Ayer martes 13 de octubre se trasmitió por el Canal catalán 3/24
una tertulia sobre el 9N en Catalunya y luego se presentó el
programa de reportajes El Món, donde pudimos saber las formas y
consecuencias de la extracción del coltán en el Congo y la
ampliación del principal puerto de Colombia en la ciudad de
Buenaventura. ¿Qué relación hay entre poner las urnas en
Catalunya, extraer un mineral en el Congo y ampliar un puerto en
Colombia? Superficialmente, ninguna, pero profundamente, muchísima.
Los tres lugares, como todos en el mundo de hoy, están súper
conectados para aumentar el dilema entre ellos: el bienestar, la
riqueza y la paz en una parte y el malestar, la miseria y la
violencia en la otra parte. Y en ambas la degradación
deshumanizadora, principalmente propugnada desde esa parte cómoda,
rica y serena que ni en sí misma se fía. Mientras no se conecten en
comprensión, cooperación y fraternidad no habrá humanización
posible ni solución a la perversión que vivimos entre todos.
Las urnas del 9N significaban, desobedeciendo al Tribunal
Constitucional Español, empoderar el derecho de una destacable
cantidad de catalanes a ser consultados sobre su status de vida.
¿Alguien puede pensar que el coltán que empresas del Primer Mundo
extraen del Congo no tiene nada que ver con la falta de
empoderamiento del pueblo congolés? Así llegamos a la misma
cuestión con la ampliación del puerto en Colombia, pero esta con
mayor cercanía conocida, al realizarla el Grup TCB de Catalunya. Y
no es este el único enlace de empresas catalanas con desmanes en
países que denominan bananeros. Su objetivo es llevarse la mayor
cantidad de tipos de plátanos sin importarle si la comunidad
afrodescendiente del puerto de Buenaventura sea consultada en su
derecho a decidirlo.
La serena y altiva desfilada del gobierno regional catalán por las
calles de Barcelona hacia el Tribunal de Justicia en apoyo de las
autoridades imputadas por el 9N es muy singular. Algo parecido en el
Congo sería masacrado mientras en Colombia sería impensable si no
se quiere engrosar la enorme lista de desaparecidos. Se conoce la
violencia y la muerte que fomentan el coltán en el Congo y el puerto
en Colombia. ¿Por qué permitimos que empresas con sede muy cerca de
nuestras casas realicen afuera lo que no queremos ver en las
nuestras? ¿Es que realmente creemos que nuestros derechos están
desligados de los de otros? Para muchos “el empoderamiento de
Catalunya es el mío y el de los demás que se las apañen”.
Mientras ello esté vigente, las autoridades que nos gobiernan no
quitarán protección a las grandes empresas adonde girarán al final
de sus mandatos: otros también aspiran a ser ricos.
El mundo se transformará por la brutalidad, la rabia y el caos o por
la educación, la bondad y la inteligencia. Si los Estados existentes
o los nuevos por fundarse no ven la señal, el empoderamiento de sus
pueblos será irreal. En el horizonte, y hasta en la esquina, aúllan
las víctimas de la indiferencia.
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