En entrevista para Ariet el diputado de la CUP Benet Salellas
expresa: "Tú puedes hacer una cosa políticamente
impecable y coherente, pero si no lo entiende nadie, desde una
perspectiva política no sirve. Si todo el discurso que estamos
haciendo y diciendo que no a la investidura de Mas, la gente no lo
entiende, ¿tiene sentido continuar con esta postura por coherencia
estricta?". Sí, y no estáis solos.
Por coherencia estricta y si es anticapitalista es que puede avanzar
el proceso independentista. Quienes piensan que avanzaremos sin una
completa revisión del sistema capitalista dirán lo mismo que en sus
recientes intervenciones dijeron Homs y Mas-Colell. Ayer este último,
expresándose medio en broma y mucho en serio, lo completó ante el
dinero que hoy recibió de España: “si tenemos que arrodillarnos,
lo haremos, pero que paguen”. Y es que ya estamos arrodillados con
estos pensamientos. La CUP no puede creer que su postura en la
“perspectiva política” es inservible “si nadie la entiende”,
pues sólo la coherencia que practique puede hacerla entender. La
independencia no es una resolución de consabida suspensión, sino un
sacrificio y una resistencia aún por definir y a concretar por la
sociedad catalana. Ayer mismo en el programa .CAT se iluminaba el
asunto. Dos empresarios debatían: uno dijo que lo suyo “es la
empresa y no la política”, mientras el otro le decía que debía
pensar más allá de su empresa. ¿Pensar más allá de su empresa,
más allá de los beneficios particulares, más allá del
capitalismo? Imposible, falta mucho trabajo por hacer. También los
farmacéuticos quieren cobrar, todos queremos cobrar: es la médula
de la existencia que llevamos. Mientras no se resuelva la agresión
de la empresa privada al proyecto colectivo, este no saldrá
adelante. Si la CUP mantiene su coherencia será estigmatizada allí
donde ya lo está haga lo que haga, pero si es incoherente sufrirá
en los ámbitos que le dan vida y en aquellos donde aún se conserva
la esperanza en la virtud de la coherencia política.
La cultura de la mentira, la hipocresía, la mercantilización
humana, el festejo del consumismo, la banalidad de los bienes
públicos, el espectáculo de la política mediática para la
galería, el sistema que rechaza la cooperación para la vida y
ensalza la competencia, la confrontación y la guerra por conquistar
beneficios privados, todo, absolutamente todo dirigido por los
gendarmes empresariales que no creen en alternativas al sistema
capitalista no es la cultura de la CUP. Todos sabemos por qué
aguantamos al sistema: no sabemos zafarnos de sus garras que nos
siguen ofreciendo espejismos de sabiduría y seguridad a cambio del
miedo a descubrir cómo echar abajo su cultura. Sólo con coherencia
y verdad en el discurso político la sociedad puede atreverse a un
acercamiento. La verdad y la vida no nos vendrán por aritmética de
escaños o de votos, sino por conciencia de mucha gente harta de la
incoherencia política. Ya se sabe que la independencia, la verdadera
independencia, es transformadora y no pasa por limosnas que hunden
aún más la condición humana. Si la CUP nos empuja a decepcionantes
derroteros, ¿qué nos queda? No juguemos con la inocencia y la
irresponsabilidad. Acabemos de entender que la transformación
cultural de nosotros mismos es la esencia y no los fuegos
artificiales de una conquista que, de no tener sustancia, seguirá
pasando frío en el invierno.
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