Ah, la vieja Europa nunca
fue más vieja que por estos días de vejaminosos vítores, decadentes gendarmes y
aceleradores mortuorios. Se han avergonzado a los naturales europeos y a sus
descendientes que, en amarga y dulce mezcla de siglos, se asentaron en las
tierras de la Mar Océana y se liberaron de sus estériles cunas.
Casi al mismo tiempo
sucedieron los hechos que también degradan a cualquier ser humano preocupado por
sus semejantes o, sencillamente, inquieto ante la debacle que Europa está
forjándose. Europa, cual becaria norteamericana, se llena la boca de
democracia, libertad, derechos humanos y otras maravillas como en un retablo de
títeres. A la hora de actuar Europa se convierte en el fantoche bananero, subdesarrollado,
miserable e inferior de que acusa a los pueblos que colonizó hace ya muchos
años. ¡Quién lo recuerda! Una buena parte de los gobernantes europeos guardan
para sí mismos esa decadente memoria como una lisonja de su descalabro
imperial.
La vuelta a la celebración
por el parlamento europeo de su premio Zajarov a la libertad y la defensa de
los derechos humanos con otro “disidente” cubano, complace al amo y siembra, con
auténtica nostalgia de una condición colonial, vejaminosos vítores a una
condecoración merecida más bien por el Sistema de Salud Pública Cubano. Fue
Cuba la gran salvadora del farsante de las huelgas de hambre y es el parlamento
europeo el que acoge a este esperpento de nuestro tiempo para que afirme que
“él es el cambio” como le dicen en Miami. Por tres veces, como si fuera el país
asesino en serie de este mundo, el parlamento europeo satisface a su goloso rey
condenando a Cuba. Resulta difícil imaginar tantas condenas con este paisito donde
lo que más se ha priorizado es la dignidad humana.
Cuando estos jueces
terminaron su abrazo con la vejación llega la decadencia exhibida por Francia,
Italia, España y Portugal al negarle el aterrizaje o el paso por su espacio
aéreo al avión del presidente boliviano Evo Morales quien, con suficiente
coraje, se negó a que el embajador español en Viena comprobara que en el
aparato no se encontraba el ex empleado de la CIA Edward Snowden. Días antes
algunos gobiernos europeos pidieron explicaciones a los Estados Unidos de
América por las filtraciones de espionaje hacia sus países, incluyendo a la
propia sede de la Unión Europea en Bruselas, denunciadas por el joven
norteamericano. Súbitamente algunos perdían las máscaras de la honra. En vez de
proteger a quien le defendía sus tímidas independencias, querían agarrarlo como
quiera que fuese según les ordenaron desde Washington, aunque pusieran en
riesgo la vida de un legítimo mandatario. Quizás pensaron que si los pueblos
pobres no deben vivir mucho tiempo, mucho menos deben vivir sus representantes
que no se arrodillan ante el imperio. Total, podrían pensar, sólo se trataba de
un indígena menos peligroso que aquel que, con sus revelaciones, puede hacer
más visible la sumisión europea al imperio norteamericano.
Y si un indígena no vale
nada, al igual que los negros recientes de Mali, la misma suerte debe tener el
extraño musulmán. Al completar su faena en Túnez, Yemen, Bahréin y Libia, estar
preparando la de Irán y viendo que la de Egipto se les está yendo de las manos,
Europa da principalísima voz al aliado perfecto de los Estados Unidos en ese
país, el ejército egipcio, y con él, sin el menor pudor a desatar en Egipto la atroz
guerra civil que aviva en Siria, continúa su oprobiosa alianza imperial para
contribuir al exterminio de aquellos que no valen nada. Es increíble que el
paso del tiempo no le diga nada a Europa. Con una actualidad que eriza a
cualquiera diversos gobernantes europeos, en vez de liberarse de unas entrañas
donde aún late el genocidio americano, africano y musulmán, en vez de acabar de
poner punto final a sus ancestros imperiales y colaborar a un mundo relacionado
en paz y cooperación, se rinden orgullosos ante el nuevo imperio porque, tal
parece, que su condición humana es imperial aunque sea en absoluta sumisión a
su relevo histórico.
Ah, la vieja Europa, ¿cuál
será el destino de sus pueblos con gobernantes que no cultivan la dignidad y
que creen que los revolucionarios cubanos, como los indígenas, los negros y los
extraños musulmanes, deben morir lo más pronto posible para, al fin, obtener la
más “limpia” especie humana? ¿Correrán la misma suerte los incrédulos de los
movimientos sociales reivindicativos, anti-sistema capitalista o
independentistas que crecen en el continente? ¿Otra vez serán los países
europeos los receptores de las guerras más devastadoras que han sacudido a la
humanidad? Cuando los indígenas, los negros, los extraños musulmanes y los
incrédulos desencadenen su serenidad la tierra europea va a temblar. Da horror
y en nombre del horror escribo intentando conjurar lo que puede suceder en
Europa si no se detienen las faenas de estos gobernantes ansiosos de nuevos
cementerios.
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