Si aceptamos la interpretación mayoritaria de las últimas elecciones autonómicas y generales en Catalunya y en España que dan el gobierno a Mas y a Rajoy tendremos un fracaso adelantado: la lucha por la democracia enfrentada a la lucha por la vida. Ni Rajoy ni Mas pueden conformar una columna vertebral que sostenga una convivencia digna de los suyos con los demás.
No hay conquista social, ni siquiera la más realista, cuando hay que resignarse a lo que los poderosos decidan, a lo que los políticos le obedezcan o al billete de lotería en que nos ponen. Toda la historia de la humanidad, aún cuando no se crea en izquierdas y derechas, ha sido la lucha de unos por una vida digna para todos y de otros por imponer el dominio de su clase social. Las luchas sociales en democracia no pueden entregarse por una contingencia que equivoca su victoria. Si la esperanza de los pueblos solo cabe en las limosnas de los poderosos, en la sostenibilidad de los políticos o en la suerte del bombo donde giramos, la honra de la coherencia con las luchas sociales quedará despedazada.
La victoria no puede ser la continuación de las palabras vacías, los expolios públicos, el espectáculo del bienestar para unos, el dolor innecesario para otros, la represión de las protestas y los hábitos del perdedor. Cuando se triunfa en democracia, se triunfa para todos.
Ninguna lucha social puede ser superada por el miedo a nuevas elecciones. La única elección es seguir luchando por unos derechos sociales imprescindibles que nos permitan convivir en el decoro de la democracia. Los poderosos nunca han regalado nada a los pueblos. Así sabremos entender que en España se acabó el tiempo del PP y de Rajoy como en Catalunya el de Convergencia y de Mas. Es la hora de los demás. Nunca como ahora han importado tanto los demás, y no solo esos demás que padecen la pobreza, la precariedad y la indignidad del sistema en España y en Catalunya, sino de todos los demás que en el mundo luchan por otro orden para el triunfo de la vida.
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