Al retroceso de la política norteamericana, Cuba contesta sin los extremos que siempre han demostrado su corto recorrido. De ahí que la continuidad de la vida, en toda la diversidad que la glorifica, es el mayor valor de la isla cuando comentamos nuestra irrenunciable libertad.
Que hay quienes andan con la serpiente enroscada no debe ser ninguna sorpresa, pues esta figura igual puede esconderse en la casa de todos y algunas veces la confianza es un amuleto perdido en los siglos.
La historia avanza de forma colectiva y cada individuo aporta su campaña para engrandecerla. Es muy saludable para una sociedad asumir sus vínculos necesarios. Mientras estamos juntos, casi todo se puede. Cuando nos separamos, todo es menos posible.
Cuba, aún dentro de sus grandes y persistentes victorias, también ha cosechado derrotas. En el campo de lucha se han fraguado todas y que sean de un color o de otro ha dependido del más acorde ojo político de la nación. En múltiples ocasiones la confrontación EEUU-Cuba nos ha impuesto definiciones y hasta graves desencuentros que la propia Revolución ha ido limando y convirtiendo en fuentes de mayor unidad con nuestra historia. Fue el propio Fidel el que inauguró que "la ciencia de la Revolución era convertir a los enemigos en amigos"(1). ¿Cómo no entenderlo entre nosotros mismos cuando, en la mayor parte de las discrepancias, solo nos alejan puntos de vista?
Resulta destacable la visita en 1977 de 55 jóvenes de origen cubano integrados en la Brigada Antonio Maceo. Ese primer paso decisivo fue seguido en 1978 con otros encuentros más amplios con las posiciones ideológicas de sus participantes. No obstante, el mismo Fidel expresó: "Yo creo sinceramente que esto que hemos hecho y que estamos haciendo es revolucionario. Si nos hubiésemos dejado llevar por la rutina, por las cosas más fáciles, entonces no habríamos emprendido esto que estamos haciendo. Creo firmemente que no lo haríamos si no fuéramos revolucionarios. Creo que lo hacemos porque somos revolucionarios"(2).
Con la declaración de Trump del 16 de junio y el entusiasmo de una contrarrevolución externa e interna pereció toda oposición a la historia que Cuba emprendió con Obama. Ese acto vergonzoso invitaba a un entierro y propiciaba una nueva correlación de fuerzas donde muchos enemigos y otros que nunca lo han sido nos acercábamos. Entre una mayor cantidad de cubanos se logró decir algo muy elocuente: que la relación de Cuba con el imperio no pasaba por Trump, pues la Revolución Cubana había elegido el desafío de Obama. En tal confluencia con nuestra historia -y que algunos solo han visto como un hecho poco significativo u oportunista en la actuación de otros-, cabe destacar la convergencia de muchos para una cotidianidad de lucha nada desdeñable. Más temprano que tarde, en vez de hacernos más fieros, el país se encaminará a la más exhaustiva preparación de los vínculos necesarios con todos aquellos que, en compromiso con la voluntad de acompañar la más feliz continuidad de nuestras vidas, participaron del enterramiento a la oposición con las decisiones de Cuba. Jamás debe asustarnos la vida, y mucho menos la del heroico pueblo cubano para emprender el encuentro de todos en la historia de la Revolución Cubana.
1-«El Mariel treinta años después», revista Temas no 68, octubre-diciembre de 2011, p.83
2- Editora Política: Diálogo del gobierno Cubano y Personas Representativas de la Comunidad Cubana en el Exterior, La Habana, 1994.
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