¡Cuántas cosas hemos de tratar! ¡Cuántas luchas pueden fundirse en una sola! A veces el tiempo se vuelve egoísta y pareciera que no nos permite el más mínimo desliz. Quizás sea el espacio en que más debemos cuidar de la serenidad -por decir algo-, y no descuidar a los niños, ni a los viejos, y ni siquiera perdernos un paseo bajo la luna que siempre nos recuerda nuestra humanidad. Nos lo dicta el horroroso tiempo que vivimos y habremos de vivir con la mente limpia y el corazón abierto. Es que bastaría un Telediario para tirarnos por la ventana y no. Hay mucho por hacer y rehacer.
¡Es Venezuela hoy la línea continua! Todos pasamos por allí. Allí nos jugamos todos los esfuerzos y todas las ilusiones con que vivimos para desterrar el horror. Allí se refuerzan o se agrietan las líneas de la esperanza en cualquiera de nuestras luchas. Allí la derecha venezolana y mundial nos ha creado otra realidad como en un videojuego para que matemos nuestro propio aliento. Han llegado a la perversión más absoluta con las comunicaciones. Pasan por el tamiz de la conveniencia los hechos más ingenuos y los más brutales: “Miles de venezolanos hambrientos buscan comida en los contenedores de Caracas”. ¿Es que en Madrid, Barcelona y en tantos otros sitios nadie busca en los contenedores de basura y es preciso enviar a una corresponsal a la ciudad asediada por una guerra económica? La manipulación informativa es obscena: “Un grupo de enmascarados chavistas asalta el parlamento venezolano y causa numerosos heridos”. ¿Es que los enmascarados que saquean supermercados populares, queman chavistas vivos en plena calle, incendian hospitales infantiles, centros educativos, y se dejan ver como los llamados “guerreros de Dios” que lanzaron granadas sobre instituciones oficiales venezolanas resultan actos de generoso terrorismo? La realidad es una doncella.
Si no miramos la vida con los ojos desnudos difícilmente podremos saber qué le pasa a la vida. Y hay que saberlo para vivir con algún amor todavía.
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