Creí y seguiré creyendo que el independentismo catalán es la auténtica lucha de un pueblo en aras de su más completa soberanía y que la conseguirá si une su derecho al del resto de las luchas justas, sobre todo a las causas sociales que pululan en todos los pueblos y a aquellas otras que al entrelazarse pueden todas empezar a resolverse e ir aproximando el fin de un status quo dominado por un sistema opresivo y denigrante con la dignidad humana. Casi ninguna de estas luchas puede solucionarse satisfactoriamente si no se interrelacionan y concretamente en el Reino de España solo saldrán adelante, y sin una fecha para su solución, si inician el cuestionamiento de la Ley, la Democracia y el Estado de Derecho que las condena a todas.
La astucia con que se sigue moviendo el independentismo puede mermar sus fuerzas. Pasadas 2 semanas de infarto, un día en plena epilepsia con aquel que fue identificado como un “botifler” que traicionaba por “155 monedas”, el Parlament, a quien aquel cedió la proclamación de la República Catalana, decidió votarla mediante el voto secreto para evitar represalias y donde se consiguió aprobarla con 70 SÍ, 10 NO, 2 en blanco y 53 diputados ausentes. Pero no se puede desobedecer una ley cuando se sigue creyendo en ella al temer sus efectos. Toda lucha exige un máximo de valentía para quienes la guían, aunque ello no implique el suicidio personal, pero si la responsabilidad con el pueblo que los sigue. A varios días de aquel significativo paso, la dolorosa aplicación por el gobierno español del artículo 155 de la Constitución española cesa al gobierno catalán, disuelve el Parlament y convoca elecciones.
Así, al gran día de la epilepsia no le sucedió el paso necesario para su sanación y que el cuerpo siguiera caminando. El independentismo avanza insistiendo en la certeza de su astucia diciéndonos que ahora “habrá que tomar decisiones que no serán fáciles de entender”. ¿Es que hasta ahora lo entendíamos todo? ¿Sabrá el independentismo interpretar su realidad sin relacionarse con tantas luchas sociales que nunca tuvieron su presencia masiva? ¿Entenderemos juntos la realidad catalana, española, europea y mundial o solo volveremos a estar ante un derecho sin su significado para otros? Para nadie es un secreto, a pesar de la abundancia en que este se multiplica y se mueve en nuestros tiempos, que más tarde o más temprano a todo paso le sigue otro con independencia del dicho de que “lo real en política es lo que no se ve”, pues para el seguimiento de un paso por el pueblo lo real en política es también lo que se ve.
Ante la rapidez del cambiante panorama político catalán, muchos esperan a que el paisaje, más nublado que nunca, se despeje, pero tal vez sea este el mejor momento para que todos entremos en las nubes y, a pesar de no tener poderes para descifrarlas, tengamos la firme voluntad de compartir la salida del sol.
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