Buscando brevedad, podría afirmarse que la ley de la oferta y la
demanda, como tantas otras del Capitalismo, favorece al que puede
ofrecer algo a nivel personal o corporativo. Por norma general esta
primera propiedad privada somete al o a los que deben acudir a ella
para satisfacer su demanda. En ambos casos el mercado se encarga de
la regulación con las leyes del Capitalismo. Mientras, en otros
proyectos sociales diversas disposiciones favorecen, a través del
Estado u otras entidades, a personas, a determinados colectivos y a
pueblos enteros. Hay una real búsqueda de libertad e imparcialidad a
favor de las personas y no de las mercancías. Si el Estado
Venezolano aplicara en todo su funcionamiento la libertad y la
imparcialidad capitalistas apenas tendría problemas, e igualmente
apenas los grandes medios le darían cobertura. Con Cuba todo es más
sutil, ya que en la isla todavía impera la maravillosa verdad de que
lo más importante de todo no está privatizado. Por ello se intenta
regular las relaciones de acuerdo al Socialismo, incluyendo a su
prensa pública. Ninguna divulgación con “la libertad y la
imparcialidad” que, como un Golpe Blando, cambien la verdad del
país que sigue tozudamente encaminada al Bien Común. Del esfuerzo y
la inteligencia de los cubanos depende que todo mejore sin acogerse a
la falsa libertad ni a la más falsa imparcialidad con que algunos
los enamoran. Ahora, la ley de la oferta y la demanda va ganando
posiciones en el país impulsada por el propio Estado. Esto le causa
muchas contradicciones a ese Estado y siempre habrá que insistirle
la breve verdad que traía el yate Granma cuando navegaba a la deriva
en diciembre de 1956 y que en enero de 1959 arribó a tierra.
Así me llega ahora en 2015 el artículo “El bosque, el lobo y la
ley de la oferta y la demanda”, publicado en el periódico Granma
por Ángel Freddy Cabrera el pasado 6 de agosto y que ha suscitado un
furibundo ataque, no al articulista, sino al propio Estado Cubano y
su Partido Comunista, por parte del ex corresponsal de la BBC en La
Habana Fernando Ravsberg y el que en su título ya podemos intuir la
verdad que lleva, “El yate Granma sigue a la deriva”, publicado
al día siguiente en su blog para el disfrute de sus seguidores, que
no son pocos, pues a fuerza de “entre una de cal y otra de arena”
con que critica y elogia a Cuba se ha ganado “la imparcialidad”
con que dice que se mueve en las problemáticas cubanas. Y muchos, en
uno u otro momento, lo hemos aplaudido. ¿Por qué, desde hace un
tiempo, del aplauso pasé a matizarlo? Entre numerosos escritos me
encontré con “Sobre los usos de la libertad (y sus descontentos)”,
de Rafael Hernández, el director de la prestigiosa revista cubana
Temas y publicado en Cubadebate en febrero de 2011. En este artículo
Hernández responde a varios ataques de Ravsberg y se pregunta “¿cuál
es la explicación de fondo de esta conducta: por qué la emprende en
tandas sucesivas contra la revista Temas y su espacio de debate; a
qué se debe su evocación de Torquemada y Stalin en relación con un
panel de discusión real, que cuenta con la participación no solo de
notables defensores de la crítica en la esfera pública cubana, sino
de numerosos asistentes de todas las edades y diversos grupos
sociales; en qué se basa para asociar el trabajo de Temas con “el
miedo”, “los debates secretos, las medias verdades y las verdades
enteras”. A qué viene ese intento de desnaturalización y
tergiversación?” Al fin había encontrado con Hernández los
vericuetos de la verdad que me inquietaban. Ravsberg tiene su verdad
y, consciente o no, con ella intenta modificar o erosionar la verdad
cubana mediante lo más desprestigiado del periodismo mundial: la
libertad y la imparcialidad. Sencillamente no existen, aún cuando
siempre cualquier problema de la realidad pase por enfrentar la
verdad pura y dura. Ya sabemos que al Capitalismo eso no le interesa,
ya lo tiene arreglado con su ley fundamental: quién tiene, tendrá.
Pero la construcción del Socialismo está obligada a enfrentarla,
explicarla una y otra vez, socializarla, y mucho más durante sus
periodos de cambios. No obstante, la verdad de Cuba nunca será fácil
comprenderla, sumarse a ella y realizarla. Por suerte para la
realidad cubana su prensa aún no está, a pesar de todas las faltas
que le encontremos, en el inmenso disparate de creerse libre e
imparcial como cree estar Ravsberg en sus artículos sobre Cuba.
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