martes, 30 de abril de 2019

A Venezuela se le impone la estéril muerte de la guerra

Si se logar detener la fuerza de la muerte en Venezuela, se salvará la belleza de la vida del pueblo venezolano. Hoy se premia en España al Museo del Prado y se recuerda la evacuación de sus pinturas durante los bombardeos a Madrid por parte de un señor guerrero. Así, la más grande colección de obras de Velázquez, Goya, Tiziano, el Bosco, Rubens, el Greco y tantas otras de Caravaggio, Veronese, Tintoretto, Van Dyck y otros maestros de la riqueza pictórica se salvaron de la barbarie de la guerra. ¿Qué hay que salvar en Venezuela?

Quizás su esfuerzo nacional con las orquestas sinfónicas en los barrios más humildes que tocan a Bach, Beethoven, Chopin, Schumann, Brahms. ¡Ay, y a los miles y miles que los escuchan!

Como si fuera una batalla entre dos hombres con sus diferentes caminos se nos presenta la situación en Venezuela. A uno de ellos, respaldado por EEUU, Europa y una cincuentena de países, le ha salido todo muy mal hasta ahora y quiere que vayan a la guerra los ricos, los conformes y los pobres. Al otro hombre le ha salido todo bastante bien hasta ahora y no encarceló a su adversario. No quiere que nadie vaya a la guerra, quiere diálogo, aun sabiendo que lo respalda el máximo poder militar del país, la gente más empobrecida y la inmensa mayoría de países del mundo que, aunque muchos no comulgan con sus ideas, se deciden por la paz y no por la sangre derramada en el pavimento que busca el primero.

Todos sabemos que el combate real está ahí: entre la sangre que se nos va guerreando y la que nos corre por las venas con naturalidad. Y no solo de dos personas, sino de muchísimas más, tanto de la gente bien, la del medio, como la que durante una larga historia ha sigo la más desfavorecida en el reparto de la vida. Una sangre que brota a borbotones de miseria por decenas de países muy cerca y muy lejos de Venezuela, pero de ellos no se habla: sus riquezas pictóricas ya están en manos del capital. Venezuela, como aun las tiene, se le impone la estéril muerte de la guerra.

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