Cuando una coalición popular, de izquierda por más señas, como Unidos Podemos no capta el voto de los pueblos ni alianzas progresistas; cuando los votantes de un partido con ideas socialistas que, ni las lánguidas y tardías confesiones de su ex secretario general, no pudieron parar la investidura de un presidente con las ideas más retrógradas y corrompidas del Reino; cuando la mayor credibilidad con la denuncia política descansa, y nos duerme con ideas alentadoras, en una gran cadena de televisión privada, La Sexta, donde el espectáculo sensacionalista obtiene buena nota justiciera; cuando todo esto triunfa tan fácil hay que preguntarse si el programa de la izquierda es actual.
Muy pocos creíamos que Rajoy volvería a jurar la presidencia del gobierno español, y ahí está, frente al crucificado, haciéndonos asumir como un misterio la parálisis en los pueblos huérfanos de sus luchas propias y necesarias. Mediante un éxito sufragado por la degeneración de las fuerzas más populares volvemos a ver cómo, en un largo año en funciones, se fue tramando quitarnos el sol.
Quizás ahora veamos quiénes, obedeciendo al gran poder financiero y sus fuerzas mediáticas, nos esclavizan, y quiénes, en franca minoría, intentan bajarnos del Gólgota. Si con esta visión no nos salvamos con otras elecciones y lo decidimos todo a favor nuestro, es que simpatizamos con el martirio de la resignación. Cuando la verdad de los sufrimientos humanos no cabe en programas, juramentos y alientos noticiosos, el misterio se desvela.
Mientras haya despachos de poderes económicos privados y medios de comunicación igualmente privados que, determinando con sus intereses el desenvolvimiento de la Cosa Pública, destruyen la belleza de los pueblos, olvidemos reclamarle a la Política la soberanía popular. Nunca la tendremos hasta que esos despachos, medios, políticos y nuestra ignorancia dejen de existir. Con la legislatura que comienza tenemos la magnífica oportunidad de aprender quiénes somos y por dónde andamos.
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