Tal
vez pensar y actuar coherentemente sea el principal mensaje del Procés
Constituent impulsado en Catalunya por Arcadi Oliveres y Teresa Forcades. Todos
sabemos que, aún cuando pese más el interés de ciertos sectores favorecidos por
el Sistema a que no haya ningún cambio social, también entre los tradicionales
desfavorecidos existe cierta inercia a que se produzca o porque ya están
pellizcando algún favor y se ilusionan con el crecimiento de éste.
El
pasado viernes 19 de julio celebrábamos la presentación de este proyecto en
Blanes con la participación de Albano Dante, periodista de la revista
Cafèambllet, Marta Afuera, activista de la PAH de las comarcas gironinas, y
Teresa Forcades. Como la monja no llegaba por estar actuando en consecuencia
con el punto 8 del Manifiesto que ha dado vida al Procés Constituent: “Derecho
de ciudadanía para todos, no a la xenofobia y derogación de la ley de
extranjería”, y se había complicado con un incidente en el Poblenou de
Barcelona, adonde acudió, en compañía de Arcadi, para solidarizarse con un
grupo de inmigrantes que solicitaban su reconocimiento, se decidió que Albano y
Marta comenzaran el acto y empezamos con ellos.
Tanto
él como ella nos hablaron de las ocultaciones y falsedades con que los grandes
medios nos alienan la realidad y por tanto a nosotros mismos, seres humanos
reales que vivimos bajo el orden dispuesto por las grandes empresas privadas
aliadas con lo peor del poder político que tenemos. Salieron a relucir los
“desórdenes”, por no decir otras palabras, existentes en los hospitales de
Blanes y de Calella, y nos invitaban a actuar, pues no es lo mismo, como pasa
ante las órdenes de desahucios a familias de sus viviendas, que vayan 40
personas a impedirlos a que vayan 10 mil. Porque es ahí, en el pueblo donde uno
vive, donde puede correr con mejor suerte el pensamiento y la actuación
determinante. Teresa lo acotaría más tarde con su planteamiento de un mayor poder
a los municipios, de forma que fuera en los pequeños sitios de convivencia
donde sus habitantes decidieran si lo mejor para el conjunto era hacer una
cadena humana o alguna otra actividad, pero siempre sabiendo que lo urgente era
potenciar la participación ciudadana en la protección de los reales intereses
del pueblo.
En
el acto no había banderas, como sucede en casi todos los actos del Procés
Constituent, había personas, muchas personas, aunque no fueran las miles que
viven en Blanes. Tampoco se preguntaba quién era independentista y quién no,
quién pertenecía a la clase trabajadora y quién no. No hacía falta. Para todos
los que vivimos en Catalunya, incluidos muchos miembros del PP, Ciutadans y
alguna otra gente que no quiere verlo, es de sobra conocido que lo fundamental
de un pueblo con Estado Propio ya es una normalidad en el territorio, a pesar
de faltarle el reconocimiento como a cualquier inmigrante sin papeles. Está
ahí, existe, todos lo sentimos, y al mismo tiempo no está, no existe, no se
quiere ver. Cosas raras de la vida. Y también era evidente, excepto para una
parte importante del catalanismo que no tiene problemas económicos, que las
luchas de clases en Catalunya se están vigorizando peligrosamente. Por la
existencia compulsiva de esos dos aspectos el Procés Constituent intenta
destacarlos y reconocerlos para la eficacia de la República Catalana, una
noción nueva y muy necesaria para los Países Catalanes, para España y para Europa si de verdad se quiere
fundar un país con ganas de libertad.
Por
ello en nuestras asambleas lo principal es compartir todas las preocupaciones
que tengamos y así poder convertirlas en alternativas al orden existente. Todo
en sintonía con el planteamiento principal del Procés Constituent: “el actual
modelo económico, institucional y su ordenamiento político ha fracasado”. Se
hacía elocuente que la cuestión no era solamente hablar y que ni Arcadi ni
Teresa van a resolver el asunto. O lo hacemos los que nos organicemos para
construir sólidos valores de cooperación y fraternidad o, pase lo que pase en
las circunstancias políticas actuales, los que nos roban, los que nos enajenan,
seguirán robándonos y enajenándonos para mayor desgracia de las luchas
populares.
Como
era de esperar, Teresa se ubicó, y explicó en primer lugar, una posición de
ruptura radical con el Sistema Capitalista que nos llama a ser libres obviando
la libertad de los demás. Elogió la disminución de la pobreza llevada a cabo
por el gobierno de Venezuela, mucho más que lo hecho por los gobiernos español
y catalán en la crisis actual. Destacó la auditoría y la resistencia a pagar la
deuda ilegítima efectuadas por el gobierno de Rafael Correa en Ecuador. Apuntó
que no tenemos por qué hacer lo que han hecho otros, pero sí aprender de sus
experiencias y sacar nuestras conclusiones para emprender lo mejor entre
nosotros. Es posible entenderle que, aún conociendo el daño de raíz que nos
hace el Capitalismo, cada vez es menos cierto decir que la culpa no la tienen
los corruptos, sino la Política; los gobiernos, sino el Mercado; la
Generalitat, sino Madrid; Madrid, sino Bruselas; Bruselas, sino Pequín, y por
esa enredadera desaparecen los culpables que debemos llevar al juzgado. Pero
por ahí están.
Cuando
sepamos exigir a nuestros funcionarios públicos el cumplimiento de sus deberes,
todo será diferente. La solución está en todos nosotros dondequiera que
vivamos. Si el hospital de Blanes funciona mal la culpa la tenemos todos los
que nos servimos de ese hospital, sencillamente porque actuamos como si este
hospital no estuviera obligado, como un bien público, a ofrecer a todos el buen
servicio para el que fue construido, sino que vamos muchas veces a resolver un
problema y cuando lo resolvemos lo celebramos en un chiringuito de la playa sin
unirnos a otros cuentos. De esa forma el Capitalismo nos acorrala en una
perversa individualidad donde nunca pensamos que los otros cuentos también son
nuestros. Es abominable la obra capitalista entre nosotros: nos ha hecho
culpables de su corrupción y encima busca que les facilitemos mayores poderes.
En
su magnífica intervención Teresa señaló que no se trata de estar en continuas
reuniones, sin vacaciones ni descansos, ni en perenne crispación, pero sí de
sentirnos capaces como sujetos políticos a responder ante cualquier “desorden”
o injusticia que nos rodee. Para eso necesitamos concebir las mejores formas
para una profunda interrelación donde la seriedad de las acciones a emprender
no sea nunca parasitaria. Si no lo decidimos nosotros, no tendremos
alternativas, y ellas son la columna vertebral del Procés Constituent.
Es
absolutamente cierto: el Proyecto Colectivo echado a andar en Catalunya puede
ser infantil, utópico, idealista, o, real, necesario y urgente. Todo dependerá
de la fuerza que le pongamos, y es también absolutamente cierto que esa fuerza
logrará hacerse decisiva en la medida en que las personas de cada pueblo o
barrio sepan que no existen solas, que todo lo que les rodea existe para su bien
y que si no se defienden de los tantos abusos que sufren lo perderán todo por
la avaricia de unos cuantos. Difícil tarea, pero nunca es superficial llenarnos
de ánimos, optimismo y enamoramiento. Resulta desafortunado el pesimismo que
nos lleva a creer que no hay cambio posible, que todo es una ruina, que no se
puede hacer nada y apertrecharnos en la terminología teórica que nos mantiene
aparentemente saludables en el limbo de nuestros libros y saberes. El esfuerzo
y el júbilo siempre son más hermosos, dignos y efectivos cuando decidimos que
la paz, la libertad, la fiesta y el derecho a resolver nuestros particulares
problemas pertenecen a todos y que cada uno de nosotros puede ser más feliz si
echa sus pequeñas gotas de esfuerzo y de júbilo en el océano del imprescindible
cambio que viene, porque viene, que nadie lo dude, el cambio viene.
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