Podría parecer que muchos cubanos piensan y actúan contra la visión de los llamados “disidentes” públicos en la isla porque apoyan fanáticamente al gobierno revolucionario y su lucha está despojada de toda crítica a la situación que vive nuestro país. Nada más lejos. Puede verse el análisis crítico en la inmensa mayoría de las obras de filosofía, ensayo, cine, narrativa, teatro, danza, artes plásticas, música y en tanta polémica desarrollada en los círculos más elitistas o más populares. En casi todos los casos predomina la reflexión comprometida: la condena a la corrupción, la burocracia y el abuso de poder en determinados sectores, el continuo planteamiento sobre la lentitud en las reformas necesarias, una mayor entrega de los Medios de Difusión a las realidades internas, la amplia pertenencia al Partido Político existente, la bienvenida a una nueva manera de relación entre las personas, entidades y la oficialidad gubernamental, el aumento de la participación de la sociedad en el control del Estado, la comprobación de que las propuestas mayoritarias de los ciudadanos se cumplen y cuando no puedan cumplirse que se expliquen abiertamente, etc. etc.
En estas actuaciones apenas aparece la retahíla de conceptos apañados en el dogma apologético, pero sí es posible observar el intento por avanzar de forma responsable y coherente con la gran historia que le ha tocado vivir al pueblo cubano. Sabemos que cualquier otro avance estaría dictado por espurios intereses. Por ello es fácil atisbar, aunque no se hable tanto de ello, una posición en contra de los llamados “periodistas independientes” que, agrupados libremente en espacios supuestamente beneficiosos para todos como Generación Y, Estado de Sats u otros sitios, sólo se aprovechan de cualquier suceso que pueda denotar el mal estado de la nación, como el derrumbe de un edificio o la muerte de un ser humano, para arremeter contra toda la generosidad, equidad, iluminación y dignidad que significó y sigue significando el proceso histórico de la Revolución Cubana, aunque sea bastante evidente que no pudo llevar todo su buen hacer a una buena parte de nuestro pueblo. Por ello y por muchos otros asuntos la lucha continúa sabiendo que sólo desde la Revolución podrá avanzarse en los más disímiles aspectos.
Todos sabemos que se precisa la más amplia crítica con todo aquello que nos daña, pero si ello se practica bajo el prisma de la selección más venenosa hacia la realidad, sólo encontraremos el fango del camino y jamás la razón necesaria para “cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Y se entiende así porque, probablemente, no haya ningún otro lugar como Cuba, en estos momentos tan difíciles para la Humanidad, donde pueda vislumbrase un verdadero cambio en las relaciones humanas, entre los fuertes y los débiles, en la verdadera distribución de las riquezas, entre la catástrofe y la esperanza. En las manos de todos están los cambios que podrían sucederse uno detrás del otro, tal como ha venido sucediendo a lo largo de toda la historia revolucionaria con mayor o menor celeridad. Todo depende de la correlación de identidades que hagamos surgir para el beneficio de todos y no para la instauración de un pensamiento que sólo servirá para que unos cuantos se enriquezcan aprovechando las grandes sumas de dinero que múltiples entidades extranjeras destinan a la subversión en la isla.
Muchísimos cubanos no critican, cuando podrían criticar, a los voceros de que en Cuba se cometen las mayores atrocidades. Pero sí que los critican, no porque piensen diferente, sino porque saben que están mintiendo sobre la realidad cubana en contraste con sus inmensos logros y el estado del mundo actual. No los critican, cuando podrían criticarlos, porque se asocien a las Campañas Mediáticas que los Grandes Medios de la Información Mundial ejercen contra Cuba sin importarles lo que acontece en otros países. Los critican porque entienden que esa no es la dignidad encontrada en tantos años de noble aprendizaje del pensamiento propio. No los critican, cuando podrían criticarlos, porque acepten felizmente relaciones de colaboración con entidades afines al gobierno norteamericano, el mayor enemigo del pueblo cubano y de tantos otros pueblos. Los critican por no querer saber nada de la historia de nuestro país, de nuestro continente y de otras partes del mundo donde las tropas estadounidenses sólo han llevado abusos, destrucción y muerte. No los critican porque estimen que están siendo ingenuos o injustos con los comentarios que ofrecen. Los critican porque están manipulando la compleja situación que vive el pueblo cubano. No los critican porque piensen que sus propuestas son espejismos trasnochados. Los critican, díganlo o no, porque, como está nuestro país y como está el mundo, sólo valen los aprovechamientos públicos que ofrezcan las reales posibilidades de mejorar la vida de todos. Y con esto no están otorgándole a nadie el don para decidir quiénes deben ser los encargados de saberlo ni el cómo deben practicarse. Sencillamente están pensando en la responsabilidad y coherencia que cada ser humano debe tener con los demás en el contexto preciso donde están conviviendo y mucho más si se trata de, a través de la información pública, trasmitir valores colectivos para las luchas en que todos debemos salir beneficiados. En definitiva, son muchos los cubanos que pasan de estos informadores, compatriotas, que siguen sin plantearse la enorme responsabilidad y coherencia con que deben asumir nuestra historia y nuestra realidad a la hora de analizar cualquiera de sus acontecimientos.
Todos debemos criticar todo lo que queramos, todos debemos escribir todo lo que queramos, -y de hecho lo hacemos-, pero también todos debemos colaborar a la solución de los diversos problemas que criticamos con la máxima entrega que tanto demanda nuestro pueblo: honestidad y desinterés personal. Ello no sucederá, claro está, si se hace como lo hacen estos llamados “disidentes”, que exclusivamente ven los sucesos de la vida cotidiana que más se acerquen al aprovechamiento de sus visiones individuales. Es vileza de superior magnitud buscar la mayor desacreditación de nuestro país, un país que con un sinfín de problemas por resolver, también posee una de las historias y una de las realidades más ricas que nos han legado las luchas por el mejoramiento humano. Cuba es uno de los pocos países del mundo absolutamente dueño de sus recursos naturales. Estas riquezas, conquistadas por la Revolución y puestas en manos del país y no en intereses privados, son la mejor carta de triunfo en el mundo actual. Nuestra salud pública y nuestra educación, garantizadas gratuitamente para todos los cubanos, y a pesar de su deterioro, nos han llevado a poseer uno de los mayores capitales humanos de larga duración con los que hoy día cualquier pueblo se sentiría privilegiado. Las posibilidades para la felicidad que tenemos los cubanos pueden situarse entre las más altas del planeta. Todo dependerá de cómo cuidemos y hagamos avanzar esas posibilidades.
Aquellos que exponen públicamente sus opiniones sólo para que éstas sean reproducidas por los Grandes Medios Internacionales, los mismos que siempre han preferido divulgar nuestras desgracias, están colaborando directamente para que se agudicen los problemas. Además de que es indigno y tal vez el mayor escarnio contra la suerte de nuestra nación. Sabemos a quiénes pertenecen esos Medios y también sabemos lo que buscan: que empecemos de cero, que olvidemos lo que hemos hecho en estos 53 años de Revolución. Es verdad que no alcanzamos el paraíso, pero ni remotamente nos acercamos al infierno donde ellos dicen que estamos. Hemos hecho, como seres humanos, lo que los grandes poderes mundiales no pudieron evitar que hiciésemos. El volver a cero que preconizan es que renunciemos a todo lo bueno que pudimos hacer. Y todos sabemos lo que hemos hecho, incluso estos súper críticos, porque difícilmente la mayoría de ellos tendría la educación que tiene si no hubiera sido por las luchas de todos estos años. Casi podría decirse que muchísimos le debemos a la Revolución hasta esa hermosa posibilidad de usar la palabra. Y no se trata de entronizar el eterno agradecimiento incondicional a los que nos dieron esa enorme ventaja, pero no caben dudas de que debemos tener la valentía histórica de exigirnos la máxima responsabilidad en su uso y el adecuado respeto hacia los que nos la dieron.
Sé que estos “disidentes” no sienten ninguna confianza en el Partido Comunista de Cuba, pues para ellos ya este partido está podrido y debe dar paso a cualquier otro de los múltiples que anuncian y que se afirman en su decidida voluntad de que no hay que pensar más en las diferencias entre los Sistemas Políticos, Económicos y Sociales, sino volver a ser “el país ese” que, como cualquier otro, sin que definan cuál, no sea el que tenemos. ¿Pretenden que el carnaval electorero donde se despedazan tantos bienes materiales y morales vuelva a ser en Cuba el eje de tantas sinvergüencerías en que se ha convertido la política de casino entre los partidos? Es hora ya de que estos “señores”, -que quisiera llamar “compañeros”, y que no los llamo porque ellos no usan esta palabra, sino la anterior-, se enteren de que el juego politiquero con la historia y la realidad de nuestro país fue desterrado de Cuba desde 1959 y que a partir de esa fecha fue fijado el camino para la continuidad de nuestra soberanía como nación. Desviarnos de esa victoria que tanto nos costó y nos sigue costando puede conducirnos a la desaparición de todas nuestras conquistas revolucionarias y para que se desarrollen en el país las tendencias más retrógradas que se están imponiendo con el Neoliberalismo Capitalista a escala mundial: que la brecha entre pobres y ricos sea cada vez más amplia, que la esclavitud retorne al presente, que toda persona sea susceptible hasta la denigración cuando haya cumplido el rol para el que fue manipulada.
Tanto Generación Y como Estado de Sats, que dicen estar muy preocupados por la suerte de nuestro pueblo y que por ello divulgan gustosamente lo peor que tenemos, también deberían divulgar la entrevista que la madre del “disidente” convertido en mártir ofreció al canal Tv 41 de Miami hace unos días, entrevista donde la pobre anciana manifiesta sentirse traicionada por los que la manipularon a su llegada a esas tierras de “libertad”. Es una entrevista triste, pero certera, ya que en la desesperación de esta mujer mayor y enferma es posible advertir cuál es el cambio, dirigido por esos partidos políticos “no podridos”, que se nos puede venir encima cuando sólo somos válidos como seres humanos mientras juguemos a la carta de sus mezquinos intereses contra Cuba. Depositadas las cenizas de su hijo en el mausoleo de los mercenarios de Playa Girón, a esta señora “dama de blanco” refugiada en Miami sólo le queda exhibir su dolor y su tristeza para ver si todavía sirve para la manipulación contra los que derrotaron aquella invasión imperial en los principios más gloriosos de la Revolución Cubana.
Igual en Generación Y como en Estado de Sats deben saber que el destino de esta madre cubana en Miami es parte de nuestra historia. También lo son aquellos cubanos abandonados desde hace más de 25 años en Perú después de las escaramuzas en la embajada de ese país en La Habana. Y como esos verdaderos dramas de cubanos en el exilio debe de haber muchísimos. ¿Por qué estos espacios no les dedican ningún comentario? ¿Qué temen, que se derrumben todas sus líneas editoriales? Si tanto es su esfuerzo, como pregonan, por construir un país próspero y feliz, deberían ser, al menos –no se les pide mucho-, consecuentes con todos los matices de su intento. Divulgar estos hechos ofrecería a muchos lectores o televidentes de esos espacios la posibilidad de que supieran que no vivimos en el limbo, sino en un mundo donde resulta imposible juzgar bien si no nos ubicamos en todas sus entrañas.
Si nuestros “disidentes” no saben cómo enfocar sus análisis, que corran a enterarse, a averiguar, a estudiar, a valorar, y después, sólo después, la historia y la realidad del pueblo cubano les facilitarán, con gran gusto, el acceso a la responsabilidad y a la coherencia en sus propuestas. Entonces, y sólo entonces, sus visiones y sus escritos, sus declaraciones y sus entrevistas, sus posiciones y sus propuestas podrán entrar, con la sabia necesaria, al bosque completo que ellos mismos demandan, sin exclusiones, para que todos podamos seguir sembrando nuestros árboles personales en esa isla de las infinitas imaginaciones que es Cuba. Mientras no lo hagan y sólo estén pendientes de los últimos maderos en el próximo naufragio que vislumbran para nuestro país, ellos mismos se estarán negando el derecho a entrar en el bosque transformador de la realidad cubana. Les estará vetado el decoro y la identidad con nuestro pueblo. Siempre serán los derrotados por su propia “disidencia” y así los recogerá la Historia.
Ya está más que probado que, a pesar de todas las Campañas Mediáticas que se fraguan contra Cuba a partir de lamentables sucesos, esa tierra continúa siendo el bastión donde se guarecen las mejores aspiraciones para un mundo distinto a ese donde sólo somos meras mercancías. Ya resulta repetitivo que los Mercados, económicos, políticos o sociales, se encargan de martirizarnos cada día, cada minuto y cada segundo de la vida en que nos manipulan. Está más que sabido que en ese Sistema de valores la persona y los pueblos no tienen una existencia real. Tal vez por ello de Cuba se estime tanto lo que lucha por alcanzar a definir y encontrar: la esencial plenitud del ser humano.
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