Debemos estar muy alertas: resulta urgente cuidar y cuidar mucho,
muchísimo, a la CUP. No están por dinero, ni por banderas ni por
las poltronas de la Política. Están por fraternidad. Al fin los que
nunca han contado para decidir nada empiezan a contar para decidirlo
todo. Cuando una organización política va contra un Sistema que
desperdicia o maltrata la sabia ternura de los viejos, que ahuyenta o
consume sin escrúpulos el ímpetu estremecedor de los jóvenes y que
educa en la más cínica competencia religiosa la gracia de los niños
para que repitan el ciclo de la resignación en la juventud y en la
vejez, esa organización es indispensable para cualquier país que
ame a su gente. Una organización así puede estar iniciando el
tiempo real de la victoria donde ni el dinero ni las banderas ni las
poltronas decidan la sabiduría, el ímpetu y la gracia de la vida
que, por suerte, nos persigue amablemente a todos.
El debate reside en si la mayoría de los habitantes de Catalunya
están listos para entender esa organización y si los ya preparados
entienden que sin la solidaridad de otros pueblos apenas se
disfrutará de un segundo del tiempo real de la victoria. Porque la
victoria de la patria puede amarse con la tierra que se cultiva, con
el canto compartido y con la valentía que se ejerce decidiéndola,
pero el tiempo real de la victoria sólo puede existir en la
esperanza fraternal con otros cultivos diferentes, otros cantos entre
iguales y otras valentías en libertad. ¿Quién ha pensado que la
independencia de Catalunya podrá hacerse para tener más y más
Primer Mundo y para colocar las alambradas de Melilla frente a
Valencia, Aragón y las Islas? Si la independencia de Catalunya no le
dice nada nuevo al mundo, el mundo no le dirá nada nuevo a
Catalunya. En pleno siglo XXI, viviendo en el bochornoso espectáculo
capitalista del consumismo, el derroche y la glamurosa caridad con
los desfavorecidos, galopar junto a una globalización
deshumanizadora imposibilita enamorarse de cualquier victoria.
Por estos caminos del cielo o del infierno andamos los catalanes con
una organización como la CUP, plena de tierno, impetuoso y gracioso
patriotismo. Ojalá nadie le perturbe sus sueños. Son los de todos
los que agradecemos día tras día el tiempo para vivir. Ahora la CUP
analiza los pasos de nuestra imaginación. Los llamados radicales sin
causa han pasado a ser la causa radical del poder. ¿Quieren algunos
independentistas que la voz que más conmueve al abrazo quede
petrificada con la victoria? ¿Acaso no piensan en el tiempo real
donde aman nuestros viejos, jóvenes y niños? Ojalá que aquellos
que están presionando e insultando a la CUP, en vez de ayudar y
cooperar a la certeza del camino a la vida, sepan disculparse y
salgan de una vez del rápido segundo donde reposan sus amores a
Catalunya.
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