Es de sumo interés para el Poder que se agota, como el dar más
brillo a las noticias del espectáculo, las buenas guerras que cabe
iniciar, el caos que producen los sobresaltos financieros y la prensa
amarilla que debe envolverlo todo, romper la fuerza y la unidad de
los pueblos. Si la agricultura favoreció la fijación de los
territorios a los pueblos y el desarrollo de la navegación y el
comercio posibilitó nuevas interrelaciones entre ellos, la
ampliación de vínculos a través del gran salto de la economía
mundial legitima el mestizaje creciente de pueblos y territorios.
Todos esos pasos han tenido sus pros y sus contras, pero ninguno ha
enseñado tanto sus contras como el actual imperio del Gran Capital
con sus ansias uniformadoras enmascaradas de providenciales derechos
individuales para todos. La gran mentira ya es de domino público,
pero en su defensa, con abrumador soporte mediático, se implica una
destacable cantidad de personas reales que pretenden, en escalera de
clases sociales irreconciliables por la disputa de los bienes que ya
poseen o a que aspiran, la continuidad, por encima de todo, de los
marcos jurídicos de un Sistema elevado a la categoría del más
natural existente en la historia. Un Sistema que arrastra a la
civilización contra el ser humano y contra la vida. Cualquier
iniciativa con futuro para la cooperación fructífera entre pueblos
y territorios obligará el fin de ese Sistema.
Es una verdad absoluta que el buen humor y la alegría pueden
hacernos más pasajeras las calamidades que sufrimos y nos entreguen
las mejores armas para seguir adelante en el empeño por desarrollar
plenamente nuestras vidas, pero no es menos absoluto que sólo cuando
se pasa de la alegría a la seria y tensa fuerza para defender la
vida es cuando, en realidad, puede hacerse posible un cambio de rumbo
en los marcos jurídicos de falsas cohesiones sociales que nos
cercenan la Nueva Era que se nos acerca.
Resulta una maravilla que haya personas que busquen con ahinco el
rostro indivisible de otra persona, de otras personas, y disfruten
con la fiesta de reconocer en él todos los paraísos. Todavía el
tiempo de la fraternidad, la igualdad y la libertad no se nos ha
escapado de nuestras mentes y corazones. Pero algo lo está frenando:
que sigamos viviendo con sobrada indiferencia institucional y
suficiente impotencia popular el más espeluznante crimen de la
miseria, de las enfermedades curables sin solución, de la
explotación de los trabajadores, del marasmo educacional, de la
desvergüenza de la ética y de la terrible destrucción de la
Naturaleza que no nos deja ser hermanos. Todo nos obliga a pensar:
¿existen los pueblos del Primer Mundo o sólo son diversas empresas
privadas que negocian la paz o la guerra por un puñado más de
monedas? ¿Son la dignidad y el coraje que la sustenta motivos de
orgullo o ya esos valores humanos son mercancías a conveniencia?
¿Nos acercaremos a la Nueva Era para cooperar o nos llegará
despiadadamente sin contar con nosotros? Hay mucho que hacer en el
mundo. Urge la revitalización de todos los pueblos unidos contra el
Poder que los aniquila. Si olvidamos esos quehaceres, nada evitará
la rapiña cotidiana entre pueblos y territorios esclavizados al
Sistema.
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