No se ha acabado la función del Procés ni la función de la CUP. Y aunque parezca bien complicado de explicar, si se analiza qué es la CUP se asimilará muy simple y casi perfectamente que la organización anticapitalista sigue en pie y muy bien en pie.
La CUP no renuncia a sus 10 diputados, no le regala a Junts pel Sí ni uno, sencillamente dos cupaires se incorporan a las reuniones de la coalición para coordinar mejor las vías para la realización del Plan de Choque Social, la ruptura democrática y el proceso constituyente durante los 18 meses excepcionales que dure la transición del autonomismo al independentismo. Tampoco la CUP asume todos los errores que han tenido los acuerdos, sino que asume los suyos y advierte al nuevo presidente de la Generalitat que la formación anticapitalista no se ha acabado en sus posiciones contra la corrupción y contra los recortes sociales.
Posiblemente la situación actual sea entendida por muchos como un triunfo de Mas y Convergencia en su ideario para destruir a la CUP, pero, nada más lejos, y más temprano que tarde veremos el fortalecimiento de la CUP y el debilitamiento de Convergencia.
Otra vez Catalunya debe sentirse súper orgullosa de su juventud anticapitalista, capaz de la autocrítica necesaria, las medidas pertinentes en su máximo objetivo con el pueblo catalán, de una profunda sensibilidad con las grandes tristezas de nuestra dolorosa humanidad y de su inmensa batalla de concienciar a todos por una transformación social del territorio donde vive, trabaja y lucha
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