El independentismo catalán, posiblemente sin imaginarlo, se está viendo inmerso en caer al vacío o abrir una fuente en la realidad de Catalunya, España y Europa. Sabemos que supone un efecto dominó si no incluye otros temas con los que Europa ya acosó a Cuba, ahogó a Grecia y demoniza a Venezuela. El espectro político transformador, dentro o expectante del proceso, ve cómo el movimiento absorbe o rebaja sus luchas históricas.
Apartando las ideas que lo tachan de mero nacionalismo que daña a las clases trabajadoras, se nos plantea un debate que conjugue la unidad en los principales temas. Las interrogantes pueden caer en otro vacío o abrir otra fuente de imprevisible destino, pero la claridad de las respuestas puede decidirlo.
¿Puede el independentismo, al buscar una unidad de país, acompañarse de la lucha de clases, una firmeza rotunda contra la ideología de derecha, las amenazas de la ultra derecha y el renaciente fascismo, así como de una redefinición de la Democracia, la Ley y el Estado de Derecho que ahora privilegian a los grandes intereses económicos y donde se salvan los políticos corruptos y aquellos que pueden seguir navegando en cualquier realidad por su enorme poder adquisitivo? ¿Será posible la indispensable unidad de los pueblos en el tramo actual de la historia o el independentismo catalán la concibe como un proceso largo que a él no le compete, pues ello solo podrá concebirse con la libertad de todos los pueblos donde cada uno afronte los desafíos de sus realidades, que es lo que él hace ahora? ¿Puede Catalunya alcanzar su reivindicación sin la ayuda del mundo que está pidiendo o esto solo es un eslogan?
Y si la unidad, por las respuestas dadas, no se logra, pero gana el independentismo en unas elecciones ¿volveríamos al sitio donde ahora estamos? Y también cabe pensar si pierde: ¿cómo quedan las luchas expuestas al vacío o a la fuente? Sea cual sea el final de este proceso, él debe llevarnos a la máxima unidad con la que los pueblos hacen la historia.
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