El coste de la bajada del Dios aún no lo sabemos del todo, pues más allá de esas “10 cabezas palestinas (CUP) que vale la de un israelita (Mas)” que se dijo desde JxSí como repitió ayer Anna Gabriel, faltan muchas explicaciones para una comprensión acertada de la celebración del real comienzo de la decisión soberanista. Lástima que JxSí, después de haber aprobado la grabación de las negociaciones, se negara a ello. Ahí sí comprobaríamos “quién era beligerante con quien”.
Pero, Anna prefiere pensar que no se ha unido a un espejismo popular y, antes de ser otro desastre de comunicación como sí lo fue Convergencia en su cruzada contra la CUP, ella no continúa, se apena por lo dicho, se le ha ido como esos tufos por donde ella misma sabe que la acechan las miserias de la historia que sigue haciéndose.
La CUP no vibra en los individualismos que llevan al fanatismo con el Dios, porque cuando este se instala cuesta mucho bajarlo de sus nubes. Se convierte en el Todo, la fe absoluta, el supremo entendimiento, la decisión final y por si fuera poco, la nulidad total del individuo.
A pesar de su inexperiencia política y su jovial desenfado, la CUP ha hecho gala de su madurez en la responsabilidad social para desencallar una situación que ya se hacía insoportable y le entrega al pueblo catalán la custodia de una legislatura a la que -todos habremos de ser firmantes- no se le aflojen las piernas ni sufra el miedo a las tormentas cuando arrecien las lluvias. Los anticapitalistas han optado por un acuerdo que, por el desconocimiento en cómo se desenvolvió, muchos los miran como unos miserables rendidos ante el señor elegido por el Dios caído. Pero la CUP ha sido fiel a sus luchas nacionales y sociales. Mediante un sacrificio fomenta una amplia visión de las fuerzas de la realidad y aviva los principios colectivos. Ahora faltan días, semanas, quizás meses, en que la luz de la vida alumbrará a otro abanderado de la mísera crucifixión o a la real gloria de una voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario