Quienes tienen alguna responsabilidad en las guerras con que se relacionan los atentados terroristas, pueden no escuchar los pitidos y abucheos dados, pero es el mejor homenaje a las víctimas: intentar, querer simplemente que no aumenten. Algo casi imposible por la corrupción con que el poder asume la realidad y le inocula la mayor impotencia para regenerarse.
En el año 2012 las entidades Setem y Justícia i Pau elaboraron un exhaustivo informe: “Inversiones que son la bomba. Negocios de la banca con empresas españolas de armamento”. En su preámbulo leemos que “las maneras de financiar a la industria militar no son únicamente las que resultan más evidentes, por su relación directa entre el banco y la empresa de armas, sino que existe un entramado financiero complejo (público y privado) en el que la industria militar recibe apoyo de los bancos a través de grandes transnacionales, empresas de capital riesgo, inversores particulares, infinidad de intermediarias financieras y SICAV. El apoyo financiero que ha recibido el complejo militarindustrial mediante participaciones accionariales, fondos de inversión y créditos de 2007 a 2011, nos muestra que se han desviado al menos 1.372 millones de euros al sector armamentístico, (casi 2.300 si contamos la participación de la SEPI en EADS), que hubieran podido ser destinados a dar apoyo a otros sectores de la economía con efectos más positivos sobre la sociedad. Los diez bancos que han participado en el negocio armamentístico con mayor volumen de negocios y mayor presencia en empresas de armas españolas en el período estudiado son, por orden de importancia: Bankia, Liberbank, Banco Santander, Caixabank, BBVA, Catalunya Caixa, Banco Popular, Banco Sabadell, Ibercaja y Bankinter.”
Aún cuando los gobiernos de España y de Catalunya apoyaron esta investigación, ya advirtieron que “no refleja necesariamente su opinión”. Es la democracia y la libertad que continuará su perversión guerrera al tiempo que no escucha unos pitidos y abucheos.
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