No sé si seré parte de los fiordos noruegos, de los alpes franceses
o de las aguas venecianas, pero sí sé que mi espacio preferido
está en el balcón de mi cuarto en una ciudad de Catalunya. De la
baranda cuelga una maceta con una planta de “cinta” -es como la
llamamos en Cuba-, y mirarla cada día y cuando le da la luz de la
luna por las noches es una de las cosas más hermosas con que me
deleito.
¿Conformidad con lo que tengo a mano o resolución de justicia para
apreciar todo lo hermoso que se puede disfrutar en este mundo al
margen de su locura? No hay día en que las noticias con que los
Grandes Medios nos envenenan el alma también quieren arrebatarnos
hasta lo más sencillo. Pareciera que intentan imponernos que ni de
eso somos dueños, porque aquí no hay más propietarios que los que
ellos nos hacen leer, escuchar, mirar y obedecer. ¿También lo harán
con nosotros?
El hijo de mi hija es un tesoro a quien le gozo todas sus sonrisas y
travesuras. Son de él, de sus padres, mías y de muchos otros que se
embobecen con esas pertenencias. Qué lindo es mi niño. ¿Acaso un
día no será de ninguno de nosotros y pasará su titularidad al
mejor postor? Como la verdadera madre en el círculo de tiza, por la
vida de ese niño yo estaría dispuesto a renunciar a él. Entonces,
pensando como se piensa según la racionalidad europea, es muy
posible que ello suceda si, como está sucediendo, la privatización
es un acto de legítima defensa por no haber sido todo lo heroico que
está demandando el momento. Resulta un lugar común decir que por
salvar a ese niño yo daría mi vida, pero esto está cambiando
mucho. La verdad más espeluznante, cuando hablamos de heroísmo o de
estos héroes que la realidad nos está obligando a ser, es que sólo
podemos salvarlo privatizándolo.
Así leo la noticia del diario Público en este 18 de agosto de 2015
bajo el título “Una empresa alemana se adjudica la primera
privatización del gobierno de Tsipras”: “El Gobierno griego ha
aprobado la concesión de 14 aeropuertos regionales a la empresa
alemana Fraport, según una resolución del consejo de política
económica que ha sido publicada en el Boletín Oficial del
Estado.(....) Los aeropuertos a los que hace referencia son el de
Salónica, la segunda ciudad del país; Kavala, en el noreste; Corfú
y Zante, dos islas situadas en el mar Jónico; Canea y Cefalonia, en
la isla de Creta; Aktion, en el oeste; y los de Rodas, Kos, Samos,
Mitilene, Mykonos, Santorini y Skiathos, todas islas del Egeo. (….)
La llegada al poder de Syriza congeló los procesos de
privatizaciones y prometió que revisarían todos aquellos que no se
hubieran cerrado todavía. (….) Sin embargo, con la conclusión del
tercer programa de rescate, Grecia se comprometió a trasferir
activos estatales a un fondo de privatización por valor de 50.000
millones de euros para pagar deudas, recapitalizar la banca y
realizar inversiones.”
Alguno puede decirme que estoy exagerando, y es cierto, lo hago, pero
nadie podrá decirme que las privatizaciones en Grecia no pretenden
salvar a los niños griegos del absurdo heroísmo que, con mi torpe
visión de los tiempos modernos, le quitan sus vidas. Es que la
verdad es muy dura. Pero es la verdad con que la Unión Europea,
Alemania y nuestro gran silencio expulsamos a los héroes antiguos.
Todos estamos vendiendo al niño y debo dar gracias porque alguien lo
quiere comprar. De todas maneras ya eso se está haciendo y desde
hace mucho tiempo en innumerables países. ¿Qué ha pasado para que
llegáramos a este punto? ¿Ya los grandes propietarios nos estaban
metiendo en este sitio? ¿Seremos nosotros que nos cansamos de vivir?
Es que resulta terrible vivir en esta locura y, según la realidad,
no hay alternativas mientras no nos vengan ganas de reafirmar que la
vida implica arriesgarla por defenderla. ¿Estoy diciendo tonterías?
Sí, seguro, mi niño no debe ser tan lindo, y seguro que también la
cinta que florece en mi balcón es un espejismo que solamente yo
convierto en maravilla porque no le encuentro comprador. ¿Quién puede negarme la bestialidad del espectáculo?
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