Muy bien saben el Parlamento Europeo, las Universidades de Columbia y Navarra, el periódico El País, El Pen Club Català, y distintas entidades de Holanda, Suiza, España y de otros países del Primer Mundo, por Informes de los organismos de las Naciones Unidas, que el pueblo cubano, gracias a cómo su gobierno ha respondido ante sus crisis, es poseedor de más altos índices en Sanidad Pública, Educación, Cultura, Deportes y en muchas otras ramas de la vida social que cualquier otro país del Tercer Mundo. Por ello es que los cubanos que sostienen su sistema revolucionario merecerían los más altos premios del planeta. Pero, evidentemente, todos estos señores que premian en nombre de la “Justicia”, no quieren enterarse de cómo, hasta en sus propios países, los gobiernos han gestionado la crisis que viven haciéndosela pagar a sus pueblos y abandonando a miles de familias a una suerte demoledora. Con toda la mala intención del mundo han preferido entregar sus más preciados galardones, con diplomas y con dinero, a los llamados “disidentes cubanos” sobre la base de que estos defienden los Derechos Humanos. ¿De qué hablan, señores parlamentarios, universitarios, intelectuales, escritores, periodistas y otros oficiantes de tan infausta ralea al servicio del Gran Capital y de los poderosos intereses que gobiernan en los Estados Unidos de América? Sean coherentes, o un poco honestos, y haciendo honor a sus saberes y responsabilidades, digan que premian a los “disidentes cubanos” porque el mayor objetivo de la actual civilización, dirigida desde el Mal Común que hoy día impera en el mundo, es destruir el ejemplo de la Revolución Cubana y envenenar material y sicológicamente al pueblo que la mantiene.
Es muy claro que estos “disidentes” -y la mayoría de ellos lo confiesa sin el menor pudor-, quieren para su patria lo mismo que buscan el Imperio y sus secuaces, esos que dominan las almas caídas en la indignidad, la ignorancia o la traición a sus pueblos. Por ello esos cubanos no dudan en colaborar con todos los planes que puedan causarle a Cuba el mayor daño posible a cambio, en la mayoría de los casos, de percibir las 30 monedas que Judas recibió de los gendarmes romanos. Recientemente, llevados del Partido Popular Español, se han envalentonado en Estrasburgo pidiendo que la Unión Europea mantenga a Cuba la “Posición Común” que, junto al bloqueo norteamericano, constituyen las mordazas fundamentales para que el gobierno cubano apenas pueda resolver los problemas que agobian a su pueblo. ¿Qué personajes son esos? Cualquiera que quiera conocerlos, hasta el más incauto, si revisa algunos de los documentos filtrados por Wikileaks desde la sede estadounidense en La Habana, podrá saber que estos “disidentes” son meros mercenarios de la estrategia imperialista, que algunos ya son demeritados por sus propios amos y otros, sobre todo jóvenes, están siendo erigidos como las nuevas cartas de triunfo contra Cuba.
Y mientras toda la sarta de premiaciones, con abundante pompa en los grandes medios de información, sucede con esos “disidentes”, en la complicada isla y en muchos rincones del planeta se premian a esos otros cubanos que, a pesar del cansancio, las limitaciones y otras angustias, se han mantenido bien lejos de la colaboración con el Imperio, han podido resistir tanta saña contra su patria y defendiéndose de la realidad, dentro o fuera de Cuba, han incurrido en múltiples errores –de los que la mayoría está consciente- y han seguido viviendo con la sabiduría de que pertenecen a una tierra que ha sido la abanderada más solidaria con los más necesitados del mundo. Estos premios no tienen ningún importe en metálico, son exclusivamente fraternales y no tendrán ninguna repercusión en los medios. No son entregados en suntuosos palacios ni por excelsas figuras de la politiquería mundial. Son los premios del aire, de la atmósfera limpia que algún precioso día respiraremos todos en la Tierra.
Algunos se preguntarán por qué premiar o destacar defectos y no premiar y destacar virtudes. Bueno, de alguna forma, todo estará mezclado, como lo ha sido la propia vida del pueblo cubano, pero como ya estamos bastante agotados de tantos premios y relevancias a la heroica resistencia, –aunque pueda equivocarme-, he preferido recoger el latido que me dice que ahora mismo ha de premiarse y destacarse todo aquello que ese pueblo –perdón, el planeta entero en sus, más o menos graves, correspondientes variantes-, habrá de revisar, arreglar, encaminar, para que algún día sólo quede el recuerdo de unos tiempos que se vivieron casi exclusivamente para contribuir con los principios que han de sostener al Ser Humano.
Habrá premios sencillos para Pedrito el cojo, por matar una vaca; para Dominga Fernández, por traer desde Santiago, en un tren demorado y atestado bajo un calor infernal, dos sacos cargados con 500 muslos de pollo; para Walfrido el tuerto, por envasar yogurt en botellas de ron y venderlas demasiado caras; para Danilo el cortador de cañas, por no gustarle ninguno de los trabajos que le ofrecieron y empezar a robar materiales de construcción; para Josefa la miliciana, por prestar su casa para trapichear con todo lo que se le presentara; para Ismael Batlle Cabrera, el internacionalista, por no comprender qué significaba ayudar a sus ancestros africanos; para Indira, la madre dulce, por no creer que era mejor entregar el Campamento Infantil de Tarará a los niños de Chernobyl; Para Yanisleydis, por no haber estudiado, por no conocer su inmensa posibilidad de realización humana, por no querer hacer un análisis integral, por no saber que el Socialismo empieza a construirse desde uno mismo, por no saber cuáles son los valores fundamentales de la vida y que tienen sentido para todos, por no saber que librarse de la banalidad es la única victoria contra el enajenante mercado de las vanidades, el morbo y las antiguallas; para Ernesto y Xiomara, que la prisa de la vida los ha llevado a creer que los problemas de un país se arreglan solamente arreglando la política migratoria; para Eduardo, Mercedes, Arturo, Mabel y Antonio, que no comprendieron ni fueron comprendidos y se fueron del país.
Habrá premios más destacados para Fabio, Carlos Rafael, Blas, Lázaro, el Ché, Raúl Roa, Osvaldo, Fidel, Celia, Raúl, Vilma, Ramiro, Juan, Armando, Haydee, Jorge, Faure, José Ramón, otros dirigentes y funcionarios de segunda y de tercera, ministros, embajadores, múltiples diputados y diversas personalidades que, con ninguna o con muy pocas restricciones económicas y políticas, no supieron cómo se construía el Socialismo y en su intento por saber no pudieron sopesar las enormes dificultades que tenían para construirlo, pero no se rindieron y siguieron intentándolo. Y también para Aldana, Ochoa, Robertico, Lage, Felipe, Yadira y tantos más que pretendieron lo mismo con diferente suerte, aunque entre todos hicieron hasta lo imposible para que Pedrito no perdiera las dos piernas y Walfrido pudiera ver por uno de sus ojos. Los dos fueron heridos gravemente con la metralla lanzada por los mercenarios de Playa Girón. Ese primer triunfo contra el Imperio en nuestro continente, tan vapuleado durante siglos, hizo fructificar uno de los hitos más descollantes de la Historia Moderna: La Revolución Cubana. Se pulsaron todas las cuerdas del ser humano y se empezó a caminar y a mirar con el ceño fruncido al lado de la cómplice sonrisa. Y así obraron, con miles de imperfecciones y otras miles de espléndidas dignidades. Por eso son tan revolucionarios, tan contrarrevolucionarios o tan difíciles de entender; tan gritones, tan escépticos o tan silenciosos: todos ellos sí fueron los reales disidentes del tortuoso camino de lo nuevo que estaban descubriendo y que les demandaba nuevos descubrimientos.
Pero somos nosotros la mejor disidencia cubana, los que encontrando y continuando la lucha liberadora, nos enfrentamos a nosotros mismos y nos creamos como disidentes propios, nosotros, el pueblo llano y hermosísimo, los dirigentes de cuarta y de quinta categoría, los delegados de las circunscripciones, los cederistas, las federadas, los intelectuales, los artistas, los licenciados y los buenos, regulares y malos hombres y mujeres sobre quienes recayó el mantenimiento de la Causa, a pesar de vivir con algunas o muchas restricciones económicas, políticas, sociales y de toda índole. Todos tendremos premios superiores por estar tan exhaustos y seguir siendo rebeldes, pobres, ilusos, líricos, insatisfechos, blancos sin complejos de superioridad, ricos desclasados, negros y mulatos sin muchas oportunidades, impuros, supersticiosos, creyentes, agnósticos o comunistas: el mayor enjambre de esperanzados que no puede creer que haya vida en la pestilencia de un imperio, un sistema y una época que ya agotaron su temporalidad histórica.
Entonces se dará El Gran Premio: para los que nunca, arriba, en el medio o abajo, nativos o extranjeros, dudaron del insistente sueño por el mejoramiento humano que venimos teniendo desde hace miles de años y en él envejecieron tristemente. Porque la Humanidad no rectifica sus absurdos existenciales sin conflictos con la condición humana y por ello sueña, combate y muere. Nunca se atacó tanto a un pueblo sin lograr ponerlo de rodillas: estaba soñando, estaba combatiendo, estaba muriendo y estaba resucitando.
Y por creer que el ser humano es un milagro, también habrá algún premio para los indolentes, los que pisotearon sus responsabilidades, los que abusaron del poder recibido y para aquellos que, sin comprender que mantenían el espíritu de esclavos del viejo orden social, se corrompieron y, conscientes o inconscientemente, le dieron salida a la bestia que llevaban dentro y se cebaron con numerosos compatriotas. Para todos ellos habrá el premio de la ley que castiga lo mal hecho. Y aún me faltan otros premios…
La vista de reconocimientos ha de ser completa, sin soberbia, sin humillaciones, pero con la luz bien abierta a las necesarias aclaraciones con todas sus consecuencias. Urge saber que el Socialismo es un sistema superior al Capitalismo porque piensa en la persona, en el pueblo y en el mundo. Sobre esos tres pilares debe efectuarse la premiación. Y nada más, porque cuando amanezca ya no habrá cabida para quien quiera vivir de espaldas al derecho de todos los seres humanos a tener una vida digna.
Posiblemente ahora comenzaremos a caminar y a mirar de otra manera. ¿Que cómo será eso? Bien fácil si tenemos el coraje de entregarnos a la obra con el corazón limpio. Por ejemplo, nosotros, los que hemos servido apasionadamente a la incierta utopía, sólo pedimos coherencia en el pensamiento, porque no es verdad que hayamos vivido “53años de mentiras, engaños y mierdas”, como dicen los “disidentes” creados por el Imperio. Si eso fue lo que aprendieron, lo sentimos, no fuimos buenos maestros, pero tampoco ellos fueron buenos alumnos, al menos de nosotros. Y en estas cosas de la Historia, si se quiere continuar en ella, sólo caben las rectificaciones evidentes. Hagamos lo que hagamos de ahora en adelante, en los últimos 53 años del mundo, Cuba ha constituido una de las mejores y más grandes hazañas de la Civilización, y todo cubano o extranjero debe estar orgulloso de verse reflejado en gran parte de esa tierra que evidenció tantas preocupaciones humanas.
Entonces, felicidades, cubanos, donde quiera que estéis, y felicidades también, hermanos de todo el planeta, que aman la gesta de Cuba. A pesar de tantas turbulencias, seguirá existiendo en este Nuevo Año 2012 esa isla de las mil y una imaginaciones para seguir alimentando la gran odisea de la Humanidad: la continuidad de la lucha por ser un poco mejor. ¡Hemos sobrevivido! ¡Felicidades a todos!
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