La lucha a que nos enfrentamos con la nueva situación creada por Trump no nos aleja de la emprendida por su antecesor. Ya todo es parte de la misma situación: EEUU quiere y hace todo para destruir a la Revolución Cubana y Cuba quiere y hace todo por mantenerla. El consenso que provocan estas posiciones es inevitable y todos los cubanos tomamos partido. Quien piense que el país puede volver a la confrontación está pensando hacia un lado de la situación y el propio pueblo cubano se encargará de situarlo en esta realidad enraizada con nuestra historia. No hay vuelta atrás, compañeros míos.
Cuba entera se ha unido a las líneas elegidas por nuestro gobierno al restablecer relaciones con los EEUU, invitar a su presidente al país, permitirle su discurso a todos los cubanos y hasta jugar con Pánfilo. Quizás sea este último aspecto el impacto que más debemos atender. Ya está inscrito en nuestra historia como el símbolo de nuestra capacidad para sonreír con el beligerante sin renunciar a nuestros principios.
Más allá, o como firme aliado, de nuestros artículos donde justamente exaltamos las convicciones revolucionarias, pienso que necesitamos mayor creatividad en nuestras relaciones, tanto entre nosotros mismos como con muchos otros que no participan de todos nuestros puntos de vista pero que podemos perfectamente estar juntos en cuanto nos cohesionamos por la soberanía del país. Aún condenando a algunos de los actores de programas que buscan apresurar nuestra historia, como ya lo he hecho, siento que en tal gesto solo me he acercado al rechazo y no he dado ningún paso para crear las posibilidades que puedan generar encuentros provechosos. ¿Cómo no encontrar relaciones en nuestro propio entorno sin que ello signifique traicionar a nuestra historia? Aún teniendo todas las pruebas que avalan nuestras posiciones, el tiempo sutil en que hemos entrado nos demanda relacionarnos con las reprobaciones que no busquen retrotraernos a la confrontación. Se impone la visión de alejar la arrogancia de los extremos dondequiera que se asome. Resulta una gran lección que, ante lo anunciado por Trump, la firme respuesta de nuestra Dirección Política incluya que “El gobierno de Cuba reitera su voluntad de continuar el diálogo respetuoso y la cooperación en temas de interés mutuo”. Ello no es un eufemismo, es un compromiso indeclinable con el pueblo cubano y la creencia de que los cambios en la interrelación mundial han de ser políticos y pacíficos. Igualmente se asume que ello depende de la evolución que se enraíce en las múltiples sociedades del planeta. De la misma forma han de avanzar las interrelaciones internas sobre la base del respeto y la cooperación con la historia de cada país. Con el que no tenga claro que la Revolución Cubana de 1959 constituye el máximo esfuerzo para conseguir esos frutos en la isla, habremos de compartir también que no hay vuelta atrás hacia caminos destructores. Salvarnos es la única opción.
Entender lo que ha hecho nuestro gobierno para llevar a Obama a decidir cambiar la política de EEUU hacia Cuba es el desafío que aún muchos no practicamos. Entender lo que hacemos para afrontar el retroceso anunciado por Trump es la creatividad que aún no hemos concebido precisamente por no estar practicando el desafío que aceptamos. No tengo recetas para estos entendimientos, pero resulta muy diáfano que ellas se encuentran en la viva cotidianidad del pueblo cubano, un pueblo enormemente participativo y emprendedor con su salvación. Sin menospreciar la divulgación que podamos hacer de nuestras convicciones, no es ella nuestra principal carta victoriosa. Estamos en tiempos de acciones contundentes que cohesionen los impulsos de todo el pueblo para practicar desafíos y elevar creatividades. Podría ser letal tranquilizarnos con nuestras convicciones. Quizás de eso trata que entendamos los triunfos de la historia.
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