Desde hace un buen tiempo la oposición venezolana, EEUU, la OEA y hasta la Unión Europea pedían elecciones en Venezuela y denostaban la Constitución Chavista. Todo con cierta calma hasta que esa misma constitución llevó a sus opositores a una mayoría en el Parlamento. El gobierno chavista reconoció su derrota parlamentaria, pero esperó que los nuevos diputados cumplieran con la constitución que les entregó esos escaños.
Grave descuido de los chavistas en la organización popular para esos comicios y aún más grave error esperar de sus opositores que cumplieran con su mandato de desarrollar la constitución chavista. Y comenzó a verse el rostro del triunfo parlamentario. La oposición, reinante en el hemiciclo legislativo, no solo se planteó abolir la Carta Magna que les dio cierto poder, sino también derrocar al ejecutivo mediante la promoción de una cruenta guerra económica al país sin que a ellos les afectara. No aceptó ningún diálogo y radicalizó sus objetivos apostando por la violencia cotidiana. Entonces comenzó la crisis actual entre chavistas y opositores. Pero si el chavismo tuvo un descuido, la oposición también pasa por él con el más flagrante desprecio al pueblo: olvida su fuerza cuando se organiza y se moviliza.
Ahora, ante la decisión del presidente legítimo del país, amparado en el artículo 348 de la propia Constitución vigente que le otorga el poder de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, la oposición no quiere esas elecciones y defienden la Constitución Chavista. ¿Están defendiendo a Chávez? Magnífica noticia. Lo más natural es que apoyen a su auténtico sucesor. “¿Apoyarlo? ¡Maldito verbo!” ¿En qué quedamos señores? ¿Por qué temen? Participen y voten No. Pero el No opositor al chavismo solo acepta que el chavismo desaparezca sin contar con el pueblo que ya le descubrió la cara. Su retroceso humano es muy visible y la doncella se rebela: aquella virgen y criada que usaron para manipular la realidad les ha convertido su parlamento en un esperpento.
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