Entender las causas de la violencia terrorista es empezar a resolverla, pero en ello es en lo que principalmente está dividido el mundo. Y lo peor de la situación es que el mensaje por su solución sin un acuerdo sobre sus causas ha calado hondo en buena parte de la sociedad primermundista.
Pasa lo mismo con diversos males mundiales como el expolio de los recursos naturales a los países más débiles, las guerras que se emprenden desde los centros más armados, la extrema desigualdad en la distribución de la riqueza del planeta y la imposición de una ideología francamente regresiva y exterminadora: la irremediable aceptación por parte de toda la humanidad que las sociedades, las políticas, las economías y las bases de las relaciones internacionales deben pasar obligatoriamente por la sumisión al sistema capitalista. ¿Es que ya no pensamos?
En una gran valla de mi pueblo están colocadas, con el apoyo de todos los grupos políticos y las diversas entidades sociales, estas palabras del magnífico hombre que fue Vicente Ferrer: “La pobreza no está para ser entendida, sino para ser resuelta”. Ello evidencia hasta dónde hemos llegado, incluso hasta con la más inmensa buena voluntad, en la comprensión de los graves problemas que afectan al mundo: resolverlos sin entenderlos. Esto se ha convertido en el máximo sostén de la civilización humana. ¿Es que el sistema capitalista, con su elección de vida tenida como insostenible para todos, no es el que nos está llevando a esta catástrofe planetaria que estamos viviendo?
Cuando sentimos tanto el horror de los atentados terroristas en Nueva York, Madrid, París, Londres, Manchester, Bruselas, Niza, Sant Petersburgo, Berlín, Barcelona y también en Kabul, Bagdad, Trípoli, Bengasi, Damasco, Alepo, Homs, Ankara, Estambul, El Cairo, Alejandría, Somalia, Túnez, Mali y en tantos otros lugares que debían ser de paz, ¿qué pensamos? Al parecer se nos agota el pensamiento: No hay sentido, no hay razón, exclamamos. ¿Y qué más? Eso es lo que nos falta.
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