Por mucho que los diferentes partidos independentistas de Catalunya proclamen “desconectarse” de España, la realidad catalana no se desconecta de las Españas y fortalece con el triunfo de En Comú Podem el derecho a decidir por encima de la unilateralidad de todas las partes. La formación tildada como radical de extrema izquierda, en vez del grito desesperanzador de ERC y Convergencia, explica otra vez su racionalidad al ver cómo sus alíados más críticos van divididos a las Cortes de Madrid.
Así la CUP da “un amplio apoyo a una fuerza que ha defendido claramente la necesidad de un referéndum para que la población catalana se pueda expresar libremente en las urnas”. Con estas palabras la formación anticapitalista recoge el triunfo de En Comú Podem y, sin renunciar a la desobediencia para alcanzar la independencia, ratifica lo que siempre planteó: ampliación de la lucha soberanista a la izquierda como única solución de cambio.
Asumir la imprescindible prioridad de los derechos sociales para que se conviertan en valores ineludibles es el arma más pujante de la realidad. Porque resulta imposible invitar a los pobres, al trabajador casi esclavo o a las eternas marginadas de la igualdad a ejercer otra voluntad que no sea la de salvarse ante todo. El respeto a la vida ha de despedirse del pasado y su despedida será amable, pero ha de producirse para que nunca más sea desplazado del destino de Catalunya.
Las fuerzas de la CUP han sido siempre su presencia sin cuidarse la cara en el primer plano de la rebeldía contra todo lo injusto y rechazable, su gran pasión por la liberación de las esencias populares del catalanismo, su enorme desinterés a mejorías particulares, su absoluta entrega a la lucha contra el capitalismo. Todo esto le otorga la coherencia tantas veces perdida por otras izquierdas y le acerca al camino donde, por fin, cansados todos de tanta ignominia contra tantos, se imponga el mejoramiento humano como una cualidad de libertad e independencia para todos.
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