La Banca, las grandes empresas del Capital y los voceros de sus
infiernos, es decir, los sirvientes de la UE, la OTAN y sus
replicantes, amenazan a Catalunya con todas las plagas si optamos por
la independencia. Igual sucedió en Escocia incluso con un referéndum
acordado. También pasó en Grecia después que hablaron las urnas.
El Orden Establecido siempre enseña su rostro buscando a sus
semejantes. Entonces nuestro mayor servidor dice que eso es “inmoral,
indecente e irresponsable”. ¿No lo sabíamos? El tiempo es una
ráfaga de viento que más tarde o más temprano coloca a cada quien
en sus verdades y en sus mentiras. ¿Qué podemos esperar ahora?
Sería mejor preguntarnos de qué seremos capaces de resistir. Y si
de eso no queremos hablar porque de nada vale el pueblo para los
gendarmes que monitorean las decisiones, olvidémonos del combate en
que nos han situado, que cada cual se dé el gusto de su vida y elija
libre y democráticamente su mejor candidatura, si es que se atreve a
mirar con sus dos ojos la libertad y la democracia que tenemos. Desde
el ojo perdido de Ester Quintana la luz de la mirada es perfecta.
¿Creímos que la razón ya podía imponerse a la fuerza? No, aún no
ha llegado ese ímpetu a nuestra Historia y todo depende de nosotros,
el pueblo.
Hasta que no sintamos la verdadera fuerza del pueblo, si es que
podemos mencionar esa palabra sin el tufillo a populismo
tercermundista bananero o a izquierda primermundista acomodada con
que nos la enseñan y que muy bien nos adaptamos a ella, no hay que
asustarse, tranquilos, fabulosamente quietos en el aire, no pasará
nada relevante el 27S en contra de las decisiones ya tomadas. Los
demonios no se conjurarán para iniciar su obra en Catalunya mientras
entiendan que hemos perdido la memoria, que no sabemos qué batalla
le ganamos y que de ninguna manera estamos animados a salir del
infierno.
Todo es un problema del lenguaje y eso está muy claro por encima de
penas, alegrías y tantas otras cosas demasiado importantes para cada
uno de nosotros. El problema no es Madrid, ni es Bruselas, ni es
Washington, aunque sea todo junto, muy junto con el sí más rotundo
al feliz compadreo con el miedo. Pero el problema no es el miedo, el
problema es el Sistema que organiza y ordena a Madrid, a Bruselas, a
Washington y a sus replicantes de las distintas marcas de moral,
decencia y responsabilidad que usamos lo que él decide muy a gusto
con el patético espectáculo de la vida que disfrutamos.
(Artículo publicado en El Periódico de Catalunya, martes, 22 de septiembre del 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario