania ha ido a la guerra. En esas
fuerzas se dan unos intereses que conspiran contra todo avance
histórico por su decidido apoyo al Capital depredador. La Libia
liberada por las fuerzas occidentales no es mejor que la que dirigía
Gadaffi. Si Occidente quiere proteger a los pueblos no tiene
necesidad de provocar guerras. Pacíficamente -y aún puede hacerlo-
podría recorrer múltiples pueblos africanos y liberarlos del hambre
y de enfermedades curables. Pero hay que elegir cómo queremos a los
pueblos, obligatoriamente hay que elegir, y esta elección obtiene su
validez concreta de acuerdo a lo que una u otra elección aporte a la
marcha de la Historia. Las potencias occidentales, con ese Capital
carroñero a su lado, poseen una elección sin matices: money is
money. Y esto no sólo afecta a la pobreza, sino también a la
riqueza. Lo degrada todo. ¿Qué elección tienen las personas que
sufren la Historia? Seguramente no es la mencionada, pero a veces se
parece bastante y se parece no tanto por la ausencia de matices sino
por la abundancia de ellos. Terrible contradicción.
No se impulsará igualmente la Historia desde los gobiernos
instalados en Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia que desde aquellos
que perviven en México, Colombia, Honduras y Guatemala. La China
comunista, a pesar de sus millonarios, ha logrado sacar de la pobreza
extrema a millones de personas, lo que no ha logrado la India
teniendo igualmente muchos millonarios. Es evidente que se trata de
un problema cultural, pero no cultural por sus tradiciones, sino un
problema cultural por la decisión de sus gobernantes políticos y
empresarios millonarios apegados a un sistema de vida donde siempre
debe haber ricos y pobres, seres humanos de valor y bestias que lo
serán eternamente. La aplicación en Europa occidental del Estado
del Bienestar sería impensable sin la explotación del Tercer Mundo
y la confrontación con el Comunismo después de la 2 Guerra Mundial.
El desastre sistémico del Sistema Capitalista de vida y
aprovechamiento de unos sobre otros es mucho mayor que el desastre
civilizador que fue derrotado en Europa del Este. La derrota no
significa necesariamente que ese no era el camino por donde debíamos
caminar. Se podía haber impulsado mucho más la Historia por el
camino de aquel Socialismo que decidió mejorarse que por el rumbo
señalado por el Capitalismo triunfante que multiplica su ferocidad
amenazando a sus propios integrantes privilegiados. La actual crisis
europea es un fruto especial de la derrota del Comunismo europeo y de
esa marcha histórica que emprenden algunos países por su derecho a
vivir.
Los pueblos y los individuos tienen la palabra en un mundo que cada
vez se distorsiona más para que no triunfe la Historia. Resulta muy
importante que hablemos claro, mientras más claro mejor, y sin
matices por el momento, igual a como lo hace la reacción, pero
contra ésta. Ninguna persona, ninguna, debe ser reducida al
significado de una moneda. Se hace imprescindible que el Capital gane
menos, mucho menos, y no más. Hasta con la contribución del Capital
podríamos hacer retroceder a la barbarie. Por ello ante el acoso que
algunas fuerzas dirigen contra Cuba y la hostilidad que emprenden
contra Venezuela, Ecuador, Bolivia y contra cualquier otro país que
afecte los beneficios que quiere aumentar el Capital, el criterio más
verdadero es el que condene a esas fuerzas contrarias a la vida, a la
Historia. Y condenar el llamado austericidio promovido por la Unión
Europea para sus miembros del Sur igual, abiertamente condenarlo.
Andarnos por las ramas en momentos de tanta degradación sólo sirve
para alimentarla.
En términos generales -y por los conocimientos divulgados incluso
por los propios medios de envenenamiento tradicional de las
sociedades y las personas- los matices se van acabando si se piensa
en la marcha de la Historia que evite una explosión devastadora. La
creciente concientización del desastre humanitario que está
sucediendo en el mundo de hoy ha llevado a que millones de personas
concluyan que cuando la explosión generalizada suceda no habrán
matices para nada ni para nadie. Es ésta la visión que muchos
traducimos en un apoyo incondicional a todos los que le restan
fuerzas al Capitalismo triunfante de la Guerra Fría. Una mirada en
que es posible detener la explosión y seguir buscando alternativas.
En ella se juega la normalidad de pensar y actuar a partir de la
certificada condición humana de hacerlo con todos los matices.
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