Aleida Guevara, una mujer de las luchas de Cuba, expresa la hermosura
de estar en Catalunya y saber que, a pesar de los retos que tiene
esta parte del planeta en estos momentos, hay un espacio, un tiempo y
unos deseos para la solidaridad con otros pueblos. Podría agregarse
que si eso no existiera, ¿valdría la pena ser pueblo? Justamente se
es pueblo cuando se aman a los otros, cuando se ofrece el aporte
magnánimo para el sostén de la humanidad que nos integra a todos.
Los que se opongan a ese aporte de valores humanos sólo están
provocando pesadillas que la historia siempre corrige. Cuando sólo
se persiguen enconar intereses no hay pueblos, sino multitudes. Por
solidaridad y fraternidad vivimos.
La mujer que este miércoles ha pasado por el programa Els Matins de
TV3 cuenta de su experiencia como médica en Ecuador y se emociona al
recordar cuánto sintió que debía aprender de aquel pueblo, sobre
todo el amor a la Tierra que allí reina y se proyecta a cada ser
humano. Cuenta también cómo dos niños cubanos conversan sobre el
por qué llorar la ausencia de la madre cuando esta cumple el sagrado
principio de la buena relación entre los pueblos. Y a la pregunta de
la entrevistadora sobre si valía la pena la vida del guerrillero que
lleva unas armas y está expuesto a morir, esta mujer contesta que
ese hombre y sus compañeros “hicieron lo que creían que tenían
que hacer, porque ellos tenían un ideal, un objetivo en la vida, y
que, aún sin que lleguen a ver el resultado, comienzan un movimiento
que demuestra que sí es posible cambiar este mundo, que sólo tienes
que dedicarte a ello, por lo que no es algo que podamos criticar,
señalarle, pues es algo que debemos respetar, ya que ellos fueron
consecuentes con lo que pensaban y lo hicieron con el mejor de los
deseos, y ahí sólo hay espacio para la admiración”. Ella es hija
del Ché, el hombre que murió en Bolivia por un ideal y que nace
cada segundo en todo el mundo para que encaucemos con vehemencia la
coherencia de lo que pensamos.
Esta simple cubana tiene una apretadísima agenda de encuentros por
todo el territorio y en todos ellos, como en esta propia entrevista,
ofrece su visión del país bloqueado por los Estados Unidos de
América en más de 50 años. ¡Más de 50 años! La salvaje relación
que con la isla fundaron y aún mantienen los gobiernos del gran
poder mundial le han traído a Cuba unos daños inmensos. No cabrían
en esta corta nota señalarlos. Pero baste decir que, a pesar de
ellos, las ideas y las luchas de Cuba siguen existiendo en su pueblo
y se levantan cada mañana con los sueños de todos los que sabemos
que no se le puede dar “al imperialismo, ni un tantico así” si
se quiere ser pueblo y admiración en vez de llanto: en vez de llanto
por los espurios intereses que nos degradan. Todo por un Sistema que
no celebra la vida, sino que la transforma en un buitre que nos
destroza. Por eso el Ché no murió como esa persona que se suicida
por la locura que le produce el desahucio de su casa. El Ché se
expuso a la muerte para defender el festivo nacimiento de la vida:
siempre en contra del espanto, de la locura y de la inercia en que
aún se encuentra el mundo. Por eso no podemos criticarle ni
señalarle con el índice el peligro de vivir. Por el Ché debemos
felicitarnos con la admiración que nos despierta para la lucha.
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