Parece haber llegado la hora de Podemos. No hay mayor claridad en el paisaje español. Igual si llega a un acuerdo con el PSOE o si hay nuevas elecciones. El PP se hunde y el resto de las fuerzas políticas tradicionales se enzarzan en inútiles peleas por ocupar el sitio hundido. Podemos reclama la llegada de sus naves y aunque pueda ser arrogante su petición, más arrogancia despiden los que se la niegan.
Después de las viejas tramas Gúrtel o Bárcenas que han tambaleado al PP y las nuevas descubiertas en Baleares, Valencia, Madrid, Granada y el ministro Soria con sus papeles de Panamá, todo indica que el montaje para hundir al PP y salvarlo con Ciudadanos va por los carriles correctos. Solo falta que el PSOE, con sus EREs de Andalucía y otras cosillas que andan por ahí, quiera hundirse también con el espectáculo preparado con Ciudadanos para llegar a la gran coalición.
La vida es rara, y la política aún más: ¿Soria se confunde dando explicaciones y con su renuncia ha tenido un comportamiento que le honra? Lo mismo podría decirse de Jaume Matas, de Granados, de Camps y de ya no sabemos cuántos más que participan de la comedia en que pretenden hacernos reír. Como si estuviéramos para pastelitos. No, para nada nos reímos con este circo que nos han preparado.
Por todas las Españas arde la hoguera de la vieja política y solo es viable que los pueblos asuman su papel en el cambio hacia la nueva política. Cada día se hace más diáfano que no éramos nosotros los que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, pues sí perdíamos el trabajo, nos desahuciaban de nuestras casas compradas a pulmón y terminábamos en un comedor de Caritas con los niños haciéndonos preguntas muy loables. No éramos nosotros los que robábamos al fisco para llegarnos hasta Suiza o Andorra y comprarnos un traje de millones de euros donde guardar muy bien todo el saqueo del país. Nosotros, el mal, somos los que trabajamos para que ellos no suden la camisa, sigan comprándose corbatas y denigrando al país.
(También publicado en El Periódico, Catalunya)
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