miércoles, 30 de octubre de 2019

Civilización y barbarie en Andrés Marí

Por Marcella Messina

Aun cuando no me ubico cómodamente en obras como El soroll de las abejas, mucho me ha interesado el aire singular que propone, tanto en la construcción estilística, el desarrollo argumental, como en la puesta al día de ciertas ideas dadas por extinguidas. La experimentación formal siempre es saludable, y mucho más re-visitar temáticas que vuelven al presente con mayor virulencia. He sido ‘una lectora más de las hojas escritas’ y ello me ha posibilitado disfrutar del vigor imaginativo y la pertinencia de los asuntos tratados.

En esta novela se polemiza sobre la vigencia de las revoluciones, se enarbola que “la Izquierda no puede arrebatarle a la Derecha sus armas para declarar la santidad”, se subestima el “piolet que mató a Trotski” para destacar “los miles de piolets que ahora mismo lleva la Derecha en sus bolsillos para matar con manipulaciones, ignorancias, hambre, enfermedades y guerras a millones de personas y prácticamente son muertos y noticias vulgares nada relevantes, ¿soy yo el asesino?...” Resulta una realidad apabullante. E igual la señalización sobre la diferencia entre el error y el mal, y tanto o más en cómo Ariel, “el de todos los sitios”, sumo protagonista de la exaltación del amor y el recuerdo de la verdad, adquiere en los dos conceptos el significado de la vida y de la muerte.

Siento que el autor, como el filósofo Walter Benjamin, implanta en su novela -con su estructura en movimiento, como en muchas de las reflexiones con doble senda-, que civilización y barbarie son las dos caras de la misma moneda. No lo comparto, como tampoco asumo el lúcido estudio de Leon Wieseltier también en contra. ¿Realmente no importa saber quién es quién porque todos los personajes, como los lectores, somos uno solo? ¿Pueden cruzarse con igual fuerza dos tramas paralelas -el encuentro de los amigos de Ariel en Barcelona y el viaje de este a Centroamérica-, con las tantas subtramas que se les desprenden y no perderse? ¿O el perderse en las historias de esta novela es una condición para poder concebirlas? La narración practica un ritornello imparable donde la exposición filosófica, la de la naturaleza humana y sus altibajos como experiencias humanas o eternidades palpables, agoniza entre ser civilizada o bárbara y ya no puede elegir.

Y para acabar, el escritor debe saber -aunque en su obra se exprese lo contrario-, que la revolución cubana no es nada similar al clamor independentista catalán. Lo mejor, a mi juicio, es la calificación de sus sís y sus nós en ambos procesos históricos. No estamos ante un panfleto político, sino dentro de una obra literaria. También destaco la unión de los dos idiomas romances que pugnan sin sentido en España, así como ese deseo para que el mundo cambie que será compartido por muchos aunque ya se hayan adherido a él de las mil formas en que deseamos lo mismo. ¿O “todo es mentira”, incluso el amor y la verdad, y solo estamos jugando a salvarnos en la posmodernidad? Sé que Marí no tiene pretensiones de trascendencia al escribir, pues sabe del inútil anhelo que tal aspiración implica en nuestros tiempos. Él ha escrito, ya lo dice, para sus queridos amigos y para aquellos lectores que hagan suya su escritura en las más diversas intenciones de acercarse a una creación artística.

(Marcella Messina

Università degli Studi di Firenze, UNIFI

Piazza di San Marco, 4, 50121 Firenze FI, Italia)

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