sábado, 3 de octubre de 2015

Con una organización como la CUP


Debemos estar muy alertas: resulta urgente cuidar y cuidar mucho, muchísimo, a la CUP. No están por dinero, ni por banderas ni por las poltronas de la Política. Están por fraternidad. Al fin los que nunca han contado para decidir nada empiezan a contar para decidirlo todo. Cuando una organización política va contra un Sistema que desperdicia o maltrata la sabia ternura de los viejos, que ahuyenta o consume sin escrúpulos el ímpetu estremecedor de los jóvenes y que educa en la más cínica competencia religiosa la gracia de los niños para que repitan el ciclo de la resignación en la juventud y en la vejez, esa organización es indispensable para cualquier país que ame a su gente. Una organización así puede estar iniciando el tiempo real de la victoria donde ni el dinero ni las banderas ni las poltronas decidan la sabiduría, el ímpetu y la gracia de la vida que, por suerte, nos persigue amablemente a todos.

El debate reside en si la mayoría de los habitantes de Catalunya están listos para entender esa organización y si los ya preparados entienden que sin la solidaridad de otros pueblos apenas se disfrutará de un segundo del tiempo real de la victoria. Porque la victoria de la patria puede amarse con la tierra que se cultiva, con el canto compartido y con la valentía que se ejerce decidiéndola, pero el tiempo real de la victoria sólo puede existir en la esperanza fraternal con otros cultivos diferentes, otros cantos entre iguales y otras valentías en libertad. ¿Quién ha pensado que la independencia de Catalunya podrá hacerse para tener más y más Primer Mundo y para colocar las alambradas de Melilla frente a Valencia, Aragón y las Islas? Si la independencia de Catalunya no le dice nada nuevo al mundo, el mundo no le dirá nada nuevo a Catalunya. En pleno siglo XXI, viviendo en el bochornoso espectáculo capitalista del consumismo, el derroche y la glamurosa caridad con los desfavorecidos, galopar junto a una globalización deshumanizadora imposibilita enamorarse de cualquier victoria.

Por estos caminos del cielo o del infierno andamos los catalanes con una organización como la CUP, plena de tierno, impetuoso y gracioso patriotismo. Ojalá nadie le perturbe sus sueños. Son los de todos los que agradecemos día tras día el tiempo para vivir. Ahora la CUP analiza los pasos de nuestra imaginación. Los llamados radicales sin causa han pasado a ser la causa radical del poder. ¿Quieren algunos independentistas que la voz que más conmueve al abrazo quede petrificada con la victoria? ¿Acaso no piensan en el tiempo real donde aman nuestros viejos, jóvenes y niños? Ojalá que aquellos que están presionando e insultando a la CUP, en vez de ayudar y cooperar a la certeza del camino a la vida, sepan disculparse y salgan de una vez del rápido segundo donde reposan sus amores a Catalunya.

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