América Latina parece volver a regirse por las derechas: Argentina paga a los fondos buitres y recarga en los más pobres el desastre neoliberal del nuevo gobierno; Brasil destituye a su presidenta por un parlamento presidido por grandes corruptores; Bolivia se ve privada de otra elección de su líder indígena por una campaña en su contra promovida por los mayores intereses económicos; Ecuador recibe continuos ataques de desestabilización; Nicaragua es amenazada de nuevo.
Y en Venezuela -triste entrega por el pueblo de la Asamblea Nacional a manos ajenas-, aún cuando Maduro va impidiendo que los movimientos en su contra se fortalezcan en las multiplicadas campañas mediáticas de las “tomas” de Caracas y de otras tácticas destructoras del chavismo, el empuje popular está en términos incógnitos ante las enormes presiones del gran capital y el paso decisivo de los EEUU para retrotraer al país a su antigua condición neocolonial.
Cuando el paisaje de las iniciativas de izquierda en el continente van así, apenas vale la pena descifrar qué pasa en los países dominados por las derechas -y no solo en nuestras tierras de América-, donde a todo tren se sigue organizando una sociedad clasista despreciativa con los que caen en el infierno de la miseria. Entonces, ¿qué escribir sobre Cuba sabiendo de su gigantesco enfrentamiento a las grandes corporaciones, a los EEUU que las sustentan, a tantos que obedecen y que nunca han imaginado rebelarse? ¿Cuántas críticas, cuántos silencios, cuántas dudas, cuántos cambios, cuántas tolerancias señalarles a Cuba para que sea mejor y venza todo el daño que le causa la inmundicia del mundo?
Dramas y errores hay en cualquier parte, sobre todo cebándose de forma individual y constituyendo verdaderos lamentos humanos que siempre habrá que comprender y ayudar a que no sucedan. Mientras Cuba exista en su poder liberador y fructifique iniciativas de izquierda habrá posibilidades de eliminar dramas y errores: esta es la cuestión de la esperanza mundial.
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